Los lectores que hayan leído el ensayo más famoso de Martínez Estrada, Radiografía de la pampa, u otra de sus obras, ya tendrán una idea de su peculiar forma de expresión. Quienes nunca hayan leído un texto del ensayista, con algunos fragmentos que citaremos de ¿Qué es esto? Catilinaria (1956), esperamos que puedan tener aunque sea una cierta aproximación a su particular estilo, que llevó a que a Martínez Estrada suela ser llamado “profeta”. Además, debemos destacar que, en este ensayo, su escritura adquiere un tono aún más exaltado, pues no en vano el autor lo subtituló Catilinaria, haciendo alusión a los encendidos discursos del cónsul Marco Tulio Cicerón en el Senado de la antigua Roma acusando a Lucio Sergio Catilina de organizar una conspiración. Hay que tener en cuenta que, originado en ese suceso, el término “catilinaria” ha adquirido un uso tan frecuente que el Diccionario de la lengua española (RAE) lo define como “escrito o discurso vehemente dirigido contra alguien”. Por cierto, como se verá, vehemencia en este ensayo no falta y ese “alguien” en este caso es Juan Domingo Perón.
Antes de entrar de lleno en el texto, recordemos brevemente algo sobre el contexto en que se publica el ensayo y sobe la trayectoria intelectual de Martínez Estrada. En cuanto al texto, después del golpe de Estado de septiembre de 1955 que derrocó al gobierno del presidente Perón, intelectuales de diversas ideologías sintieron la necesidad de dejar por escrito su punto de vista sobre la experiencia peronista en diversos ensayos. Entre ellos, publicados en 1956, además de ¿Qué es esto? Catilinaria, merecen nombrarse Ayer, hoy, mañana, del político nacionalista Mario Amadeo, y El otro rostro del peronismo, del escritor Ernesto Sábato.
Por otro lado, en cuanto al autor, éste había comenzado su carrera literaria en los años veinte escribiendo poesías, pero a partir de la década del treinta se dedicó especialmente al ensayo, publicado en 1933 su texto más famoso, Radiografía de la pampa, galardonado por el Premio Nacional de Literatura. Asimismo, había dado a conocer otros importantes ensayos como La cabeza de Goliat (1940) y Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948), había colaborado en la revista Sur y había sido miembro fundador de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), institución de la cual también fue presidente. Es decir, cuando publica ¿Qué es esto?, Martínez Estrada tenía tras de sí una apreciable actuación en el ámbito literario.
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En cuanto al texto en sí, en las primeras líneas del “Prólogo”, cuando el autor señala los motivos por los cuales a los sesenta años emprende la escritura de un ensayo de carácter violentamente acusatorio, podemos observar cómo se presenta a sí mismo: “Es un gran deber integrado por deberes menores de conciencia cívica y patriótica, de decencia personal y de salubridad pública, de hombre que tiene la responsabilidad de pensar y de hablar por los que reposan y enmudecen. (…) Ante la torpeza de unos y la cobardía de otros, tengo que decir lo que no hubiera querido decir, en un lenguaje que jamás creí que me animase a usar”. Es decir, se presenta como alguien que carga sobre sus hombros “la responsabilidad de pensar y de hablar” frente a los que callan, de cumplir con un deber de “conciencia cívica y patriótica” y de “decencia personal y salubridad pública”.
Debemos destacar que, en esa imagen que proyecta de sí mismo, ya se hacen visibles los rasgos de su estilo. Ese “deber” es el que lo llevaría a llevar adelante una “pelea”, en la cual tendría más para perder que para ganar: “Mi pelea no es la de Cruz, cuando la policía está vencida. Y hubiera perdido algo inmensamente más valioso que el renombre, el respeto, el bienestar y la paz que merecía mi fatigada ancianidad, hubiera perdido más que la vida si me hubiera deshonrado, callándome”. Es decir, no importa si en esta “pelea” pierde todo aquello que merecería su “fatigada ancianidad”; peor sería si se callase, porque se “hubiera deshonrado”. Como ha señalado María Celia Vázquez en un artículo dedicado a este ensayo, “este personaje, en el caso de Martínez Estrada, se define en términos morales como un carácter grave; su dramatización, es marcadamente enfática, en consecuencia, la figura resulta amplificada y el perfil ético sobredimensionado, lo que en su conjunto produce un efecto, si se quiere, demasiado retórico. Por lo demás, la retórica altisonante se distingue entre los rasgos que definen el peculiar estilo que se asocia al nombre de Martínez Estrada”.
Por otra parte, con esa misma “retórica altisonante”, el personaje que es blanco de sus críticas, Perón, carga con innumerables rasgos negativos. Cabe señalar que el texto gira sobre la figura de Perón y, por extensión, sobre una serie de conjuntos, grupos o personajes que directa o indirectamente se relacionan con él, como por ejemplo el pueblo argentino, los intelectuales, el GOU o Eva Perón.
En cuanto a las ideas planteadas por Martínez Estrada, debemos destacar que estas no son desarrolladas en un único momento, sino que por el contrario el autor vuelve una y otra vez sobre ellas, en muy distintas páginas, buscando expresarlas de variadas formas. Además, se puede decir que el ensayo se distingue no tanto por la originalidad de muchas de las ideas formuladas, sino en la singular manera de enunciarlas. Así, por ejemplo, la caracterización de Perón como nazifascista o como una nueva versión de Rosas no es por cierto exclusiva del ensayista, sino que era ya un tópico común.
Si bien por razones de espacio no podemos extendernos en detalle sobre un texto que en más de trescientas páginas ofrece múltiples aspectos, queremos aunque sea a través de algunos pocos fragmentos, a modo de ejemplo, mostrar concretamente al lector la manera en que Martínez Estrada aborda algunos tópicos. Uno de estos, que aparece frecuentemente, es la asociación de Perón con el nazismo y el fascismo: “El pueblo sabía muy bien quién era Perón, representante acreditado del nacional socialismo y del fascismo y del falangismo por igual”; “Usó los programas revolucionarios y en parte el léxico para poner en vigencia, solapadamente, un programa retrógrado, netamente nazifascista, aunque no de agresión y conquista, sino de sumisión y entrega”; “Traicionados y con una técnica consumada de matar por la espalda, el GOU apareció como secta secreta representando al Estado Mayor de ocupación que el hitlerismo usara como cabeza de puente para la conquista total de esta colonia de sudeten”; “El GOU era una filial del Departamento de Relaciones Exteriores de Berlín o Internacional Parda” Sobre estos fragmentos, sin entrar en discusiones históricas que exigirían mucho mayor espacio, cabe recordar que Perón ocupó un lugar relevante en el GOU, logia secreta militar de carácter nacionalista, que proponía mantenerse neutral durante la Segunda Guerra Mundial (de allí que se le haya adjudicado carácter germanófilo).
Otro de los tópicos recurrentes abordados por Martínez Estrada es por qué se aceptó un gobierno como el de Perón: “Los verdaderos heraldos, precursores y managers de Perón fueron el cansancio y la decepción del pueblo después de muchísimos años de ser tratado como recua, engañado y embrutecido”; “Perón encontró una población contada por millones en los censos, pero desorganizada, desanimada, abatida, desunida, sin cohesión ni contacto entre sí, sin espíritu de clase, sin órganos de resistencia”; “Tampoco había obreros, ni proletarios, ni campesinos, ni soldados; había jornaleros, trabajadores desclasados, pobres, desamparados (…) A ellos Perón les mostró con el índice la Tierra Prometida: pan, medicinas, trato humano, conmiseración, descanso, dinero. Y el pueblo le lamió las manos, agradecido, como hace el perro famélico o castigado si se le da alimento o se le acaricia el lomo”. Es decir, serían esas extremas condiciones en que vivía el pueblo (o una parte considerable de él) las que lo llevaron a aceptar un gobierno que difícilmente aceptaría bajo otras circunstancias.
Además, si por un lado el advenimiento del peronismo Martínez Estrada lo justifica por la situación penosa de sectores populares, por el otro no libra de responsabilidad al mundo cultural: “Nuestra cultura o lo que llamamos así, es un conglomerado de saldos exportables de la gran cultura europea -Francia, Inglaterra, Italia, Alemania-, que nos llega como detritus en los libros, las revistas y el cine”; “El pueblo ignorante no tuvo defensa en la intelectualidad ignorante; y así como uno se entregó por decepción y codicia, la otra se entregó por imbecilidad (…) El pueblo sobre el que Perón imperó no fue únicamente el de los descamisados gremiales sino el de los andrajosos intelectuales, escritores y periodistas”. Aquí debemos hacer notar que, con la expresión “andrajosos intelectuales”, el ensayista mostraría un paralelismo en el mundo cultural con la manera en que caracteriza frecuentemente al sector del pueblo que siguió a Perón, ya que tomando una categoría de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Marx, Martínez Estrada suele referirse a él como Lumpenproletariat (literalmente, un proletariado andrajoso, o sea, una infraclase).
Finalmente, queremos recordar que, desde la perspectiva de la relación literatura/sociedad, como en otras oportunidades, nuestro interés es tratar las múltiples maneras en que la literatura argentina ha tratado de dar cuenta de la realidad social y política de nuestro país. En este caso, quisimos referirnos a un texto que aborda una temática como el peronismo, transitada por otros muchos escritores, pero que lo hace de un modo singular acorde al peculiar estilo de Martínez Estrada.
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