Una de las funciones más esperadas de esta edición de BAFICI era la premiere mundial de Blondi, la ópera prima de la actriz Dolores Fonzi, que se presentó el pasado sábado a sala llena en el Cine Gaumont. La película se presentó como parte de la Competencia Internacional. Es una comedia que cuenta la historia de una mujer que fue madre a los 15 años, y Mirko, su hijo adolescente.
Ambos conviven en una casa muy particular donde existe una horizontalidad en la toma de decisiones y por su cercana edad, comparte sus gustos musicales, miran las mismas películas y tienen los mismos amigos. Se centra en los vínculos entre madre e hijo, madre e hija, hermanas. Una familia muy particular, como cualquiera y como ninguna. Un entrecruce de generaciones, cómo interactúan entre sí, sin desmerecer la opinión de ninguno.
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Lo primero que se sintió al salir de ver la película de Fonzi fue placer por hacer disfrutado una película con público. Algo que el director argentino Adolfo Aristarain comenta en las entrevistas que le realizaron para los spots del festival: ver cine es una experiencia colectiva. Aquí se compartieron risas, guiños y alguna lágrima, fue una experiencia única y es algo que se debe rescatar y volver a reivindicar, no sólo porque suena mejor o la pantalla sea más grande, sumergirse en una sala de cine con otras personas cambia totalmente lo que vemos y cómo lo vivimos.
Por otra parte, Blondi cuenta con un elenco de lujo: no solo la directora se puso en la piel de la protagonista. Toto Rovito, que encarna a su hijo y fue uno de los jóvenes que integran el equipo de la fiscalía en Argentina, 1985, es quien pone un poco los pies en la tierra en esa familia, sin perder la frescura de todo adolescente y con la suerte de tener a su madre como su mejor amiga.
También está Rita Cortese como la abuela, madre y alma mater de todos, y una hermana interpretada por Carla Peterson, quien se diferencia del resto al ser “la ordenada”, la que siguió los mandatos, pero que luego demostrará que la manzana no cae tan lejos del árbol.
Se trata de una película de mujeres fuertes, que van al frente, que resuelven, que comparten la crianza de sus hijos, como un todo sin marcar rangos, y donde se cuestiona qué pasa con los roles masculinos que desaparecen, en el caso del padre del hijo de la protagonista, o no ejercen su rol como deben, en el caso del papel de Leo Sbaraglia, que interpreta al marido de Carla Peterson.
Además, es una película que juega con varios géneros. Si bien es una comedia propiamente dicha, hay algo de drama, road movie y hasta de cine de género. A su vez, también la música juega un rol clave marcando las distintas generaciones y sumando bandas de la nueva escena pop-rock porteña, como es el caso de Las Ligas Menores.
Infobae Cultura conversó con Dolores Fonzi sobre este nuevo desafió de su carrera, que la pone tanto al frente como detrás de cámara.
—¿Qué te llevó a dar el paso a la dirección?
—No es que tenía ganas de dirigir de antemano, sino que apareció más como consecuencia de encontrar una idea que me gustaba, que me daba ganas de contar y en la que podía trabajar de manera divertida cosas más profundas: como la maternidad, nuevas formas de familia, feminismo, libertad, la música, la madurez e inmadurez. Esos temas fueron apareciendo, como también apareció la necesidad de dirigir mis propias historias, hacerme cargo de contarlas. No es algo tan nuevo, ya que una como actriz siempre se está dirigiendo. Incluso cuando tenés un director. Estás interpretando sus ideas para poder dirigirte a determinada actuación. Aprendí muchas cosas y reconociendome aspectos como que soy muy poco racional, más bien intuitiva.
—¿Cuál era la idea que inició la historia de Blondi?
—El germen era el vínculo entre esa madre medio “Big Lebowski mujer” con ese hijo, su amistad y la vida juntos. Creo que apareció un poco después de leer un libro de John Irving, donde había algo parecido, aunque contado de manera muy distinta. Además, soy muy fan de Gena Rowlands y había algo de esa manera de habitar el cine que me resultaba inspiradora. También tenía claro que lo que íbamos a hacer era una comedia, pero que tenía que tener muchas de las cosas que a mí me importan, como las que mencioné antes.
Me di cuenta de que escribir es una manera de repensarse - para nada como terapia - pero que cuando uno busca emocionar o divertir está bueno ir a buscar en las cosas que más conoce. Entonces metí muchas cosas de mi vida, pequeños juegos que hacía con mi abuela, por ejemplo: el juego de los disparos y el recitado del poema de Becker que aparecen en la película, son cosas que yo hacía con ella. Además, incluí algún diálogo que yo he tenido con mi hija, el del diamante y el orgasmo, y chistes que hacíamos con una amiga como lo de inventar nombres de bandas ridículos. Son cosas que me acercaban a una emoción (o diversión) que quería que estén la película.
—¿Cómo fue el trabajo de guión en conjunto con Laura Paredes?
—Laura Paredes es una amiga muy talentosa, actriz increíble, y dramaturga espectacular. Me encanta todo lo que hacen con las Piel de Lava. Y sus obras sola también. Ella, si es más cerebral, digamos. Sabe organizar, bajar ideas que parecen abstractas a cosas más concretas, creo. Empecé con la idea de una madre y un hijo que parecen casi de la misma edad, física y por las cosas que hacen. Una madre inmadura y un hijo maduro, digamos. Pero después eso fue cambiando, le fuimos poniendo cosas que nos divertían o que nos interesaban. El proceso fue un proceso normal, nos reunimos, hablamos, escribíamos, leíamos, corregíamos. Pienso que hicimos un equipazo.
—¿Cómo fue ese doble rol de directora y protagonista?
—Cómo te decía antes, no había mucha conciencia, era algo más natural e intuitivo. Pienso que los actores cuando dirigimos trabajamos desde otro lugar, se organiza la escena a partir de la actuación, entonces tal vez no hay tanta vuelta en reflexiones, actuar es hacer y había que hacer una película. El tema difícil siempre es el tiempo, entonces agarre consejos de varios amigos que dirigen, y también me inventé mi manera. Hacer cine es muy emocionante, te hace muy feliz, tanta gente queriendo ayudarte a que algo que empezó como una idea tuya se materialice es hermoso y es emocionante. Filmar esta película me dio mucha felicidad y algo de eso queda en la pantalla. Blondi es una película feliz.
—¿Qué tuviste en cuenta para la selección de actores?
—Carla, Rita y Leo estaban en la película casi desde la escritura del guión. Los conozco, los admiro, me gustan sus maneras de trabajar y me divierto mucho con ellos. Lo difícil era encontrar a Mirko. Por suerte, apareció Toto Rovito que es un genio, y tenía algo de ese bebote gigante que yo quería. Quería un actor alto para ese rol, que sea más alto que no es tan difícil. Trabajamos mucho sobre el vínculo, la manera de relacionarnos, y cuando digo trabajar no digo necesariamente ensayar o leer, sino también pasar tiempo juntos, conociéndonos. La primera vez que nos juntamos llevé a Toto al supermercado a comprar cosas para el cumple de mi hija. Con todos fue muy así, pasar tiempo juntos, hablar de pavadas, divertirnos y que la actuación aparezca desde ahí. Por supuesto, con actores como ellos todo es fácil.
—¿Cómo se vivió ese set de filmación?
—Fue hermoso, muy divertido. Todo lo bueno que me podía imaginar y más. A veces nos desordenábamos un poco porque encontrar el plano adecuado o el movimiento de cámara que queríamos no siempre era fácil. Y el doble rol de actriz - directora que me hizo dirigir de una manera diferente, desde dentro de la escena, más desde la actuación, pero fue un set soñado.
—¿Cómo definirías el concepto de familia que abordás en Blondi?
—Creo que en Blondi no hay concepto de familia, porque justamente no debería haberlo. Me gusta pensar que la crianza no es algo unilateral, que puede ser algo más colectivo, que no hay una única manera, que podemos ser amigos de nuestros hijos y de nuestras madres y que todos estamos en constante aprendizaje y que eso es lo divertido de la vida.
* Blondi tiene función este miércoles 26 a las 16:50 horas en la Alianza Francesa (Av. Córdoba 946, CABA) y se estrenará en las salas argentinas el 1 de junio.
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