Fiel a su costumbre de interpelar al público a partir de acciones artísticas que van contrapelo de lo establecido, en tiempos de escuchas aleatorias a través de plataformas digitales que cuentan con infinitas ofertas, Daniel Melero sorprende una vez más con un disco editado en vinilo en el que presenta una obra experimental plagada de música incidental, la cual sumerge al oyente en una suerte de disección sonora que invita a su activa reconstrucción e interpretación.
Se trata de Qualia 2- Micrografía, segunda entrega de una serie iniciada el año pasado con Qualia 1- Última Thule, inspirada a partir del concepto de la palabra elegida para el título, a la que el mismo artista define como “esas experiencias que te resultan incomunicables, que cuando las narrás sentís que no podés transmitirle al otro con palabras”.
“Me parece lindo instituir esa idea de hacer algo que ni siquiera sabés si suena bien o mal porque nunca escuchaste nada así, salirse del gusto. El gusto es un muy mal consejero a la hora de crear. El gusto dejalo para decorar tu casa, para el sistema digestivo”, sintetizó Melero, al reflexionar sobre el carácter de su nueva obra.
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Esta sentencia se hace extensible a todo su andar artístico, que tuvo su bautismo de fuego a nivel popular cuando se presentó con su grupo Los Encargados en el festival B.A.Rock de 1982 en Obras, formación pionera de la música tecno local, y fue literalmente bombardeada con todo tipo de proyectiles lanzados por una audiencia rockera que esperaba la actuación de Riff.
Desde entonces, salvando la excepción de haber aportado el hit “Trátame suavemente” a Soda Stereo, Melero siempre se movió por terrenos vanguardistas, tal como lo demuestra su fundamental labor como productor en la mal llamada “movida sónica” de los ´90; sus trabajos colaborativos con artistas disímiles como Gustavo Cerati, Carlos Cutaia o Gillespi, entre otros; o el abordaje de sus interpretaciones por afuera de lo que dictamina la academia, por citar apenas algunos ejemplos.
Con la excusa de hablar sobre su nuevo disco, Melero mantuvo una entrevista en la que dejó una importante cantidad de conceptos artísticos que permiten una comprensión cabal de su obra.
—¿Cómo nace la idea de este disco?
—Nació de lecturas a las que llegué por una curiosidad insaciable. Me llamó la atención el concepto de la palabra “qualia”, a la que no conocía. Pensé que con esta idea podía hacer un disco. Por ahora, ya van dos de esta serie. En el caso de “Micrografía”, se juntó con volver a leer un libro de Robert Hooke, de 1665, que es quien crea su propio microscopio y se da cuenta de que existen los microbios, seres que estaban ahí viviendo en el agua y que se creía que eran un mito. Era un fanático de Galileo, que crea el telescopio. Se relaciona con toda la serie “Qualia”, porque el anterior disco es más telescópico, y este trata sobre lo microscópico. Pero esos son juegos que hago conmigo mismo, mecanismos que utilicé para terminar haciendo música.
—A la vez, la experiencia de escuchar música sin la intervención de críticos o explicaciones está estrechamente ligado al concepto de “qualia”.
—Claro. ¿Qué es la musicalidad de la música? Es este hermoso juego clandestino que tiene la palabra. Yo noté que le pega mucho a los pintores el concepto de “qualia” y es lógico porque en la pintura los colores se hacen tangibles. Me encanta la idea de cuál es la rojez del rojo, qué es lo que hace que el rojo sea rojo. Al final, todo es cómo se desarrollaron los sentidos para poder sobrevivir. Y vivimos en algo que es una percepción que no sabemos qué realidad tiene.
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—¿Cómo trasladaste la idea de micrografía al plano sonoro?
—Me llevó el haber estado escuchando sonares de submarinos y ver cómo cada país tenía distintas normas. Hice el archivo de esos sonidos y están en el disco. El mapa inicial me lo dieron esos sonidos y procesarlos. Eso me dio el sustrato donde otras cosas diminutas empezaron a plantarse. La música hoy en día tiene mucho de collage. La edición con la interfaz gráfica te lleva a la posibilidad de entrar en lo micrónico. Uno escucha un sonido pero si escucha solo unos microsegundos, puede ser otra cosa para la percepción. Otra cosa que me empezó a interesar son las ilusiones auditivas, porque hablamos mucho de alucinaciones visuales, pero existen también para el oído. Hay una infinidad de trucos alrededor de eso y muchos están utilizados con una intencionalidad artística en el álbum. Producir una sensación de qué es lo que escuché, o si escuché lo mismo por qué es distinto. Jugar con el tiempo y la mente.
—Con “Qualia” estás proponiendo una escucha atenta de todo un disco y lo presentás en formato vinilo. Todo lo contrario a lo que se estila en estos tiempos de escuchas “random” en plataformas digitales.
—Es que no me atrae eso para mi propia vida. Hay una sensación que elegimos todo en la enorme disponibilidad que existe, pero millones están escuchando lo mismo. Para mí, en el campo de la música siempre se trató, sobre todo después de los ´80, de mucha gente de acuerdo en que algo es bueno y termina produciendo estadios donde la gente está prendiendo un encendedor o haciendo gestos de epifanías que son muy antiguos. Las normas que el público tiene aprendidas de cómo comportarse ante lo que le gusta lleva también a grandes insatisfacciones luego en la vida, y eso no se quiere ver. No es el lugar más interesante aquel donde estás apelmazado y te crean el afán de tener que pertenecer. En una era donde se resalta tanto que podemos ser lo que queramos, parece que todos somos mas parecidos que nunca.
—En el B.A.Rock ´82 fuiste maltratado por usar sintetizadores, sonidos procesados, pero hoy en día hasta la banda más rockera apela a eso. ¿Qué reflexión podés hacer?
—El formato con el que uno se presenta no es en definitiva lo que está diciendo si es interesante o no, sino el resultado. No juzgo diciendo: “Ah, ahora todos usan máquinas”. Eso es irrelevante para mí. Me deslumbra más cómo muchas personas usan aparatos que conozco bien y saben darle un carácter especial. En definitiva, esa persona no depende de ese instrumento. Esa actitud la podría tener con cualquier otro. Ese es un síntoma de libertad compositiva y de estilo.
Fuente: Télam S. E.
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