Cuando a Martin Scorsese le preguntaron hace unos meses qué serie estaba viendo en ese momento sorprendió con su respuesta: “Vi la otra noche Derry girls”, lo que generó aplausos y exclamaciones en la platea. Él con su puño en alto y una sonrisa cómplice agregó: “¡Esas monjas!”, algo que promovió más risas y más aplausos para cerrar ese momento desconcertante. Nadie podía creer que uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos hubiera mencionado una serie alternativa irlandesa entre sus preferidas.
Ahora ¿Qué tienen esas chicas de Derry y esas monjas para haber cautivado la atención de Scorsese? Tienen mucho, de interesante, de peculiar, de divertido y también de trágico, porque Derry Girls transcurre en la mencionada ciudad de Irlanda del Norte, una de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido. Allí es donde ocurrió, en 1972, el llamado “Domingo sangriento”, cuando el ejército británico arremetió contra una manifestación de civiles católicos que pedían la liberación de presos políticos.
Es oportuno recordar que en la década del 70 el conflicto entre los republicanos, quienes pedían su independencia del Imperio, y los unionistas, quienes preferían seguir bajo su amparo, estaba en el momento de mayor agitación. Los atentados, la violencia en las calles, los enfrentamientos, las discusiones políticas eran parte de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad y este hecho, que luego fue inmortalizado y conocido en el mundo por la canción de U2 “Sunday Bloody Sunday”, no hizo más que agudizar esas diferencias y que muchos jóvenes encontraran en la organización paramilitar IRA (Ejército Republicano Irlandés) un espacio para luchar por su libertad.
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Aunque la serie esté ambientada en la década del 90 y aunque se trate de una comedia, Derry Girls está atravesada por la historia política y social del lugar. Entre otras cosas, porque su autora Lisa McGee fue una adolescente que vivió en esa ciudad y en esa década, antes de mudarse a Londres. Hacia allí fue para intentar cumplir su sueño de convertirse en guionista y directora de teatro, cine y luego televisión. Muchas de las situaciones que se ven en la serie son parte de su experiencia personal.
Muchas veces se asocia, a pesar de sus diferencias y características específicas, la historia de Irlanda del Norte y el IRA, con lo ocurrido en España durante el accionar de la ETA, sigla que significa País Vasco y Libertad en euskera (vasco). El idioma fue prohibido por Franco y solo se sostuvo por la tradición oral de las familias, que la consideraban su lengua de origen, incluso por sobre el castellano impuesto en las escuelas.
En este sentido, en el año 2020, HBO estrenó la serie española Patria, basada en un auténtico best seller, la novela homónima de Fernando Aramburu. Una historia que cuenta el destino trágico de dos familias amigas, luego separadas por las diferencias ideológicas y sus consecuencias violentas, a lo largo de varias décadas de atentados terroristas y de hechos que aún no han sido resueltos. De este modo, Patria está narrada como un drama, como el drama político, social y familiar que vivió España ante la amenaza permanente del accionar terrorista de la ETA, sobre todo desde la década del 80 hasta el cese de su actividad armada en 2011.
La ficción de Aramburu fue una audacia, los acontecimientos estaban demasiado frescos cuando se publicó la novela en 2016. Ante la explosión de las producciones audiovisuales en el mundo, parecía una obviedad la propuesta para una adaptación. Pero tampoco había pasado demasiado tiempo como para llevar esta historia a una audiencia global y masiva; por eso, dar ese paso a la transposición del libro fue de una valentía aún mayor. Así que puede entenderse a Derry girls directamente como una verdadera osadía: en 2018, a través de Channel 4, se veía en los hogares del Reino Unido esta serie con tono comedia, en donde se narran algunos de los episodios más dolorosos de las últimas décadas en Irlanda del Norte.
El comienzo es bastante elocuente. En una sola secuencia con algunas tomas aéreas, nos ubica en tiempo y espacio: un camión del ejército con uniformados avanza por una ruta, pasa por delante de tres jóvenes que grafitean el cartel de bienvenida a la ciudad. Ellos tachan con aerosol la primera parte del nombre, originalmente denominada Londonderry. Por eso los republicanos -como esos jóvenes- prefieren llamarla Derry, y dejar atrás la ligazón con el Imperio británico. Mientras tanto, en off se escucha a una de las protagonistas explicar esta diferencia ideológica y suena “Dreams” de The Cranberries. Esta introducción es una primera confesión y ambienta el conflicto de vivir en una pequeña ciudad donde “todos conocen a todos, todos saben todo de todos”.
Su creadora, la mencionada Lisa McGee, hace un planteo bastante sencillo: cuatro amigas adolescentes asisten a un colegio de monjas y allí viven lo que muchos adolescentes en cualquier lugar del mundo porque, ya se sabe, la adolescencia parece ser ese momento en la vida donde los conflictos suelen repetirse generación tras generación, sin demasiadas variantes. El primer amor, la idealización de ese amor, la amistad como refugio, el despertar sexual, el interés por una vocación, la intolerancia en las familias, las instituciones canalizadoras de la rebeldía. Sin embargo, más allá de estas generalizaciones, cada generación tuvo y tiene sus propias problemáticas y en cada región su particularidad.
En este caso, muchas de esas características distintivas están dadas por los personajes secundarios. Algunos están trabajados con más profundidad que otros, pero todos funcionales a la narrativa de la historia. Están las monjas mencionadas por Scorsese o específicamente a la madre superiora del colegio como una religiosa de convicciones dudosas y definitivamente sin ningún tipo de paciencia o empatía con las jóvenes. También aparece un cura demasiado sexy para interactuar con las adolescentes, sin que esto genere un conflicto mayor. Y los parientes de la protagonista principal, una familia extendida que convive en una misma casa. Sus padres y su hermanita recién nacida, su abuelo y una de sus tías con su hija adolescente, otra de las protagonistas.
Así es. McGee se basó en su propia familia para armar esta historia que, de todas maneras, resulta universal. La dinámica familiar, el manejo del absurdo, el tono altisonante, la extrema cercanía y los reproches permanentes no hacen más que remitirnos a la creación cinematográfica de Alejandro Doria, la inolvidable Esperando la carroza. Es decir, la construcción de los vínculos en una familia de clase media trabajadora en las últimas décadas, puede ser tan reconocible en Latinoamérica como en el norte de Europa.
Pero el grupo no es solo femenino. Se completa con un quinto integrante, el primo de una de ellas, discriminado por “inglés” (uno de los chistes recurrentes). Es decir, parte del costumbrismo irlandés parece ser mostrar sus diferencias con los ingleses y esa “pica” está presente en cada episodio. En ese costumbrismo universal se tematizan la familia, la religión, la nacionalidad, y a través de ellos que se muestra una fuerte construcción de identidad, algo tan potente y tan determinante en la adolescencia.
También en cada capítulo, entre las típicas escenas de conflicto adolescente se muestra un televisor encendido o se escucha la radio o hay un comentario que da el contexto político. Algo que resulta fundamental al llegar al episodio final. En las tres temporadas de esta comedia adolescente, que ahora puede verse en Netflix, a medida que los protagonistas crecen y se van acercando a su independencia, en paralelo, políticamente, se va avanzando hacia un alto el fuego de la actividad terrorista del IRA, que se hizo definitivo en 1998. La madurez a las chicas de Derry les llega con el camino hacia la paz social.
Las dos primeras temporadas tienen seis capítulos cada una y respetando el formato sitcom, de menos de media hora cada uno. Sin embargo, su creadora, se reservó un capítulo final que funciona como epílogo, narrado con otros tiempos –dura 48 minutos-, en otro registro, sin salirse de la comedia, pero con otra espesura y con un anclaje político en el que todo confluye, en el que cada detalle de los capítulos anteriores cobra mayor sentido.
Durante las tres temporadas, las protagonistas de Derry girls estuvieron convencidas de que sus vidas no valen mucho, desde niñas naturalizaron la violencia, crecieron en medio del horror, y por eso mismo necesitan vivir sus experiencias al límite. Todo es exagerado, desmesurado, las discusiones son extremas y ante cada problema hay una sobre reacción. Sin embargo, “las chicas de Derry” también saben que tienen la vida por delante. Por primera vez en mucho tiempo pueden pensarse en un futuro y ese futuro puede ser luminoso.
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