El otoño se hace notar por las hojas que cubren las veredas de un barrio porteño que está lejos de responder al estereotipo del “barrio porteño”. En un rincón del norte de la Ciudad de Buenos Aires, no hay tránsito enloquecido ni tampoco mucha gente caminando, apenas el paso del tren rompe la placidez del paisaje. Allí Dolores Fonzi transcurre su vida con hijos, pareja y perros, en los días previos al estreno de su primera película como directora (que además protagoniza). Recibe a Infobae Cultura y cuenta una historia del estreno de su película en el reciente Bafici: “Una madre vino y me dijo ‘A mí me toca mucho esta historia, tuve muy joven a mi hija y ahora rearmé mi familia, tengo otros hijos... Pero lo más lindo de la película es cómo te hace ver que podés ser feliz con lo que tenés’”.
Blondi, su opera prima, es una historia pequeña, de fuertes vínculos familiares a pesar de las circunstancias en que esos vínculos fueron desarrollándose. La rubia del título es madre (soltera o abandonada, no está precisado) de un adolescente (Toto Rovito, rostro ahora conocido por su participación en Argentina, 1985) con quien comparte buena parte de su vida, en una relación de compañerismo y complicidad que excede al vínculo filial. Hay, claro, más familia. Una hermana (Carla Peterson) que vive diametralmente distinto junto a su esposo (Leonardo Sbaraglia) e hijos, y una madre que aparece en el momento justo (también cómplice, soberbia Rita Cortese). Es una fotografía de un momento de vida que transcurre, no sin sobresaltos, pero claramente sin sufrimiento.
“No hay un elogio de la soledad ni del abandono, no decís ´pobre mujer’... No es una película de gente que tiene problemas. Es gente feliz. Ella tiene un hijo que es su mejor plan, sale con él a escuchar música, come, se divierte, fuma porros. Es su mundo ideal”, define la actriz, parte de una generación que cambió las cosas en el cine argentino a principios de este siglo. Como tal, ha protagonizado varias de las grandes películas del período (Plata quemada, La patota, El aura, El fondo del mar, La Cordillera entre otras) y ahora siente que ha llegado su momento. Actúa y dirige en Blondi, su gran apuesta personal de este tiempo. La metáfora de la maternidad, le sirve para graficar este tiempo que vive, cuando está a punto de estrenar su primera película como directora.
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“Yo creo que fue como un embarazo... Hay algo en un momento del embarazo en te das cuenta que vas a tener que parir, sí o sí, no te queda otra. Cuando estás embarazada, ya está y lo que se viene es... No hay salida, ese chico va a salir y punto. Con esta película, es lo mismo”, define.
—¿Cómo fue pasar del otro lado de la cámara? ¿Sentís que te graduaste?
— Siento que con la película fue algo así porque tuve un deseo y lo escribí (en realidad, lo escribimos con Laura Paredes). Desde 2017 que empezamos a escribirla. Arrancó por leer una novela de John Irving y una imagen que me inspiró. Es una novela muy larga, en donde pasan miles de cosas y una de las situaciones centrales es que la protagonista tiene un hijo y lo cría sola. Había una imagen ahí, de una madre que me gustaba trabajar, una madre con un vínculo muy horizontal con su hijo. Y a la vez, es una madre espectacular, una súper madre. Había algo en ese vínculo que me gustó y así empezamos a trabajar con Laura. En principio me imaginaba que el hijo entraba a una cárcel a buscarla. En realidad empezaba así y después se fue yendo hacia la comedia y de reírnos de las situaciones cotidianas y los vínculos. Reírnos y exponernos. Bueno, el guión se fue perfeccionando hasta que en un momento fue, bueno, “el hijo se filma y yo ¡ah!” Y lo tuve que filmar.
—Siempre despierta curiosidad cuando un actor o actriz da el paso hacia la dirección ¿Cómo lo viviste?
—Es verdad que tengo muchos rodajes encima. Me encanta. Me gusta mucho el set, trabajás y ya sabes si la luz no se qué, si estás tapando a alguien. Hay un montón de conciencia que vas adquiriendo con respecto a los rodajes. Creo que además dirigir desde la actuación, te mete dentro del juego con los actores... En principio tenés un problema menos, que es lidiar con el protagonista (risas). Porque además como actor, te autodirigis. O sea, siempre hay una mirada tuya cuando actuas sobre eso que te dicen: tenés que dirigirte a vos misma para cumplir con eso que te pidieron.
—¿Y lo disfrutaste? Dirigir una película es tener muchas cosas en la cabeza, todo el tiempo y a la vez, para tomar decisiones en cada plano y/o escena...
—Creo que, de base, las mujeres estamos acostumbradas a tener mil cosas en la cabeza a la vez. Manejamos una red de organización de agendas de todo el mundo en un hogar. Es una habilidad particular. Y dirigir es que te hagan preguntas y saber contestarlas. Todo el mundo te pregunta todo.
—La maternidad que narras en la película refleja una realidad de millones de mujeres, no solo en la Argentina ¿Lo tuviste presente?
—Sí, es una película protagonizada por mujeres, está escrita y dirigida por mí. Pero si la ves y sos padre, o fuiste padre joven, también podés identificarte con ese vínculo. Es verdad y si tengo que decir, que concretamente me inspiró mi entorno: la mayoría de mis amigas tuvieron hijos con hombres abandónicos, desaparecidos, malos, tacaños. Entonces, eso es... La realidad en la que vivimos. De ahí sale una inspiración, por supuesto. Y después podemos reírnos de eso. Leo (Sbaraglia), por ejemplo, me decía “pero no entiendo… ¿Cómo es el tipo, está enojado, es malo?” Yo le decía “Leo, es un pelotudo el tipo…Tenés que hacerlo, no pienses”. Hay un montón de tipos así. Que se ahogan un vaso de agua cuando pasa lo que pasa.
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Hay distintas variantes de sobrevivir igual a la injusticia del sistema patriarcal, porque eso igual existe, pero se puede tratar de pasarla lo mejor posible. Y que los hijos sean más compañeros de uno, que sean amigos. Estamos en un momento en el cual todo el tiempo te dicen tenés que ser infeliz con lo que tenés tenés. “Estamos re mal, todo va a ser una mierda”... Ella tiene la mejor vida posible y eso ya es un montón, es un mérito enorme. Más allá de los problemas, más allá del estrés, de las depresiones que te puede dar la vida cotidiana, la presión de la economía, ella vive, punto. Hay millones de personas así.
—La música es importante en la película y la presencia de las canciones del primer disco de Velvet Underground es permanente ¿Por qué?
—Porque es un disco emblemático en mi juventud. Fue en el momento del paso de la adolescencia a un pseudo adultez, tipo a los 19 años, donde estábamos todo el día escuchando ese disco. Ese disco y todos los derivados de Lou Reed y sus experimentaciones. De hecho en Caja Negra, la primera película que hicimos hace mil años (N. de la R.: dirigida por Luis Ortega), yo tenía veinte años. El hombre flaquito en un momento tiene una pesadilla, que está dentro de una caja negra con un agujero en la cámara y suena a todo lo que da Metal Machine Music… Volviendo a Velvet, ese disco tiene que ver con mi juventud, con ese momento de experimentación de la vida en general, del cine, de la cultura, de las ganas de ser artista.
—Entonces, ¿la música ha tenido que ver siempre con tu “método” de actuación?
—Yo preparaba los personajes con una canción por escena. Tenía tal escena y ya me había preparado con un tema. Fueron películas enteras con discos, por ejemplo La Patota es para mí Songs of Love and Hate, de Leonard Cohen. De pe a pa, o sea, cada momento, cada escena yo ya sabía en qué momento usaba cada canción. Eso es así para mí desde que estudio teatro, que tenía 19. La música siempre es un elemento conductor muy facilitador de emociones.
—Mencionaste Caja Negra, que es como un hito de un nuevo cine argentino. Vos sos claramente un emergente de esa generación. En retrospectiva ¿Estás conforme? ¿Te gusta lo que hiciste? ¿Cómo crees que te ven?
— Estoy bastante conforme, siento que a la gente que me sigue le interesa algo de lo que puedo decir. No soy mega popular, pero hace mucho tiempo que trabajo. Mi privacidad es mi privacidad, eso siempre. Y después me pueden acusar de caca, de cuca, de feminazi, de drogadicta, de todo eso. Es como en Blondi, nos reímos de eso también. Todo lo que la hermana le dice, es lo que (creo yo), cierta gente cree de mí. Y prefiero ser todo eso antes que ser una facha asquerosa de derecha o una mujer superficial total que nunca se compromete con nada. Pero eso siempre fue igual. Cuando era chica me peleaba más con esa idea porque era tipo “la rebelde”.
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