Siempre que se habla de los profesionales de la danza, se los piensa como personas rigurosas, muy disciplinadas, que hacen grandes sacrificios para llegar a la perfección. Sin embargo, existen muchos bailarines y coreógrafos que quieren romper con esos esquemas. Uno de ellos es el bailarín mexicano César Brodermann, impulsor del reconocido movimiento en danza llamado Gaga, desarrollado por la Dance Company Ohad Naharin.
El artista realizó en las últimas semanas, acompañado por el Departamento de Diplomacia Publica de la Embajada de Israel en Argentina, una gira federal organizada en el marco del MICA por varias ciudades de nuestro país para dar master class gratuitas sobre el movimiento Gaga, que es un lenguaje de movimiento y una pedagogía desarrollada en 1990 por el prestigioso y uno de los más influyentes coreógrafos actuales, el israelí Ohad Naharin. Él creó su propia técnica de expresión corporal, que se caracteriza por mantener los brazos, piernas y espalda flexibles, mientras que el cuerpo se sostiene por un profundo arraigo al suelo, lo que permite movimientos explosivos y dinámicos. El principal objetivo para Naharin es que quienes lo desarrollen sientan dentro de sí cada parte de su cuerpo y cada detalle del movimiento.
El Gaga profundiza la conciencia de los bailarines sobre las sensaciones físicas, amplía su paleta de opciones de movimiento disponibles, mejora su capacidad para modular su energía y activar su poder explosivo. Enriquece la calidad de su movimiento con una amplia gama de texturas.
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César Brodermann es un artista multidisciplinar queer, bailarín contemporáneo, coreógrafo, fotógrafo y director artístico. En su trabajo combina movimiento, performance, fotografía y cine, estudiando el potencial ilimitado del ser humano y su conexión con la tierra. César residió en Nueva York, donde se graduó con honores del Programa de Certificado en Danza Clásica y Contemporánea del Peridance Capezio Center. En 2018, se estableció en Tel Aviv, donde se desempeñó como primer bailarín mexicano en una de las compañías de danza más reconocidas internacionalmente, Batsheva Dance Company- Young Ensemble, bajo la dirección de Gili Navot.
El artista dialogó con Infobae Cultura para hablar sobre su experiencia en nuestro país y sobre los beneficios que tiene aplicar el Gaga en cualquier tipo de danza, como también en aquellos que no se dedican al baile.
—¿Cómo fueron recibidas tus clases en la Argentina?
—Los bailarines que se sumaron a mis master class tuvieron una sensibilidad muy abierta y han absorbido mucho todo lo que tenía para ofrecerles. Me ha gustado la experiencia que se vivió en cada una de las provincias, ya que aunque sean diferentes, las personas han sido bastante permeables y se mostraron muy interesadas en aplicar todas las características de este lenguaje al aprendizaje o entrenamientos más tradicionales.
—¿Qué beneficios puede tener aplicar el Gaga a los estudios de danza?
—Lo que vinimos a compartir es el lenguaje de movimiento de Ohad Naharin. Proviene mucho de la improvisación, aprender a movernos desde las sensaciones que desde la forma, por ejemplo, en las clases no usamos espejos como se acostumbra en la mayoría de espacios de danza, no tenemos gente viendo la clase porque creemos que todos podemos movernos. En la Argentina, solo hicimos clases de Gaga de dancers, es decir, para bailarines profesionales, pero es un lenguaje que también aplicamos en personas que no han bailado nunca porque consideramos mucho que el movimiento es para todos. La clase dura una hora y 15 minutos, y estamos en continuo movimiento, gracias a eso logramos romper nuestros hábitos, logramos llegar más allá de los límites. El lenguaje de movimiento Gaga de Ohad Naharin, se desarrolló para darnos una caja de herramientas para los bailarines, sean clásicos, contemporáneos o cualquier tipo de bailarín, y así hace que tengas más instrumentos para poder bailar más rápido, con más rango, con más emociones y poder conectar más con tu cuerpo. No es una técnica que se pone en un show, ni un repertorio o coreografía.
—¿Cómo fue tu experiencia en la Batsheva Dance Company, de Tel Aviv, donde estuviste de 2018 a 2022?
—Soy un artista multidisciplinario, hago mi propio trabajo de danza, movimiento, cine y fotografía. Creo que lo logré gracias a que en la Compañía Batsheva donde estuve bailando nos apoyaban a desarrollarnos como artistas individuales también. Es algo que no pasa en muchas compañías de danza, ya que están buscando ejecutantes, gente que haga las cosas a la perfección y dentro de Batsheva, están buscando más artistas o personas que tengan un punto de vista. Entonces, a la par de estar en la compañía, aprender Gaga y profesionalizarme, podemos hacer nuestra propia investigación de arte, encontrar nuestra voz y gracias a esto siento que somos mejores bailarines, artistas y personas.
—¿Cuándo te diste cuenta de que querías profesionalizarse como bailarín?
—Desde pequeño sabía que el movimiento tenía que ser parte de mi vida. Siempre ha sido, como este escape, una salida. Cuando tenía seis años, mi papá, que era músico, me hizo una canción llamada “Dancing shoes” en mi honor y todavía ni sabía que iba a ser bailarín. Siempre fui hiperactivo. A los 15 años, empecé a profesionalizarme en la danza y dije esto es lo que quiero hacer. Primero, tuve la oportunidad de viajar a Nueva York con una beca a los 17 años. Allí tuve mi primer acercamiento al Gaga, me interesó mucho y me conecté con este lenguaje. Luego, audicioné para la compañía en Israel, me aceptaron y me convertí en el primer mexicano en la compañía. Fue genial poder abrir estos puentes para que otras personas se animen. Dando estas clases, muchos argentinos me preguntaron cómo lo logré y creo que el poder contar nuestras historias hace que una persona más se pueda inspirar y decir: yo en San Juan puedo llegar a bailar en la compañía número uno de danza contemporánea algún día. Fue muy lindo poder inspirar a generaciones más jóvenes de bailarines a lograr alcanzar sus sueños, ya que normalmente es muy complicado poder llegar a estos lugares, pero no imposible.
—¿Tuviste que hacer muchos sacrificios para alcanzar tus objetivos?
—A los 17 años me mudé solo a Nueva York y desde ahí siento que me fui adaptando a esa realidad. La carrera de bailarín incluye la soledad porque si tenés la posibilidad de viajar, debés hacer el sacrificio de estar lejos de tu familia, pero al poco tiempo ya formás una nueva familia. La gente de la compañía y la que conocí allá se volvió mi familia, los llamo “las personas que me hacían sobrevivir”, porque la danza es muy difícil y si no contás con esas personas que te vayan abrazando y acompañando sería más complicado transitar esos retos y desafíos. Llegué a Israel hace cuatro años y fue muy interesante ver cómo la cultura mexicana y la israelí tenían muchas cosas similares: la gente me abrazaba, era muy abierta y creo que es algo que tenemos todos los latinos. Así que no fue tan difícil adaptarme. Además, Tel Aviv es hermoso, vivía muy cerca el mar, fue una experiencia maravillosa. Ahora, regresé a México después de nueve años y me toca readaptarme otra vez. Ha sido interesante ver cómo mi propio cuerpo reacciona de diferente manera después de tantos años de aprender nuevas cosas de otras culturas. Como una persona de la comunidad queer, vivir en ciudades como Nueva York o Tel Aviv, que son lugares muy abiertos, me hizo sentirme libre, pero de regreso a la Ciudad de México, que es un lugar muy libre, pero también tiene sus limitaciones. Me empecé a dar cuenta que no importa dónde estés, sino cómo te sentís y tal vez esta libertad viene desde nosotros mismos. La danza nos hace sentir libres, es uno de los conceptos básicos de Gaga, donde todo mundo puede bailar y conectar con esta libertad gracias al movimiento.
—¿Cómo haces seguir manteniendo esa pasión por la danza?
—Se vuelve complicado cuando se convierte en un trabajo, pero siento que siempre hay que recordar por qué lo hiciste por primera vez. Nunca lo hice por dinero o por ser famoso, más bien lo hago porque siempre me ha gustado bailar y ha sido como una salida de este mundo que es tan caótico y tan complicado. Recuerdo estas cosas cuando doy clases, especialmente de gaga people, porque puedes ver a una persona de 75 años moviéndose y disfrutando de su cuerpo sin nadie diciéndole que tiene que ser perfecto o que tiene que ser mejor. Entonces, esos recordatorios siempre me han ayudado a poder seguir avanzando, porque te puede pasar que esa pasión a veces se vaya perdiendo.
—¿Qué planes tenés en tu vida profesional?
—Regresé a Ciudad de México donde estoy arrancando mi propio proyecto con otros seis bailarines, doy clases de Gaga, soy la única persona que da este tipo de clases allá, por esa razón, estoy creando una comunidad dentro de México y expandirnos. Tengo algunos shows en junio y en agosto. Además, cuatro de mis amigos de Israel vendrán para compartir repertorio acá. Seguiré en contacto con Batsheva y con Ohad Naharin, voy a ir a Israel por lo menos una vez al año para seguir manteniendo esta cercaníacon las personas que tengo allá, que son como mi familia. Busco seguir construyendo estos lazos para que las próximas generaciones puedan profesionalizarse, bailar y conectar como he podido hacerlo yo. El poder estar fuera de México por nueve años que ha sido complicado y difícil, pero increíble, emocionante y de mucho aprendizaje cultural, y me da una responsabilidad de traer esas cosas de regreso a mi país.
—¿Has notado cambios en la forma de enseñar ahora en comparación a cuando arrancaste?
—Hay muchas cosas que van cambiando y también tristemente siento que muchas partes institucionales y sistemáticas todavía siguen bastante arraigadas. Pero creo que poco a poco se está abriendo el camino a que haya mucho menos ejecutantes en el mundo de la danza y muchos más artistas compartiendo lo que hacemos y eso es lo que estamos buscando. Lo hablo mucho con mis amigos coreógrafos jóvenes y decimos esto es el futuro de la danza, no la perfección, más bien en la imperfección como puedes encontrarte y conectar con otros y que cada una de las personas con las que trabajamos puedan conectar con ellos mismos. Lo importante del arte es crear espacios seguros y sanos de aprendizaje.
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