Un largo y emotivo aplauso coronó el estreno del poema sinfónico “Malvinas”, del compositor argentino Pedro Chemes, por la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacional de Música Argentina, bajo dirección de Federico Sardella, que se desarrolló en el Centro Cultural Kirchner.
Obra de tres movimientos, que reúne tradiciones de la música académica contemporánea con respiraciones profundas de la música popular argentina, el “Malvinas” de Chemes sostiene a lo largo de sus más de 30 minutos la intensidad de una mirada absorta sobre la memoria colectiva y despliega, al mismo tiempo, emotivas imágenes musicales que interpelan pasado y presente.
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La recapitulación de sensaciones y la evocación de dolores junto a la eterna presencia de los ausentes caídos en las islas o fallecidos luego de haber retornado al continente ante la indiferencia generalizada, parecen reactualizarse en algunos de los tramos del poema sinfónico, una partitura musical emotiva de lograda ingeniería.
Enmarcado en el proceso de memoria y reconstrucción de acontecimientos significantes de la historia, a veces trágica, de la Argentina reciente, el poema sinfónico de Chemes desarrolla singulares aproximaciones sonoras y narrativas a un drama nacional que continúa interrogándonos con impiadosa urgencia, al tiempo que viene a cubrir un hueco y saldar una deuda en torno de las reflexiones musicales alrededor de este acontecimiento.
“Hacía muchos años que tenía ganas de escribir una obra de Malvinas, en parte porque veía que la música que yo transito no tenía ningún tipo de participación en las recordaciones y reflexiones colectivas que se suceden año a año a propósito de lo que fue esa guerra; y en parte también porque estoy muy ligado a ese conflicto generacionalmente, con los combatientes que estaban allá y con esa vuelta dolorosa y traumática”, aseguró Chemes para esta nota antes del estreno del poema sinfónico.
“Malvinas” arranca con la febril turbulencia de los días previos a la declaración de la guerra con la marcha de la CGT sobre Plaza de Mayo y se interna luego en los preparativos y llamados a la partida en un primer movimiento de carácter abstracto, desordenado, donde intervienen los instrumentos percusivos y de vientos y apenas se desarrollan líneas melódicas en un relato de fuertes connotaciones tímbricas.
El segundo movimiento, que hace referencia al hundimiento del Belgrano, se adentra en el carácter trágico argentino con preeminencia de las cuerdas que, al comienzo, parecen evocar la ondulación de las aguas a mar abierto, bajo un cielo plomizo que incuba malos agüeros.
Construido desde la espesura de este paisaje aciago, el movimiento desarrolla también breves momentos melódicos que remiten a la persistencia evocativa que surge en la distancia y ante la tragedia que se aproxima, hasta que la música estalla en el desconcierto del ataque, se escuchan las voces desordenadas del naufragio y la desesperación, y todo se cierra en un pasaje sonoro que desacelera su tránsito, con el sonido de las aguas golpeando contra las costas argentinas trayendo tristes noticias.
El tercer movimiento es ”La Vidala” del regreso, donde hay una clara marcación de este ritmo norteño sobre la que se despliega una línea más melódica de tránsito y desarrollo que habilita un momento de bella ternura polifónica.
En un segmento, la orquesta calla y solo queda la presencia del coro junto al golpear de una caja y un hermoso canto –el primero literario de toda la obra– sobre la memoria, el regreso y las deudas presentes. Luego vuelve la orquesta y la obra se aventura en su final.
“Malvinas” resulta un logrado tributo al poema sinfónico no solo por las libertades de las que se sirve para marcar su hilo narrativo (de a momentos abstracto, de a momentos melódico, evocativo o urgente), sino también porque logra, como todo buen poema, estallar sentidos subjetivos con su materialidad sonora, que es uno de los evidentes logros de la obra de Chemes estrenada en la noche del miércoles en el Auditorio Nacional del CCK.
El programa de la Sinfónica se completó con la “Fanfarria para un hombre común”, de Aaron Copland, que abrió la noche con su estruendo de metales y percusión; y con la delicada persistencia de la entonación melódica que crece y estalla en una exaltación contenida de la “Sinfonía Nro 4 en mi menor op 98″, de Johannes Brahms, que cerró el concierto.
Fuente: Télam S. E.
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