Es un día frío de otoño y la gente circula abrigada por los pasillos y escaleras mecánicas del Centro Cultural Kirchner, ubicado en la ciudad de Buenos Aires.
En el quinto piso del antiguo edificio del Correo Argentino, se puede encontrar la exhibición Destino final. Se trata de un proyecto fotográfico que comenzó en el 2003 e incluye la búsqueda de los aviones de “los vuelos de la muerte” que realizaron el fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo y la periodista argentina Miriam Lewin.
Además de periodista de investigación, Lewin es una sobreviviente. Durante la dictadura militar argentina fue secuestrada y torturada en el centro clandestino Virrey Cevallos y luego en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Desde 2003, el fotógrafo Giancarlo Ceraudo venía investigando este tema. En el año 2007 se encontró con Lewin para tomarle unas fotografías para una nota en un medio italiano. Luego de las fotos, el fotógrafo le hizo una pregunta que nadie le había hecho antes: “¿Vos sabés dónde están los aviones de los vuelos de la muerte?”. Al principio, Lewin no entendió por qué eso podía llegar a ser importante. Y Ceraudo insistió: “Con esos aviones podemos llegar a los pilotos, podemos obtener información valiosa sobre los vuelos”. Así fue como comenzó una larga investigación que obtuvo datos claves para la justicia. Todo ese recorrido se refleja hoy en esta conmovedora y dolorosa exhibición.
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Los visitantes recorren la muestra Destino final en silencio. Una mujer de alrededor de 60 años se reclina sobre un libro de hojas en blanco que hay sobre una pequeña mesa y escribe: “Memoria fértil, que emociona”.
Gracias a la investigación de Ceraudo y Lewin se encontraron cinco aviones utilizados en los vuelos de la muerte. Uno de ellos, el Skyvan PA-51, había sido vendido a Estados Unidos y lo encontraron en Fort Lauderdale, Florida. Mediante las planillas técnicas del avión se pudo identificar el vuelo desde el que fue arrojado al océano un grupo de Madres de Plaza de Mayo, activistas de derechos humanos y monjas francesas que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz y donde estuvo infiltrado Alfredo Astiz. Gracias a este hallazgo los pilotos involucrados en el vuelo fueron condenados a cadena perpetua en 2017.
“Estaban inconscientes: los desnudábamos y, cuando el comandante del vuelo nos daba la orden, abríamos la puerta y los arrojábamos, desnudos, uno por uno”. Estas palabras de Adolfo Scilingo, excapitán de corbeta de la Armada Argentina, están impresas en la muestra.
En 1995 el represor Adolfo Scilingo le dio una entrevista a Horacio Verbitsky donde compartió detalles sobre cómo mataban a detenidos después de drogarlos y lanzarlos al mar desde aviones en los llamados “vuelos de la muerte”. Luego comenzó una gira mediática que incluyó un almuerzo con Mirtha Legrand y terminó con una sentencia en España.
“Todos los miércoles se hacía un vuelo y se designaba en forma rotativa distintos oficiales para hacerse cargo de esos vuelos. A los que el día antes se les elegían para morir, se les llevaba al aeropuerto dormidos o semidormidos mediante una leve dosis de un somnífero haciéndoles creer que iban a ser llevados a una prisión del Sur”, contó el marino, que fue condenado por crímenes de lesa humanidad como responsable de 30 asesinatos y cómplice de más de 50 secuestros.
Destino final está compuesta por más de 90 fotografías combinadas con recursos gráficos, gigantografías, videos y audios de testigos. La curadora de la exposición es Arianna Rinaldo y la coordinadora Florencia Guzzetti. Integran el archivo fotográfico las imágenes que documentan el trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), de centros clandestinos (CCDTyE), de sobrevivientes y familiares de las víctimas junto a textos del juez Baltasar Garzón, Taty Almeida, Horacio Verbitsky, Enrique Piñeyro, Carlos “Maco” Somigliana, Alejandro Covello y el relato de Miriam Lewin, extraídos del libro Destino final, publicado en el 2017.
Lo primero que se ven son los aviones. Hay videos y fotografías. Una imagen de la puerta lateral del Lockheed Electra, uno de los cinco aviones de Prefectura Naval Argentina usados para los vuelos de la muerte. Su ventana, su tablero y un video que filmó Ceraudo cuando ingresó dentro del avión.
Hay un hombre detenido frente a una fotografía de un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo que murieron en el vuelo de la muerte del Skyvan-PA51 el 14 de diciembre de 1977. Tanto este vuelo específico como sus tripulantes pudieron ser identificados gracias a las planillas del avión encontrado.
La fotografía, en blanco y negro, combina rostros sombríos, rincones oscuros, con la luminosidad de los pañuelos blancos de las Madres.
Marcelo tiene un amigo desaparecido y vino a recorrer la muestra con su mujer. Está emocionado y, al terminar el recorrido, tomará la lapicera y escribirá en el gran cuaderno de hojas blancas: “Están entre nosotros siempre PRESENTES”.
Ya en 1977, en su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, el periodista Rodolfo Walsh daba cuenta de la situación de los vuelos de la muerte. Walsh habla de “cuerpos mutilados encontrados en las costas uruguayas”, de “alfombrar de muertos el Río de la Plata” y de “arrojar prisioneros al mar”.
“¿Para qué se hace esto?”. La pregunta aparece en una placa en la muestra y la respuesta es un fragmento de un texto escrito por el antropólogo forense Carlos “Maco” Somigliana, del EAAF. “Para que las cosas no queden cristalizadas en el estado que las dejaron quienes las destruyeron… Cada identificación, además de la importancia directa que tiene para los familiares involucrados (su duelo), proyecta su efecto en toda la comunidad afectada y muestra que el límite (”ahí no se puede pasar”, “de eso no se puede saber”, “es mejor ignorar”, “la verdad es demasiado terrible”) solo existe si lo aceptamos…”. En el final del texto, imperdible en su totalidad, clave en esta exhibición, Somigliana da respuesta al interrogante del principio: “Exhumar ese pasado oculto, arrimar algunas piedras que sirvan para esa construcción, cambiar certeza por incertidumbre, abandonar los eufemismos; ese es el propósito del trabajo que se trató de contar.
Abandonar los eufemismos: encontrar e identificar los huesos de las personas que fueron arrojadas vivas desde aviones al mar.
Hay una bala encontrada en el cuerpo de un desaparecido. Hay ropa. Hay huesos. Hay un cráneo. Hay una pantalla donde se ve una mujer hablando. Si uno se coloca los auriculares que están colgados a su lado puede escuchar la voz de la antropóloga forense Mercedes Salado Puerto. “¿Se sabe si estaban muertos al caer?”, se oye la voz de Ceraudo conversando con la antropóloga.
En otra sala, la última, hay unos pequeños banquitos negros para sentarse y observar otra pantalla donde se proyecta un video. Aparecen fragmentos de la emblemática entrevista de la televisión holandesa con las súplicas de las madres, valientes, que denuncian y piden ayuda. “Nosotros queremos saber dónde están nuestros hijos”. Se ve un fragmento de Videla cuando menciona la palabra “desaparecidos”. También aparece Lewin narrando los pasos de la investigación que llevó a cabo con Ceraudo.
Una familia joven recorre la muestra empujando un cochecito. En él, va reclinada una niña de alrededor de dos años. “Mirá, un árbol se cayó”. La niña señala una enorme fotografía en blanco y negro donde hay unas ramas en la arena de la playa de Santa Teresita, lugar donde aparecieron cuerpos en diciembre de 1977 que fueron sepultados inmediatamente en fosas comunes.
“Había escuchado sobre los vuelos de la muerte pero nunca había visto tanta información sobre el tema. Es muy escalofriante ver cuántos cómplices hubo en un acto tan siniestro”, dice Gabriel, el padre de la niña.
“Vos me estás mirando y yo voy a caer”, dice el tema de la Bersuit Vergarabat “Vuelos”. “No me ves pero ahí voy a buscar tu prisión”. “Sólo voy a volver, siempre me vas a ver, y cuando regrese de este vuelo eterno, sólo verás en mí, siempre a través de mí, un paisaje de espanto.”
Las fotos gigantes en blanco y negro del fotógrafo Giancarlo Ceraudo muestran el paisaje de espanto. Claudia tiene más de 70 años, recorre la muestra en silencio y antes de irse se reclina sobre el cuaderno, escribe NUNCA MÁS y sale.
* La muestra Destino final está abierta de miércoles a domingos, de 14 a 20 hs., en el CCK (Sarmiento 151, CABA). No se requiere reserva previa de entradas.
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