“La vocación siempre es misteriosa, pero así como es misteriosa también es muy potente”, dice Jorge Dubatti. “Ninguna otra actividad me haría tan feliz como hacer esto”, agrega Oscar Conde. Con diferencia de minutos, ambos autores, críticos, investigadores conversaron con Infobae Cultura. ¿Por qué? Porque la Academia Argentina de Letras, creada por decreto el 13 de agosto de 1931 con el objetivo de “completar la fisonomía espiritual que dan a la República sus instituciones culturales”, acaba de sumarlos como miembros. En un comunicado, la institución los calificó de “valiosos profesionales”, y que “ambos académicos enriquecen a nuestra Academia en dos áreas fundamentales que atañen al estudio de la lengua en la Argentina”. Se refiere a que Dubatti, agregado el 11 de mayo, es experto en teatro, y Conde, incorporado el 8 de junio, es un investigador especializado en el estudio del lunfardo y del tango.
Literaturas del acontecimiento teatral
“Es una gran alegría que se le de un lugar a la especialidad a la que yo me dedico, que es el teatro: que se reconozca la importancia de que haya especialistas de teatro dentro de la Academia Argentina de Letras. Porque, en realidad, el teatro produce una enorme cantidad de literaturas”, dice Dubatti,crítico, historiador teatral, Doctor en Historia y Teoría del Arte, y autor de diversos libros como Filosofía del teatro, Teatro y territorialidad y Cartografía teatral. Luego da nombres: Griselda Gambaro, Armando Discépolo, Rafael Spregelburd. ”Hay un universo de literaturas vinculadas al teatro que está buenísimo que la Academia lo incorpore: la historiografía, la teatrología, la pedagogía teatral, las memorias, los libros de testimonios, la crítica, el periodismo teatral, los textos que escriben los espectadores: son las literaturas del acontecimiento teatral. Esto me da mucho alegría porque realmente amo al teatro y creo que realmente el aporte del teatro a las letras nacionales es muy grande”.
“Si uno piensa la literatura inglesa no podría dejar afuera las obras de William Shakespeare. Si uno piensa la literatura española no podría este no pensar la producción de Lope de Vega o de Alfonso Sastre. El teatro le hace una gran contribución a las letras, aporta territorios. Por ejemplo, están las dramaturgias de escritorio, los que escriben obras para ser representadas. Después están los teatreros,que componen con su cuerpo sobre la escena: pensemos en un Alejandro Urdapilleta, que en sus monólogos, en sus poemas, escribía directamente en la escena. Pensemos también en todos los registros posteriores a la escena. Pienso en Mauricio Kartún cuando, después de poner en escena La Vis Cómica, reescribe los saberes que aparecieron en el escenario. Hay más campos: las escrituras de adaptación, el versionismo, como la adaptación de Un enemigo del pueblo que hizo Lisandro Fiks. Creo que es enorme la literatura que le aporta el teatro a las letras nacionales”.
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El berretín del tango
“Es una especie de regalo inesperado de la vida, porque, te soy sincero, nunca tuve la intención o el objetivo o el deseo de ser miembro de la Academia Argentina de Letras. Hasta ahora no me lo imaginaba directamente, ni siquiera lo consideraba como una posibilidad. Es una especie de reconocimiento hacia lo que uno ha venido haciendo y una certificación externa de que uno no ha elegido tan mal el camino que eligió. Y eso, bueno, me tranquiliza”. El que habla ahora, del otro lado de la línea, es Oscar Conde: Doctor en Letras, poeta, ensayista, docente universitario y escribió La risa postergada, Lunfardo, Poéticas del tango y Poéticas del Rock, entre otros libros. “Ser miembro de la Academia de Letras es evidentemente un orgullo, es un compromiso, y aparece esa pregunta de qué puedo hacer yo por la Academia Argentina de Letras. Después, el prestigio es como como dice el tango ‘Mi vieja viola’: ‘la fama es puro cuento’. Bueno, el prestigio también es puro cuento”.
Conde dedicó la primera mitad de su vida académica a las lenguas clásicas. Enseñaba griego antiguo y latín clásico. Caminaba en puntas de pie sobre las ruinas de un mundo que de tan lejano se volvió irreductiblemente fascinante. Pero paralelamente nadaba en otras aguas, un territorio más local, de menor peso, menos legitimado, que era el lunfardo y lo que el llama “los poetas del tango”. “Tenía ese berretín”, dice. Pero una cosa permitió la otra y así fue que hoy transita su año 41 de ser docente universitario. “El lunfardo es un espacio lingüístico y el tango un espacio de un género marginalizado para la literatura canónica”, sentencia. “Ambos son espacios ninguneados históricamente. Antes de que Eduardo Romano, Aníbal Ford, Jorge Rivera, Julio Schwartzman y varios más empezaran a hablar de tango en la universidad, hace alrededor de 35 años, el tango era una mala palabra. Se consideraba un género menor”.
Para Conde, tanto el lunfardo como el tango son “elementos constitutivos, sino de toda la argentinidad, de una parte de la argentinidad”. Y agrega: “A estas alturas el lunfardo no es simplemente un modo de hablar en Buenos Aires o en el AMBA o en el Río de la Plata. Es un argot nacional: en todo el país se utilizan palabras lunfardas: antiguas y relativamente nuevas. Se usa la palabra laburo, histórica, y se usa la palabra trucho. Si sirve o no sirve pensar que existe algo que se llama lunfardo... lo digo porque algunos lingüistas más jóvenes que yo creen que simplemente estamos hablando de palabras coloquiales o palabras de usos familiar o palabras de la oralidad que a veces han pasado a la escritura: no, no es solo eso. La presencia del lunfardo en la literatura es gigantesca”, y organiza en el aire un mapa de títulos como Versos Rantifusos de Felipe Fernandez Yacaré, La crencha engrasada de Carlos De La Púa, El vaciadero de Julián Centella.
“Agarrá cualquier libro de Fontanarosa, alguna novela de Fernández Díaz, acarrá Cometierra de Dolores Reyes y vas a encontrar palabras lunfardas. Lo usó Cortázar, lo usó en el Adán Buenos Aires Leopoldo Marechal. Lo usó Borges aunque tangencialmente y siempre haciéndose el gil, diciendo que ‘el lunfardo no existe, es una cosa menor, es un argot de ladrones’, sin embargo en determinados textos lo usa, lo cual revela que lo conoce, y si lo conoce el lunfardo existía. También tenemos una obra que yo siempre doy en mis clases: El guacho Martín Fierro, que en 2011 publicó el autor paraguayo pero afincado en la Argentina Oscar Fariña: una reescritura del Martín Fierro donde Martín Fierro no es un gaucho que vive en el campo, sino que vive en una villa”, dice Conde. Luego, en referencia al tango se limita a subrayar que “muchas de las letras de tango se sostienen solas como poemas” y que “su presencia en la literatura se da en sus aspectos éticos e incluso filosóficos”.
La senda misteriosa
En un mundo en llamas, violento, veloz, efímero, Jorge Dubatti y Oscar Conde leen con la paciencia de los que saben que nada se termina con el fin de uno mismo, que nada se reduce a uno mismo. Leen con un norte, con un programa, con un método. ¿Por qué? ¿Para qué? Dubatti se apoya en la duda: “Uno no siente que elige, sino que las cosas lo eligen a uno. Desde muy pequeño sentí un amor muy grande por la literatura y especialmente por las literaturas teatrales. Vengo trabajando como editor de textos teatrales desde 1991. Hemos publicado a muchísimos autores. La vocación siempre es misteriosa, pero así como es misteriosa también es muy potente. Siento que no podría haberme dedicado a otra cosa que me generara tanto amor, tanta pasión. Es algo que termina realmente constituyendo la vida de uno. El teatro y la literatura son, podría decir, mi existencia. No podría pensar mi vida sin la lectura, sin ver teatro, sin escribir”.
Para Oscar Conde, la forma de pensar su trabajo, esa parte fundamental en la vida cotidiana, es similar. Y arroja un horizonte, lo explicita: “Mi aporte pretende ser una senda, que espero que otros investigadores más jóvenes la sigan, que es el cuidado y la recuperación de las cosas que caen en el olvido”, dice en referencia a su tarea como investigador, como recolector crítico de fragmentos de la cultura que se erosionan con el tiempo. “Y que no es que caen en el olvido porque no tenían calidad o porque no tenían importancia: caen en el olvido por la desidia de la política en general. Uno ve los archivos, ve el estado de las bibliotecas de hoy en día, los presupuestos de las Academias Nacionales, son vergonzosos. Pero no digo que son vergonzosos con este gobierno, con el anterior también y con el anterior también. No hay un problema ideológico, acá hay otro problema: un desinterés”, concluye.
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