Aún faltan varios días para la inauguración, sin embargo, un matrimonio con una hija muy joven estaciona frente a la casa y prueban suerte. Bajan del auto y cuando llegan a la entrada, el padre es el que habla.
“Hola, vinimos especialmente, queríamos saber si podíamos verla, aunque sea de afuera. Ella está en primer año de la carrera de arquitectura y un profesor de la facultad le habló de la casa”.
Magalí Marazzo, su actual directora, le explica que aún está cerrada al público, pero que con gusto se la puede enseñar.
Esta escena se repetirá una y otra vez, cuando los visitantes espontáneos perciban su presencia al otro lado de la tranquera y quieran pasar.
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La casa de la que hablan no es otra que el “Museo Casa sobre el Arroyo”, también conocida como la “Casa del Puente”. Una de las maravillas arquitectónicas del siglo XX, visitada anualmente por alumnos y estudiosos de la obra de todo el mundo. Y una de las joyas patrimoniales de la ciudad de Mar del Plata. Fue construida en uno de los principales pulmones verdes de la ciudad, sobre el arroyo fundacional “Las Chacras”.
La historia de la Casa del Puente
En 1942, el pianista y compositor Alberto Williams compra un terreno arbolado, lejos del centro turístico, y le encarga a su novel hijo, -hacía solo tres años que se había recibido-, el arquitecto Amancio Williams y a su nuera, también arquitecta, Delfina Gálvez Bunge el diseño y la construcción de una casa de veraneo. Amancio y Delfina presentan el ambicioso proyecto a fines de 1942. Una apuesta que pondera todos los postulados del movimiento moderno arquitectónico. Se empieza a construir en 1943 y se inaugura en 1945.
“Cuando pones un pie en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires ya oís hablar de la casa”, dice Norberto Feal, arquitecto y docente universitario, señalando la importancia de la obra de Williams y Gálvez Bunge. “Desde lo disciplinar podemos decir que es una casa impecablemente resuelta en todo. Si usamos la famosa tríada vitruviana de utilidad, firmeza y belleza, cumple perfectamente con las tres reglas. Es una casa perteneciente al movimiento moderno en un sentido claro. Pero tiene además dos aspectos experimentales interesantes. Uno es el desarrollo de la planta, que es muy particular porque lo que hacen Williams y Gálvez es dividir la casa en dos. En donde tenés ese estar enorme, y del otro lado las habitaciones. Y lo segundo, la construcción que es fabulosa”, destaca Feal.
La estructura de la casa remite a los ranchos pampeanos donde abundan las galerías y los espacios alargados, la típica construcción de la casa chorizo. El mismo Amancio Williams mencionará esa inspiración en distintos reportajes. Pero la característica más significativa es que está construida sobre el arroyo. Generando un vínculo indisoluble con el entorno. “El mérito de la casa es la compenetración que tiene con el lugar. Se puede observar el paisaje a través de esas enormes ventanas que para la época eran muy complicadas de hacer y esas columnitas delgaditas con la que se sostiene el techo, que se confunden y uno siente que está flotando entre los árboles”, describe Feal.
La obra de Amancio y Delfina se completa con un pabellón de servicio, realizado en simultáneo a la casa principal, destinado al personal. El pabellón está compuesto por dos habitaciones, un baño, un espacio de almacenamiento y cochera para dos autos. La elección del lugar donde se construyó, al igual que la casa, se hizo en virtud de respetar la ubicación los árboles originales del terreno.
Aunque han pasado casi ocho décadas desde su inauguración, el tiempo no logró opacar su vigencia. Aún antes de ser restaurada lucía imponente y a la vez absolutamente integrada al parque y al arroyo. “Hay muchísimas obras maravillosas en Argentina, pero esta tiene algo en particular que la hace atractiva a un público general y es coincidente con el gusto académico arquitectónico”, reflexiona Feal.
Casa sobre el Arroyo resulta un ícono moderno capaz de destacar por su importancia arquitectónica, -como lo hizo en 2015-, en la muestra Latinoamérica en construcción en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, -MoMA-, y también por su valor patrimonial, como lo hace en la actual Del cielo a casa, una exposición que reúne unas 600 piezas entre objetos, obras de arte y documentos que forman parte de la identidad cultural del país. Y que puede verse hasta el 12 de junio en el Museo Malba de Buenos Aires.
Internacionalmente el nombre de Amancio Williams no sólo destaca por la Casa sobre el Arroyo. Porque a pesar de no tener muchas obras en su haber, resulta célebre la realización de la Casa Curutchet entre 1949 y 1953, en La Plata. Una vivienda familiar, diseñada por el reconocido arquitecto suizo Le Corbusier. Se dice que Williams fue el único capaz de hacerle correcciones y modificaciones a los planos originales durante la construcción. Quizás ese primer voto de confianza del padre le haya dado el aplomo suficiente para este encargo.
Alberto Williams fallece en 1952 y una apresurada línea temporal indicará que la familia conserva la propiedad hasta 1968 en donde la vende a Héctor Lago Beitía. En adelante desde 1970 a 1977 funcionará una emisora de radio. Es en esa época donde se popularizó el nombre de “La Casa del Puente”, tal como recitaba el slogan de radio: “Desde la Casa del Puente un puente hasta su casa”. Y en 1977 el gobierno militar la cierra. Lo que sigue es un reclamo constante hacia el Municipio para que se involucre en la preservación y la adquiera. Pero en los años siguientes la casa es vandalizada, intrusada y en 1994, -en lo que se considera como un hecho intencional, porque la propiedad estaba en litigio de sucesión, y solo destruida era posible que se vendiera porque perdería su valor patrimonial-, la casa es incendiada. Para ese entonces ya era una obra reconocida y admirada en todo el mundo.
Puesta en valor de La Casa del Puente
Recién en 2012 el Estado Nacional compra la casa y se la cede al Municipio de General Pueyrredón para que la convierta en museo y vuelva a abrir sus puertas. La dirección queda a cargo de Graciela Di Iorio, quien a la par empieza a formar parte de la “Asociación de amigos Casa sobre el Arroyo”, con el fin de difundir la identidad patrimonial de la obra.
Durante la década siguiente se presentan proyectos, se solicitan fondos, se pide ayuda internacional y se trabaja activamente para conseguir financiamiento externo y así recuperarla. Porque si bien la casa no ha perdido valor arquitectónico, luce muy deteriorada tras años de abandono.
Promediaba la mañana del 26 enero de 2020 cuando la museóloga y gestora cultural, Magalí Marazzo, recibe un mensaje privado a su Instagram personal del flamante presidente Alberto Fernández. La había visto en una repetición del programa, En el camino, conducido por Mario Markic, hablando de la casa, y se había atrevido a escribirle. “Me llamó la atención toda la historia que contaste. ¿Dónde queda la casa? ¿Nunca ha pensado el Municipio en arreglarla? Perdón el atrevimiento que me tomé de buscarte en las redes para preguntarte por estas cosas. Gracias por aceptarme. Espero que me cuentes”.
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Después de ese contacto y hasta julio de 2021 cuando finalmente se inicia la obra de restauración, Magali viajó con frecuencia a la capital porteña para reunirse con el presidente y avanzar con el pedido de restauración. Su intención era firme, recordarle su promesa de recuperar la casa.
La oficina de Magalí Marazzo tiene la forma de un container. Un prisma rectangular de chapa sin baño. Las paredes están cubiertas por imágenes en blanco y negro y planos de la casa. Una tabla sobre unos caballetes hace de escritorio principal, en donde hay carpetas con material de la obra, una computadora portátil, documentación legal, planos. A un costado un mueble sobre el que se apoya el micro ondas y una cafetera. En una esquina cuelga de un perchero improvisado el casco reglamentario y una campera. Acá pasó la pandemia y los últimos dos años de obra. Es el único personal de planta designado para la casa.
Magalí, a pesar del trajín de los días previos a la inauguración se muestra entusiasmada. Resalta la importancia de haber podido recuperar esta obra: “En esta casa está toda la identidad de la ciudad. Te puedo contar toda la historia de Mar del Plata, empiezo hablando del arroyo Las Chacras hasta el día de hoy”, señala la directora del Museo, que busca poner el nombre de Delfina a la par del de Amancio. “Los planos de la casa los firmaron los dos. Ella hizo el primer relevamiento del terreno y gran parte de todo este diseño tiene que ver con ella. Pero cuando le preguntaban siempre decía: - La hizo Amancio. Porque tenía que darle el lugar a él. De hecho, después se tiene que dedicar a criar a sus ocho hijos y tuvo que dejar de trabajar”, cuenta. Y señala una foto de Delfina embarazada, en donde se la puede ver trabajando en el techo de la casa durante la construcción.
El diseño original de la casa también incluyó el mobiliario. Alberto Williamns no estaba muy convencido porque imaginaba muebles más tradicionales, pero Amancio lo desafía. Le dice que le va a diseñar un sillón más cómodo y si logra su objetivo, hará el resto de los muebles. “Entonces le diseña el sillón safari, que tiene una particularidad: el respaldo es móvil, y el padre que tocaba el piano tenía muchos problemas de espalda y cuando lo prueba le resulta muy cómodo. Amancio gana la apuesta y diseña todo el mobiliario”, detalla Marazzo. Amancio incluye además del sillón safari otras piezas de arquitectos famosos como la silla BKF, -la sigla remite a las iniciales de los tres arquitectos argentinos que la diseñaron: Bonet, Kurchan y Ferrari-. Con estos muebles se completa el diseño de la casa.
La obra de restauración y puesta en valor se realizó con un presupuesto cercano a los 68 millones de pesos y contó con un equipo especializado que tuvo a su cargo la licitación, restauración y supervisión de la obra. Integrado entre otros por: Mariana Quiroga, Guillermo Frontera, Fermín Labaqui, Flavia Rinaldi, Laura Basterrechea, Pablo Rescia y Magalí Marazzo.
El esmerado trabajo de reacondicionamiento y restauración incluyó: fachada, mampostería, revoque, cielorraso, la renovación de los pisos, zócalos y piezas de herrería y metales. Además de equipamiento, mobiliario, pintura, vidriado e instalaciones eléctricas y sanitarias. Todo lo que está exhibido, no solo fue reparado y renovado, sino que puede usarse y está tal cual como lucía en 1945.
Claudio Williams, hijo menor de Amancio y Delfina, que también es arquitecto se mantuvo cerca, aportando material del archivo familiar. Puso, entre otros documentos, a disposición el registro fotográfico original de Grete Stern, amiga de la familia y encargada de retratar por primera vez la casa después de su inauguración.
La arquitecta Graciela Di Iorio también aportó su visión y su trabajo previo en la casa. Sumando la investigación del arquitecto Herman Clinckspoor, que forma parte del material que se comparte en las visitas educativas. “Siempre tuve este sentimiento de que lo que pudiera hacer para colaborar con la causa, iba a hacerlo en cualquier puesto y desde cualquier lugar. Tuve la suerte de poder participar en algunas decisiones, y en la reflexión sistemática. Para mí fue muy emocionante. Hay trabajos fantásticos de restauro, detalles ejecutados con muchísimo celo”, detalla Di Iorio y resume lo que significó ver de cerca el proceso. “Las casas son como damas y esta casa nunca perdió su dignidad. Pero ahora restaurada muestra su esplendor”, dice.
Para Di Iorio era importante recuperar el mobiliario original, incluido el piano “Bluthner” de origen alemán. “El corazón de la casa es el piano, porque esto era una casa estudio musical. Por eso cuando pensamos que la casa se levanta del suelo y el estudio musical está en la esquina que es donde se abre completamente en medio de las copas de los árboles sobre el arroyo lleno de agua y convoca a todos los pájaros, es allí donde se encuentran los mejores sonidos para componer. Y entendemos la maravilla del pensamiento y la unión de todos los requerimientos de quien encomendó la obra”, reflexiona Di Iorio. Que estuvo durante un año y medio desde la “Asociación de Amigos de la Casa sobre el Arroyo”, en contacto con Cecilia Cibert, la mujer que donó el piano “Bluthner”, -exactamente el mismo modelo que usaba Alberto-. Cibert no solo se encargó del traslado, sino que lo mandó a afinar para que quedara listo y funcionando.
A la inauguración, además de las autoridades nacionales, asistió la familia de Delfina y Amancio. La convocatoria desbordó las previsiones. Muchos marplatenses queriendo celebrar.
El “Museo Casa sobre el Arroyo” aún no tiene fecha de apertura al público, está a la espera de que el Municipio designe personal. Pero es muy probable que, si alguien pasa caminando por allí y manifiesta su entusiasmo por la obra de Williams y Gálvez Bunge, lo hagan pasar.
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