La cantante Zaz, que renovó la chanson francesa en 2010 con una fresca mixtura de pop y world music, tiene un amor especial por la Argentina. Entre 2014 y 2016 visitó el país tres veces –saltó de Niceto al Luna Park en tan solo un año– y además tocó en ciudades del Interior, algo que no es tan común en artistas internacionales. Tras ocho años de ausencia, con el parate obligado que representó la pandemia de Covid-19, vuelve para presentar su quinto álbum, el introspectivo Isa.
“Tengo la impresión de que fue ayer que estuve allí y al mismo tiempo soy consciente de que transcurrió mucho tiempo porque en estos ocho años pasé por muchas cosas. En la Argentina tuve la sensación de que ya me conocían porque el público cantaba todas mis canciones. Siendo yo francesa, ese amor y aprecio que sentí por parte de la gente no lo he olvidado en estos ocho años”, admite Zaz, que ya se presentó en Córdoba, y lo hará este viernes 21 en el Teatro Metropolitano de Rosario y el sábado 22 volverá al Palacio de los Deportes porteño. “Disfruto viajar por el país”, agrega.
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Como les sucedió a muchos artistas, la cantante que creció en la ciudad de Libourne (al sudoeste de Francia) no fue ajena a los efectos del confinamiento que produjo la pandemia y eso se reflejó en su nuevo álbum, editado en 2021 y grabado en parte durante esos meses de quietud, donde desplazarse era muy difícil y los conciertos no estaban permitidos. “Isa” es el diminutivo de su nombre, Isabelle Geffroy, y este nuevo disco busca ser un reflejo de su verdadera identidad. El resultado es intimista, maduro y honesto, y muestra una nueva faceta de la artista.
“Cada uno de mis proyectos estuvo atravesado por un momento especial de mi vida. Durante el proceso de creación de este álbum estaba en un período de muchas preguntas internas y al mismo tiempo quería salirme de Zaz. Hace más de doce años que soy ella. Ya antes de la pandemia tenía la idea de dejarla un poco, pero entonces llegó la cuarentena y entonces me empecé a preguntar, ‘¿quién soy yo si no soy Zaz?’”, explica sobre cómo se sintió en la grabación de Isa.
“Estaba vulnerable, no estaba esa alegría de vivir que tengo cuando estoy sobre el escenario porque en la pandemia no había nada. Tuve que hacer un trabajo interior muy profundo y cavar dentro de mí misma para sacar esta nueva personalidad. Hubo mucha resiliencia”. Para ella, este nuevo trabajo “fue como pasar de la teoría a la práctica en la búsqueda de libertad. El proceso tuvo que ver también con haber cumplido 40 años, haber encontrado pareja y que la familia se haya ampliado. Antes tenía el control sobre todo, pero ahora logré soltarme un poco. Fue como una transformación”.
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El multinstrumentista holandés Reyn Ouwehand estuvo detrás de la producción de esta quinta placa y fue toda una nueva experiencia para Zaz. “Hizo un trabajo sobre el sonido que nunca había hecho antes. Usamos máquinas, pero también sonidos orgánicos como hacer percusión casera golpeando el pecho con las manos”. Reyn empezó su carrera a los 16 años haciendo música para videojuegos, pero luego se dedicó a la composición de bandas sonoras, a los arreglos orquestales y a colaborar con las máximas figuras del pop fracés y neerlandés, entre ellos Benjamin Biolay, compatriota de Zaz que también tiene predilección por la Argentina (como lo demuestra su disco de 2017 Palermo Hollywood).
Una de los puntos más altos de Isa es la balada “Les jardin des larmes”, un dueto con Till Lindemann, el cantante de la banda alemana de rock industrial Rammstein. La fusión de la suave voz de Zaz con el barítono de Lindemann le da a la canción una desolación y una tensión inigualables.
¿Cómo se dio esa inesperada colaboración entre uno de los vocalistas más duros de Europa y la chanteuse más popular del mundo? “Fue él quien me lo propuso. En Alemania, me maquilló su maquilladora y ella me dijo que Till me tenía mucho aprecio. Cuando Rammstein dio un concierto en París, le pidió a su maquilladora que me llamara. Nos encontramos, nos abrazamos como viejos amigos y me invitó a grabar”.
El Organique Tour que la trae de vuelta a la Argentina está centrado en este último disco, pero Zaz aprovecha para repasar lo mejor de toda su discografía, incluyendo temas de Effet Miroir (2018), que tiene el hit con estribillo en español “Qué vendrá”, que el público argentino tendrá la oportunidad escuchar en vivo por primera vez. Tampoco faltarán versiones de clásicos de la chanson que la misma Zaz revisitó y modernizó en sus shows y en su álbum Paris, como la inconfundible “La vie en rose” de Edith Piaf, con quien ella fue comparada en sus comienzos. Editado en 2014, ese tercer LP cuenta con colaboraciones de Thomas Dutronc, Quincy Jones –que produjo la relectura de “I love you Paris” de Cole Porter– y Charles Aznavour, que interviene en su propia composición “J’aime Paris au mois de Mai”.
Sus conciertos, sin embargo, son diferentes porque ella cambió. “Como yo soy la que atravesó este desierto, la que hizo este proceso, obviamente llevo todo eso conmigo. Obviamente hay felicidad cuando estoy sobre el escenario, pero ahora hay muchos más matices que representan lo vivido en este tiempo de superación”.
Tras participar de varios proyectos musicales, desde un grupo de blues hasta una orquesta de variedades, Zaz conoció el éxito con su primer álbum homónimo en 2010, de la mano de la canción “Je veux”, que con su base de gypsy jazz fue un hit inusual en todo el mundo. Tan solo en Francia ese LP vendió más de un millón de copias. Su segunda placa, Recto Verso, fue tan popular como la anterior y la consagró como la máxima estrella del pop francés de su generación. En su cuarto disco, Effet Miroir, alcanzó la madurez musical, que se profundizó en la grabación de Isa.
Más de una década después, dentro del pop actual, donde predominan el hip-hop y la música urbana, cabe preguntarse si hay lugar para sus canciones. Ella no tiene dudas de que tomó el camino correcto: “No hay necesidad de buscar su lugar. Hay que ser uno mismo porque así uno logra hacerse un espacio entre tanta variedad de música. Lo más importante es ser abierto y hacer lo que a uno le gusta. Hay momentos en los que lo que te gusta no funciona y obviamente quisiéramos que siempre funcione, pero eso también es arriesgarse a ser uno mismo”.
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