El insólito concierto de Bill Evans en San Nicolás, en los años 70, ahora es película

Mariano Galperín lleva el episodio a la ficción en “Bill 79″, un relato bello y melancólico que emparenta la oscura vida de un genio del jazz, con la densa atmósfera de los años de la dictadura militar

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Trailer de "Bill 79", de Mariano Galperín

¿Y cómo habrá llegado a tocar uno de los más grandes pianistas de jazz de todos los tiempos en una ciudad de la provincia de Buenos Aires? Encima, ante un auditorio más dispuesto a admirar a las aspirantes de un concurso de belleza –quienes lo precedían en el escenario– que a su mismísimo trío? Sucedió un año antes de su muerte, además.

Lo mismo debe haberse preguntado el tal pianista, junto al contrabajista, el baterista y la productora del músico, que llegaron a San Nicolás un 25 de septiembre de 1979 para brindar el concierto para el que habían sido contratados. ¿El músico? Ni más ni menos que Bill Evans, a quien unos cuantos conocedores del jazz no dudan en definir como “el más grande” pianistas del género y no dudan al decirlo. Evans ya había tocado en la Argentina en 1973 y se disponía a hacerlo durante el oscuro 1979 nuevamente, en el teatro Ópera de Buenos Aires; en el Municipal, de la citada ciudad del norte bonaerense; en El Círculo de Rosario. y en el San Martín, otra vez en Buenos Aires. El misterio es por qué en San Nicolás, y qué había sucedido en ese concierto.

El jueves se estrenó el film Bill 79, que retoma la investigación periodística sobre ese acontecimiento olvidado en las páginas de la historia del jazz –que realizó para La Nación el periodista Joaquín Sánchez Mariño en una excelente crónica– y la reconstruye en material cinematográfico de la mano del director Mariano Galperín. Se trata de una película extraña, bella y melancólica, tal como debe haber sido esa visita de un día a San Nicolás, en la que el trío conducido por Bill Evans fungió como banda soporte de la Reina y de las Princesas de la Primavera local.

Bill Evans, interpretado por Diego
Bill Evans, interpretado por Diego Gentile, fue uno de los grandes del jazz

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El estilo de Bill Evans revolucionó al jazz para siempre, y le valió desde entonces la marca del “genio” adonde fuera. Su estilo se caracterizó (o caracteriza, ya que en discos o plataformas se lo puede escuchar hoy, como si tocara en vivo) por la armonía sofisticada que logra mediante un deslizar de sus dedos sobre las teclas que producen notas expresivas, influenciadas (dicen los expertos) en el impresionismo de Debussy y Ravel y atravesadas por la tradición del jazz, desde el swing hasta el bebop. Fue un referente del jazz modal, que se basa en escalas o modos en lugar de acordes para crear una atmósfera sonora. También experimentó con la grabación de pistas de piano superpuestas, creando efectos polifónicos. Esa forma de tocar renovó el formato del trío de piano, dándole más libertad al contrabajo y la batería, creando una conversación musical entre los tres instrumentos. Miles Davis lo eligió para tocar el piano en su mítico Kind of blue, y fue el único músico blanco en ese disco.

Si bien se podría decir que la infancia de Bill Evans fue musical e impulsada por una madre de ascendencia ucraniana e hija de mineros (pianista aficionada que le dio sus primeras lecciones), también se puede decir que estuvo signada por la violencia de un padre alcohólico que lo marcaría para siempre. Evans nació el 16 de agosto de 1929 en Plainfield, Nueva Jersey. También aprendió a tocar la flauta y el violín durante su niñez, luego estudió música en la secundaria y participó en varias bandas y orquestas. También tocaba el boogie-woogie y el jazz en bailes y fiestas locales. Se graduó en música y educación musical en la Universidad del Sureste de Louisiana en 1950: en ese espacio perfeccionó su técnica y amplió sus conocimientos de armonía, contrapunto y composición, a la vez que se interesó por la música clásica europea, especialmente por el impresionismo de Debussy y Ravel.

María Bellati le da vida
María Bellati le da vida a la productora Helen Keane

Pero decíamos que Harry, el padre de Bill y Harry Jr., su hermano, marcaría profundamente sus destinos. Su alcoholismo iba de la mano de la ludopatía y el caer ena una deuda familiar tras otra y, por lo tanto, un deterioro no sólo psicológico sino material que descargaba sobre sus hijos mediante golpes. Quizás esto haya influido a que Bill se retrajera en el estudio musical y en la construcción de un estilo musical tan personal e íntimo; así como en la personalidad rebelde de Harry Junior, que lo acompañó durante toda su carrera como manager y persona de confianza hasta su muerte por suicidio en julio de 1979, diagnosticado como esquizofrénico. Unos pocos meses después Bill Evans se presentó en San Nicolás.

Antes de eso, en 1970, Elaine, esposa de Bill Evans, se había suicidado tirándose a las vías del subterráneo en Nueva York. El pianista había comenzado a consumir heroína durante la década del cincuenta e incursionó a principios de los años setenta en la cocaína. La maravilla de su talento convivía con esas tragedias cotidianas. Hasta que en septiembre de 1979 sucedió una suspensión, digamos, de la historia, y se produjo ese inimaginable concierto en San Nicolás.

Fotograma de "Bill 79", de
Fotograma de "Bill 79", de Mariano Galperín, estreno de esta semana

La muy buena película de Galperín retrata los hechos que condujeron a Bill Evans al escenario del Teatro Municipal de San Nicolás, con un elenco de actores argentinos hablando inglés, lo que imprime al film un extrañamiento quizás similar al que sintieron Evans, la productora Helen Keane, el baterista Joe LaBarbera y el contrabajista Marc Johnson al llegar a un lugar en el que el jazz era un portal que disfrutaban minorías de minorías.

Sin perder el humor –sobre todo con la composición del personaje del organizador del concierto, que se torna en una presencia pesada, insistente en modular un spanglish más confuso que conducente y fanfarrón sobre amistades célebres imaginarias– la película muestra a un Bill Evans (Diego Gentili) atravesando el misterio de la existencia, en la que San Nicolás es una baldosa más. Mientras Keane (Marina Bellati) se exaspera, la calma –acompañada por un prolijo estuche con una jeringa, una aguja y un encendedor– lo envuelve.

Con una economía muy bien distribuida de recursos narrativos, el director logra llevar a la actualidad de su relato a los espectros del hermano del pianista (Walter Jacob) y su esposa (Julia Martínez Rubio) que también ronda a la muerte, y del mismo modo introduce al fantasma realmente existente de la represión de la dictadura a la atmósfera del film. Un joven de San Nicolás, probablemente el único fan de Evans en la región, lo guía por las calles vacías para culminar la noche en la casa de su abuela, entre empanadas, Chivas y peleas de box. El momento más intenso y hermoso de la película se logra con el inesperado encuentro en camarines entre el pianista y las princesas de la primavera, que logran establecer un breve momento mágico de felicidad.

El elenco se completa con
El elenco se completa con Marcelo Xicarts, Walter Jacob, Alejandro Jovic, Guido Botto, Paco Gorriz, Julia Martinez Rubio y Elvira Onetto

Menos de un año después, Bill Evans sufría dolores estomacales insoportables, y el 8 de septiembre de 1980 fue trasladado al hospital Mount Sinaí de Nueva York. Le fue detectada una úlcera perforada que le produjo una hemorragia interior, que se sumaba a la cirrosis hepática fruto del abuso de drogas y alcohol. Se le hicieron transfusiones de sangre, pero la situación no mejoró. Murió el 15 de septiembre. Había grabado cincuenta y un discos y ganado seis premios Emmy. Había sido un genio del jazz. También había tocado en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, Argentina.

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