“Bomarzo”, el increíble derrotero de la gran ópera argentina

La ópera de la dupla Manuel Mujica Láinez y Alberto Ginastera es también un magnífico cristal desde el cual reconstruir buena parte de la historia política nacional

"Bomarzo" en el Lisner Auditorium de Washington DC el 19 de mayo de 1967

La reconstrucción de la historia de Bomarzo no es tan solo la del derrotero sufrido por la ópera de la dupla del compositor Alberto Ginastera (1916-1983) y del escritor Manuel Mujica Láinez (1910-1984) durante la segunda mitad del siglo XX. Es, también, un magnífico cristal desde el cual asomarse, recorrer y reconstruir buena parte de la historia política nacional. Con todos y cada uno de sus bemoles.

Obertura. El nacimiento del drama

La ópera compuesta por Alberto Ginastera se basa en el libreto que el propio Manuel Mujica Láinez concibió adaptando especialmente para esta creación su exitosa novela publicada por la editorial Sudamericana en 1962. El argumento narra, descarnadamente por momentos, las perversiones y desavenencias -sobre todo sexuales- sufridas por el duque Pier Francesco Orsini, producto del engaño del astrólogo Silvio de Narni. La acción transcurre en la Roma renacentista y su escenario privilegiado es el Sacro Bosque de Bomarzo, un jardín en las afueras de la capital italiana en la que las especies arbóreas se mezclan con figuras de monstruos hechas en piedra, entre ellas la terrorífica Boca del Infierno, a cuyos pies concluirá trágicamente la vida del duque.

Parque de los Monstruos de Bomarzo, provincia de Viterbo, Italia

Acto I. El telón abre al mundo

Cuando se produce el estreno mundial de Bomarzo en el Lisner Auditorium de Washington DC el 19 de mayo de 1967, en los Estados Unidos gobernaba Lyndon Johnson quien antes había sido vicepresidente del asesinado John F. Kennedy. En la Argentina, por el contrario, se cumpliría en breve un año del derrocamiento, el 28 de junio de 1966, del presidente Arturo Illia por el general Juan Carlos Onganía, dando origen a la autoproclamada “Revolución Argentina”. Aquella noche estelar en la que la obra recibió una ovación final de varios minutos, se completó con los fastos de la recepción que en la embajada argentina a cargo del Ing. Álvaro Alsogaray ofreció su hija, María Julia. Para ese entonces y desde el año anterior, la Dirección del Teatro Colón de Buenos Aires había incluido el título en la temporada oficial de ese año y su estreno, previsto para el 4 de agosto, ya comenzaba a generar entusiasmo y expectativa en el público porteño luego del sonado éxito mundial que acababa de producirse. No era para menos: músico y escritor integraban la galería de figuras estelares de la cultura argentina.

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Interludio I

Y de pronto el general Onganía lo señala con el índice al intendente y dice: Mirá Eugenio [por el coronel Schettini], vos me sacás Bomarzo mañana mismo, o yo te cierro el teatro mañana mismo. (Testimonio de Enzo Valenti Ferro, Director del Teatro Colón a Esteban Buch para su libro The Bomarzo Affaire. 2003).

Mujica Lainez y Ginastera en la presentación de "Bomarzo" en el Teatro Colón

Acto II. Y el telón no subió

El general Onganía, que además de presidente de la Nación era líder de la facción nacionalista, tradicionalista y fuertemente católica de la “Revolución Argentina”, asistía con frecuencia junto a su mujer a veladas del Teatro Colón. Ambos ya habían sido protagonistas de actos de abierta censura hacia manifestaciones artísticas tales como la película Blow up (basada en una obra de Julio Cortázar) o de abierto rechazo a obras que, a juicio de ambos, atentaban contra la moral, tal como había ocurrido durante una representación de La Consagración de la Primavera en el propio Colón. De modo que la decisión personalísima de impedir el estreno de Bomarzo solo pudo escandalizar al ala liberal de su gobierno entre los que estaban quienes habían promovido y celebrado el estreno mundial en Washington. Lo cierto es que la obra fue levantada de cartel antes de su estreno mediante decreto municipal firmado por el intendente de la Ciudad de Buenos Aires y según consejo de la Comisión Honoraria Asesora para la Calificación Moral de Espectáculos Teatrales. ¿La argumentación? “En sus quince cuadros se advierte permanentemente la referencia obsesiva al sexo, la violencia y la alucinación…” y “… sin entrar a juzgar los valores artísticos de la obra ni los méritos relevantes en el ámbito musical y literario de sus autores, fuera de toda discusión, desde el punto de vista de la tutela de los intereses de la moral pública” y en la medida en que “…el argumento de la pieza y su puesta en escena revelan hallarse reñidos con elementales principios morales…” se consideró lo “…inadecuado de la representación de la mencionada obra para ser ofrecida a la población de la Ciudad de Buenos Aires” (citado en Diego F. Barros. “Bomarzo o las contradicciones de la Revolución Argentina”. Todo es Historia. Julio 2002).

El telón que sí se levantaba era sobre un escándalo de proporciones inéditas que junto con revelar las contradicciones ideológicas dentro del gobierno de facto (en todo caso, las mismas que desde 1962 quedaron en evidencia al interior de la corporación militar), impuso por varios meses el pronunciamiento de los más diversos actores de la época, desde los propios censurados y Julio Cortázar que condenaron con sorna y a la vez dureza la medida (haciendo coincidir posiciones como la suya y la de Mujica, el agua y el aceite ideológicos en el mundo literario), hasta el propio cardenal de Buenos Aires, Antonio Caggiano. El obispo llegó a buscar, no sin esfuerzo, en el por entonces reciente Concilio Vaticano II, los argumentos con los que habría de defender la decisión militar.

Estreno en el Teatro Colón de la censurada ópera "Bomarzo" en 1972

Interludio II

Se trata de una oportunidad de reparar el perjuicio derivado de la extraña orden de su prohibición por motivos que nunca pudieron explicarse con claridad. (La Nación citado por Esteban Buch).

Acto III. El telón sube para Sudamérica

Expulsado del escenario Onganía y su sector luego de los acontecimientos del “Cordobazo”, el tramo final de la “Revolución Argentina” estará guiado por la batuta del sector liberal, liderado por el presidente Alejandro Agustín Lanusse. Bajo su gobierno –de facto pero ya sometido a presiones a derecha e izquierda de cara al exilio de Perón y a un eventual retorno a las urnas- Ginastera regresa a la Argentina ante la inminencia del estreno sudamericano de su censurada ópera. El acontecimiento tuvo lugar en el Teatro Colón la noche del 29 de abril de 1972, prácticamente con el mismo elenco del estreno mundial. La presencia del embajador norteamericano en la platea parecía venir a reafirmar el triunfo definitivo de los “liberales autoritarios” dentro del gobierno, según la acertada clasificación de Guillermo O’Donnell en su El estado burocrático-autoritario.

Alberto Ginastera

La existencia de un órgano con facultades para prohibir películas -por razones tan difusas como que aquellas atentan contra la familia o el interés de las instituciones fundamentales del Estado- infringe tanto la libertad de expresión de ideas sin censura previa… (Mensaje del Poder Ejecutivo al Congreso en el proyecto de derogación del Ente de Calificaciones Cinematográficas. 1984).

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Acto IV. Cae el telón sobre la censura

El 11 de mayo de 1984, a las 21 horas, en la Primera función de Gran abono de la primera temporada oficial luego de la restauración democrática, subía a escena nuevamente Bomarzo. La inclusión de ese como primer título de un Colón –como la sociedad argentina toda- en vías de democratización, no fue precisamente azarosa. Como tampoco lo fue que buena parte del elenco y la escenografía fueran los mismos que en 1972. Con los antecedentes que la obra venía cosechando, la decisión de su director, Cecilio Madanes, a poco de haberse derogado toda la legislación represiva impuesta por el Proceso de Reorganización Nacional, no era solo un gesto portador de fuerte carga simbólica. Lamentablemente, Ginastera había muerto el año anterior en Ginebra, donde estaba radicado, y Mujica Láinez dejaba de existir en su residencia cordobesa “El Paraíso” cuando ya los ensayos habían comenzado. Quienes asistieron a esa primera función pudieron sumarse, antes de que sonara el primer acorde de la ópera, al minuto de silencio que implicaba, además, no solo uno en memoria del escritor y músico recientemente fallecidos, sino de un pasado trágico del país que la incipiente pero burbujeante “primavera alfonsinista” se había impuesto firmemente dejar atrás. Pero detrás de esa decisión no pasaba desapercibido el hecho de que esta sería la primera vez que en nuestro país, la ópera se representaría bajo la vigencia irrestricta de todas las libertades.

Manuel Mujica Láinez

Epílogo. Cuando la vigencia de la democracia deja de ser un drama

Bomarzo volvió a subir a escena en el Teatro Colón en junio de 2003. No hacía mucho que la crisis económica y política de diciembre de 2001 había puesto en jaque, tal vez más radicalmente que las veces anteriores desde 1983, a la democracia. Para aquel año, los indicios de recuperación eran claros y, junto con ellos, la confirmación -en el decir de Ricardo Lesser-, de que efectivamente la democracia “volvió para quedarse” (Ricardo Lesser. Y volvió para quedarse. Planeta Lector 2023). Y junto con la indispensable continuidad institucional, la vigencia plena de la libertad de expresión había pasado a formar parte del acervo de los argentinos. Esta vez, no hubo escándalo, el elenco y la puesta pudieron ser otros y aquella normalidad democrática hizo que Bomarzo pudiera sumarse, como tantos otros títulos, al repertorio operístico del Colón.

El telón sobre Bomarzo subirá y bajará toda vez que los administradores de cultura así lo decidan. Mientras tanto, la democracia seguirá con su función a telón abierto.

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