“Esta conversación debió haber tenido lugar en mayo de 2021. De verdad. ¿Y sabes una cosa? No nos morimos nada. Aquí estamos. Estoy absolutamente feliz y, agrego, aliviado de poder tocar en la Argentina finalmente”, dice Jaime Roos una mañana de otoño en Buenos Aires y Montevideo, en las semanas previas a su show del sábado 10 de junio en el estadio Luna Park. Será el primero en ocho años en la capital argentina, y se completará más adelante con presentaciones en Santa Fe (ATE Casa España, 27 de junio), Rosario (Teatro El Círculo, 29 de junio) y Córdoba (Plaza de la Música, 1 de julio). “Es un público muy especial para mí. Argentina es el país fuera del propio, en donde he recibido más afecto y más respeto a través de diferentes décadas”, confiesa el músico a Infobae Cultura en su habitual tono grave pero nada serio y/o formal, inevitablemente uruguayo.
Hablar con Jaime Roos, sea en la circunstancia que sea -sobremesa con amigos y familiares, diálogo al costado del escenario, encuentro en un estudio de grabación o, como en este caso, entrevista promocional por videollamada- permite abarcar una buena cantidad de cuestiones propias del artista y su obra (inmensa, multicolor, rica en grandes canciones y discos) y al mismo tiempo, repasar otras más llanas, cotidianas, de las que apasionan a argentinos y uruguayos por igual. Y de todas ellas, “la más importante de las cosas menos importantes”: el fútbol. El hombre que bautizó al que tal vez sea el mejor disco de su historia con la palabra Mediocampo y posó para esa tapa con la camiseta de su equipo de toda la vida, Fénix, es un apasionado conversador de fútbol.
Frente al comentario de un lío de circunstancia en un día cualquiera, parte de la realidad del fútbol argentino, el autor de “Durazno y Convención”, “Cometa de la farola” y “Brindis por Pierrot” (la lista podría extenderse más de lo tolerable para este párrafo), responde pícaro: “Loco ¡son campeones del mundo!¿De qué me estás hablando? Ustedes tienen cuatro años de estado de gracia...”
Inevitable arrancar la conversación hablando del mundial y el triunfo de la selección argentina en Qatar 2022. “Debo decirte que eran el mejor equipo del mundo, aunque han tenido equipos en los papeles mucho mejores que estos”, comienza el fino analista futbolero que se camufla detrás del músico popular. “Cuando le ganaron a Brasil en la Copa América. Dije “vi al mejor equipo de fútbol”. Digamos, el equipo que yo creí que jugaba mejor al fútbol en ese momento a nivel mundial. O sea, Argentina era mi candidato futbolístico para el mundial”, concede.
Cómo será el show en Buenos Aires
Jaime Roos presentará en Argentina algo bastante parecido al espectáculo Mediosiglo que, luego de la detención obligada por la pandemia, le permitió colmar en dos funciones el estadio Centenario de Montevideo en 2021 y 2022. Después de tanta expectativa acumulada y sucesivas cancelaciones y postergaciones, esos shows fueron una especie de catarsis de público y artista en el reencuentro y, también, como definió el periodista Rodrigo Guerra del diario El País, “una verdadera masterclass de música uruguaya”. Rock, jazz, tango, milonga, murga y candombe. “Todo junto”, dice Roos. Con “una filarmónica popular de 22 integrantes”, detalla.
“Si bien el espectáculo es parecido al Medio siglo, no es lo mismo. Pero está, digamos, en la misma línea. Es la misma banda, con un repertorio retrospectivo. Esto es importante decirlo: no hay canciones nuevas. Esta temporada de conciertos se trata de hacerle un cierre en vivo a un proyecto discográfico”, afirma.
Es decir, estos shows vienen a cerrar una de etapa de vida signada por profundos cambios personales, una prolongada ausencia de los escenarios y el monumental trabajo de puesta en valor de su discografía. Eso es el proyecto Obra completa: la reedición de 13 discos (10 de estudio más otros en vivo y de rarezas, que abarcan el brillante período 1977-1994). Todo sucedió no sin dificultades, y no solo por la pandemia. Otras cuestiones más prosaicas, contractuales y económicas para más detalles, no han permitido que este show histórico no tenga el rodaje deseado, según cuenta.
“En todo 2022 solo pudimos tocar 2 noches… Ensayamos dos años para tocar una vez en 2021 y dos veces en 2022. Era necesario agregarle un año más a esta gira, porque habíamos quedado mal. Son 20 conciertos programados entre Uruguay y Argentina”, informa Roos sobre la gira que abarcará todo 2023 y, allí sí, cerrará una etapa de memoria y balance.
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El disco fallido en Nashville
Antes de llegar a Buenos Aires, previo paso por Montevideo y más ensayos, Roos pasó una buena temporada en Estados Unidos por turismo, cuestiones personales y otras musicales que, como todo buen artista discreto, prefiere no detallar. El paso por Nashville, la ciudad de la música en el país del Norte, allí donde vivió una de las peores experiencias de su historia profesional (a fines de los 80, fue a grabar un disco que se suponía iba a proyectar su nombre al gran mercado global, cosa que finalmente no sucedió), invita a iniciar el diálogo.
—Estuviste en Nashville, más de 30 años después de aquella grabación fallida ¿Cómo encontraste la ciudad, mejor, peor, igual?
— Igual... Es música, música y más música. No existe un boliche donde no haya música en vivo. ¿Es una ciudad, se puede decir, del interior? Digamos que lo es. Pero bueno, es importante en el sudoeste de Estados Unidos. Está llena de edificios nuevos, claro... Pero la esencia es la misma: “Music City”. Los músicos la conocen como “Guitar Town”. El pueblo de la guitarra, ahí están los mejores guitarristas de Estados Unidos.
— Allí viviste una experiencia que no terminó bien, digamos...
—Terminó mal. Me fui al aeropuerto, sin avisar. Me estuvieron buscando unos 10 días más o menos (risas) hasta que... Hablé por teléfono con un amigo que tenía allá y le dije “bueno, listo, me fui” Conocía de lejos la mala experiencia de Spinetta en Los Ángeles (N. de la R: se refiere a la grabación del disco en inglés Only love can sustain, en 1979), también tiempo creo que le había pasado algo así a Gilberto Gil... Los tipos querían tener control sobre mi música. Y curiosamente empezaron a grabar conmigo sin haber firmado contrato. Pero era bueno el acuerdo inicial y las perspectivas eran las mejores.
Tenían unas estadísticas en donde les surgía que la población latina de Estados Unidos iba a detonar. Cosa que efectivamente sucedió, por cierto. Entonces, decidieron empezar a hacer producciones “hispánicas”. Así lo llamaban ellos. No decían “latin”, decían “hispánica”. Y este proyecto fue el primero para una compañía grande en su rama estadounidense, no latina. Iba a ser conmigo y con dos artistas hispanoparlantes de Texas. Yo era el único internacional, si se quiere. A través de amigos músicos me contactaron. Me dijeron que les gustaba mucho mi música, me pusieron un director musical que era el tecladista de Stevie Winwood y Joe Cocker, era todo muy serio.
—¿Entonces?
—Todo fantástico. Pero lo único que querían era que yo dejara grababa a mi voz, que me fuera y ellos armaban el disco. Me lo dijo en la cara el productor: “andate tranquilo, ahora que tenemos este mundo digital nosotros ponemos el estribillo con la introducción, hacemos todo”. El tipo no se estaba dando cuenta que estaba diciéndome lo peor.
—Hoy a la distancia e incluso después de haber vuelto al lugar de los hechos ¿Cómo ves todo aquello?
—Fue una muy buena experiencia, pero con respecto a mi propio álbum fue un desastre. Busqué un abogado especializado en temas musicales y me dicen “además es músico, toca con Neil Young en Crazy Horse. Se llama Vito Toledo”. Pero ese era su nombre artístico. Resulta que el tipo se llamaba algo así como James Hutchinson.... Y luego me di cuenta que ese tipo era muy amigo del productor y que me estaban haciendo tremenda cama para que yo firmara cualquier cosa. Así que de un momento para el otro, me fui al aeropuerto. Me llevé a un DAT donde había hecho una premezcla de la canción “Lo que no te dí”, que luego salió en un disco mío de rarities que se llama El Puente y que es lo único que se rescató de aquella grabación de Nashville.
Pero bueno, como experiencia, te cuento que... Fue multicolor (risas).
El proyecto “Obra Completa”
—Yendo a Obra Completa ¿De dónde vino todo esto hacer una retrospectiva de todas tus grabaciones?
—Todo fue un efecto dominó. En 2014 estaba quemado del escenario (empleo esa palabra, “quemado”, no se me ocurre otra mejor). No estaba quemado del escenario como el lugar donde se hace el espectáculo, único momento de gratificación. Sino de absolutamente de todo lo demás: producción y logística de un espectáculo que está en gira permanente. Yo ya tenía 60 años de edad. Hubo una serie de cambios en mi vida. El más importante, bueno... No quiero entrar en lo personal. Pero bueno, hubo una serie de cambios importantes en mi vida y tomé conciencia que mi obra, y digo mi querida obra porque... Para un artista, en este caso, un músico, sus discos son como hijos. Entonces, me di cuenta que estaba todo desparramado, que los álbumes originales estaban discontinuados, que se podían encontrar absolutamente todas las grabaciones en internet pero haciendo una búsqueda digna de un musicólogo. Estaban a la venta un par de álbumes con grandes éxitos. Pero bueno, eso añadía sabor amargo.
Entonces me propuse, junto con el sello Bizarro que estuvo de acuerdo, llevar adelante el proyecto llamado Obra completa. Me imaginé que en un año iba a estar listo: se trataba de publicar en una misma colección los discos con su repertorio original, con su arte original, etc. No me imaginaba en lo que me estaba metiendo. Había cintas deterioradas, casi arruinadas, el arte original perdido, fotos originales perdidas, la tipografía de los discos estaba discontinuada. Fue un trabajo de arqueología y luego de restauración, remasterización, rediseño, nuevas notas para cada uno de los discos contando que era lo que pasaba en el momento que se hacía.
O sea, fue un proyecto muy serio que me terminó llevando cuatro años y medio. Mirá que no me lo esperé, me llevo puesto. Y en ese momento, mientras iba finalizando esta publicación que fue hecha por entregas, la presión del público comenzó a ser cada vez mayor para que volviera a tocar en vivo. Sorprendentemente había una nueva generación, no solo de músicos sino de una audiencia menor de 35 años ponele, que nunca me había visto tocar. De repente se encontraban con canciones que les gustaban mucho. En algunos casos había jóvenes que realmente se fanatizaban con lo que estaban escuchando. Para mí fue una enorme alegría, como te podrás imaginar. Era tipo: “Bueno, ¿cuando vas a tocar? No te hagas rogar ¿Qué te pasa?”
Yo tenía ganas de empezar a hacer canciones nuevas luego de tantos años, por el sencillo motivo que siento cosas inéditas dentro de mí. Pienso que vale la pena zambullirse de vuelta en algún nuevo proyecto discográfico, pero bueno, debo decirte que 9 de cada 10 personas lo que quería era escuchar esas canciones.
—Mientras hacía este trabajo de rescate y puesta en valor ¿Te sorprendiste o, cuál sería la palabra… ¿Dijiste “guau, yo hice todo esto? ¿O lo tenías todo en el disco rígido de tu memoria?
—Seguramente estaba guardado. pero bueno, estaba perdido. Lo que sentí fue lo primero que decís. Sentí una sorpresa... No, sorpresa no… No sé como decirlo. Me sorprendió cuánta energía, cuánto dolor y cuánta euforia había impregnada en esa obra. Cuando te digo dolor es que siempre hacer un viaje al pasado, es doloroso. No se lo recomiendo a nadie. Mi madre un día me dijo “nunca mires para atrás”. Me llevó mucho tiempo comprender lo que decía. Me di cuenta que siempre fui un escudo humano de mi propia obra. Tuve que ponerle el pecho a las balas para que quedara a salvo de todas las inclemencias de la vida y para que pudiera llegar a destino. Detrás de cada uno de esos discos hay, por un lado, anécdotas. Pero por otro lado, también hay historias tremendas.
—Que nunca conoceremos.
—Cosas increíbles (risas). Desde el punto de vista artístico tuve una sensación ambigua. Había días en que me ponían a masterizar canciones y decía “yo nunca voy a poder hacer algo mejor que esto. Esto es insuperable”. Al día siguiente agarraba otros temas y decía: “¡Pero está todo mal! Tengo que corregir esta frase, arruiné la canción con esta frase”. Por una cosa o por otra, en cierta forma tuve que ponerme una coraza y concluir “déjalo ser, esto es como es, lo insuperable es lo insuperable, lo espantoso es lo espantoso”. Ok, vamos a tratar de presentarlo de la mejor manera para que quede bonita la colección y listo. Fue, efectivamente, un viaje complicado.
—Y cómo te llevas con eso que inevitablemente sucede en un show tuyo: tenés que tocar “Durazno y Convención”, tenés que tocar “Los Futuros Murguistas” y así otras varias más ¿Te llevas bien? ¿En algún momento te llevaste mal?
—Es comprensible que un artista se empache con sus éxitos, puesto que llega un momento que tiene que repetirlos en forma mecánica. En mi caso, por suerte, eso no sucedió. Quizás pasó con un par de temas que prefiero no nombrar, pero en términos generales me llevo bien con las canciones más populares. Seguramente, porque desarrollé un método, por decirlo de una manera. Desarrollé, diría, un mecanismo psicológico a través del cual cada vez que canto una canción trato de meterme adentro de ella y revivirla. Esto no es ninguna novedad, me imagino que muchos hacen lo mismo. Pero lo hago desde lo más profundo. Muchas veces he cantado “Durazno y Convención” intentando recordar el olor del pasto del campito donde jugaba la pelota. Esto es tal cual que lo estoy contando. Seguramente un actor va a decir “bueno, eso es Stanislavski puro”... Hubo una cosa que me llamó la atención de Piazzolla una vez: él dijo “Adiós Nonino es mi canción favorita porque es la mejor”. Entonces me dije “bien, le gusta tocar ‘Adiós Nonino’”.
—¿Y cuál es tu mejor canción?
—Depende del día.
—Bueno ¿ahora, cuál es?
—Mirá, hay una especie de núcleo. Yo lo imagino más bien como una meseta en donde conviven pacíficamente las canciones que yo considero que son las más logradas. Y algunas de esas, están entre las más populares. Otras no. Otras son de las que se llaman escondidas. Canciones como “Milonga de Gauna” o “Goodbye”, en términos generales son desconocidas por el gran público. Sin embargo, en mi escala son canciones que considero perfectas ¿Por qué? Porque no les sacaría ni les pondría ni una palabra ni una nota más o menos. Bueno, están incluidas en este espectáculo.
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—Es tema recurrente, de un tiempo a esta parte, la comparación entre Argentina y Uruguay en términos de calidad de vida, situación económica, oportunidades, estabilidad, convivencia democrática ¿Cómo lo ves?
—Desde hace mucho tiempo... Y mucho tiempo para un tipo de mi edad son décadas (risas), vengo diciendo que el Río de la Plata es una sola región. Una sola zona dividida en dos países. Pero que a nivel cultural, a nivel sensible, incluso a nivel de su relación histórica, somos de la familia. No nos pasa esto a los uruguayos con Brasil, a Argentina no le pasa con Chile (hablando de países limítrofes). Entonces, bueno, debo decirte que… Si bien no empleo la palabra país, argentinos y uruguayos pertenecemos a una misma región que se llama Río de la Plata, que para mí funciona como si fuera un país. Sin ir más lejos mi mujer es argentina y no tengo que explicarle nada. En Uruguay se mueve como si se moviera en territorio argentino. Yo cuando voy a Argentina me muevo como si estuviera en territorio uruguayo. Mucho de esto lo aprendí cuando me fui a mediados de los 70 a vivir a París y me di cuenta que el 80% de mis amigos eran argentinos. Porque no había nada que explicar.
—Desde Argentina pareciera haber, por momentos, una cierta idealización de la vida en Uruguay ¿Por qué crees que sucede esto?
—Esto que me estás preguntando a mí, es algo que se tienen que preguntar ustedes mismos (risas). Pero si sé, me doy cuenta, que hay en este momento una idealización de nuestro país por parte de los argentinos que están, como es sabido, en un momento de crisis. Lo que te quiero decir es… Nosotros tenemos problemas muy serios también. Lo que pasa es que en este momento histórico, los problemas de ustedes son más grandes que los nuestros (en términos generales, me refiero). Entonces, sos vos quien tiene que decirme por qué nos ven así.
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