“Einstein on the Beach”, una experiencia estética de carácter extraordinario

La “ópera” minimalista de Philip Glass y Bob Wilson en el Teatro Colón, resultó un magnífico espectáculo audiovisual que reflexiona sobre tecnología, modernidad y ciertas inesperadas consecuencias

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"Einstein on the beach" en el Teatro Colón

Sensacional. Esa podría ser la palabra que defina, después de dos funciones a sala llena (luego volveremos sobre este punto) en el Teatro Colón, a la puesta en escena de la “ópera” minimalista Einstein on the Beach, creada por Bob Wilson y Philip Glass y estrenada en 1976. Más de cuatro décadas después, el estreno latinoamericano en el principal escenario lírico de la Argentina, con dirección general de Martín Bauer, confirma que la espera valió la pena.

La representación de esta obra central del minimalismo fue deslumbrante en sus distintos aspectos. El ensamble musical y el coro realizaron una dificultosa labor de repetición de frases musicales y vocales que marcaban el núcleo musical hipnotizante con una eficacia sin errores, a lo largo de las tres horas y media que duró la función, bajo la dirección del francés Léo Warynski. La reiteración de frases musicales lograba, de este modo, el objetivo de causar fascinación.

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Sobre esta base musical en el escenario confluyeron los textos escritos por Christopher Knowles, que las actrices Maricel Álvarez y Analía Couceyro y el tenor Iván García (que en esta oportunidad no cantaba) recitaron con la energía y el tempo que requería la obra.

Las actrices Maricel Álvarez y
Las actrices Maricel Álvarez y Analía Couceyro y el tenor Iván García actuaron y recitaron los textos de "Einstein on the beach" (Foto: Prensa Teatro Colón/ Máximo Parpagnoli/ Arnaldo Colombaroli)

La danza, con la conducción del coreógrafo y bailarín Carlos Casella, se cristalizó a través de las participaciones solistas de Marina Giancaspro y Gustavo Lesgart. Los dos experimentados bailarines hicieron de sus cuerpos mapas móviles de la expresión, acompañados por un equipo que también se destacó en sus intervenciones colectivas.

Una consideración especial deben merecer el concepto escénico diseñado por Matías Sendón y Mariana Tirantte y los dispositivos cinematográficos a cargo del cineasta Alejo Moguillansky, que conjugaron luces e imágenes. Moguillansky ejecutó de modo impecable, desde la sobria puesta en escena del “juicio” hasta el momento en que el ferrocarril (elemento central de la obra, como se señalará luego) funcionaba como estudio de filmación de una película muda.

A dos cámaras, el film fue exhibido al mismo tiempo en la pantalla del escenario e incluía una tercera cámara aérea para finalizar con la imagen de la luna (que, como se sabe, fue la protagonista de la primera película narrativa a comienzos del siglo XX). La aparición de una nave luminosa marcó el tercer momento de Einstein on the Beach,mediante una batería de luces que sobrevolaba el escenario, el foso de los músicos y que podía provocar la suspensión del aliento en el público.

El concepto escénico estuvo diseñado
El concepto escénico estuvo diseñado por Matías Sendón y Mariana Tirantte y los dispositivos cinematográficos a cargo del cineasta Alejo Moguillansky (Foto: Prensa Teatro Colón/ Máximo Parpagnoli/ Arnaldo Colombaroli)

Podría parecer, mediante esta somera descripción, que se trató de una sucesión de escenas sin solución de continuidad, pero sería una conclusión inadecuada. Si bien es cierto que la vanguardista obra de Wilson y Glass no posee una trama en el sentido convencional, la atmósfera de Einstein on the Beach da cuenta de una reflexión sobre la modernidad, sus consecuencias y, sobre todo, el caos de su estallido inevitable.

Se sabe que los aportes a la ciencia del genial Albert Einstein también fueron útiles para el desarrollo de la bomba atómica: si bien no participó directamente, lo avaló mediante una carta enviada al presidente Roosevelt –misiva de la que se arrepentiría toda su vida–. La obra da cuenta de este conflicto (personalizado en la figura del físico alemán) que atravesó el siglo XX y cuyas esquirlas siguen surcando la era contemporánea.

La danza estuvo coreografiada por
La danza estuvo coreografiada por Carlos Casella (Foto: Prensa Teatro Colón/ Máximo Parpagnoli/ Arnaldo Colombaroli)

El ferrocarril, máquina emblema de la modernidad, se hizo presente en la obra desde el primer momento y las imágenes proyectadas de distintos films en los que el tren es protagonista explicitaron, también, el riesgo. No es causal la repetición en loop de la emblemática escena del corto de Buster Keaton, cuando un tren está a punto de destruir una casa, La locomotora que a principios del siglo XX era sinónimo del avance imparable de la civilización, también portaba en sí el peligro del choque y su estallido. Ese estallido es el que se encuentra en un discurso que disemina sus sentidos sin un punto fijo y que es el texto central de Einstein on the Beach.

El juicio sin juicio, o que amenaza con convertirse en un juicio a lo Kafka (como se podría interpretar a partir de las imágenes de El proceso, de Orson Welles) forma parte del caos de la explosión de la modernidad, que justamente se reveló a sí misma en Hiroshima y Nagasaki. ¿Y es todo caos, entonces? Hay una nave, quizás extraterrestre, majestuosa, que tal vez señala la posibilidad de la superación del estallido y, sobre todo, hay un aria que es solo vocalización, espléndidamente interpretada por Carla Filipcic-Holm, y que regresa la atmósfera enloquecida de los textos de Knowles a un probable orden. Este planteo es refrendado por la narración final realizada por Iván García. Allí expone que el amor es la forma suprema de esa superación.

"Einstein on the Beach" es
"Einstein on the Beach" es una alegoría de la modernidad (Foto: Prensa Teatro Colón/ Máximo Parpagnoli/ Arnaldo Colombaroli)

Las dos únicas funciones a sala llena permitieron que el privilegiado público que las presenció, haya podido atravesar una experiencia estética de carácter extraordinario y que, por su gran despliegue de producción, es posible que no sea repetida en un futuro inmediato. También es cierto que contingentes de espectadores (minoritarios finalmente) abandonaron la sala central del Colón a medida que Einstein on the Beach avanzaba.

Sobre este punto, se debería señalar que la base misma del minimalismo es el despojo. Que conduce al resguardo de lo esencial, y que este cuerpo mínimo -en el caso de la música, tonal- hace de la reiteración su seña propia. La repetición puede llevar a un estado hipnótico o a la sensación de saciedad, de aburrimiento. Sin embargo el aburrimiento, como todas las cosas del mundo, puede resultar también una experiencia estética digna de ser atravesada. Frente a un mundo del espectáculo y un caos disfrazado de artificio y enajenación, el arte de lo mínimo es también un espacio para el refugio. Bueno, nadie dijo que fuera fácil -ni para el equipo artístico ni para el público- alcanzar el goce de una fascinante representación.

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