La poeta uruguaya Ida Vitale, que en noviembre próximo celebra su centenario, fue una de las grandes homenajeadas en la 47a. Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Es que su figura trasciende cualquier frontera. Ella es una de las mayores figuras de la poesía de Iberoamérica. En los últimos cinco años su obra recibió una avalancha de premios: Reina Sofía (2015), Federico García Lorca (2016), Max Jacob (2017), Premio FIL de Guadalajara (2018), Miguel de Cervantes (2018).
Quien se guiara por los años de sus reconocimientos pensaría que se trata de una escritora novel, sin embargo, este reconocimiento tardío se debe a que ella es poeta y es mujer. Ida pertenece a la Generación del 45, fue un movimiento que dejó huella en el continente y marcó un antes y un después en la cultura de Uruguay.
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Además, rompió con todos los esquemas de la época: fue ensayista, traductora, periodista y poeta. Sin importar el qué dirán, se divorció y se casó con un hombre veinte años más joven, el poeta Enrique Fierro. Ambos, tras el golpe de Estado en 1973, tuvieron que exiliarse a México, donde ella trabajó en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz. Con el regreso de la democracia, tuvo un breve paso por Uruguay hasta que se radicó en Austin, Estados Unidos, donde vivió por casi treinta años.
Entre los homenajes que está recibiendo en su visita a nuestro país, la poeta presentará el documental Ida Vitale, filmado por María Arrillaga, nieta de Carlos Maggi y María Inés Silva Vila, quienes conformaron junto a la escritora la Generación del 45. Esta pieza audiovisual, que se verá por primera vez en la Argentina, muestra de manera poética la personalidad de la escritora, su día a día entre plantas, viajes, libros y recuerdos. Partiendo de esta premisa que mientras no llegue el mejor sistema de organizarlo todo, el más inocente es el alfabético, la película construye el retrato de Ida Vitale a partir de 26 capítulos en desorden alfabético. De la A a la Z, Ida viaja a través de palabras que conforman su retrato en movimiento. Entramos a su universo; pasamos por sus poemas y poco a poco vamos conociendo su vida.
La directora conversó con Infobae Cultura sobre todo el proceso que realizó para realizar este documental tan personal que tiene a la gran poeta uruguaya de protagonista.
—¿Cómo surge la idea de hacer este documental tan poético alejado de lo biográfico?
—El documental surge cuando Ida vuelve a Uruguay después de haber vivido 30 años en Austin en 2016, luego que falleciera su esposo. La conocía de antes, ya que era muy amiga de mis abuelos, venía todos los veranos a su casa y sabía que era una mujer muy curiosa y con un gran sentido del humor. Cuando se mudó acá, empezamos a tener una relación más cotidiana y en un almuerzo familiar empiezo a descubrir cómo ella al nombrar las cosas hace aparecer lo que no estaba ahí antes de que ella lo nombrara. Tiene una curiosidad extrema, que es lo que le da vitalidad, como si se nutriera del propio mundo y de la conexión que tiene con las personas, objetos, plantas, animales y con todo lo que la rodea de forma indistinta. Además, volver a sumergirme en su poesía me dio ganas de hacer otro tipo de película, no algo biográfico, ya que todos los datos de su vida pueden buscarse en internet, quería mostrarla desde un costado más poético. Se dio de forma natural por mi forma de narrar y de ver el cine.
—¿Cuándo decidiste contar la historia dividiéndola por las letras del abecedario?
—La estructura final apareció después, sabía que era quería algo fragmentario, pero no lo tenía muy claro. Un día un amigo me trajo uno de los libros de ella, Léxico de afinidades, y ahí descubrí esa nota de intención que hay al principio de la película, en la que Ida habla que no hay ningún orden perfecto y mientras que no se encuentre ese orden el más parecido es el alfabético. El libro hace una búsqueda de las palabras que a ella le encantan y le resuenan y empieza con la A y pone abracadabra para empezar la magia. Fue tenerlo en la mano y ver la estructura que iba a ordenar y desordenar todos los fragmentos que venía filmando.
—¿Cuál fue su reacción cuando le propusiste hacer la película?
—En ese almuerzo que te contaba antes tuve como una revelación, ya que vi a Ida desde otro lugar. Allí le dije que quería hacer una película y medio que dudo, me dijo dejémoslo para más adelante. La idea quedó flotando hasta 2018, cuando le llega la noticia de que ganó el Premio Cervantes y que iban a viajar a España con toda la familia para recibir el premio. Hablé con la hija y con ella y les pregunté si podía ir a registrar ese momento y me fui con ellas de viaje. Antes, nos empezamos a juntar en distintas oportunidades, llevé la cámara y empecé a registrar esos momentos de cotidianidad que vivíamos. El documental lo realicé con una cámara chiquita, que es una de fotos con un lente antiguo que le hace velo a la película, eso sirvió para que no se rompiera esa intimidad que teníamos. Ella me mostraba cosas, me contaba anécdotas, mientras abría cajas con recuerdos. Eran tal cual las tardes que compartimos antes de filmar la película, el material se fue dando de forma natural. Como si fuera una actriz nata. Lo mismo ocurrió cuando Inés, la productora y sonidista, se sumó al rodaje, apenas llegó se hicieron amigas. Viajamos con ella en dos oportunidades después del Cervantes, fuimos a dos encuentros literarios, fue algo muy familiar.
—¿Qué cosas fuiste descubriendo de ella?
—Se fue profundizando esta primera percepción de esa conciencia que ella tiene sobre que las cosas son finitas, ella misma es finita y que todo lo que la rodea lo es. Me interesó mucho esa capacidad para poner el tiempo en otro ritmo, sin solemnidad, con su frescura, su levedad, su sentido del humor, como una forma de transmitir belleza en sus palabras, pero sin ingenuidad. Fue como una enseñanza en vivo y en directo, de poder vivir de otra manera. Hace un esfuerzo para no perder ese contacto y esa conexión con lo que la rodea. Ella es un acto de resistencia en este mundo que vivimos.
—Cómo uruguaya, ¿qué representa Ida Vitale?
—Ella es la última de la Generación del 45 y es la representante de toda esa escena en extinción, de las charlas en los cafés hasta tarde, sobre literatura, sobre arte, como ocurría en Buenos Aires. Crecí escuchando esas historias y de alguna forma ella representa todo eso también. Es un privilegio inmenso haber tenido la oportunidad de poder compartir con ella. Ojalá se despierte algo de esto después de ver la película porque es transformador, es como que pasás a ver todo a través de un prisma, viendo todos los lados de las cosas y percibiendo sutilezas que antes no estaban. Es algo que le pasó a todo el equipo que participó en la película y es un poco la propuesta o la intención del documental, compartir su mirada y su sensibilidad con los espectadores. Además, es una generación que no les gustan mucho los homenajes, así que para ella fue algo raro verse reflejada en el documental. Sin embargo, le gustó mucho, volvió a sorprenderse y a abrir su curiosidad con cada escena
—¿Cómo fue la selección de los textos de ella que aparecen en el documental?
—Fue muy intuitivo. Cuando empecé a hacer la edición y el montaje, volví a leer sus poemas y ver cuáles subrayé, cuáles eran los que, desde una primera impresión, me daban como un impulso eléctrico. Después, hice una selección más fina y fuimos con Ida a un estudio de grabación en Montevideo y grabamos los poemas y en el propio proceso de montaje, la selección que quedó tuvo que ver con los capítulos, con la narración, el ritmo de la película y no con esta primera impresión.
*El miércoles 3 de mayo a las 19 horas, Vitale participará de una entrevista con Jorge Monteleone y al finalizar se proyectará el documental Ida Vitale, de María Arrillaga. La actividad es gratuita con inscripción previa en la página web del MALBA (Avenida Figueroa Alcorta 3415, CABA).
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