Colo Colo, un partido de fútbol y de dónde viene la palabra “Argentina”

El poema “La Araucana”, sobre la conquista española de territorio chileno, inspiró a Del Barco Centenera para contar en verso la conquista del Río de la Plata. Allí se cruzan las dos historias de este texto

En "La Aracucana", Alonso de Ercilla relata la conquista de Chile y la resistencia de los nativos, entre quienes se destaca la intervención de Colocolo

Para mí Colo-Colo fue, al principio, un equipo. Corría 1991 y ese año, gracias a la semifinal con Boca, supe que del otro lado de la cordillera había un equipo gigante, de camiseta blanca y con un nombre y un escudo que a mí al menos me parecían muy curiosos. El nombre tenía algo ancestral y lúdico, y el escudo incluía un rostro humano: yo tenía alrededor de diez años y nunca había visto un dibujo en un escudo. Por algún motivo, en Argentina los escudos eran aburridos y tenían siglas.

Pasaron las décadas y tuve el impulso de escribir algo que me llevó varios años y se llama Libertadores de América. Es un libro que utiliza la Copa Libertadores para conocer la geografía y la historia del continente americano. Para escribirlo tuve que leer, y lo hice con deleite, una cantidad inmensa de material. Hubo libros de historia, crónicas de Indias, obras de teatro, poemas épicos. Hubiese sido imposible hacerlo sin un lector electrónico. Y en esas mañanas y tardes y noches de Kindle terminé dando con La Araucana.

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La Araucana es un poema en verso rimado que cuenta la conquista de Chile: después de someter a buena parte del continente los españoles se dirigieron hacia el sur, hacia una tierra apartada e inhóspita. Ahí encontraron unas gentes particularmente tenaces: si dominar a otras tribus les había llevado semanas y meses, sojuzgar a los mapuches les llevaría décadas y siglos.

Patricio Yañez, de Colo Colo, y Víctor Marchesini, de Boca Juniors. Una imagen de una polémica y famosa semifinal de la Copa Libertadores de 1991

En medio de los trabajos indecibles de una conquista que pasó a la historia como la más cruenta del Nuevo Mundo, uno de los soldados encontró el tiempo, el ánimo y la dedicación para escribir una celebración de los avances de los castellanos y también de la valiente resistencia de los indígenas. Como no había papel utilizaba cueros y cortezas de árboles para tomar notas. El hombre se llamó Alonso de Ercilla y en uno de los capítulos de La Araucana, que fue publicado en 1589, nos cuenta una pelea entre caciques: están en una asamblea y tienen que elegir al jefe máximo, pero todos quieren serlo.

Los que discuten son Cayocupil, Millarapué, Lemolemo, Tucapel (del cual se agrega: “Éste fue de cristianos carnicero”) y varios más. No se ponen de acuerdo y ahí es que intercede Colocolo. Ercilla lo escribe todo junto. Colocolo ve la disputa y trata de unirlos contra el enemigo común. Les dice que, teniendo tan cerca a los españoles, no deberían usar el cuchillo entre ellos. Después Colocolo se aleja y se queda preocupado pensando en las desavenencias de su propia gente. Entonces Ercilla nos cuenta, siempre en rima: ”Sabed que fue artificio, fue prudencia /del sabio Colocolo, que miraba /la dañosa discordia y diferencia /y el gran peligro en que su patria andaba”.

Discordia entre los caciques de Arauco en la que medió ColoColo, tratando de unirlos contra el enemigo común

Yo estaba, lo recuerdo bien, viajando en subte cuando de repente Ercilla introdujo a Colocolo, o a Colo-Colo. Casi salto de mi asiento: ese rostro ancestral y lúdico que pobló mi infancia estaba emergiendo, también, del fondo de la historia americana.

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Unos años después de la publicación de La Araucana un tal Martín del Barco Centenera quiso hacer, con el Río de la Plata, lo mismo que había hecho Ercilla con Chile: un poema épico que contara la gesta de los conquistadores y la tenaz defensa de los lugareños, y que además lo hiciera en rima. En la dedicatoria se lee: “Aquellas amplísimas provincias del Río de la Plata estaban casi puestas en olvido, y su memoria sin razón obscurecida. Procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendí y vi en ellas”.

El resultado fue un volumen de más de diez mil endecasílabos titulado Argentina y conquista del Rio de la Plata, con otros acaecimientos de los Reynos del Perú, Tucumán, y Estado del Brasil, que todo el mundo, para abreviar, llamó La Argentina. Pero en ese momento “Argentina” no designaba a país alguno: el poema se llama así porque, si Ercilla había llamado La Araucana a la conquista del Arauco, la conquista del Río de la Plata tenía que llamarse La Argentina: el Río de la Plata era el “argentino río”.

Martín del Barco Centenera escribió un poema épico que cuenta la gesta de los conquistadores del Río de la Plata y la tenaz defensa de los lugareños

En latín “plata” se dice “argentum”. “Argentino” equivalía a “de la plata”. Por eso en el poema de Centenera la palabra “argentino” aparece acá y allá. Al anunciar una próxima sección el poeta escribe: “De nuestro río argentino y su grandeza / tratar quiero en el canto venidero”. Al adelantar que su libro está lleno de peripecias dice: “Haré con vuestra ayuda este cuaderno / del argentino reino recontando / diversas aventuras y extrañezas, / prodigios, hambre, guerras y proezas”.

Todavía no existía un lugar llamado “Argentina”, en femenino: el “argentino” (río, reino, lo que venga) de Centenera no designaba el inmenso país actual sino apenas el Río de la Plata con sus afluentes y meandros: todos los conquistadores, aun el más extraño a cualquier noción geográfica, sabían que ese Río de la Plata era considerado el camino a unas bóvedas andinas llenas de metal.

“Argentino” era solamente el río; La Argentina fue, en un principio, el título de un libro que quiso repetir el éxito que había alcanzado La Araucana.

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