Matías Bize dispara el debate sobre los pro y contras de la familia moderna

“El castigo” cuenta la búsqueda desesperada de un hijo pero va más allá y plantea cuestiones más profundas. “La crianza también es una responsabilidad social”, afirma el lúcido realizador chileno

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Trailer de "El castigo", de Matías Bize

Un niño, un bosque, una policía, un padre y, sobre todo, una madre. El Castigo (2022), la película más reciente del reconocido director chileno Matías Bize, desarrolla con apenas esos personajes una trama de suspenso que roe un tema tan antiguo como contemporáneo: cómo y quién debe criar a los hijos. La respuesta, que durante años se ha pretendido obvia –la madre–, nunca ha sido tal.

Filmada en un plano secuencia como su primera película, Sábado (2003), El Castigo le ha hecho pensar a Bize sobre las maternidades y las paternidades de su generación y de las anteriores. Bize trabajó con la guionista española Coral Cruz, con quien creó esta historia que arranca, justamente, con un castigo: los padres dejan solo a su hijo de siete años, a la entrada de un bosque, por unos minutos, para ver si con eso lo asustan y aprende a comportarse.

Bize presentó la película durante el Festival Internacional de Cine de Miami y, un día después de la proyección con sala llena, conversó con Infobae Cultura sobre la responsabilidad social de la crianza, el rol de los padres, las madres arrepentidas y lo que su propia madre le dijo sobre Ana, la protagonista, interpretada por una soberbia Antonia Zegers.

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—En tu cuenta de Twitter dijiste que, para ti, El Castigo mezcla “el lado más joven y atrevido” de tus primeras películas con la “madurez y la profundidad” que has ido desarrollando. ¿Cuál es la parte más joven y cuál la madura?

—Mi primera película, Sábado, es un plano secuencia, hecha en la escuela de cine así, porque en ese entonces me di cuenta de que no había otra manera. No tenía manera de ganarme un fondo, porque no tenía trabajos previos, y mis padres tampoco iban a poner mucho dinero para que hiciera una película. Entonces ahí hubo un arrojo de mi parte, de hacer y luego ver qué es lo que hice. Y desde Sábado me quedé con ganas de hacer algo similar. El Castigo también está hecha en un plano secuencia, con una cosa en la trama parecida a mis películas finales (La memoria del agua, Mensajes privados). Todas hablan de historias de pareja, de rupturas, de segundas oportunidades, de la muerte de un hijo, y ahora quería hablar sobre los roles en la familia, sobre la maternidad, sobre la paternidad... Sobre cómo nos organizamos como pareja y como sociedad en la crianza.

"El castigo" fue galardonada con la Biznaga de Plata a la mejor dirección en el Festival de Málaga
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—Durante la presentación de la película en Miami dijiste que, antes, la crianza de un niño era un asunto de la tribu. Los hijos eran de todos….

—Exacto, los hijos eran de todos. Antes, la manada se hacía cargo: los tíos, los abuelos, la vecina. Pero ahora, como estamos tan llenos de obligaciones, pasa todo a la pareja, pero el rol de la crianza pasa sobre todo a la mujer. Cuando el niño está enfermo en la escuela, por ejemplo, a quién suelen llamar: a la mamá. La mamá es la que tiene que salir del trabajo para buscarlo, porque tiene que ser una buena mamá, una mamá feliz. Pero, además, no se tiene que notar que es mamá, porque a veces debe invisibilizar su rol, o postergarlo, porque no puede faltar al trabajo tres días seguidos, por ejemplo. Por eso siento que esa responsabilidad social es importante. Se habla mucho de la responsabilidad en la pareja, pero creo que la crianza también es una responsabilidad social. Si queremos que los padres trabajen, también tenemos que hacernos cargo de los hijos como sociedad.

La historia de El Castigo no se habría podido contar en la época de nuestros padres o de nuestros abuelos, ¿no?

—No, yo creo que no (se ríe ligeramente). Creo que es una película bastante actual, aunque la vengo trabajando desde hace cinco años. Si la película se hubiera hecho antes, por ejemplo, el padre habría sido un personaje más machista. Más como nuestros abuelos, que no cocinaban y no cambiaban pañales. Aunque hicimos un padre moderno, abierto, finalmente solo ha llevado dos veces al doctor a su hijo (eso pasa en la película). Entonces, igual, la balanza de la crianza siempre se va hacia el lado de la madre. Es muy heavy.

—Es interesante porque, como espectador, puedes llegar a sentir más empatía con el padre, porque no es tan “severo” con su hijo. Aunque eso luego tiene una explicación…

—Claro, porque el padre solo llega a casa a jugar con el hijo, no pasa tiempo realmente con él. No tiene que lidiar con que no quiera comer la comida o no se quiera lavar los dientes. Hay padres que llegan cuando el niño está en pijama, acostado, le cuentan el cuento y el fin de semana lo llevan al fútbol. Entonces claro, es súper fácil así.

"El castigo" está protagonizada por Antonia Zegers y Néstor Cantillana
"El castigo" está protagonizada por Antonia Zegers y Néstor Cantillana

—Pareciera que hablar de “malas madres”, como en la película, es en realidad hablar de malos padres. ¿Crees que es así?

—Claro, es así porque todo recae en la madre. Hagamos el ejercicio de pensarlo al revés: ¿Qué pasa si es la mujer la que va todo el día al trabajo? Para el hombre es muy fácil salirse de la ecuación: se divorcia, luego pasa su mensualidad, lleva al hijo el sábado al fútbol. Y eso para muchos es ser un buen padre. Pero qué pasa si uno da vuelta a la ecuación y es ella la que trabaja y solo lo atiende los fines de semana. Ahí dirían se volvió loca, es una trabajólica, solo está dedicada a la fiesta.

En la presentación contaste también que el guión de Coral Cruz, está inspirado en conversaciones que tuvieron con madres. ¿Cómo fue ese proceso?

— Primero fue ponernos en el lugar de los personajes: qué nos pasaría a nosotros en esa situación. Coral, por ejemplo, es mujer, guionista, exitosa, madre, y se ha visto en esta situación. Leímos también un libro muy interesante que se llama Madres arrepentidas (de Orna Donath). No es que entrevistamos a mujeres, simplemente leímos, nos pusimos en los lugares de los personajes y los defendimos. Sobre todo queríamos que se entienda a la protagonista. Y creo que uno la entiende hacia el final, cuando se cierra el arco de todo. Mi misión como director era defender a los personajes y escapar del cliché.

Antonia Zegers está nominada en los Premios Platino como "mejor actriz" por su papel en "El castigo"
Antonia Zegers está nominada en los Premios Platino como "mejor actriz" por su papel en "El castigo"

—¿Qué otros referentes tuvieron, además del libro, para desarrollar la historia? Pienso en la película We Need to Talk About Kevin, por ejemplo.

—Sí, yo ya había visto esa película antes, pero la vimos de nuevo. Esa película nos sirvió sobre todo para pensar en Lucas (el niño de El Castigo), en cuán heavy era. Pensamos en que Lucas no era un niño ejemplar o perfecto.

Ahora que mencionas a Lucas, con el hijo de la pareja también se abre otra conversación sobre cómo vemos a los niños: o bien demasiado dulces e inocentes, o bien como seres que no son ni personas, que no tienen autonomía…

—Sí, exacto. Y muchas veces queremos que sean como nosotros queremos que sean, o que se comporten como nosotros queremos que se comporten, pero los niños son otras personas. Los niños también tienen sus individuales y sus particularidades.

—¿Tenés hijos?

—Tengo un hijo, sí. Es el hijo de mi esposa, pero en el fondo soy su segundo papá. Lo conocí cuando tenía tres años y ahora tiene siete. Y claro, con él he aprendido muchísimo de paternidad. Y creo que, en el fondo, más allá de lo que yo le pueda decir, lo más importante es lo que él vea en mí: cómo soy, cómo trato a otras personas, cómo trato a mi pareja, cómo lo trato a él. Pienso que la mejor manera de enseñar es ésa. Él me ve hacer ejercicio por la mañana, me ve meditar, me ve leer. Y creo que eso le da referencias.

¿Quiénes reaccionan más con la película: los padres o las madres?

—Es muy bonito lo que pasa. He estado en muchos conversatorios y, claro, son las mujeres las que más se sueltan. En el fondo, la película como que gatilla un tema muy tabú: yo creo que todas las mujeres han pasado por un momento de arrepentimiento, de pensar qué hubiera sido su vida si no fueran madres. Para los hombres también es un cachetazo darse cuenta de la responsabilidad o de cuánto compartimos las labores. En general, lo que pasa con las mujeres es increíble, porque se abren mucho.

—¿Qué han dicho las mujeres de tu familia? ¿Tú mamá, por ejemplo?

—Fue muy bonito lo que pasó con mi mamá. Ella siempre ve antes mis películas. Pero esta vez vio El Castigo en Chile, en el estreno, y me llamó al siguiente día. Y me dijo algo que me gustó mucho. Me dijo: “yo no soy el personaje de Ana. En el fondo soy Amanda (la policía), porque yo nunca me postergué”. Me dijo: “no sé si la cagué como madre dejándolos a ustedes tan solos, o con la nana, y yéndome a trabajar, pero en el fondo yo nunca me postergué”. Y yo encontré eso súper bonito. Primero que mi mamá me haya hecho una reflexión, no de la película, de qué está bien actuada o del guión, sino que fue una reflexión sobre su vida. Para mí ella es una madre increíble. Y es un ejemplo de que uno tiene que vivir la vida de uno.

"El castigo" está rodada en un único plano secuencia, en tiempo real
"El castigo" está rodada en un único plano secuencia, en tiempo real

—¿Crees que hay que soltar más las paternidades y las maternidades? Es como que todo el mundo parece tener una opinión sobre cómo ser un buen padre o una buena madre…

—Sí, es muy loco, porque yo no le diría a nadie cómo ser papá ni mamá, porque a nadie le gusta que le digan cómo criar a su hijo. Y creo que la crianza es súper particular, porque es mucho de ensayo y error. Nadie te enseña. Y uno siendo papá entiende a sus papás, se ve reflejado en ellos. De repente te ves haciendo lo mismo que hacían tus papás. Y también es un proceso en el que entiendes cómo ser hijo. Me sale decirte, así de primera, que los niños deberían ser más libres, pero tampoco creo eso. Creo que el cobijo, el acompañamiento y los límites son necesarios. Creo que los niños se sienten muy seguros cuando hay límites inteligentes, límites buenos, pero también hay que dejarlos que se equivoquen, que se manchen, que rompan cosas. Muchas veces uno se hace problema por cosas muy chicas. Pero creo que es una cosa que tiene que ir experimentando cada uno.

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