En 1991, Rodrigo Fresán dio a conocer su primera obra, Historia argentina, que presenta la particularidad de tener rasgos de hibridez narrativa, pues es una obra que puede leerse como una colección de cuentos (en cada uno de ellos se relata un suceso distinto), pero también puede ser leída como una novela (entre los textos existen relaciones de distinto tipo). El propio autor asume que ambos puntos de vista son válidos, sosteniendo que puede interpretarse como “formato de novela‐en‐cuentos o cuentos-en‐novela”. Dos de estos cuentos (o si se prefiere, dos partes de la novela) se refieren a la Guerra de Malvinas, temática que ya venimos abordando en anteriores artículos y que volvemos a tratar en este.
La serie de notas sobre la Guerra de Malvinas la comenzamos con el texto que en general es visto como el iniciador de la literatura sobre el tema y además como el que marcó cierta manera de abordarlo. Esa obra que comentamos en la sección Cultura el 23 de abril pasado, era Los pichiciegos (1983), de Rodolfo Fogwill, quien evitó darle un tono épico a la narración de lo ocurrido en la guerra. Para obviar darle ese tono, que era el que habían pretendido otorgarle al conflicto los miembros de la dictadura militar, Fogwill había optado por conferir un aire de farsa y picaresca.
La serie sobre la Guerra la continuamos con Ciencias morales (2007), de Martín Kohan, que comentamos en la sección Cultura el 14 de mayo pasado, donde su autor también evitaba darle tono épico a la narración, aunque de otro modo. Si en la novela de Fogwill los sucesos narrados eran protagonizados por soldados y se desarrollaban en las Islas Malvinas durante el transcurso de la guerra, en el texto de Kohan había un desplazamiento y el lugar donde ocurrían los hechos era el Colegio Nacional de Buenos Aires. Es decir, el conflicto ya no aparecía directamente, sino que este aparecía oblicuamente a través de esporádicas menciones en la obra.
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En esta ocasión, los dos textos que comentaremos pertenecientes a Historia argentina, de Rodrigo Fresán, se alejan todavía mucho más de un relato solemne y heroico de los sucesos bélicos, acercándose hacia lo humorístico y lo absurdo. La propia estructura otorgada a la obra, cuentos que se relacionan pero no se unen, puede interpretarse como la forma en que el autor piensa la historia, o sea, como una serie inconexa de sucesos. Pero Fresán no solo intenta una hibridación narrativa (cuento-novela), sino que los relatos no están construidos en torno a una trama claramente definida, sino compuestos sobre la base de digresiones y en ellos se entretejen discursos de diversa naturaleza (películas, música pop, etc.).
El primero de los relatos de Fresán que comentaremos es “El aprendiz de brujo”, título que alude a una de las partes de la película Fantasía (1940), producida por Walt Disney y que tenía un carácter experimental, de avanzada para la época, compuesta por ocho segmentos animados con piezas de música clásica dirigidas por Leopold Stokowski. Uno de esos segmentos era “El aprendiz de brujo”, donde el aprendiz era Mickey Mouse, que lograba por un truco de magia darle cierta vida a una escoba, pero luego no sabía cómo detenerla.
El relato se titula así porque ese fragmento de la película es el que recuerda una y otra vez el protagonista del texto. Veamos un pasaje como ejemplo: “Cuando a los ocho años, al volver del cine, inundé toda mi casa pretendiendo despertar a baldes y escobas y a la raza humana, mis padres entendieron que me había portado mal. Cuando intenté explicarles lo que había aprendido gracias a El aprendiz de brujo, la claridad con que se me presentaban todas las manifestaciones posibles del ser y su relación disciplinada con los poderes superiores, mis padres (…) me internaron por cinco o seis años, no me acuerdo muy bien, en el Instituto”.
Para el protagonista, ese momento de la película le permitió descubrir el profundo sentido de la vida, como señala en otro de los fragmentos del relato: “Mickey Mouse recibe una importante lección en El aprendiz de brujo. Hay que vivir el universo propio sin que este entre en colisión con el de otra persona. El universo de Mickey Mouse, por un momento, entra en conflicto con el del Maestro Hechicero. De ahí la locura de las escobas”.
El argumento del relato puede sintetizarse diciendo que se trata de un argentino que vive en Inglaterra y trabaja en un restaurante de Londres limpiando hornos. Ese lugar es dirigido por un reconocido chef, Roderick Shastri, que trata despóticamente a sus empleados. A partir de lo ocurrido con Mike, un compañero de labores del protagonista, este lleva a cabo una venganza personal en contra Shastri, quien si bien tenía ascendencia hindú se sentía identificado con el Reino Unido. Por ello, puede interpretarse que en cierta forma el relato replica paródicamente un conflicto entre un argentino y un británico.
La relación de lo narrado con la Guerra de Malvinas se establece porque los hechos relatados ocurren en abril de 1982 y es mencionada la lucha desatada. Sin embargo, cabe destacar que esta ocupa un lugar tangencial en el relato y que no parece tener mayor relieve para el protagonista, como puede verse en este fragmento: “Esa noche, cuando vuelvo a casa de mi tía, me entero de todo. La noticia está en todos los diarios y en la televisión. (…) Argentina asegura que le pertenecen y por eso invadió esas islas que hasta hace cuestión de horas eran colonia inglesa. De ahí que para algunos se llamen Falklands y para otros Malvinas. Parece complicado, pero no lo es tanto. El hecho es que Argentina e Inglaterra ahora están en guerra (…) Es una hermosa noche, la del 2 de abril de 1982″.
El otro elemento que relaciona el relato con el conflicto bélico es Alejo, el hermano menor del protagonista, que debe ir a pelear en las islas y que no tiene mayor interés por la guerra iniciada, como puede verse en este pasaje: “Las cartas de Alejo desde el frente demostraban un total desinterés por lo que ocurría allí; sólo contaban la historia de un soldado argentino obsesionado con rendirse a los ingleses y ser llevado a Inglaterra para ver algún día a los Rolling Stones”. Cabe aclarar que, si bien este hecho ocupa un lugar secundario en lo narrado, le permite al autor también enlazar este relato con el otro que comentaremos a continuación.
El otro texto de Fresán al que nos referiremos es “La soberanía nacional”, título por cierto colocado irónicamente, y cuya acción se desarrolla en las Islas Malvinas durante la guerra, sin que ello implique en modo alguno darle tono épico a lo relatado. Esta narración presenta la singularidad de estar contada por tres distintos personajes, siendo uno de ellos Alejo, el hermano del protagonista de “El aprendiz de brujo”, a quien lo acompaña la mala suerte. Alejo se encuentra con un gurkha, que recordemos eran combatientes originarios de Nepal al servicio de las fuerzas armadas del Reino Unido.
Al contrario de la ferocidad adjudicada a tales combatientes, el que se encuentra con Alejo está lejos de tenerla: “El gurkha vino dando saltitos hasta donde yo estaba. Se desplazó (…) y me habló en un correctísimo inglés. -¿Qué hay de nuevo, viejo? -me dijo, con la voz de Bugs Bunny. Solté un suspiro largo mientras pensaba que, claro, entonces todo esto era una pesadilla y yo me voy a despertar en cualquier momento; porque la existencia de un gurkha que imite a Bugs Bunny era aún más imposible y ridícula que toda esta guerra junta. Pero no. Abrí y cerré y abrí los ojos y ahí estaba la limpia sonrisa de Bugs Gurkha”. Como en el anterior relato, la recurrencia a un humor que linda con el absurdo por parte del autor también puede observarse en este pasaje. En cuanto a este episodio, el gurkha le pide a Alejo que lo tome prisionero, a lo cual él se rehúsa sabiendo la mala suerte que lo rodea y, en efecto, al intentar el gurkha tomar un fusil se dispara accidentalmente un tiro que lo mata.
Un segundo narrador es un soldado voluntario, pero que no está allí como un deber patriótico, sino que lo que quiere es entregarse a los ingleses para que lo tomen como prisionero, se lo lleven al Reino Unido y así poder allí concretar su sueño de ver a los Rolling Stones. Nuevamente aquí, como es fácil observar, vuelve a predominar el tono humorístico y paródico. Asimismo, recordemos que este personaje ya aparecía comentado en una de las cartas enviadas por Alejo, en una de las citas que transcribimos al referirnos a “El aprendiz de brujo”.
El tercer narrador es un personaje que, al revés de los anteriores, se siente motivado para la lucha y piensa convertirse en un héroe. Sin embargo, a través de lo que cuenta, da a conocer que poco antes de embarcarse para las islas había cometido un doble asesinato. Al parecer, había encontrado a su pareja con otro hombre y los había matado a sangre fría con un revólver. Es decir, este combatiente con supuestos deseos heroicos era en verdad un asesino. Por lo tanto, de una forma u otra, los tres narradores están lejos de poder otorgarle un tono épico a lo narrado.
Como hemos comentado en anteriores oportunidades, nuestro interés es explorar las múltiples formas en que la literatura argentina ha dado cuenta de los hechos relevantes de nuestra historia. En este sentido, las miradas de los tres autores comentados hasta aquí (Fogwill, Kohan y Fresán) son un claro ejemplo de cómo una misma temática puede ser abordada de tan diferentes maneras.
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