Verónica Cangemi es una estrella internacional de la ópera y desde hace unos días, integra una ilustre lista que conforman, entre otros, José Carreras, Anna Netrebko e Ildar Abdrazakov. Esta semana, la notable soprano argentina con más de tres décadas de carrera artística internacional recibió el premio a “Mejor Intérprete Clásica” de la 5° edición de los premios International Professional Music BraVo Award entregados en el Teatro Bolshoi de Moscú. Lo gracioso es que no había enterado con mínima anticipación siquiera, y hasta creyó que era un engaño. “Creí que era una fake news”, dice con una sonrisa a través de una videollamada, en la víspera de un ensayo de La Flauta Mágica, un clásico de Mozart que protagonizará a partir del 7 de mayo en el Teatro Colón. “Debo haber hecho más de 70 funciones, pero tiene un signicado muy especial porque to debuté en el Colón en 1996 con esta ópera. Estoy muy feliz de poder volver después de 27 años”, comenta.
Sobre el premio, así lo cuenta ella: “Le habían escrito a mi manager y se había pasado este muchos otros mails. También habían escrito a mi página web, a mi secretario... Pero cuando llega un mensaje así, escrito en ruso, fue a parar a Correo No Deseado. De repente me escribe la secretaria de la dirección de los premios, y me dice: ‘soy tal persona, fuiste nominada y ahora ganaste este Award’. Yo pensé: no tengo nada que ver con esto. Le dije a mi secretario que investigara y efectivamente era así. Nos pusimos a ver todos los mails y habían llegado todas las propuestas, la nominación y el premio. Así que fue como una sorpresa bastante agradable, digamos, la mejor que pude recibir”.
El diálogo con Infobae Cultura es parte de un raid mediático -en parte producto del premio internacional, pero también de la inminencia del estreno de La Flauta Mágica- y se inicia con un comentario, a partir de la tonada inconfundiblemente mendocina que conserva, a más de 40 años de haberse ido de la provincia cuyana para radicarse en Europa. “¿Vos sabés que yo viví 30 años en París? Hace cinco vivo en Uruguay, pero... Nunca perdí el acento. Mirá que habló varias lenguas y venía poco a Argentina. Pero se ve que el acento mendocino me quedó en las raíces”, dice.
Te puede interesar: El Met estrena una ópera sobre boxeo y en clave de jazz
Desde Mendoza entonces, emergen ademas la educación sentimental recibida en su familia y el amor por la música folclórica de su provincia natal. “Nací y me crié en una familia maravillosa. Ahí era convivir todos los días con la música, despertarse con la música, hablar de música. Los fines de semana compartir folclore en casa, porque soy nieta de Hilario Cuadros, y en esa época a mi casa iban Daniel Sánchez, Jorge Sosa, todos los grandes compositores del cancionero cuyano”, cuenta.
“Mi mamá ama el canto y tiene una pasión que me la transmitió de una manera increíble”, sigue su relato Verónica Cangemi. “A los cuatro años mamá nos mandó con mi hermana a estudiar flauta dulce, no por la flauta, sino por la respiración, que era muy importante por si algún día éramos cantantes; y aparte para tener musicalidad. A los siete, ocho años elegí el violonchelo como instrumento, pero yo admiraba a mi mamá, me gustaba cómo se vestía, cómo cantaba, la admiraba en los escenarios y quería ser como ella. Y entonces a los 7 debuté en la escuela primaria con una zarzuela, sobre un escenario. Ahí me di cuenta que quería cantar. Y bueno, así empezó mi mundo”.
La historia de esta estrella mundial de la ópera continúa con ciertos mandatos sociales no cumplidos (”mis amigas, la que no era abogada, era médica, era arquitecta, ¿no? Profesiones que eran como los pilares que tenías que hacer para poder tener un futuro económico”) y un par de intentos de iniciar carreras universitarias que no prosperaron. “Me metí en derecho en una universidad privada, primer año, rendí una materia y no era mi tema. Después me metí en una fonoaudiología y no era mi tema. Buscaba por todos lados algo que pudiera encajar dentro de la sociedad pero no fue así”. Hasta que llegó ese momento-bisagra, el que cambió su vida para siempre. “Mi madre me dijo un día ‘¿Qué vas a hacer en este país? Si estás solamente pensando en hacer otra cosa y tu pasión es cantar. Como violonchelista podrías estar en un orquesta, pero yo creo que tu futuro es cantar. Y me inscribió ella en un concurso”.
“Me presenté a esa concurso y lo gané. Ahí fue cuando me fui a Londres. No lo tenía como objetivo pero bueno, ahí empecé a prepararme para rendir concursos internacionales. Gané la mayoría...” El resto, como suele decirse, es historia. Una historia que está en pleno desarrollo y tal vez, en el mejor capítulo de la vida.
— Irse tan joven a vivir a Europa habrá generado muchos momentos de incertidumbre, nostalgia, tristeza a la distancia...
— La verdad que fue muy duro empezar. Yo no había pasado por Buenos Aires prácticamente nada. Y entonces fue muy difícil llegar a Londres directamente y no saber siquiera hablar inglés, cómo moverme en una gran ciudad. Entonces una saca, no sé de donde, esa necesidad de aprender. La verdad es que no la pasé muy bien porque extrañaba mucho. Yo tenía una familia extraordinaria. A veces me quería volver, pero ¿sabes qué? Todas esas navidades en que yo miraba nevar en la ventana y lloraba un montón diciendo “Ay, allá estarán comiendo, tomando, saludándose, y yo ni siquiera podré llamarlos”. Pero cuando el otro día se levantaba ese telón y cantaba, todo eso era como que... Compensaba esa angustia.
—Notoriamente por su temática y repercusión, una película -Tar, protagonizada por Cate Blanchett- describió un lado oscuro del glamour que tiene la lírica, la música clásica ¿Qué tipo de experiencia te tocó vivir en la realidad?
— Yo tuve acoso de dos directores de orquesta que me venían a golpear la puerta a las 12 de la noche a ver si necesitaba un consejo para cantar. Porque era así. Yo respondía “no, muchas gracias maestro, no necesito nada”. Estaba segura de que yo no iba a sacrificar algunas cosas por cantar. Pero al otro día, me habían echado. Tenía que grabar un disco con EMI, recuerdo, y uno de los directores, por no haber hecho caso a su “invitación”, me quiso difamar. Por suerte en esa época no estaban las redes sociales, porque hubiera sido una catástrofe, ¿no? Tenía que ir superando una situación después de la otra. No era fácil, y sobre todo por los egos, quien es el que manda, quin es el que tiene más poder... Es un tema bastante importante de dominar.
A mí me sirvió de experiencia el apoyo familiar, que me sostenía como para centrar mi eje y decir “tengo que seguir adelante”. Porque muchas de las situaciones, por ejemplo, cuando esa vez no fui con este señor y me echaron, yo me podría haber deprimido... Y no sucedió. Incluso hice un juicio por acoso, que gané. Pero tuve que recuperarme psicológicamente seis meses, porque este señor decía que yo no cantaba bien. Y que por eso era que me había echado. Tuve que probar que había cantado bien pero ¿cómo probar en esa época que me habían acosado? Era una época muy dificil, por ser mujer además. En una producción no pude decir que estaba embarazada porque me echaban. Y estaba embarazada de seis meses y tenía que hacer una dieta tremenda para que el régisseur no se diera cuenta. Y pasaban muchas otras situaciones. Para mis colegas lesbianas, por ejemplo, era un drama. Era un drama ser homosexual. “Esta no porque es lesbiana, no tiene el physique du role, o es demasiado macho, es demasiado gorda”. Ahora a veces también escucho que no dan un rol porque consideran que sos muy vieja... No es una carrera fácil.
— Todo eso que describís ¿Ha cambiado definitivamente y para mejor?
— Hoy hay mucho más respeto, hay mucha más atención. Hoy la gente no habla ni dice cosas como decía antes porque te meten una denuncia y mañana estás preso por haber dicho una barbaridad. A veces nos vamos a los extremos y nos vamos al otro lado. Pero bueno, yo creo que cambió un poco para mejor esto: la mujer tiene derecho a ser mamá, la mujer puede trabajar, puede ser un poco más gorda y no pasa nada. Pero se sigue luchando. Pero te digo que se sigue luchando porque hasta hace poco sentí eso y me dijeron “no te dan ese rol porque sos vieja”. Entonces, ¿qué significa ser vieja? ¿Es por la edad o porque no tenés 20 años como pretenden, y tener un físico acorde?
Yo pasé tres generaciones o más del canto, llevo 33 años de carrera. Cuando yo empecé a cantar no podía cantar en la Scala de milan si no había tenido un antecedente claro. Hoy por hoy, si tenés la carrera que tengo yo, te dicen que sos vieja. Eso es lo que se está luchando hoy: a veces no miran la calidad de la carrera ni el personaje y se mira la parte física. Eso es lo único que creo que va quedando dentro del mundo de la ópera. Pero por lo general todo es mucho más positivo.
Seguir leyendo