Hay un detalle en El Hogar de las Niñas Mueble, una de las pinturas que Verónica Gómez presenta en la muestra Las casas de las niñas inusuales en la Colección Amalita que es como una pequeña ventana.
Una cuadro dentro de un cuadro, una reproducción, a grosso modo, de una pieza Rosa Bonheur, pintora francesa especializada en animales (vacas en general) y, sobre todo, una importante figura del siglo XIX, una artista que desafió las reglas de su tiempo de muchas maneras, que tuvo una vida asociada al escándalo, abiertamente lesbiana, que usaba pantalones largos contra toda convención. En resumen, una pintora escandalosamente buena, que abrió ventanas a otras tantas, como la argentina Julia Wernicke, que pintó los animales del zoológico de Buenos Aires, entre otras, y cuyas obras lamentablemente casi no se exhiben en el país.
En ese sentido, la obra de Gómez, toda de reciente producción, ingresa de manera fantástica en esta tradición animalística, pero lo hace desde una perspectiva que recurre a la pintura metafísica en sus planos y que juega con los usos renacentistas de la simbología, mixturando también una construcción victoriana en decorados que se construye a partir de su experiencia estética de las casas de clase media.
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El guiño a Bonheur es un detalle, sí, aunque no el único. Por allí aparece alguna referencias a Remedios Varo y, por supuesto, a Emilia Gutiérrez. En ese sentido, la gestualidad y coloración de las protagonistas dialogan con las obras de Gutiérrez, que también se están presentando en Colección Amalita, pero -comenta la artista- esta especie de simbiosis también podría ser física, ya que recibió “muchos mensajes” preguntándole si eran familiares “por el parecido”.
En las pinturas de Verónica Gómez, quien obtuvo el Gran Premio Adquisición 2022 del Fondo Nacional de las Artes por Reina azul y gecko enlutado -que se encuentra en la puesta-, se puede apreciar el camino de la artista; allí están gran parte de su imaginería al servicio del lienxo. Desde Servicio de Palomas Mensajeras, en el Palacio de Correos de Buenos Aires en 2006, pasando por el El Reino del Castor (II Bienal del Fin del Mundo, 2009), Flores para Natacha Guthmann (con la participó en el Premio Braque) o sus Retratos de mascotas, en el Sívori, estas últimas en 2013, por nombrar algunas.
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Allí están los animales, representados o humanizados, la arquitectura de las habitaciones que se conectan con sus instalaciones, con esos empapelados entre victorianos y el uso del patchwork, el barroquismo en los detalles, y ellas, sus mujeres, sus niñas, solas o en grupos, a la espera, posando en un terreno en el que la entelequia surge de las entrañas del conurbano.
“Primero aparece el personaje y después el espacio, las características fundamentales, un poco más adultas, otras de edad indeterminada, envejecidas prematuramente. Esto me interesa bastante, la falta de presencia, la sumatoria de disfraces, estampados y atributos. Ellas tienen, creo, una apariencia un poco suntuosa, pero si se las observa bien en realidad son más similares a un collage dudoso”, dice Gómez a Infobae Cultura.
Ambas afirmaciones son ciertas. Los personajes parecen habitar en un tiempo detenido, como si les hubiera despojado del impulso vital, de rostros grisáceos, sin sonrisas de ocasión, cautivas en un espacio que se contrapone, que explota de estímulos, de contrastes cargados en las paredes, de cortinados que las enmarcan regias, soberanas.
Regresando a la construcción espacial, comenta Gómez que “los ambientes que empezaron a aparecer, después del personaje, están hechos con la misma lógica de materialidades que provienen de lugares como La Ciudad de los Niños, con esas puertas tan características, claramente teatrales, artificiales, de una arquitectura ornamental”.
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En estos “collages dudosos” los pisos juegan su rol: “Son de granito, típicos de clase media. Esto es muy importante porque todo está atravesado por mi origen de inmigrantes de segunda generación, de mitad del siglo XX, que vivieron ese sueño del ascenso social durante el primer peronismo, los que pudieron construir su casa. Estos espacios están hechos de escayola de mármol, se hacían unos baldosones con resabios de sobrantes de mármol y se mezclaban con otros materiales menos nobles”. Esa mirada clasemediera puede verse en otros artefactos como una virgencita del clima que junta polvo en una repisa en Niña Mapache y las tres peras.
“Los revestimientos de machimbre, esa mezcla de materiales bastante bastarda también daba esa libertad decorativa que por ahí las clases altas no tenían, que copiaban otra cosa. Son parte de las fantasías del conurbano, mucha madera de pino torneada como en esos típicos chalet californianos con techo dos aguas con tejas españolas, que luego se fueron agrandando y se revestían con ladrillos a la vista”, dice.
Como en el Renacimiento, varios de estos retratos están compuestos por la figura y una mascota animal, proponiendo un juego de significados especial en cada obra. Un topo nariz estrella, un tardígrado, una mulita, un escorpión e incluso una bestia que parece salida de los jardines de El Bosco, como en Hidden mother, también hay referencias al mundo vegetal relacionadas a lo acuático como en La cuarta hermana, donde una niña de piel más oscura a las otras sostiene sobre su cabeza un lirio de agua, mientras otra, con una palita, arroja tierra hacia un costado o en Niña escorpio y el bosque de pitras, donde los troncos de estos árboles que crecen en zonas pantanosas aparecen representado en pequeños cuadros en el fondo.
En Las casas de las niñas inusuales se propone un paseo muy imaginativo, entre telúrico, conurbano y algo fantasmal, con muchos guiños para los amantes de la Historia del arte a través de un universo pleno de contrastes, muy bullicioso en sus gamas, pero que a la vez se presenta silencioso en su protagonistas.
Fotos: Lihuel González
*Las casas de las niñas inusuales de Verónica Gómez, en el segundo piso de la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat (Olga Cossettini 141. Puerto Madero) de jueves a domingo de 12 a 20, hasta julio. Entrada general: $700. Tarifa reducida para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes con acreditación: $400. Jueves entrada general: $400, y acceso gratuito para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes.
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