Javier Porta Fouz realiza memoria y balance de BAFICI, un festival “atento al pulso de los tiempos”

El director artístico del Festival de Cine de Buenos Aires se muestra satisfecho con la programación y la convocatoria de esta edición. “El público enganchó la lógica de la programación”, afirma

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Javier Porta Fouz, crítico y programador de cine, es director artístico del BAFICI
Javier Porta Fouz, crítico y programador de cine, es director artístico del BAFICI

Probablemente Javier Porta Fouz sea la persona que mejor conoce el funcionamiento de un festival como el BAFICI. Desde hace más de veinte años trabaja en la programación y como director artístico aún permanece atento a ciertos detalles. Desde acompañar a los directores invitados en sus paseos por Buenos Aires hasta participar en la elaboración de la grilla de horarios de las películas, una tarea que lo apasiona (”debo ser el único director de un festival de esta escala que se ocupa de eso”, dice). Con orgullo, detalla a Infobae Cultura que en la edición actual ha batido un récord de caminatas diarias (unos 25 km), principalmente alrededor del microcentro porteño, en un área que por segundo año consecutivo fue el escenario de la mayor parte del festival de cine independiente, desde la proyección de películas hasta actividades y espectáculos musicales.

“Repetir el lugar fue fundamental, porque si vas cambiando de sedes el público no se acostumbra ni adonde comprar café. El fin de semana pasado la calle Corrientes desbordaba de gente, no solo por el BAFICI sino también por la actividad de teatros y restaurantes. Un extranjero que viene y ve eso, se lleva una imagen muy impactante que no es la misma que se llevaría en un pasillo de un centro comercial”, dice Porta Fouz, resaltando una de las características de esta edición, que volvió a convocar a las multitudes cinéfilas que fueron parte del paisaje del centro de Buenos Aires durante dos semanas.

–Podemos decir que este fue el primer festival pospandemia. ¿Qué sorpresas te llevás de esta edición?

–Felizmente ahora estamos en algo más parecido a lo que era el festival antes de la pandemia, lo que se nota en primer lugar en que hubo más gente que el año pasado. Incluso me parece que ha funcionado mejor que en 2019. Ya el primer día de la programación general arrancó con una cantidad de gente impresionante para ver a las 12 del mediodía la película de Paul Schrader (Master gardener). Me hizo acordar a los viejos Bafici del cine América, cuando la gente hacía filas para ver a Apichatpong (Weerasethakul). La cantidad de funciones llenas en la sala grande del Gaumont, que tiene 600 butacas, fue sorprendente. Para Blondi, la ópera prima de Dolores Fonzi, había dos cuadras de fila para entrar. Lo mismo pasó con Clorindo Testa de Mariano Llinás o con el reestreno de Por un puñado de dólares. Quizá terminemos el festival con más de la mitad de las funciones agotadas, lo que es un montón considerando que muchas son en día de semana en horarios medio imposibles. Después hubo todo tipo de sorpresas, como la performance que hizo Lucía Seles en la presentación de una de sus películas.

En esta edición del Bafici se agotaron rápidamente muchas funciones, incluso de películas menos conocidas
En esta edición del Bafici se agotaron rápidamente muchas funciones, incluso de películas menos conocidas

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–Se agotaron rápidamente muchas funciones, incluso de películas menos conocidas. ¿Cómo explicás este fenómeno?

–Hace más de veinte años que armo la grilla del festival y mientras diagramábamos la actual sentí que había una programación que iba a andar. Subimos el catálogo con bastante antelación, así que cuando vimos que comenzaban a agotarse no solo los números puestos entendí que había gente que ya había leído el catálogo y estaba interesada en ver esas otras propuestas. Lo que seleccionamos, además de que nos gusta, tuvo un atractivo muy comunicable y creo que hubo un buen balance entre películas de género y experimentales. Noté muchas respuestas positivas, incluso con películas de las que teníamos alguna duda de cómo iba a reaccionar la gente. Me parece que el público enganchó la lógica de la programación y es una alegría ver que funciona. Por otra parte, fue un acierto repetir las sedes principales y también hubo un crecimiento del público potencial con las nuevas generaciones que asisten al festival.

–El impacto de la pandemia y el auge de las plataformas ha afectado al circuito de festivales, a lo que se suma la situación económica del país. ¿Cuáles fueron los desafíos o las dificultades que tuvo la programación?

–Cuando tenés un país con una moneda muy devaluada y donde los sueldos promedio están muy desfasados con respecto a otros países, incluso en la región, se vuelve muy difícil negociar afuera. En el 2021 habíamos hecho un festival con muchas funciones al aire libre en pocas salas y casi todos nos cedieron gratis las películas porque ofrecíamos una buena programación, en un momento en que casi no había festivales con formato presencial. Pero la rueda económica tiene que volver a girar y las películas que antes querían ir a los festivales por la posibilidad de que alguien las comprara y se estrenaran comercialmente, ahora viven de cobrar derechos de exhibición para los festivales porque su estreno comercial posterior es cada vez más acotado. En ese sentido se ha complicado, pero tenemos un equipo de producción artística muy bueno que sabe buscar, negociar y llevar adelante todas esas cosas. Con las distintas crisis que vivimos a lo largo de los años uno ya sabe dónde prestar atención y cómo hacer las cosas lo mejor posible para llevar adelante el festival con los recursos de los que uno dispone. Con el presupuesto que tenemos pudimos traer un montón de películas de grandes directores.

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Otra complicación fue que los pasajes aumentaron de precio globalmente, a un valor constante que es casi el doble de lo que era en 2019. Sin embargo mucha gente quiso venir al festival y buena parte lo hizo por sus propios medios. El BAFICI es conocido afuera por ser un festival con una programación estimulante y con un público entusiasta, eso todo el mundo te lo dice y es un activo para nosotros que suple muchas veces dificultades económicas.

Hace más de veinte años que Porta Fouz trabaja en la programación de este gran evento de cine independiente
Hace más de veinte años que Porta Fouz trabaja en la programación de este gran evento de cine independiente

–Una de las visitas este año fue la del director indio Rajat Kapoor, a quien le dedicaron una retrospectiva. ¿Cómo se dio esta apuesta?

–Yo había visto en 2019 rk/rkay, su último estreno, y me contacté con él en el mercado de Goa. Ahí me encontré con una obra sorprendente, con una continuidad en ciertos temas pero a la vez explorando formas muy distintas, desde una metapelícula de acción como Mithya hasta una comedia negra pariente de La soga de Hitchcock como Kadakh, o una especie de comedia filosófica en Ankhon Dekhi. Hay una voz particular y me pareció una gran oportunidad tener la primera retrospectiva de un cineasta indio contemporáneo acá.

Si bien es una figura conocida como actor, su obra como director es minoritaria. La industria de cine en la India es completamente distinta a la nuestra. Allá los cineastas más independientes la tienen difícil porque no hay un equivalente al Instituto de Cine, entonces tienen que conseguir financiación de productores comerciales, en un mercado concentrado en superproducciones. Encontrarse a un director de la India y poder charlar con él sobre películas de ese país es un lindo lujo que nos estamos dando en esta edición.

–¿Creés que el cine indio pueda atraer al público de BAFICI como sucede con las producciones de Japón, China o Corea del Sur, por ejemplo?

–Puede ser, lo que pasa con las películas surcoreanas es que hay como una hermandad, una lógica que une a unos cuantos directores. La India en cambio es un territorio mucho más inexplorado y más grande. Ya fui dos veces al mercado indio y habiendo visto muchas películas todavía no logro hacer un sistema. Hay distintas variantes dentro de cada idioma regional, entonces es diferente en ese sentido al cine surcoreano, que tiene un centro gravitacional más claro. Pero ojalá suceda que haya más conexión entre los espectadores y el cine de la India.

“Repetir el lugar fue fundamental, porque si vas cambiando de sedes el público no se acostumbra ni a dónde comprar café”, dice Porta Fouz
“Repetir el lugar fue fundamental, porque si vas cambiando de sedes el público no se acostumbra ni a dónde comprar café”, dice Porta Fouz

–Este año la programación reincorporó algunas competencias, pero no ha regresado la competencia latinoamericana. Es algo que llama la atención para un festival que tiene peso en la región.

–Hasta el 2019 nosotros teníamos seis competencias (internacional, argentina, cortos nacionales, vanguardia y género, derechos humanos, latinoamericana), pero después de que se suspendió el festival en 2020 volvimos con un BAFICI mucho más chico. Ahí nos dimos cuenta de que el formato de menos películas nos funcionó mejor en 2021 que el formato amplio de 2019. Y ya habíamos visto cosas que estaban en crisis, como las funciones de prensa o el número de competencias, que hacía perder un poco el foco. Ese año solo dejamos tres competencias (internacional, vanguardia de género y latinoamericana) y en ellas pasamos a integrar cortos también. El año pasado decidimos que en vez de la competencia latinoamericana volviera la de vanguardia y género, porque para la programación era mejor para las películas de las que disponíamos. Cuando vos tenés un festival de menos películas no puede haber tantas competencias.

A lo mejor la competencia latinoamericana vuelva más adelante, depende de que haya un grupo de películas ideales para reactivarla. En esta edición tuvimos un poco más de presencia latinoamericana en la competencia internacional, donde participan dos películas chilenas y dos cortos mexicanos, además de algunas otras en distintas secciones. Creo que el festival es más compacto y más potente así.

–¿En qué se basa la decisión de integrar en un mismo nivel los cortos y los largometrajes? ¿Creés que está habiendo un cambio de paradigma en los espectadores?

–Yo creo que los cortos se están ganando un lugar. Constatamos que hay un público interesado, incluso más allá de las producciones locales, a las que suelen ir los realizadores junto con sus familias. En 2019, viendo más cortos argentinos, empecé a notar que había apuestas por géneros como la comedia, el musical o el terror que me interesaban mucho y que ocurrían más en los cortos que en los largos. Y en 2018, por otro lado, proyectamos una película de 14 horas como La flor, que te enfrenta con una perspectiva distinta. Si competía ese largo con otros que duran 80 minutos, por qué no puede competir también un corto. Nos pareció que todas las duraciones pueden integrar las competencias. Clément Cogittore, uno de los focos de este año, hace largos, mediometrajes y cortos, lo que te demuestra esto que estamos hablando. Está cambiando el modelo de espectador y me parece que un festival como el Bafici que está atento al pulso de los tiempos, era un paso interesante para dar.

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