La historia secreta de la bandera de Belgrano escondida en una iglesia de Sucre

Después del desastre de Ayohuma, Belgrano se replegó en un pueblito boliviano llamado Macha. Ahí guardó los símbolos patrios que, muchos años después, salieron a la luz

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La bandera de Macha que se conserva en Bolivia podría ser la que enarboló Belgrano en Rosario, y tiene los colores invertidos: dos franjas blancas y una celeste en el medio (Wikipedia)
La bandera de Macha que se conserva en Bolivia podría ser la que enarboló Belgrano en Rosario, y tiene los colores invertidos: dos franjas blancas y una celeste en el medio (Wikipedia)

Vilcapugio y Ayohuma: todos oímos, un lejano día de la niñez, que habíamos perdido esas dos batallas. Por mi parte, el cariz irreal de ambos nombres me llevó inconscientemente a pensar que eran puros símbolos y no designaban ningún lugar real y concreto. Pero Vilcapugio y Ayohuma existen en este momento, y en todos. Están en lo que hoy es Bolivia y alguna vez fue el Alto Perú (de esto me enteré otro gran día de la primaria).

En el fragor de la retirada, después del desastre de Ayohuma, Belgrano se replegó en un pueblito de la zona llamado Macha y escondió dos banderas en una iglesia. Pasaron setenta años: en 1883 un cura estaba limpiando la capilla del lugar y encontró, detrás de unos cuadros, esas banderas que nuestro ejército pudo salvar de las garras del enemigo. Hoy una está en el Museo Histórico Nacional, en un borde del Parque Lezama, y la otra está en Sucre, en la Casa de la Libertad.

La Casa de la Libertad es, junto a la Casa de la Moneda de Potosí, uno de los dos grandes museos de Bolivia: ahí se firmó la Declaración de la Independencia del país vecino. Y ahí fui a buscar la bandera que Belgrano llevara al Alto Perú.

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En cierto modo, yo estaba predestinado. Sucre es solamente el nombre actual de una ciudad que se conoce como la ciudad de los cuatro nombres: primero se llamó Charcas, después La Plata, más tarde Chuquisaca (de incomparable sonoridad) y finalmente Sucre. Esta última denominación se debe a que fue Antonio José de Sucre, la mano derecha de Bolívar, el que primero sacó a los españoles de aquel territorio y después hizo que esa región con una cultura e idiosincrasia propias fuese un país independiente.

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Manuel Belgrano falleció en la casa donde nació el 20 de junio de 1820 a las siete de la mañana.
Manuel Belgrano falleció en la casa donde nació el 20 de junio de 1820 a las siete de la mañana.

En cuanto a los nombres anteriores, tienen una vasta tradición en la literatura colonial. Pero a mí me importa solamente el primero: “Aquella comarca que llaman Charca”, escribe el Inca Garcilaso en el libro tercero de los Comentarios reales de los incas. Pedro Cieza de León anotó en su Crónica del Perú: “Yendo yo el año de mil y quinientos y cuarenta y nueve a los Charcas, a ver las provincias y ciudades que en aquella tierra hay”. Se lee en una línea de La Argentina de Del Barco Centenera: “a conquistar los Charcas, Cuzco y Lima”.

Y me importa solamente el primero porque yo nací en la calle Charcas. Esto nunca me pareció significativo, pero hace poco estaba leyendo Prosa ligera de Miguel Cané y en un artículo titulado “En el fondo del río” me sobresaltó esta línea: “Uno que otro carruaje volvía de Palermo o tomaba la calle de Charcas”. ¿Sería “calle de Charcas” una denominación propia de aquella época del mundo en que los nombres de las calles no eran arbitrarios? Pienso en la Puerta de Damasco de Jerusalén, donde empezaba la senda que iba hacia Damasco; pienso en el camino que, al norte del casco urbano de Buenos Aires, bordeaba el Río de la Plata y se llamaba Camino “de las Cañitas” por los juncos que asomaban de la costa. ¿Sería esa calle de Charcas el camino (una equívoca huella en los días de sol y un surco en el barro cuando llovía) que efectivamente llevaba a Charcas? ¿Realmente mi calle Charcas se internaba en la llanura y llegaba al altiplano?

Elijo creer.

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Ya en la Casa de la Libertad empecé a recorrer los salones.

En uno había una reproducción de la constitución boliviana, que nos toca como argentinos porque en ella se lee que se erige un Estado independiente “de todas naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo”. Se trata de un eterno recordatorio de que en la época de la independencia los porteños consideraron que, como el Alto Perú había estado en la órbita del Virreinato del Río de la Plata dirigido desde Buenos Aires, aquel territorio debía integrarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

La bandera de Belgrano, escondida en una iglesia de Sucre, en restauración (Foto: Consulado de Bolivia)
La bandera de Belgrano, escondida en una iglesia de Sucre, en restauración (Foto: Consulado de Bolivia)

La idea tenía cierto asidero porque en ese entonces las dos naciones no estaban claramente divididas: el primer presidente de las Provincias Unidas, Cornelio Saavedra, había nacido cerca de Potosí, y al famoso Congreso de Tucumán acudieron representantes de ciudades que hoy son bolivianas.

Eso fue justamente lo que Sucre evitó: que Bolivia (que durante los tres primeros meses de su existencia, entre agosto y noviembre de 1825, se llamó República de Bolívar) fuese un anexo de Argentina.

En otro salón había documentos relativos a la famosa universidad de la ciudad, que tanta influencia tuviera en nuestra Revolución de Mayo. De hecho en el Cabildo de Buenos Aires puede verse el diploma de Mariano Moreno expedido por la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca. ¡Gloria inmarcesible de la América española! Mientras yo me formé en Puan, con las ventanas tapadas por los afiches de propaganda política, hubo porteños que se formaron en lugares así.

Llegué, finalmente, al salón indicado. Ahí encontraría la bandera que Belgrano había escondido en una iglesia. La que había estado en Vilcapugio y Ayohuma.

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Me acerqué con el debido respeto por nuestro pasado nacional (y aun con más, considerando que estaba fuera de nuestras fronteras y cerca de ese momento en que las Provincias Unidas del Río de la Plata llevaban la libertad por el continente). Estaba atónito: ese pedazo de tela había estado en esos dos nombres con los que tanto se machaca en las escuelas primarias argentinas.

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La bandera de Belgrano, escondida en una iglesia de Sucre, en restauración (Foto: Consulado de Bolivia)
La bandera de Belgrano, escondida en una iglesia de Sucre, en restauración (Foto: Consulado de Bolivia)

Estaba en esa magia cuando otro plano de la patria se hizo presente. A la izquierda de la bandera había dos placas. La primera decía “El Presidente de la República Argentina D. Néstor Carlos Kirchner en homenaje a la bandera de Belgrano. Sucre, 14 de octubre de 2004″. Hasta ahí todo normal. Pero en la segunda se leía: “El Presidente de la República Argentina D. Néstor Carlos Kirchner en homenaje a la bandera de Belgrano. Sucre, 14 de octubre de 2004. Reposición de placa a 10 años de la asunción presidencial de Néstor C. Kirchner. Sucre, 25 de mayo de 2013″.

La anomalía era evidente: la segunda placa postulaba una “reposición” que no era tal, porque la primera seguía en su lugar. Se lo señalé a la guía, que respondió en el castellano de Bolivia, en el que las vocales apenas se pronuncian: “es un regalo; no podemos hacer nada”.

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