Meritxell Colell Aparicio cuenta una crisis de pareja en el silencio del paisaje andino

La relevante directora catalana estrena su segundo película “Dúo”, ambientada en pleno Altiplano jujeño. “Por la grandeza del cine no hacen falta palabras para que se entienda una historia”, afirma

Dúo, De Meritxell Colell

Meritxell Colell Aparicio (Barcelona, 1983) es una de las directoras españolas más relevantes del momento y con más proyección. En sus films demuestra una sensibilidad única, al unir las historias y los territorios en donde son filmadas. Este jueves estrena en las salas argentinas Dúo, que podría verse como una secuela de Con el viento (2018), su ópera prima. Sin embargo, puede disfrutarse como una película independiente: la bailarina Mónica García debe volver a la Argentina y enfrentar esas historias que dejó truncas cuando viajó a su pueblo natal en España, un año atrás.

Allí inicia un viaje al altiplano andino con su pareja profesional y sentimental, Colate (Gonzalo Cunill). Ambos visitan, en una camioneta que se convierte en su hogar y por momentos asfixia, diferentes pueblos de montaña donde ofrecen representar una pequeña obra teatral sobre los inicios de su relación de más de 25 años. En verdad, emprenden esta gira por la cordillera de los Andes en un intento de salvar la relación.

Sin embargo, allí están, aislados y a la deriva. La distancia entre ellos revela lo irreal de un anhelo que ya no existe. El paisaje, las mujeres del altiplano y la soledad profunda del matrimonio sumergen a Mónica en una mezcla de miedos, ilusiones, recuerdos y reflexiones que la devuelven a su origen, a su pueblo, a su madre, otorgándole la fuerza y el impulso para tomar su propio camino.

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Entre las reflexiones que deja el film hay sutiles críticas a la sociedad moderna, en especial al estilo de vida de las grandes metrópolis, pero también se harán planteos sobre la profesión, el arte, las relaciones amorosas, las raíces. A su vez, mezcla distintos formatos como el documental, filmaciones en Super 8, la ficción, lo performático y poético. La dualidad es el centro de la película. Un viaje del color y el calor comunitario, al frío y la soledad de dos personajes a la deriva, sacudidos por el viento.

"Dúo" relata un viaje de pareja que busca reavivar la llama del amor

A propósito de su nueva película y también de su mirada sobre el presente y futuro del cine, Infobae Cultura conversó con la directora española.

—¿Por qué decidiste retomar la historia de Mónica, la protagonista, para tu segunda ficción?

—Fue una idea que surgió al terminar de grabar mi primera película Con el viento, porque tanto Mónica García como yo nos quedamos con muchas ganas de seguir trabajando juntas y explorando un personaje que sentíamos que había quedado un poco hermético. Por otro lado, nos gustaba mucho la idea de mostrar qué pasa después de sufrir una transformación como la que sufre Mónica al volver a su pueblo natal y reencontrarse con su madre, qué pasa con la vida que dejaste en la Argentina y qué sucede con eso y de ahí surge esta película.

—¿Por qué contar este regreso a través de un viaje?

—Quería que fuera así porque cuando viajás hay un desplazamiento, te corrés de tu día a día. Lo que sucede es que tenés que confrontar con un montón de cosas que en la cotidianidad vas dejando de lado, y en un viaje de dos personas estás con el otro y nada más. Ahí es donde pueden surgir conflictos o donde la grieta se siente más grande de lo que pensabas que era y también porque una de las películas que más amo, es Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini. Entonces quería que algo de esa obra maestra estuviera ahí presente. Rossellini es un gran referente para mí.

Meritxell Colell Aparicio forma parte de una nueva generación de directoras españolas cuyo trabajo ha alcanzado en los últimos años amplia repercusión internacional

—¿Cómo decidiste que Jujuy sea el escenario natural de esta historia?

—Me gusta filmar en lugares más alejados, que no suelen ser conocidos o no son muy retratados. No por la idea de explorar, no como una aventurera que llega a un sitio desconocido, sino porque creo que son lugares que merecen ser retratados y... Jujuy es extraordinario. Lo conocí en 2006 cuando estaba estudiando en Buenos Aires y fue un viaje muy transformador para mí. Además, encajaba muy bien con la película, porque ese territorio tiene la combinación de un paisaje del altiplano, esa inmensidad donde no te queda otra que confrontar el silencio y, por lo tanto, confrontarte a ti mismo. Por otro lado, las comunidades siguen trabajando de forma asamblearia, siguen creyendo en un nosotros donde el arte forma parte de su día a día y eso me parecía una bonita contraposición con los dos protagonistas.

—Hablando del silencio, ¿por qué tiene un rol clave en la película?

—Eso llega solo, es la grandeza del cine en donde no hacen falta palabras para que se entiendan un montón de cosas. Están las miradas, los gestos, el comportamiento de los cuerpos, está la danza para intensificar eso. Tenía muchas ganas de hacer una película sobre la crisis de una pareja, donde ya no queda nada más por decir, está todo dicho. Entonces hay ese desgaste y todo se dice a través de los cuerpos.

La película también reivindica el trabajo que realizan las mujeres en las comunidades andinas

—Con el avance de las plataformas de streaming, muchas de las películas parecen elaboradas con fórmulas prefabricadas ¿Cuál es la importancia de contar historias que reflejen la identidad propia, de una manera diferente?

—Para mí, el territorio siempre es esencial y en este caso era un poco conflictuante porque vengo de España, pero lo acabe haciendo mío cuando conseguí vincularme con la cotidianidad del lugar. Al final, el campo es el campo y los campos, tanto acá como en España, están despoblados: se sufre, se resiste, se lucha y se ama. Eso es algo que me parece muy importante reivindicar, sea en el sitio que sea. Creo que ahí se puede generar algo transterritorial muy hermoso. Hay una imagen preponderante de un cine hegemónico que está gobernado por Netflix y una forma de contar historias que no es la mayoría de lo que se produce. Si uno piensa en la Argentina, se producen unas 200 películas al año y casi todas ellas son de cine independiente, hechas con amor, a pulmón, de forma artesanal, con historias singulares. Opino que tiene más que ver con la visibilidad de lo que se produce y también un poco en qué se entiende que es el cine y cómo se pone en valor un determinado cine. Es momento de determinar qué historias queremos ver como espectadores. Tengo claro que hay que seguir apostando por un mundo, donde cada territorio tenga su identidad reflejada en el cine.

Mónica García, protagonista de "Dúo"

—¿Cómo fue el rodaje?

—Fue muy especial y algo duro. Lo hicimos con un equipo reducido, éramos nueve personas detrás de cámara. Rodamos en orden cronológico, de forma en que todo lo que nos sucedía detrás de cámara lo llevábamos a la ficción, pero nos quedamos a mitad de rodaje por la pandemia y ahí tuvimos que reescribir un poco la película desde el montaje. Fue aceptar lo que teníamos de material y entender qué película podía haber ahí y trabajar, al final el montaje es escritura y una película puede ser muchas cosas.

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