La clásica pintura del neerlandés Rembrandt La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp representa la disección de un cuerpo humano –un preso por robo a mano armada que había sido ejecutado– en la que se observa a Tulp señalando la musculatura de un brazo sin piel, para ilustración de este miembro a los asistentes a la lección. El cuadro es de 1632 y en aquella época ese tipo de intervenciones públicas (los espectadores pagaban entrada para ver el interior de los cuerpos) se realizaban muy de vez en cuando y en invierno, para que los cadáveres no se sometieran a la descomposición acelerada por el calor. A la izquierda del cirujano Tulp, se encuentra abierto el libro de anatomía más completo de la época: De humanis corpore fabrica, que quiere decir en latín: “De la estructura del cuerpo humano”.
Mutatis mutandis, la plataforma MUBI acaba de estrenar el documental francés del mismo nombre del libro, De humanis corpore fabrica, que muestra una radical lección quirúrgica y social de la anatomía de los seres humanos en nuestra época. La disección de los cuerpos vivos, que apela ya no simplemente al escalpelo, sino que enriquece las imágenes de los órganos mediante la última tecnología clínica. La actual lección de anatomía no sólo incluye instrumentos quirúrgicos que poseen cámaras microscópicas sino que también le da la voz a los trabajadores de la salud, médicos cirujanos, especialistas y enfermeros que se introducen en las vísceras vivas del cuerpo con el objetivo de la sanación.
Se trata de un viaje cinematográfico alucinante hacia la profundidad que sostiene al lector mismo de estas palabras en este momento, y de una mirada a los verdaderos obreros de la fábrica de vida que es el cuerpo. Están también los diálogos entre los médicos –alejados en gran parte a los que suceden en los quirófanos de las numerosas series hospitalarias– que dan cuenta de las reflexiones cotidianas frente al paciente anestesiado al que atienden, sobre las mujeres y los hombres en las camillas o sobre cómo el Estado exprime al personal clínico, mientras sustrae presupuestos de la salud y resta así salarios y condiciones de trabajo y existencia. Se trata de un documental extraordinario.
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Una cámara difusa filma cómo un grupo de médicos actúa sobre una mujer, que va a morir, en la Unidad de Terapia Intensiva y conversan sobre los pacientes que han pasado (“hoy uno se fue de la unidad después de 177 días, es algo realmente inusual, a lo sumo se quedan diez días en terapia intensiva”), los que vendrán (“ahora llega uno de 22 años, es una historia triste, está en cuidados paliativos, no hay otra posibilidad, va a morir”) y el entorno (“es puro azar, pero hay habitaciones que tienen más muertos que otras, como esta habitación cinco. Por eso no hay habitación 13 en terapia intensiva”).
Un hombre mayor conversa con los cirujanos mientras le realizan una operación intracraneal. “Cuando era chico me gustaba jugar al ‘mecano’”, dice el médico, “no mucho ha cambiado”. El paciente asiente.
Los conductos, los pasadizos, los intestinos a través de los cuales se desliza el instrumental médico y con él, el espectador, brindan una nueva mirada sobre este conjunto de agua, músculos, nervios y órganos que nos constituyen. Así somos, también, cuando el espejo se despliega sobre el verdadero interior –no el ‘interior’ del romanticismo o la religión, sino el del interior de la materia de la que forma parte el ser humano. Las imágenes pueden ser impresionantes, de hecho lo son, pero ya lo decían los antiguos como máxima a cumplir: “Conócete a ti mismo”. El film realizado por los directores Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor logra el cometido de que ese imperativo se cumpla, quiera o no quiera el espectador.
La película fue filmada en varios hospitales parisinos públicos, pero bien podría haber sido realizada en Buenos Aires, Tucumán, Praga o el Distrito Federal de México. El personal médico ha sido aplaudido y homenajeado durante la pandemia y el enclaustramiento en todo el mundo. Y en todo el mundo la carrera pública en los hospitales públicos se desarrolla en una constante degradación de las condiciones de trabajo; a la vez que ayudados en la sobreexplotación de sus cualidades laborales por la más alta tecnología clínica, una contradicción.
Quienes ayudan a toda la sociedad a afrontar el sufrimiento y la muerte tienden a que su conocimiento tienda a reducir la recompensa por su fuerza de trabajo. Los Estados, de manera general y mundial, parecen desconocerlos: en el film se los ve nuevamente humanizados. Este documental (que fuera exhibido en la Quinzaine de Cannes en 2022 y que cuenta con un final carnavalesco que muestra las salas de descanso de los obreros de la salud) es un homenaje al cuerpo humano, a la presencia de la muerte, a los empeñados y empeñadas médicos y enfermeros para brindar vida a la materia enferma. Y también es un reclamo para que no se denigre a estos hacedores.
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