Siguiendo los pasos de su admirado Robert Frank y de Wim Wenders, Adriana Lestido se acaba de unir a un grupo de artistas de la mirada que han merodeado con su trabajo las costas de la fotografía y el cine. Errante, su ópera prima filmada alrededor del círculo polar ártico, se proyecta en la Sala Lugones del Teatro San Martín, todos los sábados de junio en el Malba, y desde el jueves 8 se podrá ver en el Complejo Gaumont Incaa, en los tres casos con la presencia de la directora en las funciones. Por el espíritu con que fue realizada, cabe en realidad asociarla con las exploraciones en la naturaleza de Werner Herzog o con los paisajes contemplativos que ensaya el cineasta James Benning. Aunque es solo su ojo el que transforma la salvaje y azul lejanía ártica en imágenes de suma belleza que abrigan al espectador.
Lestido ha estado un tiempo largo deambulando su mirada entre los rostros y los cuerpos que componen las escenas íntimas y sociales de sus fotos más célebres, aquellas que la convirtieron en uno de los máximos referentes actuales de la fotografía argentina. Pero de a poco, un horizonte vasto e incierto comenzó a aflojar esas superficies tensas y a reclamar su atención. Algunos indicios aparecían ya en los paisajes de su serie Madres e hijas, aunque en ellos todavía se cifraba el torrente emocional de sus retratadas.
Fue su viaje a la Antártida en 2012 el punto de partida de una nueva fase en su obra. El registro de esa aventura, que será exhibido desde el 7 de junio en el Centro Cultural Borges, introdujo la escritura como otro canal de expresión (Antártida Negra: Los diarios) y ahora se suma el color y el movimiento con este experimento visual que es Errante. “No digo que no vuelva a hacer fotos, pero en este momento no me veo por ese camino”, le dice Lestido a Infobae Cultura.
“Tras el viaje a la Antártida sentí que había llegado a un límite con la fotografía y que necesitaba pasar a otra cosa. Hacía rato que quería empezar a trabajar con la imagen en movimiento, y también quería el sonido, así que empecé a hacer pequeños cortos con mi cámara de video”, agrega la fotógrafa, que considera su experimento audiovisual como un regreso al origen, ya que descubrió el que sería su oficio mientras estudiaba cine en la Escuela de Avellaneda, en el año 79. De la excursión austral también le había quedado una cuenta pendiente: poder captar con su cámara las auroras, que por esas latitudes solo se aprecian en invierno. “Siempre me atrajeron, no por la belleza sino por lo que simbolizan. Metafóricamente es la victoria de la luz sobre el mundo de las tinieblas”, dice Lestido sobre este raro fenómeno que finalmente pudo ver del lado opuesto de la Tierra, iluminando el cielo nórdico.
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Cuando a fines de 2018 la invitaron a Berlín a mostrar las fotos de Antártida negra, aprovechó para ir a Tromso, al norte de Noruega, uno de los lugares donde mejor se observan las auroras boreales, aunque solo es posible verlas en noches oscuras y despejadas. Ahí alquiló una pequeña cabaña en las afueras del pueblo y comprobó que esa energía solar que queda atrapada por el imán de la tierra y se transforma en luz también impacta físicamente. Además quedó fascinada con la luz diurna de tonos azules que asoma por pocas horas. “Yo medito siempre, pero a veces cuesta entrar. Y ahí entraba como por un tubo. Sentí una conexión con el universo que nunca me había pasado antes. Fue entonces que quise experimentar la vivencia de esos lugares en los distintos momentos del año”, recuerda de ese primer viaje.
Fueron cuatro estadías en distintos sitios septentrionales de Noruega e Islandia, alrededor de ocho meses en total, las que hicieron falta para completar las cuatro estaciones que atraviesan la película. En marzo de 2020, cuando realizaba el último de los viajes, se declaró la pandemia y permaneció tres meses cerca de un pueblito en la península de Snæfellsnes, en torno al gran volcán que inspiró a Julio Verne para escribir Viaje al centro de la tierra. La soledad del lugar se acrecentó con el cierre de fronteras, en un invierno crudísimo que siguió todo abril. “Hay que estar abierta a lo inesperado, la clave es poder soltar el control y que la vida diga. Además fue fundamental quedarme hasta mayo porque es cuando nacen los corderitos y las cabritas”, dice la artista visual, quien extendió su estadía lo más que pudo para poder terminar su proyecto con la primavera como representación del ciclo vital.
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Errante está producida por Lita Stantic y Maravilla Cine, aunque Lestido encaró todo el proceso de grabación por su cuenta e incluso aprendió forzosamente a editar, de la mano de Elizabeth Wendling. “Quería total libertad para viajar y hacer lo que fuera, sin ninguna presión de tiempos. De hecho vendí una casa que tenía en la playa para poder viajar sin problemas”, explica. La fotógrafa y directora tenía algo muy claro: “Lo básico de este viaje era estar sola en esos lugares extremos para llegar a mis propios confines. Andar esos caminos peligrosos con lo que la vida me deparara. Llegar al borde de mi vulnerabilidad”. El trabajo en soledad, sin artilugios técnicos, jamás fue una complicación importante. “No es que me interesa mostrar la inmensidad de la tierra y que el espectador conecte con la maravilla de los paisajes. Lo que busco es que haga un viaje interior quien lo ve, que lo conecte con cosas propias”, dice.
–Definiste las imágenes de la película como meditaciones visuales. ¿Fue complicado encontrar el equilibrio en medio de un clima hostil?
–Era estar ahí con lo que tocara. Pasé por muchas situaciones y me caí con la cámara un montón de veces porque el viento es tremendo, pero uno entra en esa frecuencia. En un momento no se siente frío, no se siente nada. Yo trataba de ser la cámara, o que la cámara fuera la herramienta que me permitiera conectar con lo que estaba sucediendo. Por eso son planos largos que registran ciertos movimientos. De pronto la imagen era muy quieta, hay una de unos junquitos que a mí me gusta mucho, apenas se mueven. Hay gente que piensa que algunas imágenes son fotográficas pero es todo video.
–Ya hace un tiempo que venís probando con otros lenguajes. ¿Sentís un agotamiento de la fotografía como lenguaje específico?
–No, para nada. Siento que agoté algo yo con la fotografía, pero es un lenguaje hermosísimo. Siempre se la asocia con el pasado y al cine con el presente, sin embargo nunca lo sentí de esa manera. Cuando una imagen es potente yo siento que está ahí, es un presente que abarca el pasado y el futuro. Esa cosa del tiempo en la imagen siempre me fascinó. De hecho yo siempre trabajé la fotografía cinematográficamente, porque lo me interesa como fotógrafa no es la imagen aislada. A mí me gusta trabajar en serie, dedicarle mucho tiempo a cada proyecto y encontrar la relación entre las distintas imágenes.
Ningún medio en sí es limitado, el límite depende de lo que uno quiera expresar. La primera vez que mostré Madres e hijas fue con una proyección audiovisual. Si bien eran fotos, me parece que esa es la manera en la que más se siente el espíritu del trabajo. Estar a oscuras en un lugar con una imagen que está transcurriendo permite otra conexión que no la provee el libro ni una muestra.
–¿Tu relación con la cámara fue muy diferente a la experiencia de ver para tomar una foto?
–La fotografía intenta capturar o registrar un instante, algo de lo inmediato. En ese sentido fue muy distinto porque se trataba de acompañar la mirada y no importaba dónde empezaba ni dónde terminaba. Lo fundamental es que podía no pasar nada. Pero yo fotografío un poco así, no pienso mucho en un momento decisivo sino que me interesan todos los momentos. Quizás el cambio importante, que no tiene que ver con el medio, fue la necesidad de incorporar el trípode. Mis fotos siempre las trabajo con cámara en mano.
–¿Te sentiste más libre al trabajar con un medio que no era el habitual?
–Al contrario, lo que sentía es que tenía que estar en un punto. Era una combinación de poder relajar y estar atenta, como un gato. A su vez al ser un medio nuevo tuve mucha gente que a la distancia me ayudó a resolver cuestiones de sonido y problemas técnicos que surgieron con el trabajo en temperaturas extremas. Pero pasaron cosas muy hermosas mientras estaba grabando y coincidieron con momentos donde yo realmente estaba entregada y relajada y no lamentando que me perdí tal cosa. La sensación de pérdida es muy fuerte cuando uno está registrando una situación, sin embargo lo que importa es la conexión que uno puede establecer. Desde esa sensación de angustia que se da al perder una situación suelen surgir cosas muy buenas.
*Errante, la conquista del hogar. Funciones: Todos los sábados de junio en Malba Cine, a las 18 h (localidades agotadas para la función del sábado 3); simultáneamente tendrá 7 únicas funciones en la Sala Lugones (1 al 8/6) y en el cine Gaumont (del 8 al 14 de junio, a las 20.15 h).
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