El realizador Steve McQueen eligió la ciudad donde vive, Ámsterdam, como escenario y protagonista de su nuevo proyecto, el documental Ciudad ocupada, presentado esta semana en el Festival de Cannes. Dura cuatro horas y media y los críticos de Cannes lo adoraron o lo sufrieron, sin medias tientas.
El director de la oscarizada Doce años de esclavitud cuenta la historia de la Ámsterdam ocupada por los nazis sin una sola toma de archivo. En su lugar, filma a personas en sus casas y escenas por la ciudad, mientras un narrador cuenta, sin emoción, los horrores que tuvieron lugar en aquel lugar cuando los Países Bajos sufrieron una de las tasas más altas de muertes de judíos de Europa.
Gran parte de Ciudad ocupada se filmó durante el cierre de Covid, y las imágenes de tiendas tapiadas, el anuncio de un toque de queda y las protestas sirven a veces de telón de fondo a la narración de la Segunda Guerra Mundial.
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La desconexión entre pasado y presente es intencionada. “Se trata de vivir con fantasmas y de que el pasado y el presente se fundan”, declaró McQueen a la revista Variety.
Sin embargo, la larga duración del documental, al estilo de una instalación museística, hizo que varios espectadores se quedaran dormidos. Más de dos docenas de ellos se marcharon antes del intermedio de 15 minutos, y otros no volvieron para la segunda parte.
Algunos críticos elogiaron el monumental proyecto y su novedoso enfoque, y Deadline la calificó de “gran película sobre la Segunda Guerra Mundial”, mientras que otros la tacharon de “soporífera”. “La película es un suplicio, y eso se siente casi desde los primeros momentos”, dijo Variety. “Es como escuchar 150 entradas de enciclopedia seguidas. ¿Para quién pensaba McQueen que estaba haciendo esta película? Si se proyecta en los cines, parece casi diseñada para provocar paros”.
Ciudad ocupada se inspira en Atlas de una ciudad ocupada (Ámsterdam 1940-1945), un libro escrito por la historiadora Bianca Stigter, compañera de McQueen.
El cineasta británico rodó 36 horas de película para el proyecto a lo largo de tres años. “No se trataba de querer hacer algo largo”, dijo en una entrevista con IndieWire. “Era un caso de querer hacer algo bien”.
“Por mucho que trate del pasado, esta película es extremadamente sobre el presente”, dijo además McQueen. “Por desgracia, parece que nunca aprendemos del pasado. Las cosas nos superan”, dijo, refiriéndose al auge de la extrema derecha en los tiempos modernos.
Ciudad ocupada detalla cómo se desarrolló la ocupación nazi, puerta a puerta, nombre a nombre. Stigter y McQueen han investigado su propia dirección: unas puertas más abajo, cuenta McQueen, un judío escondido se pagaba el sustento enseñando a tocar el piano al hijo de una familia. Sus lecciones se impartían en voz baja dando golpecitos en la mesa.
La película muestra escenas como la de una anciana que escucha música country en un complejo de apartamentos donde, según nos cuentan, una familia fue detenida y enviada a un campo de concentración; o una radio que hace sonar a Bob Marley en un parque donde un oficial alemán residió en las casas de los alrededores; o un niño que juega a un videojuego de realidad virtual donde tuvo lugar una ejecución. “Es casi como si una vez existiera este lugar llamado Tierra”, dice McQueen en una entrevista que dio a la agencia AP junto a Stigter.
Puede resultar difícil conciliar esos relatos con las imágenes que los acompañan, que captan la armonía cívica en la Ámsterdam moderna. Aunque Ciudad ocupada, financiada y distribuida por la productora A24 (la misma de la película Todo en todas partes al mismo tiempo y la serie Euphoria, entre otras), menciona monumentos y museos del Holocausto, sus imágenes se centran sobre todo en la próspera vida de una ciudad. El filme invita al espectador a considerar la distancia, a veces difícil de comprender, entre uno de los capítulos más oscuros de la historia y el presente. Se trata de recordar y olvidar.
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“Quieres despertar a la gente y al mismo tiempo llevarla contigo” –dice McQueen, un expatriado británico que ha hecho de Ámsterdam su hogar adoptivo con Stigter y sus hijos–. El presente borra la historia. Llegará un momento en que no habrá nadie que conozca a ciertas personas. Es una especie de eco de lo que está ocurriendo con la Segunda Guerra Mundial. No hay mucha gente que pueda testificar sobre lo que ocurrió en aquella época. Todos han fallecido. Esta película, en cierto modo, está erigiendo esos recuerdos de otra manera”.
McQueen está actualmente en fase de posproducción de una película más tradicional sobre la Segunda Guerra Mundial ambientada en Londres: Blitz, para Apple, protagonizada por Saoirse Ronan. Aunque en muchos sentidos McQueen es uno de los cineastas activos más ferozmente contemporáneos, la historia ha animado profundamente gran parte de su obra. 12 años de esclavitud se sumerge en los Estados Unidos de la época de la esclavitud. Su antología de cinco películas Small Axe” abarca generaciones de inmigrantes antillanos en Londres. Ha dramatizado la huelga de hambre irlandesa de 1981 (Hunger) y, más recientemente, la tragedia de la Torre Grenfell (Grenfell), en la que murieron 72 personas.
“Creo que grabar es muy importante. Ser testigo es muy importante. No mirar hacia otro lado es muy importante”, afirma el realizador. “Lo poderoso del cine es un público y una comunidad presenciando algo juntos. No hay nada más especial, no hay nada más poderoso que tener este tipo de testimonio comunitario de algo”.
A su vez, Stigter considera que Ciudad ocupada no es una lección de historia, sino “una experiencia”. “Tu cerebro está programado para encajar, para juntar lo que oyes y lo que ves”, dice. “Aquí, a veces es difícil encontrar ese vínculo. Y a veces lo encuentras”.
La duración del documental, que se representa con un intermedio, incita a la reflexión. Según McQueen, pasar de la narración a las imágenes y viceversa forma parte de la experiencia. En todo caso, preferiría que fuera más larga: “Hay una versión de 36 horas. Rodamos todo lo que hay en el libro. Quizá algún día tenga la oportunidad de mostrarla. El método real de rodaje fue más o menos ese. Sólo tienes que dejar que ocurra”. “Lo ordinario se convierte en extraordinario”, añade. “A medida que te haces mayor, te das cuenta de que las pequeñas cosas de la vida son los tesoros. Hay un valor. Hay un valor en sentarse a tomar una taza de té con una galleta. Lo tomaré cualquier día”.
En el contexto de tales horrores, algunas escenas, como la de un niño y una niña besándose suavemente, se vuelven “monumentales”, dice Stigter. Los fantasmas están por todas partes, se reconozcan o no. En la película, Ámsterdam también está literalmente ocupada: personas haciendo delivery, otras paseando en bicicleta y, la mayoría de las veces, al teléfono. “Dios mío”, suspira McQueen, sacudiendo la cabeza. “Ahí está en blanco y negro, aunque sea en color”.
Stigter y McQueen hicieron Ciudad ocupada durante la pandemia, así que también muestra las oleadas de COVID-19, desde el encierro hasta las protestas por las vacunas y las fiestas, una vez más, en la calle. Se pasa rápidamente de otra agitación. Otras pérdidas van y vienen. La película está dedicada al padre de Stigter, fallecido hace año y medio.
“Intentas aferrarte a las cosas, pero siempre se te escapan. Es como esta película. Después de cuatro horas y 22 minutos, está acabada”, dice McQueen. “Quiero que esta película sea como tirar una piedra a un estanque. El efecto dominó posterior, cómo entra en la vida cotidiana del espectador, eso es lo que espero”.
Fuentes: AP y AFP
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