En mi casa no se tira nada y eso qué tiene que ver con el teatro judío en Buenos Aires

“Las Moiras”, estreno de esta semana, inicia un díptico de “covers” de la pieza yiddish más famosa y relevante. En este texto, la autora explica las conexiones de tiempo y cultura para tal convergencia

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"Las Moiras", protagonizada por Fiamma Carranza Macchi, Analía Couceyro, Luciana Mastromauro y Flor Piterman, se estrena este sábado 29 de abril en El Galpón de Guevara
"Las Moiras", protagonizada por Fiamma Carranza Macchi, Analía Couceyro, Luciana Mastromauro y Flor Piterman, se estrena este sábado 29 de abril en El Galpón de Guevara

No recuerdo cómo fue que llegué a saber esto pero el asunto es que llegué a saber que había una chica haciendo una tesis de doctorado sobre el teatro judío en Buenos Aires; quizás lo escuché de su boca o de la de mi ex novio, que es amigo de ella. En realidad: escuché hablar de esa investigación varias veces, eso seguro, pero lo que estoy tratando de recordar es cuándo fue que me enteré del detalle que me hizo interesarme por ella, que no fue ni la relación del teatro judío con la prostitución —que me interesa muchísimo— ni con las vanguardias y su entrada en el teatro argentino —ibídem—, sino un detalle más bien anecdótico pero que me resultó impactante porque los detalles anecdóticos que tuercen la historia siempre me enamoran, y también supongo porque tenía una conexión con mi biografía.

"Las Moiras" fue escrita por Tamara Tenenbaum y está dirigida por Mariana Chaud
"Las Moiras" fue escrita por Tamara Tenenbaum y está dirigida por Mariana Chaud

Paula Ansaldo, esta entonces estudiante de doctorado, me contó que una de las dificultades centrales de su trabajo era que gran parte del material de archivo que había sobre el teatro judío en Argentina se había quemado en la AMIA. Escribí varias veces que mi papá falleció ahí, y estoy siempre buscando formas de ocuparme de eso sin ocuparme de eso, así que es lógico me llamara la atención el detalle, pero no fue solo eso; me pareció genial no haber pensado jamás en los papeles, que el hecho de que se mueran personas hiciera que no pensáramos jamás en los papeles quemados. Hasta que alguien los necesita, claro.

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Empecé a pensar en escribir una novela sobre eso, sobre esa carencia, la carencia de investigar el teatro judío argentino y la sensación de que entonces cualquier cosa podía ser un poco cierta, la experiencia de investigar a ciegas, pisando huevos; la experiencia de creerse cualquier cosa que te digan los sobrevivientes, los que se acuerdan de las puestas y los que dicen que se acuerdan, la experiencia de terminar creyéndose cualquier cosa e inventándose novelas incluso, porque es demasiado difícil pasar tanto tiempo sin encontrarse con nada sólido, el inconsciente empieza inventar lo sólido; para escribir esta novela, en la que sigo trabajando, tuve que sentarme a leer obras de teatro judío. No leo ídish, pero las obras clave se encuentran todas en inglés. La mayoría de las que pude encontrar se me hacían antiguas, folklóricas, vodeviles sin más interés que el de la reconstrucción histórica; hasta que me crucé con El dibuk, o Entre dos mundos.

"'Las Moiras' trata sobre mezclar tradiciones"
"'Las Moiras' trata sobre mezclar tradiciones"

El dibuk es una de las obras más conocidas del teatro judío, y definitivamente de las más importantes; su autor, conocido como S. Ansky, la escribió primero en ruso y luego en ídish.

Ansky jamás llegó a ver El dibuk representada; de hecho, la historia de la obra se parece bastante a la de esas obras malditas que ya nadie quiere hacer porque dan un poco de mala suerte, y el teatro es todo cosa de suerte. La idea era un sueño: Mijaíl Chéjov, renombrado actor de la época y sobrino de Anton, iba a personificar a Azriel, el sabio que practicaba el exorcismo del final; el propio Stanislavski la dirigiría.

Pero Stanislavski dio vueltas, pidió modificaciones, muchas reescrituras; en el medio, se enfermó de tifus, al tiempo que Chejov caía víctima de un brote psicótico a raíz, se pensaba, de las técnicas de actuación extremas con las que experimentaba. Caída esa puesta, S. Ansky se fue de Moscú, e incluso perdió su copia original de la obra; aunque eventualmente recibió otra, no llegó a ver jamás una puesta de El díbuk. Anski logró entregarle la obra a una compañía de Varsovia, pero falleció antes del estreno, que fue en 1920, justo después de que terminaran los treinta días reglamentarios del duelo judío por la muerte de su autor.

"El judaísmo trajo a la Argentina algo que era de Europa pero por una puerta chica"
"El judaísmo trajo a la Argentina algo que era de Europa pero por una puerta chica"

Así y todo, nada de esto es lo mejor de El díbuk; lo mejor de El díbuk es la obra, cómo está escrita, sus temas. Su humor, sus momentos absurdos, sus momentos emotivos: el modo en que cuenta un amor que a duras penas está empezando a pensarse como amor, como algo que se recorta de las decisiones de los padres y de la comunidad, y sobre todo como algo que para existir presupone la necesidad de la mixtura, del encuentro entre lo sagrado y lo profano, lo medieval y lo moderno, lo racional y lo místico, lo propio y lo extranjero. Fue eso lo que sentí que me hablaba: yo venía pensando hacía mucho en la vocación por la pureza de nuestra época, la vocación por lo bueno, por los límites, por la represión y la autorrepresión, las formas autocomplacientes y simplificantes —venenosas— de entender la ética y la estética.

El díbuk es un canto a la mezcla, a lo que no se decide, a lo que no está en un lugar ni en otro, ni del lado del bien ni del lado del mal: no es casual que su título alternativa sea Entre dos mundos. Sentí que quería usar algo de ese mundo para volver a hablar de eso, pensando en que históricamente la condición del judío errante —del que no tiene patria pero tiene letras, del que puede camuflarse en Occidente pero guarda dentro de sí la llama de algo extranjero— había servido para hablar de todo esto. Sentí, también, que el judaísmo argentino se trataba de eso: de la vocación por la asimilación y también por el aislamiento, de la tensión entre conquistar el mundo y hacerse blando hasta desaparecer o quedarse encerrado y aferrarse a una forma específica de la existencia. El judaísmo servía para hablar de tensiones identitarias que en realidad hablan de todo: de enamorarse, de hacer política, de ser mujer, de dejar de serlo, de irse de casa o de quedarse, de irse sin nunca irse del todo.

"Las Moiras" es la primera parte del díptico teatral que continuará con "El díbuk"
"Las Moiras" es la primera parte del díptico teatral que continuará con "El díbuk"

Para volver a hablar de todo eso pensé en este díptico que empieza con Las moiras, y se llama así primero porque hacía años me daba vueltas en la cabeza la imagen de hacer una obra de teatro con esas tres viejas tejedoras, y en mi casa no se tira nada; y segundo, porque la obra tiene que tratarse de esto, de mezclar tradiciones, de mezclar misticismos, de un Occidente menos occidental de lo que hoy nos quieren vender; un judaísmo diaspórico e impuro, sucio y manchado, un judaísmo orgulloso de lo que tiene de no judío, un judaísmo avergonzado, también. El judaísmo que trajo a la Argentina algo que era de Europa pero por una puerta chica; el judaísmo de los proxenetas que financiaron el teatro judío porque los habían echado de todos los demás espacios en los que se podía vivir el judaísmo.

"'El díbuk' es un canto a la mezcla, a lo que no se decide, a lo que no está en un lugar ni en otro, ni del lado del bien ni del lado del mal", escribe Tamara Tenenbaum
"'El díbuk' es un canto a la mezcla, a lo que no se decide, a lo que no está en un lugar ni en otro, ni del lado del bien ni del lado del mal", escribe Tamara Tenenbaum

Las moiras está dedicada a mis raíces, por supuesto; a mi bisabuela que vivía a tostis con arenques y descolgaba el teléfono porque decía que nadie importante la iba a llamar; a mi abuela que les enseñaba talmud a las chicas porque estaba convencida de que no había ninguna razón para que no lo estudiaran, como los varones; a todas las casamenteras que conozco, a mi mamá, que es casamentera a su modo también, y que me legó algo de ese oficio que trato de ejercer entre mis amigos como puedo; a todas las chicas que a veces se sienten un monstruo, y a las que somos un monstruo; a las chicas de mi barrio, las chicas del Once, a las que se casaron a los 18 y a las que no se casaron nunca; a Mariana Chaud, por supuesto, que se enamoró de esta obra como si la hubiera escrito ella, que tuvo la generosidad de robársela entera; pero sobre todo está dedicada a mi amiga Tamara Kamenszain, que compartía conmigo la relación de amor y de odio, de histeria y de obsesión con el judaísmo, y que en las preciosas conversaciones que llegué a tener con ella me enseñó a cuidarla y a descuidarla, a dejarla quemar y dejarla arder.

* Las Moiras se presenta los sábados a las 20 hs. y los lunes a las 21.30 en El Galpón de Guevara (Guevara 326, C.A.B.A)

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