Luego del exitoso paso por el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), donde recibió una mención especial, se estrena La sudestada, la primera ficción de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke. Se trata de una comedia que juega con lo documental y el thriller hitchcockiano, en una adaptación de la novela gráfica homónima del artista Juan Sáenz Valiente.
El film se centra en la historia de Jorge “el Sabueso” Villafañez (Juan Carrasco), un detective privado solitario, machista y egoísta que es contratado por el marido de Elvira (Katja Alemann), una famosa coreógrafa, para perseguirla. Él quedará cautivado con ella y se desencadenará una serie de eventos inesperados. Todo sumergido en las atrapantes atmósferas del delta bonaerense y la ciudad de Buenos Aires.
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A diferencia del cómic, la incorporación de Katja Alemann le da todo un aspecto documental, ya que aparecen fotos y material audiovisual suyos junto a fragmentos de películas experimentales que hizo en los años 70. Además, la danza cobra un papel fundamental: se ven fragmentos de la obra “Adentro”, de la coreógrafa Diana Szeinblum y también ella se involucró de manera directa aportando su equipo de bailarines (integrado por Pablo Castronovo, Bárbara Hang y Andrés Molina) y convirtiéndose en la coach de baile de Katja y Juan Carrasco.
Infobae Cultura conversó con Katja Alemann sobre su protagónico en Sudestada y el regreso con este protagónico a la pantalla grande.
—¿Qué te cautivó para aceptar el papel?
—La historia me encantó de entrada porque tiene mucho que ver conmigo, con mi trabajo. Tanto mi personaje como la película, refieren al trabajo creativo. El “sabueso” que tiene que investigar a la protagonista de pronto se ve revelado con este trabajo creativo, con este proceso artístico que está haciendo esta mujer y la sustancia de la película es el impacto que le produce a él, una persona relativamente neófita, descubrir todo ese mundo artístico de ella. A mí me gustó mucho la historia y obviamente el personaje me parecía lo más, parecía hecho para mí.
Me metí mucho en la cabeza de Elvira porque comprendí lo que le estaba pasando en esa búsqueda creativa que está teniendo al encarar su retrospectiva. Ella está muy angustiada porque no encuentra lo que quiere hacer. Me interesó la idea de belleza que planteaban los directores, una atemporal que no tiene que ver con los modelos tradicionales. Una belleza que nace de la libertad. La historia que se cuenta no es muy común en el cine argentino, tiene muchos planos oníricos y mezcla de realidades.
—¿Cómo fue reencontrarse con esos videos que había filmado tu mamá y se usaron para darle contexto a tu personaje?
—Ahora hay mucho interés en la obra de mi madre, Marie Louise Alemann, como cineasta experimental. El año pasado hicieron una retrospectiva de su obra en la Galería Rolf Art y también están las películas de ella en las que participé. La que se utilizó es Ringside, que hicimos cuando volví de Europa en 1979. Los directores conocían el trabajo de mi madre y buscaron un material que coincidiera con el espíritu que le querían dar a la protagonista. Ellos son muy documentalistas y les gusta esta mezcla de ficción con realidad y saber que yo tenía ese background de haber hecho tantos trabajos experimentales les servía a ellos para contar la historia de la protagonista.
—¿Cómo fue la química con Juan Carrasco, el otro protagonista?
—Lo conocí en el rodaje, me pareció una persona encantadora, un muy buen actor. Lleva el punto de vista de la película, todo sucede a través de su mirada y me gustó mucho el trabajo que hizo.
—¿Qué te pasó cuando viste la película terminada?
—La vi la primera vez en BAFICI, por supuesto, estaba pendiente en algunos detalles, una mira cosas específicas. Pero lo que sentí, al verla con público, es que la gente se va de viaje y eso me pareció divino, ya que el cine es llevarte de viaje en una historia, en un cuento, con las imágenes del Delta, el uso del sonido y los pocos diálogos hacen que realmente te sumerjas en esa historia, sobre todo en esta película que tiene tanto de onírico, de las fantasías, de lo que a le pasa al protagonista, de sus miedos, junto con las coreografías.
—¿Cómo fue la inclusión de la danza?
—Fue un placer volver a bailar y darle ese vuelo performático a la película. Uno de los grandes desafíos que teníamos con Diana Szeinblum fue mostrar la desnudez desde otra perspectiva, que no tuviera que ver con el erotismo sexual, sino con el erotismo vital, el creativo, más cercano a la naturaleza. Todos los movimientos que hacíamos tenía que ver con este concepto.
—¿Qué sentiste al volver a entrar a un set de filmación?
—Estoy contenta por estar de vuelta en la industria audiovisual. Hice mucho teatro en los últimos años y de pronto empezaron a llamarme para esta película y para una miniserie. Lo que más veo a la hora de elegir un papel es la historia, la persona que me lo propone y el personaje, que sería lo más importante, tengo que poder imaginarlo para hacerlo.
—¿Cómo ves la actualidad de la industria audiovisual argentina?
—Es complicada, el año pasado casi nos quedamos sin los fondos de fomento a la cultura, la tuvimos que pelear a brazo partido para que por lo menos prorroguen esta ley de caducidad por 50 años. Hay mucha gente que no entiende para qué sirve la cultura, cree que tiene que ser un negocio. Es muy valiosa la identidad nacional. La cultura es justamente la que cuenta nuestra identidad nacional, si no tenemos cultura, no tenemos identidad, cómo le vamos a contar al mundo quiénes somos.
Un país sin identidad es un barco a la deriva. El cine es embajador de los países. Además, tiene que haber un apoyo fuerte de parte del INCAA, ya que sería imposible filmar películas chicas como estas y también las grandes producciones. La sudestada tiene de lindo mostrar mucha imagen del Delta: entonces es mostrar hacia afuera el país en el que vivimos y también eso redunda después en turismo.
* La sudestada, de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, se estrena en salas de Argentina a partir de este jueves 11.
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