“Los agitadores”, el homoerotismo de jóvenes de clase alta durante una vacación salvaje

El director argentino Marco Berger estrena una ficción que se centra en un grupo de amigos que se junta para pasar unos días de pura euforia y fiesta donde sus juegos sexuales, a veces violentos, son su pasatiempo favorito

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Trailer de "Los agitadores", de Marcos Berger

En los sistemas cerrados masculinos –como las cárceles, las embarcaciones marinas que pasan largos meses en alta mar, los monasterios donde se forman los jóvenes futuros curas– los vínculos de dominación machista que rigen la sociedad al natural se ven exacerbados. La comunidad falocrática se convierte en la única posible, el culto al fascinus (desde la antigüedad griega, la representación de un falo erecto) se convierte en rito obligatorio, la exhibición del cuerpo inaudito, preanuncia, la ley del más fuerte, a la vez que la ley del deseo.

Todo esto también puede ocurrir en una casa de verano a la que asiste una docena de jóvenes amigos, esbeltos, miembros de las clases elevadas, que ejercen su derecho al descanso de temporada, así como a imponer una ley cerrada de comportamientos y de juegos. Así lo enseña la última película de Marco Berger, Los agitadores.

En pleno verano argentino, cerca de las fiestas, unos chicos muy amigos se juntan para pasar unos días de pura euforia y fiesta
En pleno verano argentino, cerca de las fiestas, unos chicos muy amigos se juntan para pasar unos días de pura euforia y fiesta

Para quien no conoce su obra, Marco Berger es un director de cine que posibilitó una de las miradas gay en los films producidos en el país. Desde su celebrado debut en el largometraje llamado Plan B a la serie de cortometrajes en los que explora los despertares a la vida sexual gay de jóvenes que, se podría caracterizar, como reprimidos hasta tales momentos, pasando por esa historia de dificultades, un amor entre hombres jóvenes de la clase trabajadora como Un rubio; las películas de Berger marcan temas sobre los cuales volver desde distintas maneras de enfocar las cámaras y posar las miradas sobre los cuerpos y las relaciones.

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Si en Taekwondo de 2016 los juegos festivos de unos jóvenes retirados en una quinta veraniega adquirían un carácter festivo y aparecía la incertidumbre del amor, en Los agitadores una réplica más clasista de aquellos jóvenes parece actuar sin freno provocando la aparición de una inquietud que hasta podría pasar desapercibida para ellos, pero que se instala en el espectador. Los juegos carnavalescos del film de 2016 se convierten en juegos al borde del riesgo en 2023.

Un triángulo afilado entre un homofóbico, un gay reprimido y un chico bisexual oculto llevará la tensión al límite
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¿Y a qué juegan? A tocarse, a acariciarse, al “foto trolo” que consiste en tomar imágenes simulando acciones sexuales o provocándolas entre los amigos dormidos, como si se moviera a maniquíes, para que la exhibición del erotismo explícito sea protagonizado por modelos en el ensueño, que no sospechan. Además, el mostrar el poder, en el juego, del más fuerte y en el discurso, del hombre que domina sexualmente al dominado, que sería el pasivo en el acto sexual. Bueno, ya habló Freud suficiente sobre el chiste como para alargar un análisis sobre las reiteradas chanzas acerca de quien penetra y quién es el penetrado.

Así pasan las horas de goce de los jóvenes “agitadores” que desbaratan la casa con sus divertimentos y que luego, por las mañanas, una imperceptible (para ellos) señora limpiará. Las mujeres aparecen como el orden en la película de Berger. La señora que limpia, la hermana que llega e impone el orden mediante una mirada que les causa pavor, las chicas de su misma clase social que los visitan y que les brindan dictados desde la razón. El personaje de la hermana es más fálico que todos ellos, y por eso les introduce miedo.

Una rara mezcla de homofobia y payasadas llena su tiempo libre
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Si en la sociedad al natural la diferencia es causa de sospecha, en una microsociedad en la que la masculinidad exacerbada rige, esa diferencia se ve más pronunciada. ¿Por qué uno de los jóvenes no participa en el “foto trolo”?, podrían preguntarse los habitantes de la casa de verano. Y esa sospecha se comienza a agigantar, con los riesgos que ello implica.

Berger señaló que el asesinato del joven Fernando Báez a manos de una patota de rugbiers en Villa Gesell en 2020 lo llevó a pensar en esa violencia que anida en un sector de la sociedad cerrado y masculino, como los grupos de rugbiers, que juegan a ciertos juegos peligrosos. El resultado es esta muy buena película que, sin tener nada que ver con el caso mencionado, sí logra introducir en el espectador una especulación, certera, sobre algunos ritos que se auto consideran secretos. Sin embargo, lo saben bien las distintas narrativas, el riesgo del delito delata a gritos las claves del secreto para que pueda ser prevenido.

*”Los agitadores”, de Marco Berger se puede ver en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551, CABA) los viernes, sábados y domingo de junio.

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