De Bob Dylan a Justin Bieber, las ventas de catálogo se apoderan de la música

Cada vez crecen más las empresas que se dedican a trabajar con compositores y autores de canciones para que reciban honorarios cuando sus obras son usadas comercialmente

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Las editoriales musicales administran un
Las editoriales musicales administran un nuevo negocio para los artistas

El aroma de Sarah McLachlan. La idea surge al principio de la primera charla entre Primary Wave, la empresa de edición musical y gestión de talentos, y la estrella canadiense del pop, que ha vendido más de 40 millones de discos, ha ganado tres Grammys y fundó el festival de música Lilith Fair, sólo para mujeres.

Hubo un tiempo en que McLachlan, como tantos otros artistas de su talla, no habría considerado que vender ni un solo estribillo a una empresa privada fuera un activo manejable. Pero a sus 55 años y casi una década después de su último álbum de canciones originales, McLachlan se siente frustrada por la forma en que Sony Music Publishing ha gestionado -o, en su opinión, ignorado- su catálogo.

“Son bancos”, dice de las grandes editoriales musicales. “Se limitan a guardar el material. En realidad no hacen nada, por lo que yo sé. Así que me entusiasma esa oportunidad, que puedan volver a conectar con algunas audiencias y reimaginar parte de mi música de una forma de la que quizá yo aún no sea consciente.”

Esta primera sesión de intercambio de ideas tuvo lugar esta primavera, pocas semanas después de que Primary Wave, fundada por Larry Mestel, antiguo ejecutivo de Arista Records, y que acababa de recibir una inyección de 2.000 millones de dólares de Brookfield Asset Management, llegará a un acuerdo para comprar una parte de las canciones de la artista. McLachlan se conectó desde su casa en Vancouver, mientras se hablaba de los ganchos obvios para crear nuevas expectativas en la entrevistas como: la realización de un documental de Lilith, el próximo 30° aniversario de su carrera Fumbling Into Ecstasy, y los no tan obvios como si va a aparecer en “CMT Crossroads” en Nashville; si tenía canciones que pudiera compartir con otros artistas; y sobre Eau de Sarah, su posible fragancia. “En teoría”, dijo McLachlan, y luego hizo una pausa. “No he pensado en ello”.

Algunos lo llaman gestión de canciones, otros adquisición de derechos. Entre los gestores de esta clase de activos figuran Mestel, Merck Mercuriadis (CEO y fundador de Hipgnosis Songs) y Josh Gruss, de Round Hill Music, además de editoriales tradicionales como Universal Music Publishing Group, Sony Music Publishing y BMG. Estas últimas tienen una historia más larga y unos activos mucho mayores que las independientes más insurgentes, pero no han sido hasta hace poco cuando han realizado las grandes operaciones de adquisición de editoriales.

Merck Mercuriadis, CEO y fundador
Merck Mercuriadis, CEO y fundador de Hipgnosis Songs (The Washington Post / Philip Cheung)

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Hubo un tiempo en que incluso las grandes estrellas -los Beatles, los Rolling Stones y los Beach Boys- veían con impotencia cómo sus editoriales se vendían a empresas. Eso cambió en los años 70, cuando los compositores se dieron cuenta del valor de la edición y contrataron abogados para protegerla. Este nuevo mercado va mucho más allá. Se trata de una oleada de inversores, muchos de ellos más acostumbrados a especular con productos farmacéuticos o bienes inmuebles, que se adentran en un territorio antes reservado a Casey Kasem. Y los artistas, enfrentados a esta nueva matemática, están sacando provecho. Donde antes se consideraba casi un sacrilegio vender una canción, ahora es un elemento de la planificación patrimonial de artistas tan singulares como Bob Dylan, Neil Young, Steve Nicks y Sting.

Consiguen un pago y la promesa de un futuro más limpio, dando a sus herederos la oportunidad de evitar las batallas que tuvieron lugar tras la muerte de Tom Petty, Prince o Aretha Franklin.

“No soy Bob Dylan, así que no conseguí 400 millones de dólares, pero sí una parte muy, muy grande de cambio”, dijo Lindsey Buckingham, cuyo acuerdo de 100 millones de dólares con Hipgnosis incluía canciones de Fleetwood Mac como “Go Your Own Way” y “The Chain”. “Facilita un poco las cosas en el presente. Y no estás preparando a tus hijos para que se peleen por cosas que no se han definido lo suficientemente bien como para saber cómo se van a transmitir.”

En su despacho de Los Ángeles, junto a una piscina, Mercuriadis atiende el teléfono. Lleva su uniforme habitual, un Prada negro, y avanza de un lado a otro mientras resuelve una complicación con un megadeal por el catálogo de Justin Bieber. No es con el artista, que ha aceptado vender por 200 millones de dólares. Es con el Wall Street Journal, que trata de adelantarse a la noticia cuando Hipgnosis ya ha acordado divulgarla ampliamente antes.

El acuerdo con Bieber será noticia. Es notable porque la mayoría de los acuerdos han sido con artistas más veteranos y consolidados. Son apuestas más seguras. Una canción de Paul Simon o Dylan lleva décadas generando un canon constante gracias a los anuncios, las reproducciones en radio (y ahora en streaming) y otros acuerdos de licencia. El fichaje de Bieber sacude el sistema. Sólo tiene 29 años, y su valor futuro debe calcularse sin el beneficio de la historia.

Justin Bieber es uno de
Justin Bieber es uno de los músicos más jóvenes que vendió parte de sus canciones (REUTERS/Mario Anzuoni)

Por eso los competidores de Mercuriadis cuestionan el acuerdo. “No creo que cuando Justin Bieber tenga 40 años, la gente vuelva a escuchar ‘Baby’ y su catálogo”, dice Gruss. “Entonces, ¿qué haces si compras esos derechos? Si te equivocas, es una mala, mala inversión”.

Gruss, de Round Hill, una empresa que cotiza en la Bolsa de Londres al igual que Hipgnosis, cuenta en su plantilla con el cantante de “Calendar GirlNeil Sedaka, las estrellas del glam metal Skid Row y, más recientemente, las estrellas de rock alternativo Lit y Collective Soul. Mercuriadis explica por qué Bieber es una buena compra.

“Si comprás Lit y Collective Soul”, dice Mercuriadis, “esos discos pueden tener 30 años, y se puede argumentar que tienen un historial mucho más largo que Shape of You de Ed Sheeran. Pero Shape of You va a ser un disco mucho más importante no sólo durante los próximos 30 años, sino durante los próximos 40, 50 o 60 años. Creo lo mismo de los grandes discos de Justin Bieber que han formado parte del tejido de nuestras vidas durante los últimos 15 años”.

Luego está el trato por parte de Bieber. Una obviedad. La recesión económica y la subida de los tipos de interés no han sentado bien a Hipgnosis, ya que analistas y competidores han visto caer el precio de sus acciones. Pero Scooter Braun, mánager de Bieber, vio en la economía una oportunidad. “La mayoría de la gente rica hizo la mayor parte de su dinero en una recesión porque fueron capaces de entender que el mercado siempre vuelve a subir”, dijo Braun. “Si eres una persona joven, y eres capaz de desplegarte adecuadamente en una recesión, podrías estar preparándote para la vida”.

A Braun le gusta Mercuriadis. En 2021, llegó a un acuerdo con él para otro de sus clientes, Andrew Watt, por su participación en canciones como “Señorita”, de Shawn Mendes. Pero Braun no firmó con Hipgnosis por lealtad. “Siempre acudimos a todo el mercado”, dijo Braun. “Merck se presentó con la mejor oferta”.

Hipgnosis es una de las
Hipgnosis es una de las empresas más destacadas en este negocio

Mercuriadis, de 59 años, creció en Canadá, se enamoró de Kiss y Aerosmith, y empezó como director de marketing y A&R para grupos como UB40 y Simple Minds. Con el tiempo, pasó a gestionar una cartera de clientes que incluía a Elton John y Guns N’ Roses. En 2018, fundó Hipgnosis, tomando el nombre de la famosa firma de diseño que diseñó portadas de álbumes para Pink Floyd, Bad Company y Led Zeppelin en la década de 1970.

Lleva la cabeza rapada y posa para las fotos encogiendo las mejillas a lo Zoolander. Su agresivo enfoque de las adquisiciones -ha gastado más de 3.000 millones de dólares en publicaciones, tanto recaudando dinero a través de la Bolsa de Londres como asociándose con una empresa de inversión, Blackstone- le valió el título de “hombre más odiado de la música”, como lo calificó Forbes en un artículo de portada de 2021. Pero es difícil negar su genuino amor por la música. Mercuriadis es una rata de los discos que parece tan encantado de mostrar una edición japonesa de Ram, de Paul McCartney como de celebrar un acuerdo millonario. El suelo de su oficina está repleto de prensas para audiófilos de Electric Recording Co, Sam Records y Analogue Productions.

“Es un fanático”, dice el cofundador de Chic y superproductor Nile Rodgers, que es el mánager de Mercuriadis y le ha vendido su catálogo. “Merck y yo podemos pasarnos horas y horas hablando del solo de Eric Dolphy en una canción. Es muy raro encontrar a una persona con la que musicalmente te sientas tan cómodo”.

A medida que ha ido construyendo el catálogo de Hipgnosis, Mercuriadis ha demostrado ser una presencia enloquecedora para sus competidores. Le atacan por abrir la cartera, pero dicen que no hace gran cosa una vez hecha la adquisición. Mestel dice que no quiere llamar a nadie por su nombre. Pero señala la gama de su propia Primary Wave, desde trabajar con Shinola, con sede en Detroit, para crear un reloj de pulsera de Smokey Robinson hasta producir la película biográfica de Whitney Houston “I Wanna Dance With Somebody”.

El músico y productor Nile
El músico y productor Nile Rodgers (The Washington Post/Philip Cheung)

“La mayoría de mis competidores se sientan, ponen los pies sobre la mesa y, cuando suena el teléfono y contestan, piensan que han hecho un gran trabajo de marketing”, afirma. Mercuriadis señala que Primary Wave adquirió y luego vendió en 2013 sus participaciones en canciones de los Beatles, Hall & Oates y Bo Diddley a BMG. “Tanto si se trata de Justin Timberlake como del patrimonio de Leonard Cohen, a quien he mirado a los ojos y he dicho: ‘Voy a ser el custodio de estas grandes canciones’, puedo cumplir mi promesa”, afirma Mercuriadis.

Incluso durante su juerga de gastos, hay algunos artistas a los que ninguno de los independientes pudo seducir. Bruce Springsteen se fue con BMG. Dylan y Sting firmaron con Universal Music Publishing, que gestiona más de 3 millones de canciones y existe desde hace décadas. (Primary Wave, Round Hill Music e Hipgnosis se fundaron en 2006, 2010 y 2018, respectivamente).

Marc Cimino, director de operaciones de Universal Music Publishing, ha oído todos los argumentos de los dirigentes de las empresas más pequeñas. Las grandes empresas sólo se preocupan de sus clientes más jóvenes. Gestionan demasiadas canciones, por lo que no pueden prestar mucha atención al catálogo heredado. Él no está de acuerdo. No hay más que ver “Dear Mama” en FX, la serie sobre Tupac Shakur que ha producido Universal Music Publishing Group. También habló de la asociación de Hipgnosis en 2021 con Blackstone Tactical Opportunities, que se describe a sí misma como “la mayor gestora de activos alternativos del mundo”.

“La palabra clave ahí fue activo”, dijo Cimino. “Así es. Vemos ‘Like a Rolling Stone’ no como un activo, sino como una canción. Esa canción ha cambiado la vida de la gente. En Universal tenemos muy claro que se trata del arte, de las canciones y de las grabaciones maestras. No es una clase de activos, y si inviertes en nuestra empresa, lo haces desde esa perspectiva”.

Arte, por supuesto, es un término relativo. Esta primavera, empezó a circular un anuncio del servicio de reparaciones a domicilio Frontdoor con una melodía que cualquiera que tuviera una radio FM o la MTV en 1985 conocería íntimamente. Salvo que, de algún modo, la letra era incorrecta. Sí, “We Built This City”, el éxito número 1 de Starship, había sido refundido y regrabado como “We Fixed This Toilet”. “Me pareció repugnante y un nuevo golpe bajo para el negocio”, dice Jeff Jampol, que dirige Starship pero no controla la publicación del mayor éxito de la banda. Envió un mensaje a Cimino, ya que Universal administra la canción.

El cantante estadounidense John Fogerty
El cantante estadounidense John Fogerty (EFE/David Aguilar)

Pero Jampol debería haber estado refunfuñando a Martin Page, que escribió “We Built This City” con Bernie Taupin, colaborador de Elton John desde hace mucho tiempo. Estaba encantado con el uso. Page y Taupin podrían haber bloqueado el anuncio. Page se enteró por su representante. “Le dije: ‘¿De qué va?’”. comentó Page y agregó:. “Me contestó: ‘De fontanería’. Me quedé asombrado. Y cuando me dijo la cantidad de dinero que iban a pagar, me dije: ‘Vale’”.

Pero el dinero no lo compra todo. Todavía hay algunos artistas destacados -Joni Mitchell, por ejemplo- que conservan su editorial. También es el caso de John Fogerty, y no es que el autor de una serie de éxitos para Creedence Clearwater Revival no haya escuchado lanzamientos.

Esta primavera, Fogerty entró en su estudio de música de Thousand Oaks, California, con un aspecto muy parecido al del tipo que cantó “Proud Mary” en Woodstock en 1969. A sus 78 años, sigue siendo una atracción constante en las giras, y sigue prefiriendo sus características camisas de cuadros abotonadas.

Ha sido un buen momento para Fogerty. Durante décadas luchó contra Saul Zaentz, el difunto ejecutivo que firmó con Creedence un oneroso contrato con Fantasy Records en los años sesenta. La situación llegó a tal punto que Fogerty no se atrevió a tocar sus éxitos en concierto durante décadas. Y en 1985, cuando Fogerty reapareció con “The Old Man Down the Road”, Zaentz le demandó por plagiarse a sí mismo porque consideraba que la canción sonaba demasiado a “Run Through the Jungle” de CCR. Fogerty ganó y en enero, con la ayuda de su mujer, Julie, y su mánager musical Irving Azoff, pudo recomprar su editorial. Para entonces, Fogerty ya se había reunido con Mercuriadis para considerar sus opciones.

Ahora dice que fue a escuchar la propuesta, no a cerrar un trato. “Nunca en mi vida, ni por un minuto, he pensado en una canción en términos de dinero, como lo hace un hombre de negocios”, afirmó. “Digamos que te digo: You’ve Lost That Lovin’ Feelin, de los Righteous Brothers’. Y tu reacción probablemente sea... bueno, si tuvieras una edad parecida a la mía, dirías: ‘Dios, qué gran disco’. Y resuena de una manera que un par de zapatos nuevos no lo hace”.

Pero Julie Fogerty, a quien atribuye haber salvado su carrera y su vida cuando había caído en una profunda depresión por sus batallas con Zaentz, no dejaba de insistirle para que mantuviera reuniones con posibles compradores de editoriales.

Mercuriadis le caía bien. Parecía un buen tipo. Parecía preocuparse por la música y realmente amarla. “Pero, por supuesto, la reunión no era para eso”, dice Fogerty. “Nunca he llegado a ser dueño de mis canciones. Quiero pasearme, ya sabes, quizá con un bastón en una mano y un sombrero de copa en la cabeza y decir: Sí, ahora tengo ‘Proud Mary’”.

De vuelta a la reunión con McLachlan, Mestel y su equipo directivo han pasado por una serie de tormentas de ideas. Han hablado de conseguir que artistas más jóvenes sampleen más trabajos de ella. Sam Feldman, su representante, menciona a los del Zoom que le encantaría que McLachlan apareciera en Howard Stern. También habla de su amor por la naturaleza. Esto despierta el entusiasmo de McLachlan, que pregunta si existe la posibilidad de crear una línea de tablas de surf.

Mestel le pregunta qué opina de las redes sociales. Dejó de usarlas por el vitriolo y la ira que parecían dominar en la red. Sugiere que alguien de Primary Wave se haga cargo de sus cuentas para que sigan funcionando sin causarle estrés. Y aunque parece poco probable que se haga realidad, nadie descarta la idea de una fragancia de Sarah McLachlan. Antes de despedirse, da una charla de ánimo al equipo.

“No hay idea mala”, dice. “Y es muy difícil ofenderme. Es decir, hay ciertas cosas que voy a decir: ‘No, eso no va conmigo’. Pero, como he dicho, nunca me he puesto a pensar en esa dirección. Así que estoy entusiasmado con las posibilidades que podéis soñar”.

Fuente: The Washington Post

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