Esta primavera viene siendo sorprendente en España: tras una sequía récord, en mayo comenzó a llover en buena parte del país. Al tradicional “Abril lluvias mil” hubo que encontrarle una nueva rima, acorde con los caprichos del cambio climático. Sin duda, un alivio para una región en situación de gravedad extrema por la sequía, pero también un problema para libreros, editores, escritores, y demás actores que se reúnen en torno a la tradicional Feria del Libro de Madrid, que se realiza desde hace 90 años al aire libre, en el Parque El Retiro.
Desde el mismo día de inicio, el viernes 26 de mayo, las tormentas y borrascas sacudieron todos los planes de las autoridades que habían diseñado un nuevo recorrido con parasoles, de la mano de una iniciativa de la Fundación Piel Sana. Nada que haya detenido a la marea de personas que circulaba por las anchas calles internas del paseo, flanqueadas por las 385 casetas que reúnen a los 424 expositores. Es que este encuentro literario, que al decir de su directora, Eva Orúe, es principalmente comercial porque se trata de vender libros, tiene una convocatoria sorprendente. De acceso libre y gratuito, forma parte de los usos y costumbres de los madrileños que se vuelcan con fervor a los pasillos, llueva, truene o haya un sol calcinante.
Te puede interesar: La reina Letizia visita por sorpresa la Feria del Libro de Madrid: esta es la obra que ha comprado en una librería LGTBI
Lectores fieles y devotos, capaces de hacer colas de horas con tal de conseguir la firma de un autor determinado. Las listas de firmantes de esta edición, que se extenderá hasta el 11 de junio, está compuesta por nombres como Sara Mesa, Ian Gibson, Enrique Vila-Matas, Dolores Redondo, Martín Caparros, Fernando Aramburu, Elvira Lindo, Luis García Montero o Carmen Mola, entre otros. Pero también, como en otras ferias de su tipo, la presencia de influencers y autores nacidos al calor de las redes sociales, que suelen ser los más convocantes. De hecho, en esta edición TikTok ha hecho un aporte de patrocinio por 515.000 Euros, que le da derecho a su propio espacio en el que se presentan booktokers reconocidos como: Josu Diamond, Andrea Izquierdo, Filóloga Lectora o Patricia Fernández.
Una edición que, como la del año pasado, no tiene país invitado, tal como suele darse en las de su tipo, y está dedicada, en cambio, a un tema: la ciencia.
Llueve sobre mojado
Es que no solo llovió agua en el fin de semana inaugural de la Feria del Libro de Madrid, también hubo tormenta política. El domingo 28 fueron las elecciones autonómicas y municipales, de hecho la propia Reina Letizia se ausentó por primera vez de la inauguración, evitándose así exponerse en una fecha tan delicada.
El domingo las corridas para escapar de los chubascos, incluyeron la sorpresa de los primeros resultados electorales que comenzaban a filtrarse entre las casetas, abiertas al público hasta pasadas las 21 horas. Es que la mayoría absoluta conseguida permitirá a la actual alcaldesa de Madrid, la conservadora Isabel Díaz Ayuso, permanecer en su puesto hasta 2027. Un triunfo que fue extensivo a buena parte del país, y que además puso en jaque al propio Presidente de Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, que para la hora en la que se estaban abriendo las casetas, la mañana del lunes 29, anunció su resolución de adelantar las elecciones presidenciales para el próximo 23 de julio. Un thriller político que se comentaba en las colas de las firmas, en todo el Parque El Retiro, y que para cuando se oficializó por la tarde ya había sacudido los toldos de las casetas más que las tormentas que continuaban arreciando.
Nada que esta feria nonagenaria no haya atravesado en otras ocasiones. De hecho, este 2023 el encuentro está celebrando su 90 aniversario; sin embargo, solo ha habido 82 ediciones, es que hubo ocho años durante la guerra civil, y años posteriores, en los que por supuesto no fue posible llevarla a cabo.
Leer Iberoamérica lee
En el marco de la Feria se realizó el lunes 29 y el martes 30 este quinto seminario internacional, organizado por el Laboratorio Emilia, una plataforma especializada en la formación de mediadores de lectura, con la presencia de invitados de todo Iberoamérica como escritores como Carolina Sanín, Bel Santos, Arelis Uribe, Cristina Morales, Alejandro Zambra, Carlos Fonseca, Federico Falco, Jazmina Barrera, Lina Meruane, entre otros.
Un encuentro abierto al público en general, bajo el título “Territorios de las palabras”, que se llevó a cabo en el Auditorio Gabriela Mistral de la Casa de América, con capacidad para 400 personas sentadas, pero que también fue seguido por los 2200 inscriptos online.
La misma directora de la Feria, la periodista Eva Orúe, fue la encargada de dar la bienvenida y señal de largada, destacando cuán importante son los espacios de reflexión dentro de una Feria netamente comercial.
Minutos antes, mientras los participantes iban ocupando los asientos, todavía sin que se difundiera la noticia política, corrían rumores y comentarios sobre la Feria. Que la expectativa era buena porque habían por fin vuelto los compradores de derechos de China a las mesas de negociación, y eso es siempre una buena noticia. Y con respecto a las ventas de libros, que se estaba vendiendo mucha narrativa, sobre todo romántica y poca no ficción. La entrada del embajador de Colombia acaparó la atención de los invitados especiales, es que Colombia y Chile, según comentó Inés Miret, codirectora del Laboratorio Emilia, colaboraron con el traslado de los escritores de sus países, que fueron los que contaron con mayor representación.
Cuando llegó su turno en los discursos inaugurales, Miret explicó que esta edición apuesta a apuntalar a la palabra frente al vaciamiento al que está sometida, y citó a Susan Sontag: “A nosotros los escritores nos inquietan las palabras. Las palabras significan. Las palabras apuntan. Son flechas. Flechas clavadas en la piel áspera de la realidad. Y cuanto más solemnes, más generales son las palabras, más se parecen a salones o a túneles. Pueden ampliarse, o hundirse. Pueden llegar a saturarse de mal olor.”
Eva Orúe, por su parte, eligió citar, en su discurso al reciente premio Cervantes, el poeta venezolano Rafael Cárdenas:
“Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.”
Y entonces, en este espacio convocado para pensar en la palabra, un acto de silencio, de ausencia, de protesta, habló más fuerte que mil palabras. Una de las invitadas, la escritora y activista brasileña, Sueli Carneiro, decidió no viajar, o sea declinó participar, como gesto de protesta por el acto de racismo sufrido por el futbolista Vinicius Jr. en un partido celebrado en Valencia, y que aún no ha tenido respuesta por parte de las autoridades españolas, pese al pedido de explícito del Gobierno de Lula.
Palabras negras, se llamaba esta mesa, en la que no hubo espacio para los eufemismos porque la acción performática fue contundente.
El gesto que habla dio la palabra inicial, entonces, a la escritora colombiana, Carolina Sanín, recientemente protagonista de uno de estos actos de “cancelación”, tan propios de nuestra era, cuando dos de sus contratos de edición en México fueron cancelados a partir de que ella hiciera público su opinión acerca del transactivismo. Pero de nada de esto habló Carolina, que debía elegir una palabra como puntapié inicial y eligió la palabra “Campana”, y leyó un texto digresivo que se retorcía sobre sí mismo, en el que las campanas se fueron transformando, y fueron cencerro, campana de iglesia, sirena de barco, música del tiempo, ring, borde y sexo. Sanín parecía hacer malabares con la polisemia de la palabra, frente a los ojos embelesados de los espectadores.
La palabra fue entonces sí protagonista indiscutida a lo largo de este encuentro que sucedía a pocas cuadras del Parque de El Retiro, pero del que no parecían participar los lectores, que estuvieron más presentes en las actividades barriales, talleres, visitas guiadas y recitales. Incluyendo un partido de fútbol que se llevó a cabo el pasado viernes, entre un equipo de libreros alemanes y otro español, dos selecciones que ya se habían enfrentado en la pasada Feria de Frankfurt, la más grande del sector. Es que un encuentro literario como este no es uno solo sino muchos, en todo caso tomando la palabra que presta Sanín, la Feria del libro de Madrid es una campana que suena en El Retiro, pero cuyo eco resuena a su vez en otros espacios, mezclándose con los rumores de una ciudad pasada por agua, sacudida por la realidad política, pero lectora. Ante todo lectora.
Seguir leyendo