Cuenta la crónica que Delfeayo, el tercero de los seis hijos del pianista Ellis Marsalis, se cruzó una noche con el Tango Jazz Quartet en el mítico Snug Harbor Jazz club de New Orleans y quedó fascinado con el show del grupo argentino. Lo que siguió a partir de allí fue una estrecha colaboración que comenzó en la cuna del jazz y que ahora continuará en la ciudad natal del tango, con cuatro shows en el palermitano Bebop.
Si bien este es el primer acercamiento al tango, Delfeayo no es un recién llegado al mundo del jazz. Tal como sus hermanos más famosos, el trompetista Wynton y el saxofonista Branford; en plena adolescencia comenzó a estudiar música, se decidió por el trombón y poco tiempo después iniciaba una ascendente carrera en el teatro musical.
Hasta aquí y dentro del circuito jazzero Marsalis ha formado parte de importantes grupos de la escena internacional, como los de Ray Charles, Art Blakey, Max Roach, Elvin Jones y Slide Hampton, además de liderar los suyos propios y mantener una intensa actividad como educador.
Pero ahora, y por primera vez en la Argentina, Delfeayo llega al escenario de Palermo junto con el Tango Jazz Quartet, y en doble función, el 12 y 13 de mayo, ansioso por unir la nostálgica melodía ciudadana del sur con la improvisación y el swing venidos del norte.
—Conociste al Tango Jazz Quartet en una noche compartida en el Snug Harbor Jazz de Nueva Orleans. ¿Qué valoraste entonces como para pensar en un camino compartido?
—Me gustó el ambiente y el compañerismo de la banda. Parecían dispuestos a entretener al público y al mismo tiempo divertirse tocando una música desafiante. Por eso para mí es un honor actuar ahora con ellos en la casa natal del tango.
—¿Qué sabías acerca del tango hasta allí?
—Solo que es un baile. Y que Duke Ellington y Billy Strayhorn tenían composiciones basadas en el ritmo del tango. Tan solo eso.
—Bueno, sabrás que el tango y el jazz son contemporáneos. Tienen un origen similar y una evolución paralela...
—Sí lo sé. Ambas son música del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Creo que el arte en general debe tener una relación con su comunidad, al menos en cierto nivel. Parte de la confusión sobre el jazz actual es que los estudiantes quieren interpretar cualquier música que les guste, sin tener en cuenta su conexión con las audiencias. Por lo que sé el tango no tiene ese problema, quizás porque el componente baile siempre está presente y es casi un requisito.
—¿Cómo describirías la propuesta que desarrollas con el TJQ y en qué medida el jazz y el tango están presentes en ella?
—Haré lo mejor que pueda con el tango y les traeré algo de mi marca de origen, del jazz de Nueva Orleans. Nos encontraremos seguramente en algún lugar en el medio y esperamos crear una gran y memorable experiencia para la audiencia y para los músicos por igual. Espero divertirme con el desafío de tocar música diferente con esta gran banda.
—Integrás una familia de músicos, comenzando por tu padre Elis. Pero todos abordan estilos diferentes. Wynton enrolado en la tradición. Branford más experimental y Jason en algún punto intermedio. ¿Dónde te ubicarías vos?
—Ninguno de nosotros puede controlar cómo escuchamos o sentimos la música. Es algo natural, como tu altura o tu color de ojos. Luego, a través del estudio, puedes agregar o aprender un nuevo abordaje. Pero como te digo, es algo que se siente. Dicho esto, creo que mi estilo de música es entretenido. Si tengo en cuenta tu pregunta, diría que me ubico en un punto intermedio, algo más cercano a la tradición. Pero también me gusta buscar otros caminos.
—Como dato curioso, todos ustedes tocan instrumentos diferentes. ¿Qué influencia tuvo tu padre en tu elección por el trombón?
—Mi padre no tuvo ninguna influencia, pero mi madre insistía bastante en que nos desarrolláramos individualmente. Nunca se me ocurrió tocar el mismo instrumento que mis hermanos y el trombón me habló de inmediato. Es una extensión de mi personalidad, porque el trombón tiene que mantener la paz y hacer saber a la gente que todo va a estar bien, que es lo que suelen hacer los hijos del medio.
—Has tenido la oportunidad de tocar con músicos legendarios. ¿Cómo enseñan esos grandes músicos, como Art Blakey, Max Roach o Elvin Jones?
—Cada maestro de la música enseña de forma diferente, pero esos tres en particular no les gustaba hablar sobre lo que estabas tocando, pero te guiaban de cierta manera. Hay muchas cosas que aprendí en esas bandas y trato de compartir algo de eso con los músicos más jóvenes. Pero claro, cada generación quiere hacer las cosas a su manera.
—El maestro ahora eres tú y de manera más formal, a través de la Uptown Music Theatre que fundaste en el 2000. ¿En qué medida contribuye la música en la formación integral de una persona?
—La música ayuda a los estudiantes de muchas maneras: los africanos, los griegos y muchas otras civilizaciones antiguas ya lo sabían. En primer lugar, ayuda al desarrollo de las habilidades cognitivas: escuchar, leer, aprender, razonar, recordar y prestar atención. Luego, al trabajar en grupo, los estudiantes también aprenden la importancia del trabajo en equipo, al tiempo que desarrollan su sentido del orgullo y la confianza por lo que hacen. El teatro musical, actividad a la que me he dedicado como profesor, también sirve para desarrollar habilidades de liderazgo y la capacidad de actuar frente a las audiencias.
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