“Creo que mi educación en la infancia fue un tanto difícil porque eran dos civilizaciones, dos formas de pensar totalmente distintas”, dice María Kodama en esta entrevista inédita. Se grabó en junio de 2014 en San Juan. Pese a todo, sobre aquellos años tempranos en Buenos Aires —su padre, Yosaburo Kodama, era un químico japonés; su madre, María Antonia Schweizer, tenía ascendencia suizo-alemana, inglesa y española—, resume: “Me hicieron libre”.
Su “amplitud mental” nace por “haberme criado entre una abuela, por ejemplo, que había querido ser monjas, o sea, ultra católica, y un padre que tenía otra forma de pensar”. “Yo crecí de una manera un poco esquizofrénica entre mi abuela que trataba de demostrarme los horrores del infierno y mi padre a quien yo le preguntaba si iba a ir al infierno, entonces él me contestaba que no me preocupara, que si yo tenía respeto por los otros no iba a ir al infierno”.
Escritora, viuda de Jorge Luis Borges y alabecea de la obra del gran escritor argentino, murió ayer a los 86 años en Vicente López, tras atravesar problemas de salud que habían dificultado su movilidad en los últimos meses. Como licenciada en Literatura participó en un curso en el que conoció a Borges, que 38 años mayor, en los sesenta, con quien empezó a relacionarse por el interés compartido por las lenguas anglosajonas.
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Pasó el tiempo y se convirtió en su persona de confianza al punto que en 1988, dos años después de la muerte del autor de El Alpeh, creó la Fundación Jorge Luis Borges, desde donde su busca propagar la obra del escritor en el país y más allá de las fronteras. Juntos firmaron dos libros: Breve antología anglosajona y Atlas. Además, escribió propios como Relatos y Homenaje a Borges. El año pasado presentó La divisa punzó junto a Claudia Farías G.
En 2021 contó su vida en la autobiografía María Kodama. Esclava de la libertad, que escribió junto al periodista Mario Mactas. Como indica el título del libro, ese tema le apasiona. En la entrevista de 2014 dijo: “Uno tiene que tener el límite de [saber] hasta dónde llega nuestra libertad sin invadir lo que es la libertad del otro. Ese límite no debe ser traspasado. Creo que es fundamental en toda en toda relación humana”.
También recuerda un momento crucial. Ella tenía cinco años. Iba a una profesora de inglés que le leía sin decirle el nombre de los autores. Un día lee un poema de Borges donde él está enamorado de una mujer. “Dice ‘el hambre de mi corazón’, entonces para mí, para una criatura de cinco años, el hambre es el estómago, no puede imaginar qué es el corazón el que tiene hambre, que es el amor. Me dijo que cuando creciera me iba a dar cuenta”.
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También recuerda cómo conoció a Borges: “Como yo quería estudiar literatura, quería escribir, un amigo de mi padre le pidió permiso a mi padre para llevarme para que yo pudiera escuchar una conferencia que Borges daba. Estaba repleto de gente, fue una cosa muy interesante”. Entre tanta timidez, suya y también la de Borges, sintió que eran “como los animales que en la selva se reconocen”.
“Ese momento, cuando empieza a hablar, tenía una voz casi tan baja como la que yo tenía, que era otro de los problemas que yo me planteaba a mí misma pensando que en una clase hay que tener una voz muy fuerte, muy alta, y yo no la tenía. Cuando yo escuché que él comenzó a hablar dije: ‘ah, no, si este señor puede yo tengo que poder’. Y yo me divertía muchísimo y era una persona sumamente divertida, al contrario de como lo presentan”, recordó.
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