Enviado especial - La séptima jornada del Festival de Cannes fue una de esas en que la densidad de estrellas cinematográficas por metro cuadradado alcanza cifras insospechadas.
Wes Anderson trajo al festival de la Riviera Francesa su nuevo filme Asteroid City y con él un seleccionado de celebrities difícil de reunir por cualquier otro realizador y en cualquier otra parte del planeta.
Scarlett Johansson, Tom Hanks y su esposa Rita Wilson, John Schwartzman, Jeffrey Wright, Bryan Cranston, Adrien Brody, Matt Dillon, Ruppert Friend y Maya Hawke, entre otros, desfilaron por la alfombra roja del Gran Theatre Lumiere para la premiere mundial del nuevo filme del autor de Los excéntricos Tenembaums e Isla de Perros.
Sin pasaje se quedaron Robbie Williams, Edward Norton, Steve Carell, Willem Defoe y Tilda Stwinton (también en el elenco), lo que hubiera sido un escándalo.
En esta misma jornada, el italiano Marco Bellocchio entregó un estupendo filme que no puede dejar de adquirir resonancias argentinas aunque cuenta una historia ocurrida en Italia en 1858.
Rapito es el nuevo título del realizador italiano que cuenta el secuestro (la apropiación) de un niño de siete años de una familia judía de Bologna para llevarlo al Vaticano a mediados del Siglo XIX y bajo el papado de PIo IX.
La historia, que se desarrolla a lo largo de más de 20 años se da en un particular contexto político italiano y europeo con el avance de las fuerzas liberales y la retracción de la curia romana, que se niega a abandonar el poder territorial y político que todavía conserva y concentrarse solamente en cuestiones de carácter espiritual.
Es el reinado de Pío IX -magistralmente interpretado por Paolo Pierobon- y debido a la declaración de una sirvienta que dice haber bautizado ella misma en secreto al niño cuando tenía seis meses, guardias militares del Vaticano irrumpen en la casa de la familia Morata y se llevan por orden eclesiástica de allí a Edgardo, de siete años, uno entre varios hermanos, que a partir de entonces irá a vivir al Vaticano, donde lo instruyen, le hacen profesar la fe católica y abjurar del judaísmo.
La reconstrucción histórica y el relato son perfectos de la mano de este enorme realizador y se narran, al mismo tiempo, la irreparable tragedia de esta familia judía italiana, su lucha por volver con el niño a la casa y el internado de Edgardo en el Vaticano, donde ante el estado público que asume el caso, el Papa lo toma casi como un favorito.
Aunque Bellocchio no se lo propone, la película devuelve a la mirada argentina un tema crucial en relación con la memoria reciente, vinculado con la identidad y a la apropiación de niños y bebés durante la última dictadura militar, lo que genera en un espectador de nuestro país resonancias gigantes.
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El otro filme que entró hoy en la Competencia por la Palma de Oro fue Asteroid City, tercera presencia de Wes Anderson en Cannes, que arrancó en 2012 con Moonrise Kingdom, el bello y elegante relato de amor y huida entre un niño scout y una chica de su edad, y volvió en 2021 con La crónica francesa, en un festival que padecía todavía los efectos de las medidas restrictivas del coronavirus.
En este caso, Anderson extrema los recursos del juego y la ficción, propios de su filmografía y los lleva a un estado casi absoluto, para una película rodada en España y con un trabajo de detalle llevado al máximo, que implicó el desarrollo de una maqueta digital de principio a fin de la película con los parlamentos de los actores y actrices.
Una serie de familias, entre ellas una actriz famosa con su hija, un padre recientemente viudo con sus tres niñas y las cenizas de la difunta madre que queda allí varado, un cowboy, una maestra con escolares, y militares llegan a una ciudad casi desolada en medio del desierto en la década del 50 para una convención científica de jóvenes suprainteligentes.
La particularidad de la ciudad, y de ahí su nombre, es que posee el cráter de un meteorito que quedó del pasado y tiene un observatorio astronómico, pero el poblado nunca logró desarrollarse, tiene apenas unas casas de alquiler simétricas e intercambiables, un puente a medio construir, una estación de gasolina y un taller mecánico.
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Las familias llegan y se acomodan en esta ciudad puro decorado y primero se desarrolla la competencia científica hasta que la aparición que un extraterrestre que desciende unos segundos de una nave, modifica los acontecimientos y obliga a todos a una cuarentena dictada por el gobierno de Estados Unidos.
Desde el comienzo, Asteroid City, además, se presenta como una ficción dentro de una ficción, un dramaturgo (Edward Norton) escribe una pieza que presenta un locutor televisivo (Bryan Craston) y dirige Audrey Brody.
La película está dividida en escenas y partes y, de hecho, en un momento se abre una puerta de Asteroid City y un actor ingresa al backstage de un teatro donde le pide consejo al director sobre su rol y este le contesta que, simplemente, siga sus líneas.
Es lo que hay en Asteroid City, líneas y bellos decorados, ideas inteligentes, ciertas complejidades narrativas y una aspiración poética que quizás únicamente se alcance en los diálogos entre la actriz famosa (Johansson) y el padre viudo (Schwartzman) y las fotografías que él le saca a ella ventana de por medio en dos casas similares.
Fuente: Télam
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