León Ferrari, un infierno (encantador) en el Bellas Artes

Por los 2000, León Ferrari envió, junto a otros artistas, una carta al Vaticano. La idea era pedir que se derogue el infierno bíblico, que se pusiera fin a la tortura después de la muerte, ya que desde la sede del cristianismo apostólico y romano se rechazaba, en declaraciones públicas, todo tipo tortura en la Tierra.

Ese pequeño gesto, dotado de lógica pero también con una dosis de humor, podría reconocerse como uno más en la vasta obra de Ferrari, aunque sintetiza una constante que en Recurrencias, su primera exhibición antológica en el Museo Nacional de Bellas Artes, se presenta en los cuatro núcleos que la componen: el infierno, en realidad, reina en el plano de lo físico.

En el Pabellón de exposiciones temporarias se presentan 250 piezas del artista que al momento de su muerte, de la que el próximo 25 de julio se cumplirá una década, era de acuerdo a The New York Times uno de los cinco artistas plásticos más provocadores e importantes del mundo. La muestra conecta obras realizadas entre 1960 y 2011 a través de dibujos, tintas, collages, grabados, objetos, heliografías, planos, videos, maquetas y una cerámica.

La exposición no busca recorrer toda su obra, ni tampoco un greatest hits (aunque los hay), siquiera respeta una linealidad temporal, sino que ingresa en “los temas que León retomaba circularmente”, debido a que “no era un artista que cerraba etapas y nunca más volvía eso, sino que había problemas transversales que recorrieron toda su vida”, explica Andrés Duprat, director del museo y junto a Cecilia Rabossi, a cargo de la curaduría.

“Paradójicamente nunca había tenido una muestra individual en el Bellas Artes y nos parecía una omisión demasiado ruidosa. Ferrari es un artista muy prolífico, entonces no era fácil marcar los ítems y los núcleos que queríamos abordar. Por suerte había existido la retrospectiva que hizo Andrea Giunta en el Centro Cultural Recoleta en 2004, una muestra realmente abarcativa, entonces nos liberaba de la necesidad de hacer una y podíamos concentrarnos en ciertos puntos que nos interesaba de la producción”, agregó Duprat, quien conoció a Ferrari a fines de los 90 y en 1999 organizó una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, que por entonces dirigía.

Ferrari integra el panteón de los grandes artistas del país. Y no lo hace sólo por los temas en los que ingresó, por haber dotado su quehacer artístico de utilidad, con la crítica a las instituciones y por caracter transitivo a la sociedad, sino también por cómo lo desarrolló.

En ese sentido, Ferrari fue (es) un artista universal, una categoría que alcanzan más bien poquísimos, y en eso radica parte del magnetismo encantador de una obra que genera diferentes capas de lectura. Se puede estar frente a una pieza y, más allá de lo evidente, ingresar en debates interminables sobre nuevos significados.

León Ferrari fue un maestro para crear artilugios plenos de simbolismos, y así su trabajo se vuelve infinito, aunque él así no lo creyera, y con eso logró, algo que también poquísimos pueden, contestar para qué sirve el arte, y en varios niveles.

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A la vez lo hizo sin renunciar a un principio estético fundamental: su trabajo es bello, es equilibrado aún en su caos, y resulta conmovedor porque en la denuncia más cruel puede generar empatía. León Ferrari puso toda su humanidad, a toda la Humanidad como la conocemos, en una sartén, en un tablero de ajedrez, en un collage, incluso en sus piezas abstractas con metales que se entrecruzan. Y la muestra logra reflejarlo ya que se presenta accesible para el público que no conoce su trabajo en profundidad, a través de una puesta armónica con una buena distribución en el espacio.

Sin colocar referencias directas, Recurrencias ingresa en la órbita de las muestras de Ferrari que despertaron rechazo a la curia y fueron atacadas por miembros de grupos ultra-religiosos. No hay referencias a lo sucedido en 2004 en el Centro Cultural Recoleta, con la gran retrospectiva que recorría 50 años de producción en alrededor de 70 obras, y que tuvo un alcance mediático (y judicial) sin precedentes, cuando fanáticos ingresaron a la sala para romper obras, realizaron misas durante 40 días, se juntaron a rezar frente a la entrada del espacio y pidieron la clausura de la muestra, con un histórico fallo que avaló la censura, aunque después la causa fue reabierta.

También se presentan piezas de Infiernos e idolatrías, realizada en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) en 2000, que recibió también ataques de ultracatólicos y que tuvo desde una carta de repudio del entonces Cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, que la condenaba como “blasfema” a manifestaciones en la puerta, y una bomba de estruendo y olor dentro de la sala.

Desde el museo nacional expresaron que la muestra no busca ser una retrospectiva, ya que se le realizó la del Recoleta, y en un punto eso les otorgó la flexibilidad para encarar el legado de Ferrari desde estas recurrencias, y por ende permitirse los saltos temporales y, de la misma manera, no tener que centrarse en una mirada historiográfica. Es una decisión que, en año electoral y con el crecimiento de voces conservadoras, tiene bastante sentido común, aunque quizá y solo quizá las obras están protegidas por cajas de cristal para evitar alguna posibilidad de vandalismo.

Sin ir mucho más atrás en el tiempo, la muestra celebratoria de Ferrari por sus 100 años en 2020 que se presentó en el Reino Sofía, España, contó con una presentación de clausura por parte de la asociación Abogados Cristianos alegando “que va en contra del propio código deontológico de los museos”. No prosperó.

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En el país, en marzo de 2023, en la exhibición 8M Manifiestos Visuales, organizada dentro de la Universidad Nacional de Cuyo, la obra El velorio de la cruz, realizada por la artista plástica Cristina Pérez, fue el objeto del odio para un grupo religioso que ingresó al lugar y que luego de rezar en latín e invocar un “exorcismo”, procedieron a destrozarla. Recemos para que eventos de tal magnitud no sucedan.

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Recurrencias está compuesta por cuatro núcleos: Abstracciones; La civilización occidental y cristiana, Infiernos y otras cuestiones devotas, y Ciudades y arquitecturas de la locura.

Desde el pasillo de ingreso, con la sala Guerrico a la derecha, se puede observar a lo lejos la emblemática La civilización occidental y cristiana dando la bienvenida, una pieza “realizada en 1965 para el Premio Di Tella, ocasión en que fue censurada por motivos religiosos”, comenta Rabossi a Infobae Cultura.

“Es una obra que surge durante la guerra de Vietnam, un conflicto bélico que fue televisado y que expuso los horrores de la guerra frente a los ojos de todo la sociedad. Entonces, a partir de allí empieza toda su producción más política”, agrega. En este núcleo incluye Manuscritos, Palabras ajenas (1967), Nosotros no sabíamos (1976), Nunca más y Mimetismos e infiernos.

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“León vuelve a trabajar el tema de las atrocidades en diferentes momentos. Por ejemplo, en Palabras ajenas o Nosotros no sabíamos, obras del ‘76 que desconocíamos su existencia, que son recortes de diarios en lo que ya los medios reflejaban lo que estaba sucediendo a cuenta gotas, lo que la censura dejaba pasar”, dice Rabossi, o las “tapas de los 30 fascículos que sacó Página/12 junto con Eudeba a los 10 años de la entrega de la investigación de la Conadep”.

Si bien la exhibición debía ser inaugurada en 2020, la pandemia pospuso hasta el 2023 el evento. En el mientras tanto, se le realizaron homenajes tanto en el Reina Sofía, como en el parisino Centro Pompidou y los Países Bajos. Quiso el destino que debido a esta situación, la muestra, que cuenta con el apoyo de la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA), se realizara en los 40 años del regreso de la democracia.

“Las obras que hizo a partir de esos relatos de sobrevivientes de la dictadura son un ingreso para que la gente joven, que no conoce su obra, pueda abordarla en el contexto de la celebración de los 40 años de democracia”, dice Duprat sobre la obra del artista que tuvo un hijo desaparecido durante la dictadura.

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En el tercer eje, Infiernos y otras cuestiones devotas, repasa su mirada a partir de los textos y la iconografía cristiana, su investigación de la violencia de ciertos pasajes de la Biblia, y sus cuestionamientos a la idea del Infierno y su representación en la historia del arte.

“Trabaja los infiernos representados a través de los grandes maestros de la historia del arte y fusiona la belleza y la majestuosidad al servicio de la ilustración de la tortura eterna. Primero realiza los experimentos de los pájaros, y en otras ocasiones tensiona con hechos históricos como el Holocausto o distintas guerras. Hay muchas obras que estuvieron presentes en la del ICI del 2000, donde somete a santos y cristos de yeso a infiernos domésticos”, dice Rabossi sobre series como La Basílica, Paraherejes, La Biblia, Proyecto contra el Infierno y Relectura de la Biblia.

En Ciudades y arquitecturas de la locura se hace hincapié en su trabajo en el exilio, en Brasil desde el ‘76, a partir de “planos de ciertos espacios urbanos sobre arquitecturas que reflejan ese caos y esa locura de todo lo que él llevaba a cuestas al momento de exiliarse e ir a vivir a otra metrópolis”, comenta Rabossi.

Allí, experimentó con nuevos medios, como heliografía, sellos, planos, Letraset, video texto, arte correo, expresiones con las que manifestó la enajenación de esos espacios habitables y expuso la opresión de los terribles años de la dictadura.

“Para la Bienal de San Pablo del ‘83 presenta el Proyecto Espada de Jehová, y a partir de documentos fotográficos y los guiones, pudimos reconstruir el orden entonces de la obra que realiza en una computadora, que en ese momento era una experimentación muy temprana, porque otra característica de su trabajo es que siempre experimentaba, aún cuando ya era un artista consagrado. Brasil significó además del exilio, la oportunidad para una dedicación exclusiva al arte”, cuenta la curadora.

Además, en la sala, se proyecta de forma continua el documental Civilización (2012), dirigido por Rubén Guzmán, que recorre las ideas del artista y su producción a través de material de archivo inédito, entrevistas exclusivas y el registro audiovisual de Ferrari mientras realiza una obra original especialmente para este filme. Como parte de la muestra, también se exhibe la escultura lúdica Berimbau al aire libre, en los jardines detrás del edificio del Museo.

Finalmente, en el segundo piso y hasta el 28 de mayo se puede visitar Fotografías de Augusto Ferrari en la colección del Bellas Artes, la muestra que el Museo dedica a la obra del pintor, arquitecto y fotógrafo nacido en Italia, y padre de León.

*”León Ferrari. Recurrencias” podrá visitarse hasta el 13 de agosto de 2023 en el Pabellón de exposiciones temporarias del Museo, de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita (Av. del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires).

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