Martín Caparrós y el idioma que hablamos, de su “ñamericano” al “gilipañol” de Pérez Reverte

El periodista y escritor argentino disparó el debate luego de su intervención en el reciente Congreso de la Lengua. Polémica de Twitter al margen, asegura que fue malentendido y que el sustrato de su razonamiento es no saber “si digo castellano o si digo español”

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La actualidad de Martín Caparrós es muy diversa. Residente en Madrid, desde hace varios años, situación que no le impidió mantener un contacto fluido con la Argentina y con Latinoamérica –como da cuenta su libro de crónicas americanas Ñamérica, editado a fines de 2021– ni con la historia del país que lo vio nacer. Como demuestra Sarmiento, una biografía novelada en primera persona de uno de los personajes más significativos a la vez que intrigantes de la historia argentina.

En este trayecto, el escritor tuvo que enfrentarse a una condición que provocó que deba movilizarse en una silla de ruedas eléctrica (él conoce las maneras de no sucumbir ante el nuevo estado de las cosas y, por el contrario, avanzar en el camino) y hasta tuvo tiempo de desarrollar una postura polémica en el Congreso de la Lengua desarrollado en Cádiz, que logró todo tipo de reacciones, tanto a favor como en contra, donde “bigotudo” fue el adjetivo menos violento.

Es que el lema del último congreso, desarrollado a fines de marzo, tenía como lema: “Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro”, que anticipaba un clima de desarrollo fraternal y armonioso entre las naciones que introdujeron el español al continente durante la conquista, y aquellas que siguen tributando el nombre “español” a la lengua mayoritaria en la región.

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Caparrós vino a romper el molde y propuso que se deje de llamar “español”, gentilicio de la nación conquistadora, a la lengua hablada por centenares de millones de personas en el continente llamado América. Dijo en su intención en la mesa central del Congreso: “Una consecuencia de los siglos coloniales es que el globo rebosa de países que hablan idiomas que todavía llevan el nombre del país conquistador”. Propuso, como aporte al debate, que se llame al idioma de los americanos: “Ñamericano”.

¡Para qué!

El escritor y periodista mexicano Juan Villoro y el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, durante la mesa de debate "El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante" (Foto: EFE/Román Ríos)
El escritor y periodista mexicano Juan Villoro y el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, durante la mesa de debate "El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante" (Foto: EFE/Román Ríos)

Por caso, el escritor español Arturo Pérez Reverte le respondió en Twitter: “Yo tengo una propuesta” y compartió una imagen con un logo y la palabra “Gilipañol”, derivada de gilipollas Luego definió: “Gilipañol, la 1. adj. Perteneciente o relativo al gilipañol. 2. m. Lengua artificial, pero en notable expansión, que hermana a los hispanohablantes gilipollas de España, gran parte de América, Filipinas, Guinea Ecuatorial y otros lugares del mundo”. Breve, Caparrós respondió: “”¿Ese es el idioma en que tú escribes, no?”. Y terminó el debate, por ahora.

Infobae Cultura conversó con Caparrós atravesando los mares mediante la tecnología de las videollamadas y repasó esta polémica, entre otros temas.

—Antes de pasar al tema candente, como dirían los programas de noticias, este es un año prolífico. También publicó Sarmiento, que introduce episodios desconocidos en general.

—Lo escribí en pandemia, por lo que las fuentes fueron limitadas. Pude comprar la biografía de Manuel Gálvez por internet. Una copiosa biografía de un autor estadounidense, cuyo no recuerdo ahora mismo, que en los años 40 trabajó mucho y se murió muy joven, justo antes de publicar su biografía. También tomé a Ezequiel Martínez Estrada, y alguna biografía sobre Aurelia Vélez qué es muy interesante, realizada por Aracelli Bellota.

—Se puede pensar que la escolaridad de los argentinos construye al prócer Sarmiento y no da cuenta de ciertos acontecimientos que lo hacen humano, demasiado humano.

—Bueno, no por nada lo llamaban “El Loco” Sarmiento.

—Su libro comienza con Sarmiento señalando que no le queda más que la muerte, luego de ser presidente, pero tiene 63 años. No era un anciano…

—La escribí cuando tenía 63 años yo mismo.

—Freud diría que es un chiste significativo…

—Es que los chistes están para decir lo que no se puede decir, para el resto está todo lo demás.

—Sarmiento dice que después de ser presidente a los 63 años, ya no puede aspirar a más.

—En el caso de Sarmiento es claro, porque efectivamente una vez que llegás a ser presidente de un país, todo el resto menos eso ya no le impresionaba. Para usar una comparación un poco vulgar, es como un jugador de fútbol que se retirado. El presidente que deja de serlo, sabe que nunca más llegará a esa intensidad.

Martín Caparrós fue uno de los galardonados de la 40.ª edición de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo (Foto: Albert García)
Martín Caparrós fue uno de los galardonados de la 40.ª edición de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo (Foto: Albert García)

—Y Caparrós, a los 63 años, ¿qué espera del futuro?

—En principio, lograr escribir un buen libro.

—Es un poco tramposo porque tiene varios, pero sigamos con Cádiz. Introdujo una polémica acerca del nombre de la lengua hablada en el continente americano, que remite al gentilicio del país conquistador, y propuso darle otro nombre.

—La base de mi intervención, que después por supuesto se simplificó como siempre de una manera equivocada; fue proponer, como impulso al debate, que llamarán ñamericano a la lengua del continente y que eventualmente encontraran un nombre para nuestra lengua, la lengua que hablamos 400 y pico millones de personas y que no sea el nombre de otro país hablando una lengua que se llama como este, porque no es nuestro reino.

Puedo hacer una primera propuesta que sería mi americano sabiendo que seguro que va a haber otras mejores, lo dije literalmente esto. Lo que salió es ‘Caparrós quiere que se llame “ñamericano’. Yo dije eso ese día y no pasó prácticamente nada, ¿eh? La Vanguardia de Barcelona publicó una nota de alguna manera resumiendo esto, pero fue el único medio que lo hizo. Ahí fue cuando el caballero este los tercios del Flandes decidió insultarme un poquito para contestar y entonces cuando yo también le contesté preguntándole. Ahí la prensa se interesó por el asunto, o sea, cuando había una peleita por Twitter.

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Igual es notable que un escritor que adhiere a postulados de derecha se vea tocado por el tema…

—No sé si los “intelectuales de derecha”, con perdón, han ganado fuerza o la han perdido los “intelectuales de izquierda”. Los de la derecha siempre se dedicaron a consolidar sus dogmas y nunca cumplieron el papel que se le supone a un intelectual, el de examinar, criticar, repensar lo establecido. El problema es que los de la izquierda tampoco lo hacen mucho: hasta hace poco, porque muchos se dedicaban a defender proyectos y partidos y se volvían “intelectuales orgánicos”, un oxímoron. Y ahora porque muchos se dedican a trabajar de policías de la moral y las buenas costumbres, a definir qué se puede decir y qué no, qué se puede pensar y qué no. Yo sigo creyendo que los intelectuales sirven para correr los límites, no para ponerlos. Y eso, ahora, no es lo que suelen hacer ni unos ni otros.

Martín Caparros participó de la mesa de debate "El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante" durante el Congreso de la Lengua (Foto: EFE/Román Ríos)
Martín Caparros participó de la mesa de debate "El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante" durante el Congreso de la Lengua (Foto: EFE/Román Ríos)

En una nota en Infobae Claudia Peiró señaló que en su intervención usted resaltaba que la lengua española había sido impuesta por medio de la sangre y de la cruz. Y planteó que lenguas como el náhuatl, en Centroamérica maya y azteca, fueron impuestas a otros pueblos mediante la sangre, el sacrificio de niños y hasta la antropofagia, sin que se pida cambiar el nombre.

—La discusión histórica está bien y Claudia tiene razón. Pero el sustrato de mi razonamiento no era la violencia de la imposición de una lengua. Por eso se dice que “una lengua no es más que un dialecto con un ejército delante”. El comentario sobre la sangre de la conquista, que es un dato histórico, era un señalamiento descriptivo sobre cómo se llevó la conquista en el continente.

—¿Y cuál es el sustrato?

–El no saber cómo decir en qué idioma hablo. Si digo castellano, si digo español. Pero si digo español me remite a los habitantes de un reino que además están muy incómodos en muchos casos por el hecho de ser españoles. Todos los símbolos patrios están hiper cuestionados porque son una herencia, entonces no hay siquiera, eh, unidad en cuanto a la bandera. Decir “español” es una consigna y se dice “yo soy español, español, español”, que quiere decir: “No soy un rojo”. Entonces, la idea del español en España tiene un significado bastante fuertemente tirado al lado derecho de las cosas. Lo que hablamos ahora es una evolución del latín, fue cambiando y llegó un momento en que dejó de llamarse latín para ser otra cosa. Me parece que valdría la pena discutir.

—De hecho se puede señalar que el español hablado en Estados Unidos es hijo del mexicano o el centroamericano y se llama “chicano”.

—Claro, o “Spanglish” y está señalado socialmente que es así. Los cambios van sucediendo todo el tiempo y está bien que así sea y el asunto es acompañar esas transformaciones.

"La prensa se interesó por el asunto cuando había una peleita por Twitter", dice Caparros sobre su propuesta expresa en el Congreso de la Lengua de Cádiz
"La prensa se interesó por el asunto cuando había una peleita por Twitter", dice Caparros sobre su propuesta expresa en el Congreso de la Lengua de Cádiz

—¿No existe el riesgo de un hipernominalismo y que entonces lo que se habla en México debería hace”mexicano” y lo que se habla en Nicaragua, “nicaragüense” y el ríoplatense debería diferenciarse del uruguayo y el porteño?

—Bueno, yo estoy totalmente a favor de mantener un nombre común porque me daría mucha pena empezar a parcelar porque ya tendríamos que decir “cordobés” y “misioneros”. Dentro de los países también se habla distinto, en el interior de la Argentina mucha gente habla de tú. No tiene sentido. Yo creo que sí que tiene que haber un nombre común para todos, para todas las variantes de la lengua que hablamos y digo que me gustaría que ese nombre no fuera el gentilicio de un reino alejado.

Sobre por qué hay zonas donde se habla de vos… En América parece que los primeros hombres que llegaban de los barcos de la conquista hablaban de vos, que era una forma de querer decir: “Vuestra Excelencia”, aunque fueran del pueblo de criadores de cerdos en Extremadura. Entonces hablaban de vos y que esa fue la primera oleada. Cuando llegó el siglo 16 se establecieron las Cortes Generales y donde no llegó fue a los confines, Antioquia, las montañas colombianas, El Salvador, Nicaragua, Buenos Aires, etcétera. Pero en Buenos Aires hubo una vueltita más interesante porque finalmente se convirtió en una corte muy tarde, por lo tanto se quiso imponer el “tú”, con una resistencia muy fuerte, hasta que llegó Rosas y veía cómo los peones hablaban de “vos”, y así lo impuso a todo el mundo, que se debía hablar de “vos”. Luego, en el siglo XX, se quiso imponer en las aulas el tú, pero se fracasó.

—Surgen dos conclusiones. Hablamos de “vos” porque quisimos ser más finos de lo que realmente éramos. Y luego, “Viva la Santa Federación”.

Caparrós entona.

—Creo que era así: “Tranquila está la ciudad / Dice la voz en su canción / Su alerta velando está / El sueño del restaurador / Viva la santa Federación/ Mueran los salvajes unitarios”. Sí, sí, sería así.

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