Sin Cormac McCarthy nos vamos quedando más solos

En su obra “La carretera”, el gran escritor estadounidense, fallecido la semana pasada, realizó un retrato magistral del alma humana

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El escritor Cormac McCarthy murió
El escritor Cormac McCarthy murió a los 89 años

El martes 13 pasado, cuando comenzó a correr por las redes la noticia de la muerte de Cormac McCarthy, me encontraba en un aula con siete alumnos universitarios norteamericanos en una casa en Belgrano dando un seminario sobre ecoliteratura. Esa misma tarde, les estaba explicando la importancia de La carretera para un análisis ecocrítico. Mi discurso motivador sobre McCarthy se sustentaba por su largo currículum de premios y reconocimientos internacionales. El National Book Award, el National Book Critics Circle Award y el Premio Pulitzer de Ficción, precisamente otorgado a la novela que comenzábamos a leer en ese momento.

En mi presentación de McCarthy rescataba el hecho de que hubiera ganado el Pulitzer precisamente por “La carretera”, una novela post apocalíptica, ciencia ficción blanda, novela de anticipación. Todos géneros ajenos a la literatura “con mayúscula”, a los premios consagratorios. Y entonces redoblaba la apuesta acerca de la importancia de la literatura de ciencia ficción, futurista, post apocalíptica para comprender el desvarío del presente y nuestra dificultad de trasladar al arte el desastre climático.

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En un recreo, abrí Twitter y leí la noticia, y solo pude responder con un “ay” de tristeza. Es extraño cómo de a poco muere todavía hoy el siglo XX y por más que la edad o la enfermedad de alguna manera nos proponga duelos menos exacerbados, - el tío de Hamlet diría “ya lo sabes, todo lo que vive debe morir”- se me ocurre que el dolor por estas muertes está asociado a la sensación de que nos vamos quedando más solos. La tristeza que provoca la ausencia física de alguien a quien nunca hemos visto y seguramente nunca en nuestras vidas hubiéramos visto propone otra dimensión de los vínculos o el amor. Yo amaba a Cormac McCarthy. Y volví al aula y seguí adelante con el encuentro, y propuse –a manera de homenaje- que leyéramos juntos en voz alta, las primeras páginas de mi novela más querida.

"La carretera" (RHM), de Cormac
"La carretera" (RHM), de Cormac McCarthy

La carretera de McCarthy es una obra magistral. Escrita en 2006 y ambientada en la América posmoderna, asolada por un cataclismo que el autor no revela explícitamente, la trama la constituyen un padre y un hijo que caminan una carretera en búsqueda de una tierra prometida, un lugar dónde sea posible volver a empezar. Sabemos que el mundo tal como lo conocemos se acabó y padre e hijo se desplazan hacia el Sur para escapar del frío y gris invierno y poder encontrar sustento. Todo está terminado, la desolación es absoluta y a medida que caminan van encontrando cada vez menos gestos o recordatorios de la vida anterior y cada vez más un mundo desquiciado y enfermizo que no tiene redención.

La lucha es por la supervivencia: el agua, que obviamente escasea, los alimentos, cada vez mas difíciles de encontrar y sobre todo la naturaleza que no entiende de intemperie, de falta de abrigo, de las enfermedades que produce en nuestro cuerpo estar mucho tiempo bajo la lluvia. “La carretera” es una novela acerca del pequeñísimo lugar que ocupamos en el planeta, la desconexión con el resto de los seres que lo habitan, la miseria que provoca una economía salvaje pero también es una novela acerca de eso que nos hace esencialmente humanos: el amor.

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El protagonista es deliberadamente anónimo, lo que tiene un doble significado. Es un hombre, parte de la humanidad, es un padre, parte de la conformación cultural asociada a ese título, y –sobre todo- en este mundo post apocalíptico su nombre ya no significa nada. Arrastran a este hombre con su hijo, la ausencia de una madre y un carro de supermercado, mayormente vacío, no hay nada que comprar, no hay mercadería que arrastrar. Se esconden a medida que avanzan por la carretera ya que la mayoría de las personas con las que se van encontrando han recurrido al canibalismo. Es un mundo sin civilización, sin casi ningún gesto humano que haya sobrevivido, sin futuro, sin Dios y es este horror el que explica la ausencia de esa madre, de ese otro amor.

Otras obras de McCarthy
Otras obras de McCarthy

Todo está cubierto de una ceniza que por momentos amenaza con su toxicidad, todo quemado, todo vacío. Mucho de lo que se describe en ‘La carretera” aparece explicado magistralmente por Cal Flyn en su libro Islas del abandono los paisajes post humanos, ¿qué queda cuando los humanos dejamos un lugar? En general destrozo y desolación, y una naturaleza devastada que avanza para recuperar su lugar.

La carretera dibuja esa naturaleza devastada y, sin embargo, la hace volver fortalecida a reclamar por el desastre infligido. Terremotos, relámpagos, incendios forestales, lluvias torrenciales hacen de la vida en la intemperie una especie de camino de sacrificio para una posible redención, un entendimiento diferente del lugar que ocupamos aquí. Es una novela contada en blanco y negro. Y, frente a la ausencia del sol, del agua o del color de las flores, el color del fuego forestal toma un sentido profundo y esperanzador. Su luz y calor permiten una reflexión sobre el fuego interior y convierte el miedo aterrador por los incendios en una metáfora de la vida que el padre intentará hacer entender a su hijo: la ausencia del sol, la ausencia del color no puede ser más fuerte que la presencia de la fuerza interior que se levanta frente a la existencia fría y gris de estos dos sobrevivientes que guardan el “fuego en su interior” para sobrevivir.

El autor Cormac McCarthy en
El autor Cormac McCarthy en 2014 (Beowulf Sheehan vía AP)

McCarthy plantea una cuestión fundamental y conmovedora: cuando la infraestructura humana, la ciencia y la tecnología se han derrumbado, el único recurso que queda es la naturaleza.

El hijo de este hombre ha nacido en este mundo apocalíptico por lo cual encuentros con una cascada idílica, o un árbol de manzanas silvestres, un fuego acogedor, representan ideas radicalmente en ambos protagonistas. El padre se vuelve melancólico, el hijo escéptico e incrédulo. Y este giro es la luz, el fuego interior que da vida a esta novela inolvidable: el padre, el viejo, el que muere antes, sobre todo y a pesar de todo encuentra la fuerza para doblegar la falta de fe en la humanidad que muestra el niño. Y entonces, con historias, con imágenes del pasado, el padre propone una posibilidad de futuro de la humanidad en el planeta y, en medio de la desolación, le pasa a su hijo el fuego de los dioses, lo deposita en su corazoncito sobreviviente y en ese gesto conmovedor y simple nos ayuda a entender a todos que estamos a tiempo (tal vez no por mucho más) de abrazar la vida en el planeta, latiendo a su ritmo y siendo bondadosos para que esa bondad vuelva a nosotros en forma de manzanas y fuego interior, y no de incendios.

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