Lo irrepresentable se titula el trayecto visual que la artista Valeria Furman compone a partir de un texto de Carlos Gustavo Motta sobre la Shoah y que por estos días se despliega en una muestra de fotografías y objetos que busca reponer la incapacidad de expresar ciertas experiencias o emociones a través de las palabras: “Hacer este trabajo fue una forma de sanar y darle vida a tanta muerte, recuperando fotografías e interviniéndolas desde el humor y el color”, dice.
La muestra orbita en torno a cómo enfrentar las experiencias y emociones que no pueden ser expresadas con palabras, y si es posible evitar la angustia adoptando una postura de indiferencia o negando el malestar. “No es lícito olvidar. No es lícito callar. Si nosotros callamos, quién hablará”, parece responder desde la entrañas de la memoria histórica el escritor y sobreviviente del Holocausto Primo Levi.
La muestra, que se presenta hasta el 14 de junio en la sede Palermo de la Alianza Francesa con el auspicio del Instituto Francés y de la Embajada de Francia, parte del libro Lo irrepresentable. El malestar en la imagen contemporánea, escrito por el psicoanalista Carlos Gustavo Motta, autor también de Las películas que Lacan vio y aplicó al psicoanálisis y Freud y la Literatura.
La fotógrafa Valeria Furman se inspiró en este texto para contar parte de la historia de los integrantes de su familia, quienes vivieron el trauma de la Shoah. La obra de Motta se centra en el análisis de tres películas –Noche y Niebla de Alain Resnais, Shoah” de Claude Lanzmann y Respite de Harun Farocki– para resaltar la dificultad de encontrar una imagen que pueda abarcar el Holocausto, que no fue solo una tragedia para los judíos sino para toda la humanidad. Negar esta tragedia no afecta solo a la historia, sino a todos aquellos que creen en el poder de la razón. Se trata, entonces, no de representar lo que sucedió en el pasado, sino lo que permanece presente en la memoria y la terrible posibilidad de que vuelva a ocurrir de una manera diferente.
A través de sus intervenciones en antiguas fotografías y las imágenes que acompañan el texto, Furman logra una lectura que combina lo inquietante de la imagen con la palabra. Estos fotogramas generan debates sobre la representación del Holocausto: se exploran diferentes aspectos de la naturaleza de la imagen, desde lo expresado hasta lo no dicho, lo que emerge y lo oculto, lo narrativo y lo publicitario, lo sagrado y lo banal, que desafían los límites del pensamiento. ”Hacer este trabajo fue una forma de sanar y darle vida a tanta muerte, recuperando fotografías e interviniéndolas desde el humor y el color. El uso de la ironía me permitió eso, contar una historia personal que pueda hacer eco en otras personas no desde el horror”, apunta Furman.
En una de sus inscripciones más lapidarias, el filósofo alemán Theodor Ludwig sostuvo alguna vez que después de Auschwitz no se pueden escribir poemas. ¿Cómo se para el arte frente al horror y la deshumanización? “Pienso que la única forma es hacer arte, sublimar y transformar la angustia y el dolor en algo. Crear algo para dejarlo ahí, en una obra y que ese dolor no te termine consumiendo. Es fundamental y es sanador para el que lo hace y también quizás para el espectador”, sostiene.
La fotógrafa nacida en 1986 en Buenos Aires, explica que utilizó una técnica mixta para intervenir fotografías familiares de los años 30 y 40. En algunos casos, empleó pintura acrílica, mientras que en otros utilizó crayones y tinta. Cada imagen representa un concepto con un mensaje irónico y lleno de color. Los abuelos de Furman vivieron en Rumania durante la Segunda Guerra Mundial. En el año 1939, su abuelo, quien era árbitro de fútbol y básquetbol, participó en los Juegos Olímpicos, y algunos de esas partidos quedaron registrados en unas pocas fotos que la fotógrafa intervino para resignificar su sentido tras sacarlas de la caja de recuerdos familiares.
”Lo primero que me impactó al revisar esas fotografías fue el poder de síntesis que tienen, ya que logré entender parte de mi historia a través de esas imágenes tan testimoniales de una época”, señala Furman. La artista plástica, quien realizó estudios en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, explora lo conceptual a través de diferentes enfoques. Algunas de las fotografías no están intervenidas sino que parten de una recreación propia, como por ejemplo “El zapato rojo”, inspirada en la frase de Primo Levi que dice “La muerte empezaba por los zapatos”. También incluye elementos como un vagón de tren, un samovar y el tapado de piel de su abuela, objetos que ya no tienen uso y les fueron arrebatados.
A partir de su vínculo cercano con la música y su admiración por el rock nacional, Furman incorpora en la muestra un retrato femenino que luce en su brazo izquierdo un brazalete especial: el que solía usar Charly García con la mítica frase “Say no More”. Otra temática que aborda en su obra es la ausencia de los niños, apelando a una imagen que muestra un aula en la que los niños aparecen con sus rostros ocultos por puntos de colores.
La artista explica que la presencia de la música en las imágenes se repite a lo largo de su obra. “Desde muy pequeña la música me salva y acompaña en los procesos creativos. Me conmovió mucho una canción que inventó un poeta en el Gueto de Vilna, “Zog nit keynmol”, que se convirtió en un himno rápidamente. En ella me basé para crear algunas de las obras”, señala durante la charla, y dice que a diferencia de un cuadro, la música es intangible, pero siempre la ha atravesado. De hecho, en los últimos tiempos, ha estado desarrollando su trabajo en el campo de la fotografía de conciertos, donde combina las dos cosas que más ama: escuchar música y tomar fotografías.
Además de la fotografía, Furman se dedica al diseño editorial y la dirección de arte. Recientemente, ha estado involucrada en la creación de portadas de discos y álbumes. También tiene un gran interés en el campo del cine. Nacida en el año 1986, disfruta viendo películas de las décadas de los 60 y 70. Cuenta que hay ciertos discos, libros y películas a los que siempre vuelve, ya que siente una cierta nostalgia por algo que nunca vivió pero que la convoca y atrae de alguna manera.
”Algo del entorno familiar me acercó a lo audiovisual. Mi papá siempre me llevó al cine, él era un aficionado a la fotografía, no se dedicó a eso pero conservamos sus álbumes de fotos a los que siempre acudo”, explica la artista. En la familia de Furman, solían cantar y tocar la guitarra durante las reuniones, además de tener una afición por la lectura. Cuando sus abuelos maternos llegaron huyendo de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a trabajar en la importación de insumos y productos fotográficos, lo cual despertó el interés de la artista por esos objetos.
Más allá de la esfera familiar, hay en ella una inquietud y una mirada que se desarrolla a través del intercambio y la conexión con otras personas. La muestra Lo irrepresentable es una combinación de memoria y evidencia, una puesta en escena realizada por la fotógrafa con el objetivo de señalar los caminos de su propio ser, los límites de su propia evidencia. Es una mirada que refleja aquello que sabemos pero que no podemos expresar con palabras, punto de partida para una exploración que se da a través del lenguaje.
En el marco de la muestra, se realiza una actividad paralela los miércoles a las 19:30 en el Auditorio Amalia Lacroze de Fortabat, con entrada libre y gratuita. Durante esta actividad, participan invitados como el psicoanalista Francisco-Hugo Freda, el músico Guido Spina, el escritor Daniel Bohm –que comparte fragmentos de su último libro, titulado Una flor en el jardín del mal–, Silvia Elena Tendlarz, el actor Emiliano Díaz y Damasia Amadeo, autora de Desde el balcón, un diario que registra los momentos vividos durante el encierro en tiempos de pandemia.
La muestra permanecerá abierta hasta 14 de junio en la sede Palermo de la Alianza Alianza Francesa, ubicada en Billinghurst 1926.
Fuente: Télam S.E.
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