Este 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, se cumplirá un nuevo aniversario del inicio de una época oscura. Y en ese sentido, el cine argentino siempre fue una herramienta que dio luz a la memoria: con numerosos documentales y ficciones, permitió abrir un debate desde las múltiples aristas por donde se puede abordar un tema tan complejo.
Un claro ejemplo es Camuflaje, el nuevo documental de Jonathan Perel, que luego de presentarse en numerosos festivales internacionales llega a la Sala Lugones del Teatro San Martín junto a una retrospectiva de su obra. El protagonista del film es el escritor Félix Bruzzone, como un corredor obsesionado con Campo de Mayo, la unidad militar más grande de Argentina y el lugar donde desapareció su madre en 1976.
El documental mezcla la ficción con la realidad y tiene una búsqueda muy particular, poco tradicional, donde no se ven cabezas parlantes contando historias frente a una cámara. Además, brinda más preguntas que respuestas. Bajo el interrogante “¿por qué la gente se va a vivir a Campo de Mayo?”, lugar donde vive el protagonista, su tía y donde su abuela vive en un geriátrico de la unidad militar, Bruzzone comenzará a rodear ese enorme predio. Mientras corre por el lugar, encuentra a distintos personajes que le permitirán explorar este sitio cargado de historias. Algunas de ellas son bien personales, como la de Iris Pereyra de Avellaneda, una militante sobreviviente del centro clandestino de detención apodado “El Campito”. Pero también aparecen distintos vecinos, un agente inmobiliario y hasta una joven que vende tierra del lugar.
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Infobae Cultura dialogó con Jonathan Perel y Féliz Bruzzone sobre el desarrollo de este documental y la importacia que tiene para seguir abordando la memoria histórica.
—¿Cuándo arrancó esta relación entre ambos?
JP: —Nos habíamos conocido hace bastante años porque había un cuento del primer libro de Félix 1976 que me había gustado mucho y lo había contactado para realizar un corto con el mismo. Ahí quedamos en contacto. Un tiempo después, cuando él estaba trabajando en el texto de Campo de Mayo, que después devino en la obra y en el libro, se acercó a mí y me dijo que le parecía que su texto podría ser una película mía porque que yo trabajaba con espacios de memoria y con sitios que habían funcionado como centros clandestinos de detención. Me acuerdo que me impactó mucho porque tenía escenas, si bien tenía una base muy biográfica de su propia historia, muy cinematográficas como por ejemplo el corredor corriendo adentro del tren en reverso para mover el tiempo.
Tardamos en hacer la película, lo que nos llevó a arrancar fue la internación de su abuela en un geriátrico de Campo de Mayo. Encima, él justo estaba haciendo un curso con el productor Pablo Chernov, al que le comentó la idea. Pablo le dijo que le encantaba pero no sabía quién la iba a dirigir y Félix me mencionó y vinieron los dos a proponerme hacerla. Creo que había una confianza mutua ya que a mí me gustan mucho sus novelas y él conocía mi cine.
—¿Qué elementos te da el cine para elegir hacer una película luego del libro y la obra de teatro que realizaste con Lola Arias?
FB: —Me parecía que el hecho de estar rodeando todo el tiempo Campo de Mayo lo hacía al tema un poco inagotable, o sea, porque el lugar también me parece inagotable. Siempre me daba la impresión cuando estaba trabajando sobre el lugar que podía hacer distintas cosas. A cada formato le tenía cierta confianza en poder en sí mismo convertirse en algo que atrapara alguna cuestión de Campo de Mayo, entonces cuando pasa lo de mi abuela, no sé por qué empecé a ver más con imágenes y ahí se me ocurrió que estaría bueno filmar además de escribir.
—¿Cómo fue la experiencia del rodaje en el lugar?
JP: —Lo pasamos bien. Más allá de los miedos y las inseguridades que uno tiene cuando entra a cualquier rodaje y más en Campo de Mayo, había algo que nos daba cierta seguridad y confianza que era que conocíamos de antemano a los personajes que iban a aparecer. Fue un gran trabajo de campo previo de Félix de búsqueda de ellos. Porque si vos leés la novela, todos los personajes que aparecen en la película son otros, solo hay uno que se repite que es José, el de los dinosaurios después todos los demás fueron resultado de una búsqueda posterior. Si bien la trama argumental es la misma, el corredor es igual que en la novela, los encuentros son con otras personas.
Entonces, hubo todo un trabajo previo de ir a conocerlos, de escuchar las historias, de charlar con tiempo y después lo volvimos a repetir para la filmación. Creo que eso construyó un espacio donde nos conocíamos, donde había cierta confianza y seguridad y algo que para mí es importante es que había tiempo. Cuando uno entra a estos lugares, tienen una carga de historias y de fantasmas y hay que dedicarles tiempo, uno no puede ir a las apuradas como en cualquier rodaje y pensar que en dos o tres horas va a lograr una escena. Entonces íbamos a pasar el día con un personaje a probar distintas maneras, repetir los diálogos en distintos lugares. Nos ayudó el hecho de que era un equipo muy chico y nadie nos apuraba.
—¿Tuvieron inconvenientes para filmar allí?
FB: —Hay un momento que quedó registrado en la película cuando entramos con unas chicas que van a hacer sus exploraciones artísticas dentro de Campo de Mayo. Era una zona que está muy al borde al lado de Don Torcuato, cerca del barrio de San Jorge, que es una villa que hay ahi dentro o sea que era un espacio donde todo el tiempo hay gente transitando, aunque no se puede entrar porque es zona militar. Como habíamos estado haciendo una exploración previa para ver que firmar, se ve que alguien había visto algún movimiento raro. Y cuando ya estábamos filmando apareció una patrulla y nos echó, pero no fue nada problemático, simplemente nos dijeron “¿pueden retirarse?”. Quedó grabado ya que dejaron la cámara encendida y muestra un poco las condiciones en las que hicimos la película. Había momentos en los que sí podíamos, momentos en los que era más ambiguo como este y momentos donde claramente no pudimos filmar y nunca hubiéramos podido, porque no había ningún tipo de permiso y son zonas muy controladas, como nos pasó con el geriatrico. Entonces, la decisión fue filmar los alrededores, que fue un poco lo que hice en la novela. Esa idea de ir rodeando el lugar donde nunca se termina de entrar del todo y siempre está difuso el límite.
JP: —Queríamos mostrar cómo fue hecho el documental. Esta idea de romper el contrato con el espectador y mostrar el detrás de cámara. Como no teníamos permisos, si nos veían venían a echarnos y nos íbamos. No es que nos llevaban presos, nos invitaban a salir y ni siquiera nos acompañaban hasta la puerta. Cada escena también da cuenta un poco como es la relación del afuera con el lugar. Si uno lo escucha suena extraño pero cuando estás en la zona es más normal el tema de la porosidad de los límites, la gente entra a correr, a juntar leña, hay como un uso más apropiado del lugar que no es tan llamativo estando ahí habitando la zona.
—¿Qué característica buscaban en los personajes que participaron de la película?
FB: —Había varias condiciones, una era que nos permitieran de alguna manera entrar al lugar ya que si bien gestionamos todos los permisos habidos y por haber nunca tuvimos ni un sí ni un no como respuesta. Entonces, no sabíamos si realmente íbamos a poder firmar adentro. Necesitamos personajes que nos abrieran esa puerta, que se animaran a entrar, que tuvieran algún contacto que de alguna manera generaban esa posibilidad. Otro aspecto era que tuvieran algo interesante en sus vidas con relación a Campo de Mayo. Queríamos personajes que que no estuvieran un juicio sobre lo que pasó en Campo de Mayo en la dictadura, o sea que no estuvieran con un discurso prefabricado de cualquier índole alrededor de ese espacio y de esos hechos, que estuvieran lo más vírgenes posible. De todos modos, por ejemplo, está Íris Pereyra de Avellaneda que claramente tiene una postura formada pero el resto no.
JP: —Cada uno aporta un punto de vista muy distinto y nos interesaba ese entrecruzamiento sobre diversas miradas sobre el lugar, diversas ideas sobre qué se puede hacer o no, o cómo transcurrió el pasado en ese lugar. La película no viene a transmitir una verdad absoluta, es muy permeable, porosa y busca también que el espectador tenga que trabajar para tratar de otorgar un poco de sentido a todo esto.
—Camuflaje es un documental que aborda lo sucedido en Campo de Mayo durante la última dictadura desde un angulo distinto y poco tradicional ¿Por qué decidieron hacerlo así?
JP: —A mí personalmente me interesa que los procesos de construcción de memoria sean activos en el sentido de que no es que la película o el libro viene a contar la historia y hace el trabajo por nosotros. No creo que ninguna obra pueda contar la historia porque siempre hay algo que se escapa, lo interesante es cuando da cuenta eso, que hay algo que no es completo. Además, creo que siempre se puede decir algo más, siempre puede haber un personaje más y que una película no va a abarcar el tema en su totalidad, sino todo lo contrario, va a exponer su propia imposibilidad de ser completa y demostrarse abierta. También, muestra la necesidad de ser continuado por otros. Es algo que hace Félix en su novelas y yo con mis películas. Camuflaje demostró ser muy universal en su capacidad mostrar la historia familiar de un escritor y es muy abierta a ser comprendida en cualquier en cualquier lugar y cultura.
* Camuflaje se estrena el jueves 23 de marzo como parte de la Semana de la Memoria en la Sala Lugones (Corrientes 1530; CABA) donde también se realizará una retrospectiva de la obra del autor denominada “Integral Jonathan Perel”. Se proyectarán los cuatro largometrajes El predio (2010), 17 monumentos (2012), Toponimia (2015), Responsabilidad Empresarial (2020), el mediometraje Tabula rasa (2013) y los tres cortos Los murales (2011), Las aguas del olvido (2013), 5-T-2 Ushuaia (2016).
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