Dos shows de Nahuel Penissi coronados con ovaciones sin fin, la magia poética de Nano Stern y Fernando Cabrera respaldada por las cuerdas de la OFRN (Orquesta Filarmónica de Río Negro), la determinación de la Shenandoah Conservatory Symphony Orchestra para abordar a Gustav Mahler y la exquisitez expresiva de Paulinho Moska fueron algunos de los puntos destacados de la segunda parte de la cuarta edición del FIMBA (Festival Internacional de Música de Bariloche), que concluyó este domingo 28 de mayo.
Organizado por el Gobierno de Río Negro con el apoyo de la Municipalidad de la Ciudad de Bariloche, Horizonte Seguros, Lotería de Río Negro y la Fundación Technes, a lo largo de sus ocho jornadas, el encuentro creado en 2019 confirmó su poder de convocatoria y sigue consolidándose como un espacio de intercambio entre propuestas musicales de diferentes géneros y estilos inédito en la región.
Por otra parte, en su rol de anfitriona, la OFRN, dirigida por Martín Fraile Milstein, volvió a exhibir su amplia paleta de recursos para sumarse a propuestas como el plan cancionístico de Pennisi o el binomio Stern-Cabrera con la misma solvencia que al carácter tanguero del bandoneonista Rodolfo Mederos o al repertorio clásico de la pianista Lorena Eckell.
Todo, encuadrado en el marco natural extraordinario que ofrece la ciudad patagónica, donde ni el frío ni la lluvia ni la nieve fueron obstáculo para que alrededor de 6100 personas colmaran las cinco locaciones donde se realizaron los conciertos, en los que confluyeron las múltiples expresiones artísticas que dejaron su firma en esta edición del FIMBA.
El encantamiento de la poesía y la canción
El paso -por duplicado- del cantautor brasileño Paulinho Moska, el jueves 25; de su par chileno Nano Stern en sociedad con el uruguayo Fernando Cabrera, el viernes 26 junto al ensamble de cuerdas de la Filarmónica rionegrina; y de nuestro Nahuel Pennisi, también con las cuerdas de la OFRN, el sábado 27, convirtió al Teatro La Baita en una especie de pequeño epicentro del ejercicio poético y de la canción de nuestro continente.
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Con su voz y dos guitarras como herramientas, Moska repasó parte de su “catálogo” en el marco de “Las guitarras Fénix del Museo Nacional”, un espectáculo atravesado por el recorrido de esos dos instrumentos rescatados de las cenizas del Museo Nacional de Río de Janeiro, que resultó destruido por un incendio voraz, el 2 de septiembre de 2018.
“Todo novo de novo”, “A seta e o alvo”, “Lágrimas de libertad”, fueron algunas de las letras y músicas de distintos tiempos que sonaron en La Baita, resignificadas ahora para delinear la metáfora de un renacimiento, junto a otras como “Hermanos”, “Que beleza, a beleza” y su hit “Pensando en ti”, en una suerte de recital bi, y por momentos trilingüe, que el público festejó con entusiasmo.
Apenas 24 horas más tarde, el mismo solar recibía a Stern, que alternó títulos propios como “Inventemos un país” y “Aún creo en la belleza”, con “Manifiesto”, que el artista incluyó en su flamante álbum Nano Stern canta Víctor Jara. Y enseguida, Cabrera se asoció para abrir con “Una canción para contar” un nuevo frente de encantamiento, que el uruguayo expandió con gemas como “El abrazo dentro de ti”, la extraordinaria “Viveza” y “Te abracé una noche”, abrazadas por las cuerdas de la OFRN.
El ritual siguió se completó y potenció, con un dueto final para un “meddley” en plan de vidala que unió “Subo”, de Rolando Valladares con el tradicional “Bello jilguero”, y la repetición (fuera de programa) de “Una canción para contar”.
Finalmente, Pennisi fue el encargado de despertar, el sábado, pasiones al por mayor, con su voz prodigiosa y su aguerrida y a la vez sutil manera de pulsar su guitarras. Tanto desde su perfil melódico, en el que militan títulos como “Hoy”, “Desvío”, “Universo paralelo” o “Avanzar” como desde el folclórico, excusa perfecta para que el cantante convocara a un gran “fogón imaginario” en el que el público sumó sus voces para clásicos como “Balderrama”, “La arenosa” y “Piedra y camino”.
Punto a favor para la solidez y versatilidad de la formación orquestal como para los arreglos de Christian Zárate, que propiciaron un paso del formato de voz y guitarra al camarístico con una fluidez notable.
Una celebración de la música argentina de raíz
Con las presentaciones de Anacrusa XXI, Paola Bernal y Arroyito Dúo, el miércoles 24; y las de La Fragua, Toby Villa y el Guillo Espel Cuarteto el jueves 25, la música argentina de raíz fue protagonista excluyente en el Centro Municipal de Arte, Ciencia y Tecnología, a metros del Centro Cívico y con el Nahuel Huapi como frontera, en una muestra de riqueza, contrastes y diversidad estilística dentro de los márgenes del género folclórico.
Con José Luis Castiñeira de Dios al frente de un seleccionado de músicos integrado por Alejandro Santos en flautas y saxo, Mariano Rey en clarinete, Néstor Gómez en guitarra, Aníbal Glüzman–Becker en piano, Luis Cerávolo en batería y Marcelo Torres en bajo, Anacrusa XXI demostró la notable vigencia de la propuesta nacida cinco décadas atrás con la idea de trabajar sobre la música folclórica de Latinoamérica y la proyección de la música argentina.
La formación, en la que resaltan el virtuosismo de sus integrantes, abordó clásicos de su historia como Río Limay, Prisión y Cafulcurá, en un repertorio que también viajo por Venezuela (Galerón), el nordeste brasileño (Nordestino) y el litoral (Mamboretá), y rescató la épica de “Los capiangos”.
En un registro similar, pero con su base estética anclada en el presente inmediato, el Guillo Espel Cuarteto, integrado por Alejandro Becerra en chelo, Alejandro Guerschberg en bandoneón y Oscar Albrieu Roca en percusión, marimba y vibráfono puso su música al servicio de una travesía por diferentes regiones de la Argentina, a través de “La baguala”, de Julio Argentino Jerez; la cueca del chileno Willy Bascuñan “Voy pa’ Mendoza” y “La nochera”, clásico de clásico que ofrece en la propuesta del grupo una mirada sofisticada, desbordante de matices y sutilezas, en línea con el resto del repertorio.
A su turno, la cantante y bombista coscoína Paola Bernal repasó su álbum más reciente, “Agua de flores”, exponiendo el perfil de su propuesta, que hace pie en la música de raíz para expandirse a territorios como los del la música brasileña y el rock a través de temas como “Doble vía”, “Brilla el monte” y “Las señales”, entre otros, respaldada en la sonido de la guitarra eléctrica de Joel Costas y la acústica de Pampi Torre.
En tanto, los locales jugaron una de sus cartas con la propuesta del Villa, bandoneonista platense afincado en Río Negro, quien al frente de una formación que se completó con violín, guitarra y bombo legüero y merced a zambas, gatos y alguna huella creó un clima de peña que tuvo recompensa con un entusiasta baile colectivo, en medio de un ida y vuelta constante con el público que colmó la sala.
Formado por Nehuén Rapoport en guitarra, bajo y voz, y Victoria de la Puente en voz y percusión, el también local Arroyito Dúo hizo lo suyo presentando en sociedad las canciones de su flamante lanzamiento, “Celeste”, en el que confluyen diferentes ritmos, del tradicional norteño “El caramba” a canciones como “Escondido del valle” o “Huella perdida”, pasando por el folclore clásico de “A don Rosa Toledo”, y “Cimarrón”.
Por su parte, la combinación de desparpajo y entrega de La Fragua potenció su combo de aerófonos andinos, flauta traversa, bombos ligueros, charangos y guitarra al servicio de su mezcla de nuestro folclore con música de The Beatles y Luis Alberto Spinetta. Mención especial para el remate del set, con “With a Little Help from My Friends” como bis, con duelo de bombos legüeros incluido.
Entre sonidos sinfónicos, corales y de cámara
El capítulo de la música llamada “académica” tuvo como representantes en esta edición del FIMBA al Ensamble Vocal Áurigae, el jueves 25; la agrupación Antigua Camera de la Universidad Católica de Salta, el viernes; la Shenandoah Conservatory Symphony Orchestra, el sábado 27; y a Lorena Eckell junto al Ensamble Sur, como broche de oro.
En ese espectro, mientras el Áurigae presentó un repertorio que fue del estonio Arvo Pärt (“Solfeggio”) y el estadounidense Morten Lauridsen (“De Lux Aeterna”) a los argentinos Guillermo Giono (“La rai del guarango”) y Mario Witis (“Digo la mazamorra” - sobre letra de E. Agüero y música de P. Carabajal), abarcando un amplio panorama del Siglo XX, Antiqua Camera compensó con un programa anclado en el Siglo XVII, através de compositores como Esaias Reusner-Stanley, Jan Joseph Ignac Brentner, George Haendel y Domenico Sarri.
Entre ambos extremos, la Shenandoah, formada por 80 estudiantes de la Universidad de Música ubicada en la ciudad de Winchester, en los Estados Unidos, al mando del director venezolano Jan Wagner, ofrecieron el estreno argentino de “Bohemian Queen, concierto para trompeta y orquesta de cuerdas” de la brasileña Clarise Assad, una soberbia interpretación de la “Sinfonía N°5 en cinco movimientos para gran orquesta” de Gustav Mahler, que nada tuvo que envidiarle a muchas de las formaciones que juegan habitualmente en las grandes ligas del universo de la música académica.
En tanto Eckell, encargada de poner punto final al Festival, eligió para hacerlo las “5 piezas para dos violines y piano” de Dimitri Shistakovich (acompañada por Julia Bolonci y Benjamin Oyarzo), el “Trío en Sol Mayor ‘Gitano’”, de Joseph Haydn (con Carolina Yobanolo y Carmen Levinson) y el “Cuarteto con piano N°2 en E b Mayor Op. 87″ de Antonin Dvorak (Luis Salva, Mariano Videla y Carmen Levinson).
Tango que me hiciste bien
En el terreno de la música ciudadana, acompañado por un ensamble (otro más) de cuerdas de la OFRN, Rodolfo Mederos coronó una actuación estupenda en el Centro de Arte, sintetizando de manera notable su carácter de referencia inevitable del género con una búsqueda de nuevas formas para transmitir su discurso musical.
El bandoneonista propuso un recorrido por diferentes etapas del tango, con punto de partida y llegada en la llamada Guardia Vieja. Así, “La biblioteca” (Augusto Berto) y “El esquinazo” (Ángel Villoldo) convivieron en el fuelle de Mederos con el “Oblivion” de Ástor Piazzolla y las gardelianas “Volver” y “Por una cabeza”, entre otras, y con su “Azúcar (Candombe de la resurrección), bajo la saludable premisa de que menos es más, con la belleza como resultado.
Antes, el ensamble Patagonia Tango con el bandoneón del Fran Centanni se había despachado a lo grande con un programa con eje en el repertorio de la Orquesta de Carlos Di Sarli, como “Comme il faut”, “El recodo”, “Organito de la tarde” y “A la gran muñeca”, entre otros; mientras el dúo Los Taura, otra de las formaciones locales que protagonizaron el FIMBA 2023, dejó resonando su intenso abordaje de clásicos como “Garufa” y “Desencuentro”, entre otros.
También de tango se trató la escala en Estación Araucanía de Graciela Novellino y Mariana González, quienes junto al Ensamble Ventisquero Negro, recorrieron a sala llena un variado repertorio tanguero que hizo escala en clásicos como “Gricel” y “Uno”, de Mariano Mores; “Sur”, de Aníbal Troilo y Homero Manzi; y “Los pájaros perdidos”, de Ástor Piazzolla y Mario Trejo.
Fiesta de tambores
Como si algo le hubiera faltado el Festival, con los ecos de Mahler aún resonando en la Catedral, mientras en La Baita Pennisi promediaba su primera función, el Trepún Percusión integrado por Facundo Catalán, Carla Jensen y Antonella Lardani, miembros de la Orquesta Filarmónica de Río Negro, inauguraron la noche de percusión en el Centro Municipal de Arte, Ciencia y Tecnología de la ciudad.
Lo hicieron con cuatro obras -”Son bulerías” (Miguel Cruz), “Trio per uno” (Nebojša Zivkovic), “Afta Suba” (Mark Ford) y “Nian 3″ (Pius Chang)-, que los vieron ir del trío de cajones peruanos a la marimba, con coreografía incluida, y finalmente a los tambores, para abrir el juego de una noche distinta para el FIMBA.
Enseguida, La banda rodante se encargó de poner a bailar al público que llenó la sala mediante cuatro “movimientos” con una conducción rotativa que se manejó a través del lenguaje de señas para alternar diferentes ritmos, plan que prolongaron las integrantes de MuTa (Mujer tambor), colectivo femenino local de percusión que sumó elementos ancestrales a su performance, en un clima de fiesta que los también barilochenses Metatambó y La Nube Percusión contribuyeron a prolongar.
A modo de balance
Más allá de los números, el FIMBA se ha instalado sin duda alguna como uno de los puntos de encuentro de propuestas musicales tan disímiles como, en el fondo, complementarias. Un espacio en el que, además, el modelo sobre el que funda su funcionamiento la Filarmónica de Río Negro le permite en su carácter de anfitrión, asociarse con agilidad a diferentes propuestas.
En ese orden, el Festival también habilita a través de su programación la convivencia de nombres consagrados con otros que no lo son y con artistas de la región, en un gesto que permite la proyección de nombres locales a nuevos públicos.
Además, el Festival pone a disposición de los barilochenses o de los visitantes de la ciudad una oferta artística de alto vuelo, con ese agregado orquestal que convierte los conciertos en hechos únicos, tanto para el público, maravillosamente heterogéneo, como para sus protagonistas, en sintonía con esa diversidad. En todo caso, si se tratara de buscarle algún eslogan al encuentro, “Música sin prejuicios ni etiquetas” podría ser uno más que apropiado.
Así las cosas, con las voces del cuarto FIMBA ya apagadas, la pregunta es qué nos deparará el que viene. Será cuestión de estar atentos.
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