Sustancial para algunos, ignoto para otros, José Carlos Mariátegui es uno de los primeros en unir el marxismo internacionalista con la lucha de los pueblos indígenas en América Latina. Este hombre, nacido en la ciudad andina de Moquegua el 14 de junio de 1894 —hoy se cumplen 129 años—, que pasó su infancia leyendo debido a una anquilosis en la pierna, que a los veinte años escribía artículos críticos en la prensa local, que se interesó por las luchas obreras y campesinas de forma temprana, a los veintitantos viajó a Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, y conoció el marxismo como teoría y como práctica. Aquel fantasma que atemorizaba a Europa ahora recorría las calles de Perú. Entonces fundaría el Partido Socialista Peruano, la Editorial Minerva, escribiría el libro La escena contemporánea, más tarde los 7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, también fundaría la Confederación General de Trabajadores del Perú y la revista Amauta.
Para Michael Löwy, Mariátegui es “el pensador marxista más vigoroso y original que América Latina haya conocido”. Para José Pablo Feinmann, “el más grande filósofo marxista de Latinoamérica”. Juan Dal Maso escribe en Mariátegui: teoría y revolución, libro que acaba de publicar Ediciones IPS, que “Mariátegui no habla contra los partidos que proponen reformar el capitalismo solamente por razones ideológicas o doctrinarias”, sino que “muestra en la práctica adónde conducen las políticas de ‘lo posible’, ‘el mal menor’ y los ‘bloques progresistas’”, que “no habla de la revolución como resultado de una lógica de la historia”, sino que “la vive como el grito de las muchedumbres”. Por todo esto, es “uno de los grandes pensadores marxistas del siglo XX”, “su labor de organizador político-ideológico merece ser tenida en cuenta” ya que “aportó para una teoría de la revolución contemporánea” y que, además, “supo defender el marxismo sin estar ubicado a la defensiva”.
Ahora, desde Cipolletti, Río Negro, Juan Dal Maso atiende el teléfono y dice: “Mariátegui es un pensador muy original”. “Para él, la revolución era una respuesta a lo que sentía como una crisis de civilización. Ahí hay un problema del capitalismo que va más allá de la crisis económica y que es ideológica y política”, agrega este investigador y autor de diversos trabajos sobre la teoría marxista como Hegemonía y lucha de clases, El marxismo de Gramsci y Althusser y Sacristán. Itinerarios de dos comunistas críticos (este último junto a Ariel Petruccelli).
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En el año 2001, cuando Dal Maso comenzó a leer a Mariátegui, vivía en Jujuy. Nacido y criado en Buenos Aires, aquel escenario le ofrecía otra perspectiva: “Una de las cuestiones que me llamaba la atención era la composición de ascendencia indígena de buena parte de la población del noroeste argentino. Lo cual también está muy vinculado con el protagonismo de la lucha de los pueblos originarios. Toda la zona del noroeste argentino y también de Bolivia en la segunda mitad de los noventa y comienzos del siglo XXI tenía un rol muy importante en el enfrentamiento al neoliberalismo, incluso planteando algunas cuestiones más de fondo, más directamente anticapitalistas en algunos casos. Entonces Mariátegui me resultó una referencia para tratar de pensar un poco cuál era la carnadura del marxismo en América Latina y particularmente la vinculación entre el movimiento obrero y las luchas de los pueblos originarios. Por ahí empezaron las primeras lecturas de Mariátegui”.
“Su trabajo fue muy de avanzada, muy pionero”, dice Dal Maso. En algún punto, la figura de Mariátegui desmiente la idea de que el marxismo es algo foráneo y ajeno a estas tierras. “Ya desde sus años de juventud, antes de hacer el viaje a Europa, va a tener cierta simpatía por el movimiento obrero, por el socialismo, por las luchas estudiantiles, por las luchas indígenas. Él toma nota de un levantamiento encabezado por un militar peruano de origen indígena, Rumi Maqui. Entonces él ya tiene una serie de ideas contestatarias desde las cuales tiene un acercamiento a una idea medio difusa de socialismo. Y su conocimiento más directo del marxismo se da al mismo tiempo con el conocimiento de primera mano de la realidad de la primera posguerra en Europa. Y eso, yo creo, incide mucho en su comprensión del marxismo, porque no es que él hace una aproximación estrictamente filológica o exclusivamente a través de lecturas, sino que él vive el proceso de ascenso del movimiento”.
Todo ese proceso que, explica Dal Maso, se da “en Europa occidental, posterior a la Revolución Rusa, particularmente el proceso de los consejos de fábrica en Italia, lo vive con mucha cercanía, con mucha intensidad”. Pero además de esa experiencia, está la teoría: “un espectro amplio de lecturas que van desde los propios Marx y Engels hasta Lenin y Trotsky, y también autores como Georges Sorel, Benedetto Croce, Adriano Tilgher, Piero Gobetti”. A la vez, estaba muy interesado por “lo que ocurría en el terreno de las vanguardias artísticas, porque él considera que esos fenómenos nos indican cosas sobre lo que está pasando a nivel de la época”. Este mix, dice Dal Maso, “da una configuración muy particular al marxismo de Mariátegui”.
Mirar el mundo pero también la coyuntura nacional, de eso se trata. “Su punto de partida es internacional. En 1923, cuando vuelve y hace sus conferencias en la Universidad Popular González Prada, plantea la importancia de que la clase obrera peruana se transforme en un actor de la crisis mundial, que asuma su rol como parte de un movimiento de lucha a nivel internacional”, dice Dal Maso y agrega que, en relación a la mirada local, “Mariátegui plantea un esquema que supone, no que el pequeño campesino es un propietario individual que persigue su propia propiedad privada, sino que desde antes del Imperio Incaico existía la comunidad indígena, y que más allá de que había sido afectada por la legislación de la República que privilegió la concentración del latifundio y perjudicó a las comunidades, las tendencias de socialismo práctico entre los indígenas eran muy fuertes y constituyen un punto de apoyo para la lucha por el socialismo”.
“Su lectura de la realidad latinoamericana en términos marxistas —continúa Dal Maso— implica varias cosas: caracterizar el sistema social que existía antes de la colonización, analizar qué características tuvo la colonización de América, analizar en qué consistían el régimen colonial y posteriormente la república liberal, y a lo largo de todos esos análisis lo que va a señalar Mariátegui es que la cuestión de la revolución de, como se decía en ese momento, la raza indígena no pasaba exclusivamente por reconocerle derechos formales o por el acceso a la educación formal, que eran cuestiones que habían peleado mucho los primeros grupos que defendían los derechos de los indígenas, sino que había una cuestión fundamental que era la tierra. Él va a decir, en un lenguaje que no es muy de esta época: el problema del indio es el problema de la tierra. Era una forma de plantear la base materialista para la emancipación de los pueblos indígenas”.
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Mariátegui concentró lo específico de su época y de su región. Explica Dal Maso: “Sus análisis logran captar en toda su intensidad la importancia de la cuestión indígena sin contraponerla, como se suele hacer en determinados enfoques actuales, a una concepción de lucha de clases. Eso es una de las cosas más ricas que tiene para pensar la realidad actual, contra posiciones que suponen que la clase trabajadora solamente tiene que reclamar por aumentos de salarios, así como otros que consideran que la lucha de los pueblos indígenas tiene que consistir exclusivamente en conseguir derechos dentro del orden social que ya está establecido. Entonces se trata de unir esas dos grandes fuerzas motrices de la revolución latinoamericana para ir más allá del capitalismo. Es un aporte importante el que hizo porque además nadie lo decía esto: en ese momento, a nivel del movimiento comunista internacional ni a nivel de los movimientos de oposiciones de estalinismo”.
“Yo creo que Mariátegui es como una transfusión de sangre. Él dice por ahí ‘Yo quiero escribir poniendo toda mi sangre en mis ideas’, citando Nietzsche, si no recuerdo mal en el comienzo de los 7 ensayos. Él siempre planteó que era un pensador un poco asistemático, que su trabajo no era muy sistemático”. Por eso, en sus propias palabras, tenía una “mirada entre periodística y cinematográfica”. “Él dice esto porque plantea que la época es una época vertiginosa, que primero hay que tratar de entender en su proceso real y después hay que tratar de sacar conclusiones teóricas. Él dice que el marxismo tiene que ser un pensamiento para hacer análisis de situaciones históricas concretas, y en ese sentido me parece que no consideraba que su propia obra fuera una obra teórica de tipo sistemático, lo cual no quiere decir que no haya elaborado teóricamente los problemas sobre los que reflexionó”, agrega.
¿Cómo leer a Mariátegui hoy? No hay malas lecturas, dice Dal Maso, pero sí lecturas “más parcializadas”, “sobre todo en las modas académicas donde se van construyendo lugares de enunciación preconstituidos de los cuales es muy difícil moverse”. En el libro discute con dos corrientes específicas: “Contra una lectura frentepopulista se puede demostrar con bastante sencillez que la posición de Mariátegui no es hacer ningún tipo de alianza con una supuesta burguesía nacional progresista, sino una unidad entre la clase obrera y los pueblos indígenas. Y contra las posiciones de los decoloniales se puede plantear que Mariátegui reflexiona sobre los problemas de la realidad de América Latina y establece una mirada crítica de concepciones eurocentristas pero sin romper con el marxismo, demostrando por otro lado que muchos de los presupuestos de esta corriente sobre una especie de carácter eurocéntrico per se del marxismo no son ciertos”.
“Si leés a Mariátegui, tiene un entusiasmo desbordante por la revolución”, dice el autor. “Sobre todo con las cosas que pasaban a nivel internacional. En sus escritos aparece mucho una imagen, una palabra: las muchedumbres. Es un término que tiene la misma raíz latina que multitud. Puede ser la clase obrera industrial en las grandes ciudades, pero también los campesinos y los pueblos indígenas. Es la masa en movimiento la muchedumbre. Y eso es algo que para Mariátegui era lo central de la época, una época de política de masas pero no de política de masas controlada desde el Estado sino donde las masas surgen desde abajo planteando las necesidades de cambios revolucionarios. Esa era la perspectiva por la que él luchaba también en América Latina. El no pensaba que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, pero sí consideraba que era una de las grandes empresas que estaban inscritas en el aire de los tiempos”, concluye Dal Maso.
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