Instalado como dueño de una obra que refiere integralmente a un mundo con sus bellezas y tragedias, Jorge Fandermole combinó canciones y textos capaces de dar cuenta de una mirada tan cuestionadora como poética, que el público que completó las 500 ubicaciones disponibles en Ciudad Cultural Konex el jueves por la noche compartió con gratitud.
A 15 meses de su anterior actuación en Buenos Aires, cuando se presentó en ese mismo espacio de la zona porteña del Abasto, el músico, compositor y cantante que despliega un repertorio refinado, consecuente y popular desde los tiempos de la Trova Rosarina, reafirmó los dones de su cancionero.
El recital presentado bajo el título de Saldos y Novedades no solamente mostró una decena de composiciones que todavía aguardan por ser plasmadas en un disco sino que, junto a un puñado de clásicos, Fandermole incluyó escogidos relatos que de algún modo fueron encadenando los ejes temáticos propuestos.
Tal como había anticipado días atrás el creador nacido hace 67 años en Pueblo Andino (Iriondo, Santa Fe), esos textos a los que definió como funcionales a “extender el panorama crítico que nos atraviesa” fueron un hilo de ideas y palabras no exentas de poesía que acompañaron de manera sugerente la canción por venir. En ese ejercicio, capaz de dar cuenta de un artista, de su entorno y de su tiempo, sacó a relucir alegatos, pasiones, paisajes y amores que configuraron los contornos de un territorio atento y sensible cultivado con esmero.
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Desde esa poderosa intimidad compartida, Fandermole salió al escenario a las 20.15 y se sentó entre medio de dos guitarras (una con cuerdas de nylon y otra con cuerdas de acero) y detrás de un atril y desde allí y sin más artificios, construyó casi dos horas de un arte personal e interpelador.
La flamante milonga “Innovación” y el himno “Canción del pinar”, rompieron la velada, habilitaron el modesto saludo de “muy buenas noches” y la primera narración sobre los dos términos que dieron título al concierto, tras lo cual arrojó una primera apuesta (“una canción es como una hipótesis en la ciencia”) y entonó otro estreno: “La voz”. El explícito gesto amoroso de “Ay, deseo” condujo a otro par de novedades con “Décimas de identidad” y, dedicada a Uruguay y sus artistas, la certera “Milonga con cuatro orillas”.
En uno de los tramos salientes del programa volvió a combinar hitos y debuts con las notables “Cantar del viento”, la chacarera trunca con música de Héctor “Pichi” De Benedictis “Siempre que te digan nunca” y el desgarro de “Solo” (“Solo/Como si fuese un animal eterno/ Clavado en la puerta del infierno/Así estoy en el mundo sin tu amor”).
Con la platea aún erizada, una mujer le preguntó “¿qué es el rayo verde?” al que cita en esa pieza y Jorge explicó que se trata de un fenómeno atmosférico y se redoblaron los aplausos. Amores, territorios, ciencia, naturaleza y riesgos continuaron en diálogo y surcando el escenario con “Corazón de luz y sombra”, “Cabo de Santa María”, “Yarará” y “Mi buen amor”.
A partir del poeta pampeano Edgar Morisoli y tomado de su libro La lección de la diuca (2003), Fandermole presentó “Tiempo y lugar”, un manifiesto que, al hablar sobre esa ave que, subrayó, “no canta instantes antes del amanecer sino para que amanezca”.
Como resultas de esa otra alegoría plena de lirismo (“demasiadas aves las que esperan/la primavera para empezar su quehacer/yo prefiero a la diuca que canta/y en la noche se adelante pa’ que empiece a amanecer”) se generó otro grito desde la platea “¡qué viva la poesía!”.
“Sábados”, otra pieza que espera su registro, sobre la que comentó que “los músicos tenemos allí nuestro escepticismo del séptimo día” y que termina ansiando “que caiga al suelo tu vestido y a mí me toque un sábado de gloria”, continuó con “Diamante”, que mereció una larga ovación.
Acunado sobre esos aplausos, dijo: “El que viene es un tema en relación al Día Mundial del Agua, un derecho humano que en Argentina no es tal. El agua vale mucho más que el oro y los habitantes de Andalgalá lo saben perfectamente” y funcionó como prólogo elocuente a “Agua dulce”.
Después del pícaro “El amor y la cocina” en su combinación de placeres, se ligó al calendario para agradecer la presencia “en un día tan particular donde muchos querríamos estar mirando la tele para celebrar esa alegría que hemos tenido” (en referencia a la celebración por la Copa del Mundo de fútbol) y luego por el inminente Día por la Memoria, la Verdad y la Justicia que conmemora el Golpe de Estado de 1976 que, alertó, “algunos pretenden que no ha ocurrido, sobre todo en la conveniencia de quienes fueron cómplices”, antes de cantar “Cuando” que terminó con gran parte de la sala de pie y aplaudiendo.
Para el final, Fandermole reservó otro par de las gemas que legó a la música popular argentina y que, desde sus apariciones, integran un cuerpo de canciones imprescindibles: “Sueñero” y “Oración del remanso”.
A la espera de que los nuevos temas hallen su cauce en una placa que ponga fin a una pausa discográfica que data de 2014, cuando publicó el álbum doble Fander, el músico sigue con su labor de seguir moldeando las melodías y las palabras que lo pueblan, que dan testimonio de un artista necesario y excepcional capaz de abrevar en asuntos universales y latentes al ritmo de géneros sudamericanos.
Fuente: Télam S. E.
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