El 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron días que quedarán marcados en la memoria de la historia argentina. El Presidente Fernando De La Rúa anunció el Estado de Sitio y detonó un estallido social y una multitud llenó la Plaza de Mayo con la insignia de “Que se vayan todos”. A la vez, las fuerzas de seguridad iniciaron una fuerte represión, donde hasta las Madres de la Plaza fueron golpeadas. Durante la mañana del 20, siguieron las concentraciones en todo el país. Al atardecer, renunció el presidente y hubo un saldo de la represión de esos dos días de 39 víctimas y centenares de heridos.
Los responsables políticos y materiales de esa brutal represión y de los asesinatos ocurridos en las inmediaciones a Plaza de Mayo fueron a juicio 15 años más tarde. Durante el proceso judicial, el físico Rodolfo “Willy” Pregliasco fue convocado para reconstruir los hechos con las imágenes de diversas fuentes (fotografías de cronistas y videos de cámaras de seguridad de la Policía Federal, señales de televisión y documentalistas) y determinar las circunstancias de cada uno de los crímenes.
El documental Maelström 2001 sigue el trabajo del investigador del CONICET en la Comisión Nacional de Energía Atómica y plasma el proceso que realizó para reconstruir la represión policial durante la protesta social. Inspirado por el cuento de Edgar Allan Poe Un descenso al Maelström, Pregliasco creó el panóptico, un programa que ordena espacial y temporalmente el caos de imágenes producidas esas jornadas. El panóptico permitió, a lo largo del juicio, ubicar a las víctimas y los testigos, y relacionar las órdenes policiales transmitidas por radio para reconstruir los días de represión policial más sangrienta de la democracia argentina.
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Infobae Cultura entrevistó a Juan Pollio, director de la película, sobre el proceso de producción de este film que docimenta un juicio muy poco conocido en su desarrollo y veredicto.
—¿Cómo surgió la idea de realizar este documental?
—Dirijo hace algunos años películas para CONICET Audiovisual, que es la productora del Consejo donde hacemos programas de divulgación científica para la televisión, ya sea series o unitarios. En esta oportunidad, me convocaron para un proyecto para divulgar el Programa Nacional de Ciencia y Justicia, que lo que hace es vincular a investigadores de las más diversas disciplinas con causas judiciales o con el sistema judicial y ver qué tipo de aporte pueden hacer desde su conocimiento. En general, son peritajes para causas que van desde lo más diverso, desde contaminación ambiental hasta falsificación de obras de arte.
Con ese disparador, empezamos a hacer entrevistas e investigar y conocimos a Rodolfo “Willy” Pregliasco, que es un físico forense, y nos contó del trabajo que había hecho en el peritaje de las imágenes del juicio por la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. A medida que conocimos más, tenía todas las características para que se transforme en una película en sí misma, le veíamos potencial. Empezamos una gran etapa de investigación viendo cómo funcionaba el panóptico, que es la herramienta que él hizo, leyendo todos los informes que eran muy extensos y estudiando la causa judicial, que sólo la sentencia tiene como 3.600 páginas, más todo el material audiovisual que había de registro de todas las audiencias.
—¿Qué recorte decidieron hacer de esas trágicas jornadas?
—Obviamente era mucho material. Pero cuando me empecé a vincular con el caso y entrevistamos a Willy, empezamos a darle forma. Me parecía interesante contar que hubo un juicio y cómo se pudo reconstruir con estas herramientas de la ciencia, momentos que estaban muy desordenados en las imágenes de archivo. Además, queríamos mostrar a Pregliasco que fue una figura central sobre la cual se encabalgan el resto de las pruebas, ya sean las radios de la policía, las órdenes escritas y los testimonios de las personas. Ese panóptico que hizo fue como la columna vertebral sobre la que en el juicio se apoyó.
Nuestras claves fueron reconstruir con la mayor claridad y el mayor detalle posible qué eran las herramientas que nos proporcionaba el juicio, las diferentes pruebas y el peritaje. Armar ese collage entre la reconstrucción audiovisual de ese día, el peritaje, las herramientas que usó Pregliasco y los testimonios del juicio. Queríamos mostrar por qué esa violencia policial se había desarrollado y no se habría podido contener nunca e intervenir con entrevistas a familiares de víctimas para devolverle el espesor a las imágenes que, con el tiempo, se vuelven como superficiales y que reconozcamos a los otros como personas que estuvieron ahí y poder generar cierta empatía.
—¿Por qué crees que es una película necesaria?
—Porque había un juicio del cual se sabía muy poco, en general, todos los que participaron lo toman como un hito, poniéndolo al nivel de los juicios de lesa humanidad, ya que no hay antecedentes a nivel regional de condenas a funcionarios políticos por represiones en manifestaciones populares, donde las condenas fueron las más altas posibles. Además, la película habla de la imposibilidad de reconstruir todo, aunque sea un hecho tan masivo. Hay imágenes, pero no todo se filma y siempre hay un hueco.
Entonces, hay cosas que no se pueden reconstruir y por ejemplo, los que mataron a Carlos Almirón, Gustavo Benedetto, Diego Lamagna, Alberto Márquez y Gastón Riva nunca se pudieron determinar y estaban ahí dentro de esos policías. La idea fue construir un documento histórico que quedará para poderle volver a hacer preguntas y generar otros materiales a futuro, que esté vivo. También, mostrar cómo Pregliasco, que es un hombre que se formó en la física, encontró la manera más pragmática de contribuir con la sociedad de la forma que a él le parecía más justa o más cercana, con sus herramientas.
—¿Cómo fue el trabajo con los familiares?
—Fue muy conmovedor hacerles las entrevistas, que nos contaran sus historias. Pensar que las contaron un montón de veces, pero son parte de su vida y de su lucha para obtener justicia. A la vez, fue difícil para ellos porque también hay momentos en donde nos decían que querían olvidarse de lo que había pasado. Hablamos mucho antes, buscamos un lugar donde se sintieran cómodos y que fuese una charla fluida, que nos contaran lo que quisieran y poder reconstruir momentos de su vida con las fotografías que tenían y darles libertad para que pudieran también crear con sus recuerdos. Conocer sus historias de por qué habían ido: que fue por qué la crisis los golpeaba, porque tenían a alguien que la estaba pasando mal o porque solo vieron una imagen que los conmovió y querían ir a manifestarse de forma tranquila. El desafío fue construir eso con empatía, devolviéndole esa temporalidad a las imágenes.
—¿Qué devoluciones estuvieron con las primeras proyecciones?
—El estreno mundial fue en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Fue muy gratificante para un proyecto de CONICET Documental, nunca habíamos producido una película y menos estrenada en un festival tan importante. La gente salió muy conmovida. Es una película que te deja indemne y era un poco lo que buscábamos, generar empatía con los otros. El documental tiene un montón de material que está bueno volver a poner en circulación, ya que no sé cuánto más iba a existir si no se ponía en una película, el juicio está grabado en DVD, incluso las imágenes de archivo de ese día muchas ya se perdieron, o sólo permanecen en digitalizaciones malas y los tapes no existen más. Fue un momento bisagra en la historia argentina y se va perdiendo con el tiempo. En relación con el público y a la experiencia, siempre genera muchas preguntas, muchos ida y vuelta cuando terminan las funciones.
* Maelström 2001, de Juan Pollio se estrena este jueves en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, CABA)
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