Entre esferas como planetas, en la cúpula de la Plaza de las Artes del Centro Cultural Borges, nueve bailarinas nadan suspendidas en el aire a ritmo acompasado. Son esculturas en 3D de la bailarina Lucía Bragado. Estamos en Fulguraciones, la imperdible muestra de Renata Schussheim, con sello destellante como fuego.
En sala hay además tres piezas más en 3D y una proyección, junto a 22 fotografías intervenidas que son una joya. Schussheim las intervino con trazo certero: apenas realzó el blanco y los colores para crear un universo espeluznantemente bello. Son imágenes que encontró en Internet, algunas eran de militares que portaban esvásticas. “Son de una época en que en Alemania llevaron osos polares al Zoo y fue tal el furor que los hombres salieron vestidos de osos y se empezaron a sacar fotos con la gente”.
La música creada especialmente por Damián Laplace copa la sala y la cúpula. “Una muestra sin música es como un cementerio”, afirma mientras recorremos la muestra en pleno montaje, la artista de melena rouge y ojos verde agua, que trabajó durante ocho años en la compañía de Oscar Araiz en Ginebra. Y realizó el diseño de vestuario y dirigió, junto a Araiz, Boquitas Pintadas.
Diseñó el vestuario de espectáculos con Julio Bocca. Fue vestuarista de una versión de Romeo y Julieta en el Teatro Principal de Valencia, de las puestas de Lady Macbeth y El barbero de Sevilla en el Teatro Real de Madrid, y de Edipo XXI en el teatro Grec de Barcelona. Trabajó en el teatro de Torino (Roma), en Finlandia, en EE.UU. Hizo producciones generales de espectáculos en el Colón pasando por shows en Obras hasta el Luna Park. Creó el vestuario de unas 200 obras.
A los nueve años ya empezó a estudiar dibujo: su madre la llevó al taller de Ana Tarsia, alumna de Batlle Planas. Con tan sólo 13 años, al conocer a Carlos Alonso le pidió ser su alumna. El empezó a supervisar sus trabajos mientras Schussheim estudiaba Bellas Artes en la Academia Bolognini. Iba cada quince días con sus dibujos al estudio del maestro. A los 15 años hizo su primera muestra, que incluyó desnudos, en la galería El Laberinto.
Más tarde vendrían los honores. Desde 1966 expone en galerías de Argentina y muchos de sus trabajos se exhibieron en Ciudad de México, Rio de Janeiro, Sao Paulo, París, Lille, Nápoles, Torino y Ginebra. Ilustra libros y realiza publicaciones en revistas de Buenos Aires y Nueva York.
“Renata Schussheim pertenece al mundo encantado de los pájaros, de los duendes y las galaxias infinitas. Y también al mundo mágico de los poetas locos, el de William Blake, Eduard Lear y Lewis Carroll. Y también al mundo erótico y antropofágico de Wilheim Reich.” Así la describió el gran músico y poeta brasileño Vinicius de Moraes.
—¿Cómo fue tu infancia? ¿Ya tenías definido que lo tuyo era el arte?
—Tenía muy claro que lo que quería hacer era dibujar. Después apareció un deseo muy fuerte de hacer algo en teatro, sin saber qué o cómo ubicarme. Sí sabía que no quería estar arriba de un escenario. Eso era claro. Quería estar backstage, en la parte de atrás. Luego lo conocí a Oscar Araiz cuando hice mi primera muestra en la galería Laberinto. Allí nos conocimos y fue pasión: él por mis dibujos; yo por sus coreografías. Él fue el primero que me invitó a hacer mi primer vestuario teatral. Yo nunca estudié en mi vida: aprendí sobre la marcha. Y en 1971 hicimos Romeo y Julieta en el San Martín. Fue la primera obra que hice. Esa obra después fue a Río de Janeiro al Municipal (fue mi primera salida de la Argentina) y después fue a la compañía Joofrey Ballet de Nueva York. Me hizo salir e iniciar una carrera en el teatro.
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—¿Para esa versión de Romeo y Julieta en qué te inspiraste?
—Me divagué, como no tenía experiencia de nada, me volé de una manera… La ropa no era parecida a casi nada. Sí me acuerdo que cuando fuimos a Nueva York conocí un señor muy muy viejito, que había pertenecido a los ballets rusos de Diaghilev: me dijo que mi vestuario le hacía acordar a los ballets de Diaghilev. Para mí Baxst, que era el diseñador de vestuario de Diaghilev, era un dios.
—Tu trabajo con Charly García durante cuarenta años comienza después. ¿Cuáles fueron los principales desafíos que encararon juntos?
—Lo conocí cuando estaba en La máquina de hacer pájaros, lo fui a escuchar a un lugar que se llamaba La bola loca, en un sótano. Era como una puesta que había armado Roberto Villanueva, del Di Tella. Ahí lo conocí a Charly, que me convocó para hacer Bicicleta en Obras. Esa fue la primera experiencia en la que yo tuve de ocuparme del escenario, de la ropa, de la gráfica y de la puesta. Después vino Ferro, e hicimos también Piano Bar juntos. Lo último fue lo del Colón en Líneas paralelas.
—Imagino la adrenalina que generaban esas puestas…
—Fue una locura, una emoción. Hasta hoy en día subís a un taxi y el tipo te dice: “Me acuerdo cuando hizo Bicicleta”. En esa época no había mucha cosa visual en los recitales. Yo creo que Charly fue el que inauguró eso. La idea siempre era de Charly, porque él podía hacer el recital y vender entradas sin todo el valor agregado artístico, pero él quería hacerlo.
—¿Es verdad que estás haciendo el arte de su nuevo disco?
—Sí. Ahora está un poco parado por un tema de derechos. No sé si se solucionó o no. Espero que sí porque estábamos bastante avanzados con el arte de la tapa.
—En la Revista Siete Días, ¿cuál era específicamente tu función?
—Me llamaron para hacer producciones fotográficas durante un año. Ese fue el único trabajo fijo que tuve en toda mi vida. Tengo 73 años, nunca tuve un trabajo con relación de dependencia. El único que tuve fue ese año que hice las producciones de Siete Días. Fue maravilloso porque ahí la conocí a María Moreno. La mayoría de las notas las hicimos juntas, y con varios fotógrafos. Con el que más trabajamos fue con Eduardo Martí, que era muy amigo de Spinetta. Estaba en el mundo del rock, también era músico. Con él armamos un trío con el que hicimos cosas delirantes en esa ápoca.
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—¿Vos qué hacías?
—Elegía el personaje, armaba la producción, lo vestía, y hacía la escenografía. Nos hemos divertido salvajemente. Hicimos una foto con Andrea del Boca cuando recién empezaba a salir de su niñez. Yo la puse con la boca roja, tacos altos, sexy, tirada en un sofá. Esa foto fue un escándalo, fue tapa de Siete Días y además se publicaron notas diciendo ¡cómo, nuestra niña!
También tengo muchas notas con animales. Con Lorena Paola, quise chanchitos, pensando que los cerditos eran manejables, pero fue imposible. Los cerditos en el estudio de fotos se escapaban, no había manera de agarrarlos. Y con una pantera negra hice a Leonor Benedetto, que tenía una malla muy vintage de animal print.
—¿Una pantera real?
—Sí, trabajábamos con Cutini. Trajo un chimpancé que se llamaba Marcelo. El estudio estaba a media cuadra de la redacción. Me acuerdo que subí a Siete Días porque estaba fascinada con el chimpancé, lo llevaba de la mano. Fui a la redacción. Y el mono estaba enamoradísimo de la Benedetto. Son tremendos los chimpancés. Tengo miles, miles de historias. Fue un año increíble. Terminó cuando empezó la Guerra de Malvinas. La última foto que hice, ya cuando el clima estaba raro, fue con Perciavalle. Por ejemplo hice una foto con el grupo Virus y no me la querían dejar publicar porque se llamaba Virus. Era una Argentina muy pacata.
—¿Pudiste publicarla?
—Sí, finalmente pude.
—¿Qué es lo que más te atrae del arte?
—Me parece que es una manera de mirar y transmitir. Y un conducto por el cual te comunicás con la gente. Vos sos también un conducto: provocás alguna emoción y algún sentimiento. Es un alimento para el alma.
*Fulguraciones, de Renata Schussheim. En Plaza de las Artes del Centro Cultural Borges (Viamonte 525). Miércoles a domingos de 14 1 20h. Gratis Producción ejecutiva: Romina Del Prete; Realización 3D esculturas: Mario Astutti; Impresión fotográfica: Hernán Gigante; Banda sonora: Damián Laplace; Iluminación: Roberto Traferri; Video: Matías Otalora, Diseño gráfico: Martín Gorricho.
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