Revolucionó la historia del arte de un modo tan radical que marcó un quiebre profundo y fascinante. Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973) era consciente de su rutilante poder creativo: “Yo hago lo imposible porque lo posible lo hace cualquiera”, disparó.
Hizo su primera caricatura tan sólo con 7 años. Cuando tenía 15, su pintura La primera comunión fue seleccionada para la Tercera Exposición de Bellas Artes en Barcelona. “Pintar como los pintores del Renacimiento me llevó años; pintar como un niño me llevó toda la vida”, sostuvo.
“El arte –consideraba Picasso– no es nunca la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el instinto y el cerebro pueden concebir independientemente de ese canon. Cuando se ama a una mujer, no se toman instrumentos para medir sus formas, se la ama por el deseo que nos provoca y, sin embargo, se ha hecho todo lo posible para introducir el canon incluso en el amor”.
Sus relaciones terminaron trágicamente: Dora Maar (fotógrafa que registró todo el proceso de creación del Guernica) terminó en un manicomio después de que él la dejó. Tras la muerte de Picasso, Jacqueline se pegó un tiro y Marie Thérèse se ahorcó. “Soy la única que no se sacrificó al monstruo sagrado”, dijo en una entrevista publicada por el diario australiano The Sydney Morning Herald en 2011 Françoise Gilot, quien fue mujer de Picasso y que escapó al destino trágico de las otras parejas del artista. Pablito, nieto de Picasso nunca aceptado por él, terminó tomando una botella de lavandina cuando tras la muerte de Picasso, Jacqueline, esposa del artista, no le permitió entrar a la casa para despedirlo: murió tras meses de agonía.
En enero de 1937, antes de empezar a trabajar en el Guernica, Picasso arrancó con “Sueño y mentira de Franco”, que incluyó un texto suyo. El producto de la venta de los grabados se destinó a un fondo para ayudar a los republicanos. Son dos fabulosos aguafuertes, con nueve escenas cada uno, en los que ridiculiza al general Franco. En la segunda lámina aparecen imágenes que retomará en el Guernica como una mujer llorando, desgarrada, con su hijo muerto, y el caballo agonizante. El propio Picasso, esquivo en general a hacer interpretaciones de sus obras, dijo que la obra representa al pueblo.
Te puede interesar: 50 años sin Pablo Picasso: cuando la palabra logra llegar a donde el arte plástico no puede
El Guernica nació para integrar el Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, de 1937. Picasso hizo esta pintura al enterarse, por las dramáticas fotografías publicadas, entre otros diarios, por el periódico francés L’Humanité, de los bombardeos de la aviación alemana sobre la villa vasca que da nombre a la obra. Los bocetos como la pintura constituyen un alegato universal contra la guerra.
Hoy, al cumplirse cinco décadas de su muerte, Infobae Cultura pidió a siete reconocidos artistas que eligieran su obra preferida del gran pintor malagueño.
La favorita de Daniel Santoro es Las meninas, una serie de 58 obras pintadas en 1957, donde, tras un análisis exhaustivo, Picasso reinterpreta en apenas unos meses distintos aspectos de las famosas meninas de Diego Velázquez. “Cuando hizo esta serie ya era grande, tenía más de sesenta años. Esa es una gran epopeya para un artista: volver a tener un nuevo paradigma formal. Picasso se reinventó varias veces en su vida: por eso es tan grande. Se reinventa y reinventa formas. Todas sus invenciones formales están presentes en este ciclo de medio centenar de obras”, dice Santoro, cuya muestra Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros inaugura el 21 de abril en el Museo Franklin Rawson de San Juan. Además, en septiembre tendrá una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes con obras nunca antes vista.
“Me parece muy formidable que Picasso en la vejez todavía tiene mucho para decir, cuando en general los grandes artistas se repiten —dice—. Picasso en cambio es como un dínamo, sigue produciendo imaginario: eso lo hace distinto”.
Nicola Costantino elige Mujer desnuda en rojo, una pintura con la que se topó imprevistamente en la Tate Modern de Londres y que la marcó. “Estaba tranquila, sola, me quedé mirándola y pensaba: ¡qué maravilloso! ¡Qué bella es esta figura!”, recuerda.
Costantino, que en este momento está exponiendo PaRDeS: el jardín del tiempo suspendido, con esculturas de flores deslumbrantes hechas con la técnica milenaria japonesa neriage nerikomi –que encarnan el memento mori (“recuerda que morirás”): el cuerpo y su degradación, lo vivo que se astilla y descompone— en Fundación Santander, cuenta que Picasso la “amiga con la pintura”.
“No soy fan de la pintura para nada, pero Picasso me hace valorarla. Como artista me parece una cosa de locos: por las esculturas que hizo, los dibujos, los grabados, las cerámicas, los bronces. Eso es lo que más valoro, que es un artista multifacético. Y en su caso es brillante en todos los aspectos. También sus pinturas clásicas, académicas, son obras que te desmayan”, dice la artista, que representó a la Argentina en la Bienal de Venecia hace una década, y que considera que Picasso es un ejemplo para discutir la diferencia entre un artista como sujeto moral y su dimensión como sujeto artístico y creativo.
Edgardo Giménez, uno de los pioneros del pop local que este año tendrá mega muestra en el Museo de Arte Decorativo, elige Retrato de Gertrude Stein, coleccionista de ojo avezado que proporcionó un patrocinio vital cuando pocos apreciaban las obras de los grandes artistas del siglo XX. “Fue coleccionista de Picasso, le encargó un retrato de sí misma y cuando Picasso lo terminó se quejó. Le dijo que el retrato no se parecía mucho a ella. Él le contestó que esperara un poco, que ya vería que con el tiempo se iría pareciendo más: esa respuesta me parece formidable”.
“La obra de Picasso es monumental, riquísima en cambios y en maneras de ver tan diversas que es una especie de diccionario de aprender a ver”, dice Giménez, en cuyo libro Carne valiente cita una memorable frase de Picasso: “El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto”.
A Marino Santa María, creador de la intervención urbana que cambió para siempre el pasaje Lanín en el barrio de Barracas, le apasiona Las señoritas de Avignon, una pieza que evidencia la pasión con la que Picasso trabajaba. “Es un quiebre con todo lo que había hecho hasta ese momento, porque hasta 1906 estaba en la época azul. Y de pronto, después de 800 estudios hace esta obra: eso es tremendo”, dice Santa María.
Y analiza: “Esta pintura, basada en El baño turco de Ingres, además de terminar con el espacio renacentista, el espacio de la perspectiva, termina con el modelado que venía realizando hasta la época azul. De algún modo incorpora el arte africano en esos personajes con máscaras. Hay dos cosas que me llaman la atención: la figura de espaldas, con la cara girada mirando al espectador, y el homenaje a Cézanne poniendo un pequeño bodegón en la parte inferior central: es un detalle que evidencia que no deja de pensar en la historia de la pintura”. Y añade: “Me impacta la simplificación de la forma y la marca definitiva de separarse de la imitación de la realidad para independizar a la obra como una nueva realidad”.
En el Museo Nacional Picasso de París, Diego Bianchi vio una serie de collages en pequeño formato cubiertos de arena que lo cautivaron por su contemporaneidad, nada evidenciaba que fueron hechos en los años treinta. “Es un trabajo muy original dentro de toda su producción: no es pintura, sino que se nota que son objetos reales: hojitas, basura, cosas encontradas en la mesa”, dice Bianchi, cuya exposición Táctica Sintáctica en House of Contemporary Culture, Maastricht, en Países Bajos, sigue hasta fines de mayo.
“Fuera del cubismo y de su lenguaje, sigue siendo excelente. Él sostuvo que es positivo que los artistas se escapen de su propio estilo”, dice Bianchi, quien en junio tendrá exhibición en Il Posto, en Santiago de Chile, y otra muestra en una nueva galería de Madrid.
La Chola Poblete, artista multidisciplinar trans cuya escultura María fue seleccionada en el Premio Braque y además este año tendrá muestra en Kunsthalle Lissabon en Lisboa y en el Deutsche Bank en Berlín, elige el Guernica, que vio tras irse de la casa de sus padres y “salir del closet”. Se fue a Madrid, donde vivían sus tías, quienes la llevaron a conocer Chueca (el barrio más LGTB de Madrid) y a recorrer museos: cuando vio el Guernica en el Museo Reina Sofía quedó deslumbrada. “Si bien lo había estudiado en la facultad, ver todos los grises en el museo, el gesto del pincel –una se piensa que la pintura es plana pero no lo es– es totalmente diferente. Me quedé allí mucho tiempo y volví muchas veces a verla.”
Con sus 86 años, Marie Orensanz, reconocida artista conceptual cuya imperdible muestra El fluir del pensamiento, con un centenar de obras realizadas a lo largo de seis décadas, con curaduría de Diana Wechsler, se puede ver por estos días en Muntref Hotel de Inmigrantes, también elige el Guernica por la potencia de su forma y contenido cuando fue creado y en la actualidad. “Hay una diferencia entre artistas y creadores, estos últimos abren caminos —considera Orensanz—. Picasso los abrió: después de él muchos artistas se desligaron de ciertos prejuicios o de ciertas formas de trabajar para poder hacer su propio camino”.
Seguir leyendo: