Israel Adrián Caetano incursiona en el teatro con una adaptación de Horacio Quiroga

El cineasta uruguayo dirige una adaptación de “La gallina degollada” en la Comedia Nacional de Uruguay, a estrenarse en junio. “El desafío es generar la demencia que él plantea en el cuento”, afirma

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El director Israel Adrián Caetano
El director Israel Adrián Caetano estrenará su primera obra de teatro en junio de 2023

Israel Adrián Caetano es uno de los directores más destacados del cine argentino (si bien es uruguayo de nacimiento). Responsable de clásicos como Pizza, birra, faso, Un oso rojo, Crónica de una fuga o series cómo Tumberos, El marginal, Puerta 7 o Apache, la vida de Carlos Tévez, con su impronta marcó una nueva manera de filmar y contar historias. Así se convirtió en uno de los más relevantes representantes de lo que se conoció a partir de los años 90 como el “nuevo cine argentino”. En los últimos años, Caetano volvió a vivir a Uruguay, más precisamente desde el comienzo de la pandemia. Allí rodó Togo, su primera película íntegramente uruguaya producida para plataformas digitales.

Ahora, realizará su primera experiencia como director teatral con una adaptación de “La gallina degollada”, el cuento del dramaturgo y escritor Horacio Quiroga. Se trata de una producción de la Comedia Nacional del Uruguay y se estrenará el 17 de junio en la sala Zavala Muñiz del Teatro Solís de Montevideo.

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El cuento se centra en la historia del matrimonio Mazzini - Ferraz que parece estar maldito, ya que sus cuatro hijos varones, al llegar al año y medio, sufren convulsiones que los dejan muy disminuidos mentalmente y con una virtualmente nula capacidad de razonar. El quinto hijo, una niña, nace y crece sin mayores problemas; pero un día los hermanos quedan obnubilados al ver como una gallina es degollada y este hecho desata de manera imprevisible una tragedia.

Caetano ya había intentado adaptar
Caetano ya había intentado adaptar "La gallina degollada" al lenguaje audiovisual en 2002

Infobae Cultura dialogó con Israel Adrián Caetano sobre esta nueva experiencia artística y la actualidad de la industria audiovisual. “Estoy contento, es algo raro y nuevo, pero, por otro lado, tengo una libertad que hacía rato no sentía, algo que no me daba tanto el audiovisual, que siento que se fue encorsetando”, afirma en esta conversación.

—¿Cómo se inició este proyecto teatral?

—Cuando era chico, a Quiroga lo enseñaban desde el primario. Los cuentos eran terribles y justo el de “La gallina degollada” era el más tremendo, ya que está todo el tiempo en el límite de la discriminación. Quiroga tiene una crueldad a la hora de relatar, cuando se refiere a niños y a estos niños que tienen esa discapacidad intelectual, es mucho más tremendo. Pero siempre me llamó la atención ese cuento, había escrito la adaptación primero en forma de largometraje y la moví siempre en Uruguay, en el Instituto Cine y en los fondos que daban para poder desarrollar proyectos y nunca gané.

Cada vez que lo presentaba causaba un poco de espanto por montones de razones, porque era un cuento cruel o los productores no le veían la beta comercial, es algo con lo que uno siempre tiene que luchar. Desde La Comedia Nacional, que es como el Teatro San Martín o el Cervantes de Buenos Aires, me hicieron una propuesta de dirigir una obra de teatro y me dije ‘voy a despuntar el vicio con esto que tenía armado de Horacio Quiroga’ y lo que hice fue adaptar el guión a un libreto teatral.

—¿Qué desafíos diferentes encontraste?

—Para mí significa un gran desafío y ojalá esté a la altura. El teatro es más verdadero, es más difícil generar sentimientos, sensaciones o estados de ánimo. En el cine, aunque parezca mentira, es mucho más ficción; porque uno filma, recorta, no tiene a la persona ahí en vivo. Tenés más elementos de manipulación, o sea, tenés, la música, los encuadres, los movimientos de cámara; acá todo sucede en vivo, ahí cerca de donde estás vos. Tiene algo muy verdadero en tiempo real, como si fuera un plano secuencia.

"Quiroga tiene una crueldad a
"Quiroga tiene una crueldad a la hora de relatar, cuando se refiere a niños y a estos niños que tienen esa discapacidad intelectual, es mucho más tremendo", dice Caetano

—¿Cómo pensaste la adaptación?

—Tuve que llevar mucho a la acción, pasar de lo visual a lo real. Además, la sala donde nos presentamos es pequeña, para 150 personas, y los actores estarán muy cerca de los espectadores. Eso le da algo interesante porque el terror es mucho más palpable. Es una obra donde el espectador parece estar todo el tiempo en peligro. Cuando era chico me daba miedo cuando iba al teatro, que un personaje me pudiera hablar o me pudiera tocar. Más de adolescente, me acuerdo de que iba al Parakultural o a Cemento donde estaba Urdapilleta o Batato que se metían con el público y ese vértigo me parece muy divertido, cosa que en el cine estás más a resguardo.

Por otro lado, el guión es muy fidedigno del cuento. Me gusta mucho Quiroga por los universos que crea, no siento que sea un virtuoso de la literatura, pero a veces no tiene que ver todo con la forma de escribir, sino con el impacto que sugiere. El desafío era generar esa demencia que él plantea en el cuento. Esta familia que tiene estos hijos con discapacidad y que está todo el tiempo teniendo un hijo y tras otro hasta que consiguen a esa hija neurotípica. Es algo bastante cruel de parte de los padres. Pienso que también hay una proyección a nosotros como sociedad desde esa exclusión constante que tenemos. Hay una tendencia más a excluir que a incluir, como un triunfo casi darwiniano y súper cruel de que la supervivencia la tenga el más fuerte. La obra tiene vigencia en su metamensaje. El desprecio por el débil, el abandono hacia aquella persona que no puede sobrevivir por sí sola.

Horacio Quiroga (1878-1937), definido alguna
Horacio Quiroga (1878-1937), definido alguna vez como "el mejor escritor uruguayo de la literatura argentina"

—¿Con qué equipo trabajaste?

—El elenco es el estable de La Comedia Nacional, pero como la obra también contempla niños y no hay niños en el elenco, tuvimos que hacer un casting. Hice la adaptación del guión cinematográfico al libreto teatral, la puesta en escena y la dirección. Tuve asesoramiento de Roberto Suárez, que es un dramaturgo uruguayo súper reconocido, un tipo que viene del teatro independiente con mucha cabeza; y de Gabriel Calderón, un loco que también tiene una formación de teatro independiente y que ahora está hasta al frente de la Comedia Nacional.

Allá por el 2001- 2002, había intentado hacer algo con Quiroga, pero todavía su obra no era de dominio público. Eso pasó tipo en 2007. Era un proyecto para TV Pública, me junté con los apoderados de la familia y pagarles los derechos era imposible, era muy caro, así que lo abandoné. A mí me gusta mucho el terror y Quiroga fue un tipo que me marcó en el imaginario. Me metí en el cine para hacer películas de terror y estoy despuntando un vicio, sacándome una asignatura pendiente que tenía con el teatro.

Caetano volvió a vivir a
Caetano volvió a vivir a su país de nacimiento, Uruguay, al comienzo de la pandemia, en 2020

—¿Por qué decidiste volver a vivir a Uruguay?

—Hace rato que estoy en Uruguay, la pandemia me trajo para acá. Estoy instalado laboralmente desde hace cuatro años, lo último que había hecho en la Argentina era Puerta 7, para Netflix, y tenía un par de proyectos en desarrollo con los que estaba muy entusiasmado, pero la pandemia dio por tierra con todo. Me vine para acá porque había solo dos países en Latinoamérica donde se podía filmar, que eran Uruguay y México. Aproveché un poco el sano vínculo que tengo con Netflix, les propuse hacer una película acá y ellos estuvieron buena onda. Realizamos Togo una película de muy bajo presupuesto y después nada más, hace rato que no tengo ninguna propuesta laboral en Argentina. Era medio pesado estar allá pagando impuestos por no laburar y económicamente empecé a pasarla realmente mal.

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—Este año se cumplen 25 años del estreno de Pizza, birra, faso, que filmaste con Bruno Stagnaro y fue considerada como fundadora del llamado “Nuevo Cine Argentino” ¿Cómo ves esa película a la distancia en el tiempo?

— En su momento ha tenido diversas miradas, más equivocadas, otras menos antropológicas, más turísticas; pero siempre fue algo que nos queda cerca y nos sigue quedando cada vez más cerca. La realidad es bastante cíclica. Nunca dejaron de haber esas tribus urbanas como las de la película. Se habrán invisibilizado más, habrán mermado en algún momento, pero nunca dejó de haber gente en situación marginal. Como espectador de cine nacional, a mí siempre me gustaron las historias que me cuentan algo diferente que el cine que se consume en otros países. Y hay una reticencia a esas historias.

Si bien tuvimos El marginal, Tumberos en su momento o El Apache, series que tuvieron éxito por sí solas, no hubo alguien que apostara por eso a priori. El marginal es una serie hija de los subsidios que daba el gobierno en algún momento, Apache fue un emprendimiento privado de la empresa Torneos y Tumberos fue una producción de Marcelo Tinelli. No veo una iniciativa de parte de las plataformas por apostar en este tipo de contenidos, creo que siguen siendo emprendimientos independientes que después muestran una beta comercial y las compran. Hoy hay una crisis que amerita ser retratada, no es la misma crisis que hubo en el 2001 y tampoco la del 89.

"Pizza birra faso", primer impacto
"Pizza birra faso", primer impacto de Caetano y película fundacional del llamado "nuevo cine argentino" de fines del siglo XX

—¿Cómo ves la actualidad del cine en la Argentina?

Antes el INCAA estaba más presente apoyando los proyectos más independientes, pero la verdad es que las últimas gestiones fueron un desastre. Todo lo que nos pasa económicamente repercute y siempre lo primero que se recorta es la cultura, desgraciadamente sucede eso. Mi carrera la hice en la Argentina, amo filmar allá y quisiera volver, pero hoy, salvo que tengas una plataforma atrás, es súper difícil. Es una pena porque todo el “mainstream” que hay o que hubo hasta hace un tiempo en Argentina vino del cine independiente, o sea, el semillero siempre fue independiente. Hoy los nuevos directores están viendo como meterse en el mundo de las plataformas, que es bastante meritocrático y difícil. Es muy complicado sin un instituto de cine presente y sin una política cultural poder desarrollar nuevos talentos.

Extraño mucho filmar en Argentina, cuatro años sin filmar allá para mí es un montón. La situación económica hace que armar un presupuesto sea complicado, ya que a los cuatro meses sale un 40% más, es imposible hacer planes. Sin embargo, la creatividad que tenemos en la Argentina es a prueba de balas. En el momento de crisis más grande de los últimos 15 años, hay una película que compitió en los Oscar y salimos campeones del mundo. Hay una resiliencia muy fuerte y me parece admirable y creo que eso no se le va a ir nunca. Somos una cantera inacabable de historias, de formas de filmar, en Argentina tenés directores y trabajadores de la industria de primer nivel.

"Togo" es la última película
"Togo" es la última película de Adrián Caetano que se puede ver en Netflix

—Con el avance de las plataformas, ¿qué creés que sucederá con las salas de cine?

—El cine fue golpeado y hoy a la gente le da pereza ir a las salas. Antes era mucho más sencillo. Vos salías, ibas al cine de tu barrio, sacabas la entrada y entrabas. Hoy tenés que subir cuatro pisos por un shopping, hacer cola, comprar pochoclos... El cine se ha convertido en una experiencia mucho más fría. Ni hablar de la oferta de películas. La sala de cine es algo más conveniente a los productores o a los distribuidores. Estoy seguro de que si hubiera más salas, la gente iría más al cine, pero la oferta es la que va condicionando el consumo.

Si vos tenés ganas de ver una película francesa o italiana, tenés que hacer malabares para encontrarla; me acuerdo de que antes había cineclubes por doquier. Pasa un poco con el cine de los festivales, estamos muy desactualizados y no hay mucha democracia a la hora de la oferta, no hay algo heterogéneo y ecléctico que uno pueda elegir. Es una pena porque estamos consumiendo contenidos que son casi seriados. Es difícil encontrar en la oferta del mainstream algo diferente.

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