La reina de Turdera es una obra de teatro que se escribió mientras esperaba colectivos y trenes y entre mate dulce y charla con mi nona, Teresina. La reina de Turdera es un domingo cuando, con un café y un cuadradito de pasta frola, te pones con alguien de la familia a mirar las fotos de cámara de rollo, con el álbum de folios Kodak naranja con gente de gorra siendo feliz, y volves a mirar y a recordar y a vivir esos momentos.
La reina de Turdera nació para que no me olvide, nació para condensar en 50 minutos toda una vida vivida junto a mi nona, siempre yo desde la casa de atrás, chusmeando qué iba a comer desde una ventanita del pasillo de entrada y dejándome mojar el pan en la salsa de olla gigante.
La nona siempre me contó sus historias, su vida en Italia, en Dipignano, de la guerra, cómo era su pueblo, su dialecto, el cual dejó de hablar cuando mi nono murió. Siempre me contó de la familia que nunca conocí, de sus hermanas y hermanos, de su mamá, de su nona y su nono. En realidad, sí los conocí, a través de ella, de sus fotos, de sus cartas.
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La nona hablaba mucho y sus relatos eran himnos que nos sabíamos de memoria: cómo llego de Italia a Lomas de Zamora; el barco; cómo conoció a Mafalda, otra Italiana con otro futuro marido ferroviario que se iba justo a vivir a Banfield y desde ese momento se convirtieron en mejor amigas; cómo mi nono llegó tarde a buscarla al puerto; cómo era su casa en Lomas, cómo construyó la casa en Turdera; su amor perdido; sus hijas, que son mis tías; su hijo, que es mi papá; y nosotros y nosotras, las nietas y nietos y los bisnietos y la bisnieta. La nona repetía las historias para no olvidarse y, en cierto punto, para que al aprenderla nosotras, nunca se olviden.
Mi nona es la memoria familiar. Siempre sabía todos los cumpleaños y el día del santo, llevaba la cuenta de cuántos días y meses y años hacía que vivía en Turdera y había dejado Italia. Siempre se acordaba de todo. Llamaba a la tanada con la tarjeta telefónica internacional que le compraba en la librería.
¿Cómo podía contar la historia de mi nona? ¿Cómo hacer para no olvidármelas si ella ya no me las puede contar? ¿Cómo esas historias que viví de ficción se pueden volver reales?
Así llega el teatro, un oficio pasional que hizo que encuentre la manera.
Y como no puedo negar que, como buena nacida en los 90, llevo conmigo esa nostalgia analógica, le sumo también muchas horas de filmación con una handy que compré por el marketplace de Facebook. En vez de contar, filmé. Lo filmé todo. Filmé a la nona en su casa, en su naturaleza, en su silla de plástico de jardín que tiene adentro del living, que es el trono que la corona como reina de su barrio, de mi barrio, de Turdera.
Con todas esas historias contadas por ella, con todo lo que pude condensar, que es hablar de mí, de la historia familiar, de la inmigración, de una mujer poderosa, fuerte, postergada, que es hablar de los deseos, de los sueños, de los milagros que suceden entre dos mujeres barriendo una vereda, es que se construye la obra teatral.
La reina de Turdera es una obra con ruido de poner la mesa, de chicharra de verano, del camión que compra chaperíos y lavarropas viejos, es olor a comida, es disfrutar de comer sin culpa, es actuar con mi nona una y muchas veces. Es seguir conociendo mi historia y conocer los recuerdos de muchas de las personas que vienen a verla. Es seguir conociendo a Teresina como mujer, no solo como mi nona.
Gracias a la ayuda de Juan Mako, quien colaboró artísticamente en la dramaturgia y dirección de la obra, encontramos que la mejor manera de contar esta historia en el festejo del cumpleaños de mi nona.
Una cosa importante, antes de seguir, es que sepan que la nona pidió morir a los 60 años, se lo pidió a la virgencita que está en la catedral de Lomas de Zamora, y de rodillas. Pero parece que el mensaje llegó con un delay de más de treinta años. Es decir, que cada año la nona se quejaba de que seguía acá en el suelo de los mortales y no en el paraíso que tanto deseaba.
Esto se convirtió en un gran chiste familiar, chiste que se resaltaba en cada reunión del 31 de enero a la noche, cada Navidad, cada cumpleaños. Así que ese festejo, contradictoriamente lleno de vida y de muerte, es lo que enmarca la obra.
Con María Fernanda López, una gran amiga cuya abuela era amiga de mi nona, fue que empezamos a tener jornadas de filmación a la nona, en las que ella, Teresina, empezaba diciendo que no sabía qué decir, y cuando prendíamos la cámara, teníamos que pararla para cambiar las memorias y las baterías porque no daban abasto.
Hernán Balestra, con quien literalmente actúo en la obra, es quien se encargó de toda la edición de ese material. Además de la edición, es el operador de video durante la obra, por eso es quien me hace actuar con mi nona todas las funciones. Marisol Martínez, una compañera y técnica increíble es quien diseñó las luces. Sol Soto construyó la escenografía y todos los detalles de la casa de nona.
Laura Gabian, mi amiga de la escuela y de mi vida, y quien ha recibido para muchos cumpleaños toallas con puntillas tejidas por la nona, es quien se encarga del diseño gráfico, y Santiago Miniño, mi compañero de amor, es quien realiza y revisa conmigo material que edita para redes sociales.
Como ven, La reina de Turdera es un cumpleaños, con amigues y familia.
Está construida por personas que conocen desde adentro a la nona, su casa, sus comidas, sus abrazos, su tonada, sus ojos de mar.
* La reina de Turdera se presenta los domingos de mayo y junio a las 18 hs. en el Abasto Social Club (Yatay 666, C.A.B.A.) con torta, café y caramelos de praliné al final de la función.
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