“La reina Cleopatra”, un docudrama lleno de conflictos

La serie de Netflix despierta polémicas por la representación de la monarca egipcia por una actriz negra, aunque esto es solo la punta del iceberg de sus problemas

Existe consenso sobre que ninguna de las actrices que han interpretado a Cleopatra guarda parecido físico con la reina egipcia (Netflix)

Cuando se trata de Cleopatra, la enigmática soberana cuya astucia política –y enredos amorosos– la han convertido en una fuente inagotable de fascinación, Hollywood nunca lo ha hecho bien.

La interpretación de Elizabeth Taylor en 1963, con peluca trenzada y ojos delineados, es tan icónica como imperfecta. El posible casting de Angelina Jolie en una película biográfica rumoreada durante mucho tiempo pero aún no filmada fue recibido con reacciones en contra en 2019, al igual que los rumores posteriores de que la actriz israelí Gal Gadot asumiría el papel. ¿El consenso? Cleopatra, reina del Nilo (como en Egipto, como en África), no se parecía a ninguna de ellas.

Pero cuando Netflix presentó a Adele James, que es negra y birracial, como la antigua monarca egipcia, en un tráiler del docudrama La reina Cleopatra, las críticas fueron especialmente ardientes. Más bien: Cleopatra definitivamente no tenía ese aspecto.

Cleopatra “tenía la piel clara y rasgos helenísticos (griegos)”, según un comunicado del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto. Zahi Hawass, un destacado (y controvertido) egiptólogo que dirigió ese organismo en dos ocasiones, escribió en una columna para Arab News que Cleopatra “era muchas cosas, y bien merecía que se contara su historia al público moderno, pero definitivamente no era negra”.

La reina Cleopatra, la segunda entrega de la antología Reinas africanas, producida por Jada Pinkett Smith, llegó a Netflix y, a pesar de la controversia en curso sobre la representación que el docudrama hace de la última faraona de Egipto, no trata de si Cleopatra era negra. La serie de cuatro episodios sigue su reinado entre los años 51 y 30 a.C. y presenta recreaciones teatralizadas de su ascenso al trono tras la muerte de su padre, Ptolomeo XII, sus relaciones con Julio César y Marco Antonio, la caída de la última dinastía del antiguo Egipto y otros hitos.

Adele James protagoniza el docudrama de Netflix "La reina Cleopatra"

Las escenas se intercalan con comentarios de expertos como Shelley Haley, profesora jubilada de clásicas y estudios africanos y asesora de la serie, y Debora Heard, doctoranda en arqueología nubia. La serie detalla hechos indiscutibles sobre Cleopatra, como la ascendencia macedonio-griega de su línea paterna y que el griego fue su primera lengua, pero también deja claro que hay cosas que no sabemos definitivamente sobre ella, como la identidad de su madre y si sus escarceos con César –el padre de su primogénito– fueron románticos, estratégicos o ambas cosas.

O, en consecuencia, su origen racial.

En los primeros minutos de la serie, Haley recuerda a su abuela diciéndole: “No me importa lo que te digan en el colegio, Cleopatra era negra”. Los críticos se cebaron con el fragmento después de que apareciera en el tráiler. Pero, en última instancia, dice Haley en la serie, “no conocemos su herencia racial exacta”. “Aprendió la lengua egipcia. Practicó la religión egipcia”, dice Haley en el docudrama. “Quiere ser recordada como egipcia”.

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“Los antiguos egipcios habrían tenido una gran variedad de complexiones diferentes, como encontramos en otras culturas africanas hoy en día”, añade la estudiosa de Cleopatra Sally-Ann Ashton, que también aparece en la serie. “Dado que Cleopatra se representa a sí misma como egipcia, parece muy extraño que insistamos en representarla como totalmente europea”.

Heard califica a Cleopatra de “camaleón” en el sentido de que “tiene un aspecto diferente según quién la represente”. Islam Issa, cuyo libro de próxima aparición examina la perdurable influencia de la antigua Alejandría, afirma que “el atractivo de Cleopatra es... que cada cual puede imaginársela a su manera”. “Yo me la imagino con el pelo rizado como yo y un color de piel similar”, dice en la docuserie.

Shelley Haley, profesora de estudios africanos, dice en la serie que “no conocemos la herencia racial exacta de Cleopatra”

La reacción a la serie ha sido frustrante para estudiosos como Haley, que dijo en una entrevista de Zoom con The Post que quienes critican la docuserie están “aplicando nuestras construcciones raciales al mundo antiguo, y eso es anacrónico”.

Issa, el único experto de ascendencia egipcia que aparece en el docudrama, se hizo eco de ese sentimiento en un artículo de opinión para Al-Jazeera. “Con la excepción de los judíos, las etnias no estaban realmente registradas en la historia egipcia primitiva”, escribió. “Especialmente en Alejandría, no había una raza normativa: la composición genética era variada, ya que en sus tierras vivían y se casaban personas de toda la región, desde europeos hasta nubios”.

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Pinkett Smith explicó a Tudum, el sitio web de Netflix que acompaña a la serie, que el objetivo de Reinas africanas –que se estrenó a principios de este año con una mirada a la gobernante del siglo XVII Njinga– era compartir historias subrepresentadas sobre “mujeres históricas que fueron tan poderosas y constituyeron la columna vertebral de las naciones africanas”. “No solemos ver ni oír historias de reinas negras, y era muy importante para mí, para mi hija y para mi comunidad poder conocer esas historias, porque hay montones de ellas”, dijo Pinkett Smith.

Haley ha visto muchas representaciones de Cleopatra en la pantalla, desde la de Theda Bara en el cine mudo hasta la indeleble interpretación de Taylor, pasando por adaptaciones televisivas como Antonio y Cleopatra, de la Royal Shakespeare Company, protagonizada por Janet Suzman en el papel de la monarca.

El docudrama, según Haley, “hace hincapié en ciertos aspectos de Cleopatra que no se han destacado: el hecho de que fuera madre, el hecho de que pudiera reunir un ejército para recuperar el lugar que le correspondía en el trono”. En todos los sentidos, la serie hace hincapié en la agencia de Cleopatra”.

“Dado que Cleopatra se representa a sí misma como egipcia, es extraño que insistamos en representarla como totalmente europea”, añade la especialista en Cleopatra Sally-Ann Ashton, que también aparece en la serie

¿La otra gran diferencia? En la mayoría de las representaciones cinematográficas, la actriz que la interpreta es casi siempre blanca. Greg Carr, profesor asociado de Estudios Africanos en la Universidad Howard, afirma que “la antinegritud es el marco” de gran parte del discurso en torno a Cleopatra y cómo debe ser representada. Es sobre todo “un objeto de fascinación para Europa –para Grecia, para Roma– y para la historia cosida de la civilización occidental, entre comillas”, dijo Carr. “Por eso es la más conocida de las soberanas egipcias. Es prácticamente irrelevante para la larga historia de Egipto”.

Carr, que no participó en el docudrama, afirmó que presentar a Cleopatra como una mujer negra “tiene todo que ver con las actitudes contemporáneas hacia la raza y las conversaciones sobre la raza y muy poco que ver con Cleopatra, cuyo parentesco [completo] se ha perdido para la historia; simplemente no lo sabemos”.

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En una columna como invitada para Variety, la directora del espectáculo, Tina Gharavi, dijo que su investigación sobre la reina de la época helenística –que, según ella, “estaba a ocho generaciones de distancia” de sus antepasados ptolemaicos– la llevó a darse cuenta “del acto político que supondría ver a Cleopatra representada por una actriz negra”.

La directora señaló que las representaciones de Cleopatra han burlado los registros históricos. “La serie de la HBO Roma retrató a una de las mujeres más inteligentes, sofisticadas y poderosas del mundo como una drogadicta sórdida y disipada, pero a Egipto no pareció importarle”, escribió Gharavi. “¿Dónde estaba entonces la indignación? ¿Pero retratarla como negra? Pues bien”.

James, la actriz que interpreta a Cleopatra en el docudrama, ha sido objeto de insultos racistas desde que se publicó el tráiler

Funcionarios y ex funcionarios del gobierno han dicho que su principal objeción es el etiquetado de “documental” de La reina Cleopatra. Han insistido en que sus objeciones al docudrama no son racistas, citando estatuas de Cleopatra como prueba de su herencia no negra. Pero, como han señalado los historiadores a lo largo de los años, las pocas fuentes históricas de que disponemos sobre Cleopatra y otros líderes de la Antigüedad están sujetas a sesgos. Plutarco, cuyas biografías de César y otros líderes romanos y griegos, ampliamente traducidas, han servido de base para la interpretación moderna de Cleopatra, escribió mucho después de que murieran sus súbditos.

“Eso ya es problemático de por sí, porque es enormemente tendencioso. Ni siquiera se trata de la vida de Cleopatra, sino de la de Julio César y Marco Antonio”, explica Haley. “En el mundo de Plutarco, ni siquiera merece una vida propia”.

James, la actriz que interpreta a Cleopatra en el docudrama, ha sido objeto de insultos racistas desde que se publicó el tráiler el mes pasado. En su cuenta de Instagram, la actriz británica escribió: “No sé si hay palabras lo suficientemente poderosas para expresar lo que espero que esto signifique para los jóvenes de todo el mundo que se parecen a mí (¡y para los que no!), que ahora podrán crecer viendo a la mayor líder de todos los tiempos... representada por una mujer de raza negra en uno de los mayores servicios de streaming del mundo”.

Netflix, por supuesto, no es nuevo en la controversia en torno a monarcas étnicamente ambiguos que son retratados sin complejos como negros. La reina Charlotte, la precuela de Bridgerton que se estrenó en el servicio de streaming, comienza con una advertencia: “Esta es una historia sobre la reina Carlota de Bridgerton. No es una lección de historia. Es ficción basada en hechos reales”.

Aunque La reina Cleopatra se presenta como una serie documental, incluye una cláusula de exención de responsabilidad al final de los créditos de cada episodio en la que se indica que, aunque la serie está “basada en hechos reales”, algunos “personajes y situaciones han sido alterados con fines de dramatización”.

Fuente: The Washington Post

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