“Para esta empresa yo quería que me ayudara mi amiga que vivía enfrente. Desde el día anterior le dije que tenía permiso para hacer el budín esponjoso y quedó en venir”
Hebe Uhart
------------
Donde cae queda es el efecto, o más bien la continuación de lo que primero fue un ejercicio. A principios de 2017 con mi amiga Ana Lucía Morón nos anotamos en un taller de dirección y puesta en escena que dictaban Rubén Szuchmacher y Graciela Schuster.
Fueron meses de novedosa reflexión sobre la escena y sus avatares, trabajo acerca de los problemas de la puesta, información sobre la imágen y el sonido, exploración de los escenarios y la literatura, y presentación de instalaciones visuales y obras musicales.
A fin de año vino la consigna del “trabajo final” que consistió en hacer una puesta en escena a partir de un texto no teatral, cualquier texto que no haya sido pensado ni escrito para teatro: un cuento, un ensayo, un poema.
Para ese momento ya éramos tres, Diana Csipka se había sumado al equipo. Cada una buscó algunos textos y los fuimos compartiendo, nos quedamos con dos, uno de Hebe Uhart y el otro no recuerdo. Finalmente y como es lógico elegimos El budín esponjoso y caímos en un abismo mientras resonaban los consejos técnicos de Graciela y Rubén, que no hay que dramatizar el cuento, que hay que entrar por el hueco, por el lugar que no está resuelto, por eso que el texto deja opaco. Tuvimos un primer intento y resultó fallido, fracasamos.
Una noche bien tarde, Ana me manda un mensaje que dice “ya lo tengo, se me ocurrió esto: un dispositivo de trillizas que se van desdoblando y triplicando” cómo será eso pensé. Inmediatamente aparecieron unos veinte porotos en la mesa y me di cuenta de que nadie pensaba en cocinarlos. Hebe dice que aparecieron porotos en uno de los cuentos de la obra, pero lo que apareció primero para Ana y luego para nosotras fue un mecanismo de funcionamiento en el que pudimos practicar, ver y escuchar El budín esponjoso el cuento de Hebe con el que hicimos ese trabajo final. Nos orientaba la letra de Hebe, no tanto lo que contaba la historia, sino más bien cómo estaba escrita. La puntuación, la pausa, el modo minucioso y detallista de la descripción. Estábamos perdidas pero nos guiaban algunos “no” que traíamos como escudo y casi con obstinación. Como dice Hebe en el último de los cuentos de la obra “Ella estaba en la sombra más sombría, no tenía un lugar al sol pero tenía una gran obstinación”. Entonces volvíamos a encauzarlos a partir de la forma de los textos, y no por el sentido o por el significado. De todos modos, en ese juego de formas, sonidos e imágenes el cuento aparecía, el humor y la historia se iban volviendo protagonistas.
Nos juntábamos en algunos bares pero sobre todo en estaciones de servicio que nos albergaban por horas y horas mientras leíamos entre nosotras tres y en voz alta cuentos y relatos de toda la obra de Hebe Uhart.
Te puede interesar: Por las noches, Abelardo Castillo se encuentra con Edgar Allan Poe
Como dice Freud en su texto Recordar, repetir, reelaborar, Hebe recuerda, rememora, y repite; vuelve para atrás, desenrolla, condensa y desplaza. Titula, anticipa y vuelve a desarrollar alguna idea. Eso hicimos siguiendo su pista, leímos al unísono, leímos en canon, en voz alta y murmurando. Nos desdoblamos, nos triplicamos, nos volvimos a unificar. Parecía una coreografía de voces y un poco lo era. Nos vestimos iguales, nos peinamos iguales. Nos convertimos en trillizas, iguales pero diferentes como cualquier repetición.
Ese ejercicio fue el trampolín que nos arrojó al proceso de la obra. Sin sacar ni poner una sola palabra como pedía la consigna, la autora a la letra, exacta.
A partir de ahí, seleccionamos tres cuentos más para hacer la dramaturgia de una obra que aún no existía, y nos pusimos un límite que esta vez fue el temático. Se recortó una línea narrativa: una genealogía de señoras. Cuentos que hablaran de madres, tías, hijas y primas. La ropa, las telas, las salidas a la capital desde Moreno, los juegos, el piano, las amigas y la muerte. Los cuentos elegidos fueron El juego de cartas, Moreno, El budín esponjoso y El recital de piano. El trabajo consistió en ampliar y profundizar ese dispositivo de las trillizas que recuerdan, cuentan, salen y entran de la ficción, arman y desarman escena con el relato como protagonista. Valiéndonos de la mirada de Uhart que transforma el más mínimo detalle en todo un universo, compuesto de observaciones, sutilezas, precisiones y por sobre todo humor.
Te puede interesar: “Fiesta en el jardín”, el resplandor solitario de otra generación perdida
El desafío era volver teatral los cuatro cuentos, sin modificar la letra de Hebe. Volver los cuentos algo visto y oído, intentando captar la atención de futuros espectadores, considerando que en este caso, el texto no iba a ser leído. Por lo tanto teníamos que revelar, poner en escena lo que no estaba dicho. Y así nació este trío de relatoras que a través de un particular artificio, abren para cada historia una nueva dimensión.
Elegimos tres actrices que tenían que ser parecidas. Primero fueron Leticia Gurfinkiel, Veronica Jordan y Ana Sscmukler, actualmente se sumó Miranda Di Lorenzo, dado que Leticia no pudo continuar con el proyecto. Ellas realizaron un trabajo minucioso y en sintonía con la materialidad de la obra, aprendiendo textos y movimientos con toda precisión.
Se sumaron al proyecto Camila Pérez y Agnese Lozupone en arte e iluminación, aportando sus imágenes y saberes y potenciando el material.
El trabajo fue invocar los recuerdos y relatos con recursos técnicos y formales a partir de colores, figuras y sonidos. Como en los sueños, superponer y equivocar sentidos siguiendo las pistas de nuestra autora, ahora favorita. Profunda y superficial, graciosa y oscura. Sórdida y obstinada. Débil y omnipotente al mismo tiempo.
*Donde cae queda se presenta en Patio de actores, Lerma 568, los domingos a las 18 hs, durante abril y mayo. Entradas S 2300 por Alternativa Teatral. Descuentos para estudiantes y jubilados
Ficha: Textos: Hebe Uhart; Intérpretes: Ana Schmukler, Verónica Jordan, Miranda Di Lorenzo; Dirección: Ana Lucía Morón, Paula Schiselman; Escenografía y vestuario: Camila Perez; Iluminación: Agnese Lozupone. Fotos de Sergio Bosco
Seguir leyendo